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Perspectiva

Trabajadores hoteleros en huelga sufren hambre por subsidios de huelga miserables o inexistentes

El negocio milmillonario de los sindicatos estadounidenses

Más de 7.000 trabajadores están actualmente en huelga en los hoteles Marriott International en ocho ciudades estadounidenses. El personal de limpieza, cocina, restaurante, porteros y otros trabajadores, muchos de los cuales ganan $11 por hora o menos, están luchando por mejoras a sus salarios, beneficios médicos y condiciones laborales en la mayor cadena hotelera del mundo.

Los trabajadores en los piquetes están recibiendo raciones de hambre del fondo de huelga por parte de UNITE HERE, el cual está trabajando por aislar y derrotar las distintas luchas. Después de una semana, los trabajadores califican para recibir unos miserables $300 por semana de subsidios de huelga, o $60 por día —pero solo si han participado al menos 30 horas en los piquetes—.

El sitio web del Local 5 de UNITE HERE en Hawái les sugiere a los empobrecidos trabajadores que es hora de “calcular un presupuesto hasta los huesos y formas de pagar lo esencial” y “pedir apoyo emocional y/o financiero de familia y amigos”. Añaden que los trabajadores deberían “recaudar dinero vendiendo algo o eliminando gastos no esenciales” y que el sindicato les puede proveer un borrador de carta a los trabajadores para que les envíen a acreedores para prevenir que les suspendan las utilidades o que pierdan sus carros u hogares.

Tan sabios consejos sobre las virtudes de la frugalidad provienen de una organización que controla inversiones masivas y que es controlada por individuos con ingresos que los colocan en el cinco por ciento más rico de la población o más. Según una declaración de ingresos de 2017 al Departamento de Trabajo de EUA, el presidente de UNITE HERE, Donald R. Taylor, se llevó $362.034 a casa el año pasado. Esto lo coloca en el uno por ciento de ingresos de EUA según una calculadora de ingresos creada por el Wall Street Journal.

La secretaria tesorera, Gwendolyn Mills obtuvo $194.762 (2 por ciento más rico), y los cincuenta vicepresidentes ejecutivos e internacionales ganaron hasta $188.337 (3 por ciento más rico).

Estos ejecutivos presiden empresas grandes. En 2016, UNITE HERE manejó activos valorados en más de $150 millones, incluyendo valores comerciables y otras inversiones de $77,2 millones. Sus desembolsos en efectivo para el año son aún más reveladores. Gastó $95,5 millones en 2016, incluyendo $30 millones en “actividades de representación”, $15 millones en “administración sindical”, $10 millones en beneficios para oficiales sindicales, y $10 millones en la compra de nuevas inversiones o activos fijos. Estos últimos incluyen $7 millones en mejoras al edificio de su sede central en Lower Manhattan, valorado en $20 millones.

Su gasto para “beneficios de huelga” fue $772.000 o 0,8 por ciento de sus gastos totales para el año. Y esto es solo lo de la sede nacional. El Local 11 de UNITE HERE (Los Ángeles), por ejemplo, gastó $18,8 millones en 2016 ($0 en beneficios de huelga). El Local 24 de UNITE HERE (Detroit) gastó $3,8 millones ($0 en beneficios de huelga).

UNITE HERE y el sindicato de servicios SEIU se pelearon enconadamente por el banco Amalgamated de $4,5 mil millones, el cual es controlado por los sindicatos y es donde estaba invertido el fondo de huelga para hoteles. En 2010, la central AFL-CIO y varios líderes demócratas intervinieron para que ambos sindicatos llegaran a un acuerdo. El banco fue transferido a una entidad controlada por SEIU, mientras que UNITE HERE retuvo el control de la sede central en la Ciudad de Nueva York y un adicional de $75 millones en activos.

Desde el punto de vista de los oficiales que controlan estas organizaciones y su ejército de abogados y contadores, toda huelga constituye una pérdida de recursos. Es un gasto intolerable, sin importar cuan menor sea, a expensas del balance final y, en última instancia, de sus propios bolsillos.

Y UNITE HERE no es para nada único. Hay 189.217 oficiales y empleados sindicales con una compensación total reportada de $3,6 mil millones. Los trabajadores pagan $8,5 mil millones en cuotas anuales, frecuentemente restadas automáticamente de sus sueldos por el privilegio de ser traicionados por estas organizaciones.

El número de trabajadores afiliados en los sindicatos ha caído a un paso constante a 14,8 millones, incluyendo 7,6 millones en el sector privado (solo 6,6 por ciento de la fuerza laboral). Los activos de los sindicatos y el ingreso de sus ejecutivos han ido en la dirección contraria.

Por ejemplo, el sindicato docente AFT, que se empeñó junto al NEA a aislar y suprimir las huelgas de maestros este año, tiene $129 millones en activos, sin incluir su control de fondos de jubilación de $1 billón invertidos en gran parte en fondos de inversión y la bolsa de valores.

El AFT gastó $341 millones en 2017, incluyendo $76 millones para “actividades de representación”, $25 millones para “gastos generales”, $10 millones para “administración sindical”, $20 millones en beneficios… y $0 en beneficios de huelga.

Los ejecutivos más remunerados del AFT incluyen: la presidenta Randi Weingarten, $512.144; la vicepresidenta ejecutiva Mary Cathryn Ricker, $322.463; y la secretaria tesorera Lorretta Johnson, $395.291. Todas ellas se encuentran en el uno por ciento de mayores ingresos del país. El AFT y sus locales tienen a casi 30 personas en su nómina que reciben más de $200.000 al año y más de 200 que obtienen más de $100.000 al año. Mientras tanto, los docentes tienen que trabajar un segundo empleo como conductores de Uber para llegar a fin de mes.

El sindicato Teamsters (Camioneros), que declaró recientemente que el contrato entreguista con UPS quedaba ratificado a pesar de que una mayoría de los trabajadores votó en contra, tiene aproximadamente $270 millones en activos. En 2015, gastó $190 millones, incluyendo menos de $1 millón en beneficios de huelga. Sus oficiales mejor pagados incluyen al presidente James P. Hoffa, $387.244, el secretario tesorero, $281.845, y su vicepresidente internacional Sean O’Brien, $302.442. Hoffa está en el uno por ciento más rico, mientras Hall y O’Brien están “apenas” en el dos por ciento.

Los ingresos de ejecutivos en algunos sindicatos menos prominentes son incluso mayores. Terrence O’Sullivan, el presidente general del sindicato Laborers’ International Union of North America, recibe $772.105 al año. En el sindicato de caldereros International Brotherhood of Boilermakers, el presidente Newton jones obtuvo $692.279 en 2017 y los próximos seis oficiales recibieron entre $456.707 y $572.710.

Además, los sindicatos administran negocios hipotecarios, inmobiliarios, de construcción, de tarjetas de crédito, entre otros. Los gerentes sindicales reciben ingresos lucrativos y oportunidades de inversión de estos negocios y tienen un interés directo en la continua inflación del mercado bursátil, el cual ha aumento en inversa proporción al declive continuo por décadas de salarios y niveles de vida de lo trabajadores bajo la supervisión de estas mismas organizaciones.

Después de varios años, sino décadas, en estos puestos, estos ejecutivos empresariales y sus contrapartes en el sindicato automotor UAW, el siderúrgico USW, de servicios AFSCME y otros sin duda se convierten en millonarios y multimillonarios.

Antes se decía que los sindicatos eran administrados por una “burocracia sindical”. Utilizar este término para describir la situación actual es ocultar la realidad. Estos ejecutivos no constituyen una “burocracia” que tenga alguna relación, por más distorsionada que sea, a las condiciones de los trabajadores que afirman representar. Por el contrario, son ejecutivos y gerentes empresariales que administran empresas contratistas de mano de obra barata y fuerzas policiales industriales.

Al mismo tiempo, el término union en inglés es un anacronismo histórico —y en parte sindicato también—. Estas organizaciones no están involucradas en “unir” a los trabajadores—en esta definición, tampoco a “sindicar” a los trabajadores—. Por el contrario, sirven para dividir a los trabajadores y prevenir una lucha contra la dictadura de la gerencia empresarial. Durante las últimas cuatro décadas, se han dedicado a prácticamente eliminar la expresión elemental de resistencia de la clase obrera: la huelga. Tiene intereses monetarios en prevenir la lucha de clases y, sobre todo, en cualquier desafío revolucionario de la clase obrera contra el sistema capitalista.

Aquellos que insisten en que los sindicatos siguen siendo “organizaciones defensivas de la clase obrera” quieren subordinar los intereses de los trabajadores a las necesidades de la clase media-alta y la burguesía. Sus apelaciones a los trabajadores a “reformar” los sindicatos están inevitablemente vinculados a la esperanza de que tales “reformas” los eleven a ellos mismos a puestos más lucrativos dentro de su aparato gerencial.

La clase obrera en EUA y por todo el mundo está entrando en lucha contra la masiva desigualdad y la crisis social que estas organizaciones ayudaron a crear. La organización y el desarrollo de esta lucha, junto a su evolución en una ofensiva común contra todo el sistema capitalista, exige la formación de nuevas organizaciones, incluyendo comités de base en las fábricas y lugares de trabajo. Millones de trabajadores están comenzando a extraer esta conclusión.

(Publicado originalmente en inglés el 16 de octubre de 2018)

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