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Perspectiva

La canonización de John McCain: la prensa, grupos de poder santifican a un instigador belicista

“Odiaba a mis enemigos incluso antes de ser capturado porque el odio sostenía mi devoción a su destrucción completa y me ayudaba a superar el virtuoso impulso humano de dar marcha atrás por repugnancia hacia lo que tuve que hacer por mano propia”, John McCain sobre la guerra de Vietnam, abril de 2001.

“Más allá cuan embriagador era un llamado a las armas, cuan justa la causa, aún así deberíamos lamentarnos por todo lo que perderemos cuando la guerra cobre su precio. Dejar caer una lágrima y luego reanudar la tarea de matar a todos nuestros enemigos tan rápido como podamos y tan despiadadamente como sea necesario”, John McCain, octubre de 2001.

La prensa estadounidense y la élite política han dedicado cinco días para un ejercicio de hipocresía moral, doblez y mitología en torno a la muerte del senador republicano, John McCain. La operación ha sido asumida por todo canal noticiero, todo periódico y político, demócrata y republicano por igual, siguiendo un mismo guion, preparado desde que McCain fue diagnosticado con cáncer cerebral hace más de un año —John McCain, un “héroe estadounidense”, “guerrero”, e “inconformista” quizás sin parangón hasta la eternidad—.

El jueves, se le conmemoró en Arizona con discursos del exvicepresidente, Joe Biden, y otros, cerrando con la canción de Frank Sinatra, “My Way” (A mi manera). Luego, el cuerpo de McCain fue transportado por una aeronave militar hasta Washington, donde fue velado en la rotonda del Capitolio el viernes, una distinción que solo han recibido 30 personas. Su ataúd fue colocado en un catafalco de madera construido originalmente para el presidente Abraham Lincoln después de su asesinato en 1865, solo una de las obscenidades políticas de todo el proceso.

El viernes se reservó para discursos de los congresistas en función, otros políticos y oficiales militares. McCain fue un “líder de su generación” (líder republicano del Senado, Mitch McConnell), “una de las almas más valientes que nuestra nación ha producido” (presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan), una de las personas que “puso al país primero, que valoraba el servicio más que a sí mismo, que llamaba al idealismo en una edad cínica” (vicepresidente Mike Pence). La actitud de los medios de comunicación fue resumida por la “periodista” de CNN, Dana Bash, quien comentó, después de que comenzó a llover cuando el ataúd de McCain estaba siendo transportado hacia el Capitolio: “Los ángeles estaban llorando”.

El principal acto conmemorativo es hoy en Washington e incluirá discursos fúnebres por parte de los expresidentes Barack Obama y George W. Bush, el exsecretario de Estado y criminal de guerra, Henry Kissinger, antes de que sea enterrado el cuerpo de McCain cerca de la Academia Naval en Annapolis, Maryland, el domingo. Entre los portadores del féretro en el acto final de la obra, estará el actor Warren Beatty, un simpatizante demócrata y amigo de McCain. Será acompañado por Biden, el secretario de Defensa, William Cohen, y el disidente ruso anti-Putin, Vladimir Kara-Murza.

El discurso de Biden el jueves dio el tono para lo que le siguió. “Mi nombre es Joe Biden”, comenzó, “Soy un demócrata y amaba a John McCain”. Lo consideraba un “hermano”, manifestó, y pese a “muchas peleas familiares”, estas diferencias fueron opacadas por lo que tenían en común. Biden, el vicepresidente bajo Obama, quien derrotó a McCain en las elecciones de 2008, hizo eco de los comentarios del propio Obama durante las elecciones de 2016 —un “juego interno amistoso” entre dos lados del mismo equipo—.

“La historia de John es una historia estadounidense”, declaró Biden, “Es la historia estadounidense, arraigada en respeto y decencia, justicia básica, la intolerancia hacia el abuso de poder. Muchos de ustedes viajan el mundo, ven cómo nos ve el resto del mundo. Nos ven como algo ingenuos, tan justos, tan decentes. Somos estadounidenses ingenuos. Eso es lo que somos. Eso es lo que era John”.

¿Qué podría decirse acerca de tales disparates? El Gobierno estadounidense y su ejército son odiados por todo el mundo, siendo responsables de infligir muerte y destrucción a incontables países —Afganistán, Irak, Libia, Siria, Yemen, Palestina y muchos más—. Este Gobierno “tan decente” reivindica el derecho de asesinar a cualquier persona, de invadir cualquier país, derrocar cualquier Gobierno que se ponga en su camino. El modus operandi de esta clase gobernante es el matonismo, las amenazas y la violencia.

Es precisamente con este desenfrenado uso de fuerza militar que se asocia más cercanamente McCain. Fue uno de los primeros y más clamorosos promotores de la guerra de Irak de 2003, de las guerras del Gobierno de Obama contra Libia y la operación patrocinada por la CIA en Siria. Respecto a lo último, realizó una infame visita a Siria y se reunió con las organizaciones fundamentalistas islámicas que encabezaban la guerra civil. Fue un estridente promotor de la agresión contra Irán y un firme oponente de cualquier restricción al gigantesco presupuesto militar de EUA.

La respuesta coordinada y orquestada a la muerte de McCain deviene de consideraciones políticas específicas. En primer lugar, hay un conflicto entre facciones dentro de la clase gobernante, en la que se enfrentan ciertas secciones dominantes del aparato militar y de inteligencia contra el Gobierno de Trump. McCain protagonizó la campaña antirrusa, aliado con el Partido Demócrata, buscando avanzar una política exterior más agresiva en Siria y contra Rusia. En la prensa, se le ha dado muchísima atención a las instrucciones detalladas de McCain para su despedida final del mundo, en la que supuestamente trabajó por meses, incluyendo la demanda de que Trump no participara.

Los demócratas —incluidos Biden, Obama y lo representantes “izquierdistas” como Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez— no han escatimado oportunidad alguna para asociarse con una figura que mantuvo durante toda su vida los lazos más cercanos al ejército. Siempre ansiosos por declarar su fidelidad a este aparato de violencia, los demócratas han promovido a McCain, junto al exdirector de la CIA, John Brennan, como parte de su panteón político para oponerse a Trump desde un punto de vista lo más derechista posible.

Más fundamentalmente, la respuesta a la muerte de McCain es otro hito en la rehabilitación de la guerra de Vietnam. Desde los primeros días del Gobierno de Reagan, superar el “síndrome de Vietnam”, es decir, la hostilidad popular masiva hacia intervenciones militares ha sido un imperativo político para la burguesía. Fue George H. W. Bush quien, al final de la primera guerra contra Irak en 1991, declaró prematuramente, “Por Dios, hemos acabado con el síndrome de Vietnam una vez por todas”.

El esfuerzo para desarrollar una nueva psicología política por justificar guerras permanentes e interminables exige una falsificación de la historia. En todos los hosannas sobre el “heroísmo” de McCain en Vietnam, no ha habido ni una pizca de crítica al carácter de la guerra, una intervención imperialista barbárica que mató a tres millones de vietnamitas y a casi 60.000 soldados estadounidenses. En la década entre 1961 y 1971, el ejército estadounidense llevó a cabo incontables atrocidades y derramó 20 millones de galones de químicos tóxicos en Indochina, convirtiendo una tercera parte de Vietnam en un terreno plenamente destruido.

El mismo McCain fue más honesto sobre la naturaleza de la guerra cuando comentó su experiencia en 2001. La primera cita arriba es un comentario escrito en abril de ese año defendiendo al exsenador Bob Kerrey después de que admitiera participar en el ataque de un escuadrón de la muerte contra la pequeña aldea de Thanh Phong en el delta Mekong, en el que él y seis soldados bajo su comando mataron a 21 mujeres, niños y ancianos.

Bajo el título, “Bob Kerrey, héroe de guerra”, la defensa de McCain fue una justificación abierta de crímenes de guerra. Se ha hablado mucho de que McCain llegó a favorecer una reconciliación con Vietnam y mejorar las relaciones con el país, algo relacionado al conflicto estadounidense con China. Sin embargo, ninguna de sus declaraciones sugiere que se arrepentía del papel de Estados Unidos en la guerra. Al contrario, la segunda cita, de una columna de opinión de McCain en el Wall Street Journal, en octubre del mismo año (intitulada “No hay substituto para la victoria”) deja en claro que consideraba que la violencia brutal y sistemática llevada a cabo en Vietnam era el modelo para las “guerra del siglo veintiuno”.

El empeño para erradicar el “síndrome de Vietnam” no solo ha involucrado la falsificación de la historia, sino la elevación del ejército en la vida política del país. La deificación de McCain, la figura militar-estatal, el “héroe guerrero”, es parte de esto. Hasta los años noventa, los soldados no eran llamados “guerreros”. La mayoría de los veteranos de la Primera y Segunda Guerra Mundial, sin mencionar a Corea, no querían hablar sobre sus experiencias militares, y ciertamente no querían ponerse un uniforme militar.

Hoy día, el ejército, junto con las agencias de inteligencia, ejercen un papel cada vez más dominante de la sociedad estadounidense. El ejército está integrado en la prensa y la prensa está integrada en el ejército. Los políticos, los demócratas igual o más que los republicanos, se refieren a sus antecedentes en el ejército o las agencias de inteligencia como sus cualificaciones más importantes para cargos públicos. La glorificación universal del ejército refleja la evisceración de la democracia burguesa estadounidense ante el impacto de niveles insostenibles de desigualdad social, una radicalización política entre trabajadores y jóvenes y un temor profundo y permanente de la clase gobernante de que su proyecto de conquista imperialista y contrarrevolución social se vaya a enfrentar a una resistencia de masas.

Un punto final sobre la canonización de John McCain: Quizás la característica fundamental de toda la operación es su carácter hueco y artificial, su distancia de las preocupaciones y pensamientos de la vasta mayoría de la población. Sin importar lo mucho que intenten pintar a McCain como un gigante político y moral, a la mayoría de las personas no les importa un carajo su muerte. McCain está tan muerto como una roca y pronto desaparecerá de la conciencia popular. El primer aniversario de su muerte y todos los siguientes pasarán desapercibidos.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 1 de setiembre de 2018)

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