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Perspectiva

Trump exige poner fin a recuento de votos en Florida en nuevo ataque contra el sufragio

La intervención del presidente Donald Trump en las elecciones de Florida, exigiendo que se detenga todo conteo de votos y se declaren ganadores los candidatos republicanos a gobernador y senador, constituye un ataque contra las normas democráticas cuya conclusión lógica es una dictadura presidencial. Significaría privar del derecho al voto a cientos de miles de votantes del estado.

No está sucediendo nada indignante o incluso inusual en el recuento de votos en Florida, donde los procedimientos para manejar elecciones reñidas están determinados por ley y están siendo supervisadas por oficiales locales, tanto republicanos como demócratas, y observadores partidarios, además de un gran número de periodistas.

Los funcionarios de condado que están contando las papeletas que no fueron tabuladas en la jornada electoral por restricciones de tiempo, limitaciones en la capacidad de las máquinas y otras cuestiones —por ejemplo, lo votos de soldados pueden ser enviados hasta el mismo día de los comicios, por lo que siguen llegando por el correo—.

Las leyes estatales de Florida requieren que el recuento se realice con máquinas, lo que significa esencialmente que se vuelve a completar la tabulación por máquina para cada recinto, cuando la diferencia sea menor a la mitad de un punto porcentual del voto. Ambas contiendas estatales se encuentran dentro de este margen. En la votación para el Senado, el republicano Rick Scott lleva apenas un 0,15 por ciento más que el demócrata Bill Nelson. En la elección para gobernador, el republicano Ron DeSantis lleva una ventaja de 0,41 por ciento por encima del demócrata Andrew Gillum.

La campaña de Scott intentó sin éxito bloquear el recuento por máquina en los tribunales y luego buscó convencer a los condados a que completaran el escrutinio antes del jueves a las 3 p.m. Los condados que no cumplan con esto, según los republicanos, deberían perder el derecho de incluir los votos no contados, incluso cuando hubo problemas técnicos —las máquinas fallaron en el condado de Palm Beach— o atrasos provocados por embrollos legales. Por ende, la campaña de Scott buscó utilizar los obstáculos creados por mano propia como un argumento para excluir los votos válidos.

No obstante, Trump tuiteó el lunes, “Las elecciones en Florida deberían ser dictadas a favor de Rick Scott y Ron DeSantis ya que apareció un gran número de nuevos votos de la nada y muchos más están perdidos o fueron falsificados. Un conteo de votos honesto ya no es posible, las papeletas están masivamente infectadas. ¡Hay que quedarse con lo de la noche electoral!”.

La intervención de Trump rememora la crisis electoral de Florida en el año 2000, cuando los republicanos se robaron la Presidencia por medio de la intervención de la Corte Suprema, la cual emitió una orden sin precedente para detener el conteo de votos en el estado y concederle los votos del colegio electoral para Florida y consecuentemente la Casa Blanca a George W. Bush.

Como lo explicó el World Socialist Web Site en 2000, el robo republicano de esta elección presidencial y la sumisa capitulación de los demócratas ante el fallo del caso Bush vs. Gore de la Corte Suprema, demostrando que ya no existía una base de apoyo en la élite gobernante estadounidense para las normas constitucionales y democráticas básicas. La defensa de los derechos democráticos, incluido el derecho democrático más elemental del sufragio, depende de la intervención independiente de la clase obrera en lucha contra todas las secciones de la clase capitalista y sus dos partidos.

En los 18 años desde la crisis de la elección en Florida, se ha producido un intensificado asalto contra los derechos democráticos tanto bajo Gobiernos demócratas como republicanos. Esta construcción de la infraestructura para un Estado policial —la Ley Patriota, el Comando Norte, el Departamento de Seguridad Nacional, el espionaje masivo, Guantánamo, las detenciones indefinidas, los asesinatos con drones— han ocurrido en medio de interminables guerras y supuestas necesidades de la “guerra global contra el terrorismo”.

Este continuo desplazamiento hacia la derecha ha visto su culminación reaccionaria con el Gobierno actual. El presidente Trump ha desplegado tropas estadounidenses a la frontera mexicana, ordenado la detención de decenas de miles de inmigrantes en ciudades de carpas y ha declarado la intención de decretar una orden ejecutiva para deshacerse del derecho a una ciudadanía por nacer en el país, el cual ha estado garantizado por 150 años bajo la Decimocuarta Enmienda de la Constitución. Glorifica la brutalidad policial e incita regularmente la violencia contra sus críticos políticos en ambos partidos y la prensa. En su más reciente rueda de prensa, Trump exhibió su matonismo, ordenó que la Casa Blanca revocara las credenciales de prensa para Jim Acosta de CNN y amenazó a tres otras reporteras con lo mismo, todas afroamericanas.

Al exigir que la banca del Senado y la gubernatura de Florida sean concedidas a los candidatos que prefiere, independientemente de la voluntad de la población, Trump no está simplemente repitiendo lo ocurrido en 2000. Está dando dejando entrever lo que podría ocurrir en las elecciones de 2020, particularmente si terminan siendo reñidas.

En 2016, el candidato Trump ya había dicho que las elecciones habían sido “amañadas” y declaró antes de la votación que consideraba no aceptar el resultado si no ganaba. No cabe duda de que el presidente Trump utilizará todas las facultades de su cargo para resistir un resultado desfavorable en 2020.

El Partido Demócrata y los sectores de la prensa alineados con éste conocen bien las inclinaciones autoritarias de Trump. Sin embargo, sus críticas no van más allá de presionar al mandatario para que adopte una política exterior más agresiva contra Rusia. Los voceros del Partido Demócrata en las entrevistas televisivas del domingo enfocaron su atención en defender la investigación de Mueller sobre acusaciones falsas de interferencia rusa en las elecciones de 2016. Ninguno llamó atención a la supresión de votos real y en marcha en los últimos comicios.

El senador Bernie Sanders, un autodenominado “socialista” que defiende el capitalismo y el Partido Demócrata, emitió un tuit el lunes buscando vincular las elecciones de 2018 con la campaña antirrusa. “Donald Trump, como sus amigos en Rusia, Arabia Saudita y Corea del Norte, es un líder autoritario que no cree en la democracia”, escribió.

El editorial del miércoles en el New York Times fue particularmente cobarde y ajeno a cualquier principio. Critica a los republicanos que acusan que hubo fraude en el recuento en Florida. Tras conceder que es casi seguro que los candidatos republicanos, Scott y DeSantis, vayan a ganar, se queja de que “ambos hombres no solo están actuando como si fuera 2000 otra vez, cuando el control de la Casa Blanca dependía de unos pocos cientos de votos en Florida, también están azuzando las llamas conspirativas con denuncias de un indignante fraude, seguidos por Trump”.

En otras palabras, según el Times, los republicanos están “sacándose de la manga que hubo fraude” cuando no hace falta, ¡ya que van a ganar de todas formas! Mientras tanto los editores dan garantía a sus lectores de que “a la democracia le fue particularmente bien la semana pasada” porque hubo una participación récord en elecciones de mitad de término y (aunque evitan mencionarlo) la mayoría en la Cámara de Representantes pasó a manos de los demócratas.

Otro indicador del grado de postración del Partido Demócrata ante Trump y su indiferencia hacia la defensa de los derechos democráticos fue provisto por el artículo de opinión de Frank Bruni en el Times, bajo el título “Sálvanos, Al Gore”. El comentario contrasta la supuesta gracia y compostura de Gore en 2000 con la rapacidad de los candidatos republicanos en 2018. Atribuye a Gore “un mayor compromiso con la democracia que consigo mismo” porque aceptó la decisión de la Corte Suprema que declaró a Bush presidente.

No obstante, Gore no estaba defendiendo la democracia. Esta repudiándola, así como defenestrando el principio democrático de que todos los votos deben contarse, y esto lo hizo para preservar la estabilidad del Estado capitalista estadounidense. Según Bruni, el candidato le envió un correo electrónico a un asesor que decía “No ataques a la Corte Suprema”, a pesar de que la mayoría de cinco magistrados decidió instalar a Bush en la Casa Blanca y luego procedió a fabricar sofismos legales y constitucionales para apoyar su resultado deseado.

Gore se mostró particularmente sensible ante cualquier señal de que los mandos en el Pentágono estuvieran incómodos con la demora para saber quién sería su “comandante en jefe”. Le expresó a su equipo que no quería ser presidente si el ejército se oponía.

Hoy día, en el partido de Gore, al menos una docena de graduados del aparato militar y de inteligencia fueron elegidos a la Cámara de Representantes el 6 de noviembre. Éstos demócratas de la CIA constituye un grupo mucho más grande e incomparablemente más influyente que el puñado de “socialistas democráticos” como Sanders y Ocasio-Cortez, que se dedican a cubrir este partido derechista del imperialismo estadounidense con un velo “izquierdista”.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 15 de noviembre de 2018)

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