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Perspectiva

Tras comicios de mitad de término, los demócratas llaman a forjar unidad bipartidista con Trump

Después de una campaña dominada por el fomento de racismo antiinmigrante por parte del presidente Donald Trump para agitar a elementos fascistizantes y justificar el despliegue interno de tropas y ataques contra la Carta de Derechos, el Partido Demócrata recuperó el control de la Cámara de Representantes y los republicanos para aumentar su control sobre el Senado.

Bajo condiciones de masiva oposición popular al Gobierno de Trump, los demócratas realizaron una campaña derechista que virtualmente ignoró las inquietudes centrales de la clase trabajadora: la desigualdad social, la guerra y el autoritarismo. Respondieron a la elección apelando a Trump a colaborar de manera bipartita.

Durante la contienda electoral, los demócratas se rehusaron a hablar sobre la caza de brujas de Trump contra los solicitantes de asilo centroamericanos, su construcción de campos de detención para inmigrantes ni su asalto contra el derecho a la ciudadanía por nacimiento. Ante los más recientes pasos de la Administración en dirección a librar guerras con Rusia, Irán y China —retirar a EUA del tratado de misiles nucleares de rango intermedio, imponer sanciones salvajes contra Irán y escalar la guerra comercial contra China— los demócratas se mantuvieron en silencio acerca del creciente peligro de guerra. Incluso abandonaron su oposición meramente simbólica a los recortes de impuestos de Trump para los ricos.

El resultado, lejos de la tan proclamada “oleada azul”, fue lo que el Partido Demócrata quería: permitirle a Trump consolidar su control y darles a los demócratas mayor aporte. Como lo indicó la líder demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, en víspera de la votación, el control de la cámara baja les daría a los demócratas “apalancamiento”. Buscarán utilizar dicha influencia para presionar a Trump a perseguir confrontaciones más agresivas con Rusia y una guerra más amplia en Siria.

Wall Street dio señal de su satisfacción con el resultado con un brinco en los mercados bursátiles. Todos los principales índices se dispararon, con el índice industrial Dow Jones subiendo más de 500 puntos.

La campaña electoral en sí reflejó el carácter corrupto, manipulado y antidemocrático de la llamada democracia estadounidense. Se gastaron $5 mil millones, un récord para campañas de mitad de término. Este dinero provino principalmente de oligarcas milmillonarios que buscaron renovar su plantilla y alterar la balanza de poder en el Congreso y las cámaras legislativas estatales a fin de continuar la transferencia de riqueza de la clase obrera a la oligarquía. Más dinero corporativo se invirtió en campañas demócratas que republicanas.

Frente a los golpes bajos mutuos y las mentiras que caracterizaron las elecciones, la clase obrera está completamente excluida de voz y voto en las políticas y las decisiones del Gobierno.

Trump realizó una conferencia de prensa el miércoles para dejar claro que no daría ninguna tregua en su agenda de políticas derechistas. Atacó a un reportero llamándolo “enemigo del pueblo” y advirtió a los demócratas que cualquier intento de utilizar su mayoría en la Cámara de Representantes para investigar sus finanzas resultaría en una “postura de guerra”. Al mismo tiempo, elogió a Pelosi y ofreció los votos republicanos para asegurar que sea presidenta de la nueva cámara cuando entre en sesión en enero.

Pelosi luego realizó una conferencia de prensa incoherente en la que utilizó los términos “bipartidista” y “trabajar juntos” docenas de veces.

El New York Times publicó un editorial detallando la agenda demócrata de colaboración tanto con Trump como con la acelerada trayectoria derechista de su Gobierno. No puede haber ninguna discusión de reformas tibias como las que fueron brevemente mencionadas al principio de la campaña por demócratas “progresistas”, como “Medicare para todos” y la “abolición” del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por su sigla en inglés”, una agencia propia de la Gestapo. En cambio, los demócratas hablarán sobre una “reforma” ética, “transparencia” y otras frases vacías. Se evitará hablar sobre un juicio político, al igual que cualquier exceso de audiencias e investigaciones. El Times declara: “Hallar el camino del compromiso con el Sr. Trump sería una buena medida y buena política”.

El meollo de la elección es este: la repartición de bancas en el Congreso, desde el punto de vista de los intereses de los trabajadores, es prácticamente irrelevante. Ningún cambio positivo es posible fuera de la intervención independiente de la clase obrera.

Una cosa es innegable: las decisiones que afectan las vidas de millones en EUA y miles de millones en todo el mundo permanecerán en manos de una oligarquía financiera parasítica. La aristocracia moderna de multimillonarios y milmillonarios, encarnada en la figura repulsiva de Trump, perseguirá despiadadamente sus egoístas y criminales intereses, independientemente de los giros tácticos y los cambios en los políticos en sus bolsillos. El eje de clase, la orientación estratégica y los intereses siendo defendidos son los mismos.

Un factor importante detrás del arrojamiento cada vez más desesperado de los demócratas a los brazos de Trump y los republicanos son las señales iniciales de un nuevo resurgimiento de la lucha de clases. Este año ha sido testigo de una triplicación en el número de importantes huelgas en EUA, incluyendo huelgas estatales de maestros, paros de trabajadores hoteleros y profesores universitarios y rechazos de contratos por cientos de miles de trabajadores de UPS. Esto es parte de un aumento en las huelgas y protestas de la clase obrera a nivel internacional.

El crecimiento de la lucha de clases es un proceso objetivo e inevitable, impulsado por los niveles impactantes de desigualdad social. Estas luchas sociales tan solo se seguirán intensificando.

El Partido Demócrata no tiene nada para ofrecerle a la clase trabajadora. Es uno de los dos principales partidos derechistas del capitalismo estadounidense. Su base, más allá de Wall Street y el aparato militar y de inteligencia, está compuesta por capas de la pudiente clase media-alta obsesionadas con la política racial y de género, la cual ve útil para expandir su tajada de la riqueza dentro del 10 por ciento más rico del país.

Los demócratas les han dado una libertad plena a Trump y sus aliados neofascistas para intentar encauzar el enojo de secciones empobrecidas de la clase trabajadora en dirección del nacionalismo y el chauvinismo antiinmigrante.

La única alternativa progresista es el desarrollo de la lucha de clases y su movilización consciente en oposición a toda la élite política en su conjunto y el sistema capitalista que defiende.

La gran mayoría de trabajadores y jóvenes está virando hacia la izquierda y buscando en números crecientes una solución socialista a la crisis. Sin embargo, lo que les hace falta es un entendimiento claro de la historia de la lucha de clases y un programa político que articule los intereses históricos e independientes de la clase obrera. Este programa debe ser llevado a la clase trabajadora por el partido revolucionario, el Partido Socialista por la Igualdad.

La respuesta a este callejón sin salida del sistema bipartidista del capitalismo y a los inmensos peligros de guerra y dictadura es la construcción del PSI para que lidere las luchas de masas que se avecinan. El momento de unirse y construir este partido es hoy.

(Publicado originalmente en inglés el 8 de noviembre de 2018)

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