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Perspectiva

“¡Los migrantes no somos criminales, somos trabajadores internacionales!”

La caravana migrante y la lucha por unir a la clase obrera internacional

La masiva caravana de inmigrantes que partió el 13 de octubre de San Pedro Sula, Honduras, hacia Estados Unidos ha llamado la atención y recibido el apoyo de decenas de millones de trabajadores y personas empobrecidas de toda América Latina. Lo que comenzó como un pequeño grupo de unos cuantos cientos de inmigrantes que viajaban juntos por consideraciones de seguridad y protección se ha convertido en una manifestación política transcontinental de siete mil personas por la igualdad y los derechos democráticos.

Cada día, millones sintonizan los reportes en vivo de los noticieros en español de México, Centroamérica y Estados Unidos para seguir la caravana a medida que continúa su trayecto al norte en el sur mexicano, donde los residentes locales les dan la bienvenida con delegaciones de comida, agua, ropa y otras necesidades.

Los participantes de la caravana no se ven a ellos mismos como víctimas oprimidas, sino como representantes determinados de la clase trabajadora. En cara a amenazas por parte del presidente estadounidense, Donald Trump, y los ataques violentos de la policía mexicana y guatemalteca, sus cánticos “¡Los migrantes no son criminales, son trabajadores internacionales!” resuena en toda una región decimada por la pobreza, la violencia y la corrupción.

Las condiciones en el Triángulo Norte centroamericano de donde escapan estos trabajadores son, en esencia, el producto de los horribles crímenes perpetrados por el imperialismo estadounidense por toda la región durante el último siglo.

En Guatemala, EUA orquestó un golpe de Estado en 1954 contra Jacobo Árbenz, el presidente elegido democráticamente, e instaló al dictador Castillo Armas, dejando listo el escenario para una guerra civil de 36 años entre 1960 y 1996. A principios de los años ochenta, la dictadura respaldada por EUA de Efraín Ríos Montt masacró masivamente a trabajadores y campesinos empobrecidos, incluyendo lo que se estima como un genocidio contra la población indígena maya que se cobró decenas de miles de vidas.

Los habitantes del país vecino de El Salvador tuvieron que soportar los horrores de una guerra civil entre 1979 y 1992 que dejó a casi 100.000 muertos. El ejército estadounidense, empleando tácticas de “tierra quemada” que perfeccionó en Vietnam, dirigió al Gobierno salvadoreño a asesinar a disidentes políticos como el arzobispo Óscar Romero y condujo atrocidades como la masacre del río Sumpul, donde las tropas mataron a 600 pobladores cuando buscaban escapar a Honduras.

Honduras ha servido históricamente como una plataforma de lanzamiento para los asesinatos masivos de EUA en la región. Durante los ochenta, EUA entrenó en este país a las “contras”, las fuerzas paramilitares que luego envió a invadir y aterrorizar Nicaragua después de la revolución de 1979 que derrocó la dictadura de Somoza que apoyaba EUA.

En la región, el imperialismo se ha dedicado a garantizar las ganancias de las empresas estadounidenses como la United Fruit Company por medio de la supresión de huelgas y rebeliones de los trabajadores y campesinos pobres. El total de víctimas llega a millones. Como lo puso el general estadounidense Smedley Butler, “He asistido en la violación de una media docena de repúblicas centroamericanas en beneficio de Wall Street”.

A pesar de que los nombres de las corporaciones han cambiado, el dominio del imperialismo estadounidense tan solo se ha intensificado. El odiado presidente hondureño, Juan Orlando Hernández, está en el poder porque su predecesor, Porfirio Lobo Sosa, fue instalado después de un golpe de Estado en 2009 que fue respaldado por el Gobierno de Obama y depuso al presidente democráticamente electo, Manuel Zelaya.

La ambientalista hondureña, Berta Cáceres, denunció en 2014 a la entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton, por su papel personal en orquestar el golpe de Estado. En marzo de 2016, este Gobierno respaldado por EUA asesinó a Cáceres.

Con esta historia, Centroamérica ha permanecido como la región más desigual del planeta. Honduras es a su vez el país más desigual de la región. Sesenta y ocho por ciento de los hondureños vive en pobreza y el 44 por ciento vive en extrema pobreza.

El presidente estadounidense, Donald Trump, ha prometido utilizar el ejército para prevenir que este movimiento de trabajadores ingrese a EUA, indicando su disposición a masacrar a los inmigrantes si intentan cruzar la frontera de la manera en que hicieron en Guatemala y México.

El Partido Demócrata ha ignorado deliberadamente estos ominosos preparativos. En una declaración de prensa el sábado, los líderes demócratas en el Congreso, Charles Schumer y Nancy Pelosi, dijeron que Trump “ha cambiado desesperadamente el tema de la salud a la inmigración” y se rehusaron a responder a las amenazas fascistizantes de Trump.

El domingo, Bernie Sanders dio un discurso de campaña de 30 minutos a favor de la candidata demócrata al Senado en Wisconsin, Tammy Baldwin, y ni siquiera mencionó la promesa de Trump de cerrar la frontera y desplegar el ejército. En comparación con el frenesí histérico de los demócratas en torno a acusaciones sexuales, su silencio sobre los empobrecidos inmigrantes, incluyendo a muchas mujeres que escapan de la violencia doméstica, violaciones y esclavitud sexual, confirma el carácter reaccionario de la campaña #MeToo (#Amítambién).

Al silencio se suman las organizaciones autoproclamadas socialistas que operan dentro del Partido Demócrata. Los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, siglas en inglés) no han mencionado el ataque reciente de Trump contra los inmigrantes en su página web, como no lo han hecho tampoco con siquiera un artículo sobre inmigración en sus páginas principales la revista alineada con el DSA, Jacobin, ni el medio Socialist Worker de la Organización Internacional Socialista (ISO). Esta es tan solo la evidencia más reciente de que estas son organizaciones nacionalistas y procapitalistas que no tienen nada que ver con el socialismo.

Es urgente que los trabajadores de todas las nacionalidades reconozcan en esta caravana un regimiento amigo de aliados de clase.

Bajo el capitalismo, las vidas de los miles de millones de trabajadores se encuentran totalmente subordinadas al afán de lucro de los principales bancos y empresas. Al igual que una ráfaga de viento dispersa la tierra, las guerras, las depresiones económicas o cambios en los niveles salariales y los precios obligan a millones de trabajadores a dejar sus hogares, desarraigándolos de sus familias y culturas y forzándolos a irse a los rincones del mundo en busca de seguridad.

A pesar del inmenso peligro que representa para los inmigrantes, el proceso de migración masiva y, particular, la caravana entrañan implicaciones revolucionarias.

Al marchar a través de las barreras nacionales, la clase obrera está probando de facto que la división de jure del planeta bajo el capitalismo en Estados nación es incompatible con las aspiraciones y las necesidades materiales de miles de millones de trabajadores. Al marchar a través de estas fronteras, la caravana esta probando que las leyes que hacen “ilegal” la inmigración constituyen un bloqueo para el progreso de la humanidad al igual que lo fueron las leyes que legalizaban la compra y venta de seres humanos como esclavos.

En un ensayo de 1913, “El capitalismo y la inmigración de trabajadores”, Vladimir Lenin explicó:

“No pueda caber duda alguna que la miserable pobreza por sí sola obliga a las personas a abandonar sus tierras de origen y que los capitalistas explotan a los trabajadores inmigrantes de las formas más desvergonzadas. Pero solo los reaccionarios pueden cerrar sus ojos al significado progresista de dicha migración moderna entre naciones… El capitalismo está aunando a las masas de los pueblos trabajadores del mundo entero [en la lucha de clases], deshaciendo los hábitos mohosos y atrojados de la vida local, derribando las barreras y los prejuicios nacionales, unificando a los trabajadores de todos los países en enormes fábricas y minas en EUA, Alemania, etc.”.

Los trabajadores estadounidenses deben salir a defender a sus hermanos y hermanas del sur. El Partido Socialista por la Igualdad hace las siguientes demandas:

* El recibimiento seguro y legal de todos los participantes de la caravana en Estados Unidos

* La abolición del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) y de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) y el desmantelamiento de toda la zona fronteriza militarizada

* La liberación inmediata de todos los inmigrantes detenidos en Estados Unidos

* La provisión de empleos, hogares, atención y seguros médicos, oportunidades educativas a todos los miembros de la caravana y todos los inmigrantes

* Un programa de billones de dólares para la reconstrucción de Centroamérica pagado por medio de la expropiación de la riqueza de los milmillonarios estadounidenses

* El derecho de todos los trabajadores a viajar por todo el mundo con plena seguridad, sin temor a ningún hostigamiento

(Publicado originalmente en inglés el 23 de octubre de 2018)

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