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Perspectiva

Las protestas de masas en Francia: una nueva etapa en la lucha de clases internacional

El sábado, en las protestas de masas más significativas del país desde la huelga general de mayo-junio 1968, unas cien mil personas participaron en una serie de manifestaciones de los “Chalecos amarillos” por toda Francia contra el aumento del impuesto sobre la gasolina dirigido contra la clase trabajadora que anunció el presidente Emmanuel Macron.

Estos eventos constituyen un punto de inflexión crítico no solo para Francia y Europa, sino para todo el mundo. Tras décadas de ser suprimida, este estallido de protesta social pregona el reingreso de la clase obrera en el escenario de la historia mundial. La lucha de clases está volviendo a reafirmarse como la fuerza que impulsa el progreso histórico. El carácter explosivo de los eventos en Francia es testigo de enormes contradicciones sociales que se han acumulado a lo largo de las casi tres décadas desde la disolución de la Unión Soviética en 1991 y, particularmente, durante la década desde la crisis de 2008. El intenso odio al capitalismo y a las condiciones a las que ha dado lugar en Francia y todo el mundo —los niveles impactantes de desigualdad social, la acumulación interminable de riqueza en manos de un porcentaje diminuto de la población, los niveles cada vez mayores de pobreza y sufrimiento— están emergiendo a la superficie de la vida política.

Macron es el representante indicado de la élite gobernante. Es una figura ridícula y justamente despreciada, un banquero de inversiones convertido en presidente y un títere exclusivo de las bolsas de valores europeas. En cara al enojo y la indignación, Macron ha dejado claro que insistirá en implementar sus políticas antiobreras y, de ser necesario, empleando medios policiales-estatales y la declaración de otro estado de emergencia. El momento en que las masas desafían las demandas económicas de la élite gobernante, ésta recurre a la violencia y la represión.

Los acontecimientos en Francia no están siendo impulsados por condiciones esencialmente nacionales, sino globales.

Lo que Macron puede hacer, cómo puede responder o no, es determinado por las demandas del capital internacional. Está llevando a cabo su ataque contra los trabajadores en Francia a medida que la burguesía estadounidense está implementando una nueva ronda de recortes de costos encarnada en los despidos masivos anunciados por General Motors. En medio de crecientes señales de otro estancamiento económico, la élite gobernante está embarcándose en una ofensiva en cada país.

Al otro lado de la barricada está la clase obrera, la cual está demostrando no ser solo una clase oprimida, sino una clase revolucionaria. Debajo de la superficie de la estabilidad y el orden burgueses, se está avecinando una guerra civil.

Todas las reaccionarias recetas vendidas por la pseudoizquierda de clase media, de que la desigualdad social no es la problemática central en la sociedad contemporánea y que el proletariado no es una clase revolucionaria, están quedando hechas añicos. Su obsesiva fijación en temas de género, raza y sexualidad está demostrando ser irrelevante en la lucha que se libra en las calles de París.

En lo que se refiere a las aserciones de que había llegado el “fin de la historia” después de la disolución de la Unión Soviéticas, han resultado ser meras fantasías. Hace tan solo un año, marcando el centenario de la Revolución Rusa, los ideólogos del capitalismo proclamaban que la Revolución de Octubre no era relevante en el mundo moderno. Sin embargo, se está volviendo a fraguar una situación revolucionaria.

La característica distintiva del último año ha sido el resurgimiento de la lucha de clases. El inicio del 2018 fue testigo de protestas de masas en Irán, huelgas de trabajadores industriales en Alemania, profesores en Reino Unido y maestros en Estados Unidos. El año ha visto expresiones importantes de oposición social en América Latina, Oriente Próximo y Asia.

El año está llegando a su fin en medio de protestas de masas en Francia, un malestar cada vez más generalizado entre los trabajadores automotores en Estados Unidos, huelgas masivas en Corea del Sur, Grecia y Chile. A esto se le deben añadir las protestas de los trabajadores migrantes, incluyendo los refugiados de América Central que se enfrentan a las fuerzas armadas estadounidenses en la frontera entre EUA y México.

Las experiencias del último año, y Francia no ha sido una excepción, han demostrado la incapacidad de implementar cualquier cambio en interés del grueso de la población dentro del marco de las instituciones políticas existentes y los sindicatos. La estructura entera del sistema político, tanto de derecha como “izquierda”, es totalmente hostil hacia y está apartada de los agravios de la clase obrera.

Una vez más, la oposición en Francia ha emergido fuera del marco de los sindicatos, los cuales están estrechamente integrados en el Estado y cuya respuesta inicial a las manifestaciones fue denunciarlas. Existe un bloque de reacción que se extiende del palacio del Elíseo a las oficinas de los partidos de clase media como el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA). A todos ellos les inquieta una sola cosa: cómo traer este movimiento bajo control y ahogarlo.

La cuestión central que plantean estas circunstancias concierne la perspectiva y la estrategia. Hay una urgente necesidad de profundizar la lucha, incorporando a las secciones más amplias de la clase obrera y la juventud. Esto exige la formación de comités de acción, organizaciones independientes de lucha obrera. En 1935, un año antes de la huelga general de 1936, Trotsky escribió que estos comités “son el único medio para romper la oposición antirrevolucionaria de los aparatos partidistas y sindicales”. Tales organizaciones “tendrán la tarea de unir a las masas explotadas de Francia en una lucha defensiva y, por ende, imbuir a estas masas con la conciencia de su propio poder para la ofensiva que se aproxima”.

El desarrollo de nuevas organizaciones de lucha obrera se vincula a la cuestión más crítica de todas, la del desarrollo de un movimiento político basado en la estrategia de la revolución socialista mundial.

El crecimiento de la lucha de clases a nivel internacional está determinado por la naturaleza del sistema capitalista global en sí. Cabe recalcar, lo que acontece en Francia no es una manifestación de las condiciones francesas, sino globales. En su propia manera, es revelador que estas manifestaciones estallaran justo cuando Macron estaba regresando del G20, una reunión global de los líderes de los Estados burgueses más poderosos para forjar sus planes de cómo explotar y oprimir a los trabajadores del mundo y prepararse para otra guerra mundial.

El desarrollo del capitalismo global, escribió Trotsky en 1907, “ha transformado el mundo entero en un solo organismo económico y político”. Añadió:

El funcionamiento económico y político entero del capitalismo, con su comercio mundial, su sistema de monstruosas deudas estatales y alianzas políticas internacionales que están uniendo a todas las fuerzas reaccionarias en una sola sociedad de capital mundial, no solo ha resistido todas las crisis políticas parciales sino que también ha preparado las condiciones para una crisis social de dimensiones sin precedentes.

Los trabajadores de todo el mundo se identifican con las demandas de los trabajadores franceses. En todo el planeta, la élite gobernante está reestructurando la vida social en pro del capital no solo para asegurar el desvío de riqueza social hacia sus propios bolsillos, sino para proveer el financiamiento de la próxima serie de guerras.

Se debe hacer una advertencia: la respuesta de la burguesía a estos eventos será acelerar agresivamente los preparativos para sus guerras y represión, incluyendo el desarrollo de fuerzas neofascistizantes. La élite gobernante dispone de muchas armas. Sin embargo, los trabajadores tienen un arma incluso más poderosa: una clase de miles de millones de trabajadores, la máxima fuerza revolucionaria de la historia humana.

Los eventos en marcha en Francia anuncian la apertura de una nueva etapa de luchas revolucionarias. Es en este contexto histórico que la cuestión central de la época se plantea con una gravedad inmensa: la construcción de la Cuarta Internacional, el Partido Mundial de la Revolución Socialista fundado por León Trotsky en 1938 y encabezado por el Comité Internacional. Dentro de Francia, esta lucha es avanzada por la sección francesa del Comité Internacional, el Parti de l’égalité socialiste.

Los lectores del World Socialist Web Site saben que ha anticipado con asombrosa precisión el estallido de la lucha de clases. Ahora llamamos a nuestros lectores y simpatizantes a sacar las conclusiones políticas necesarias de los eventos en desarrollo y a comprometerse con la lucha por la victoria de la clase obrera y la causa del socialismo mundial.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 3 de diciembre de 2018)

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