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Cómo el Estado francés y las grandes empresas financian a los sindicatos

El movimiento de los “chalecos amarillos” ha estado sacudiendo al Gobierno francés. Ahora el presidente francés Emmanuel Macron y los partidos de la pseudoizquierda vinculados a los sindicatos están pidiendo a los sindicatos que tomen el control de este movimiento. Su objetivo es crear las condiciones para que las burocracias sindicales estrangulen el movimiento y bloqueen el crecimiento de las luchas de los trabajadores. Los sindicatos están totalmente subordinados a Macron.

La confirmación de este hecho la brinda el informe reciente de la Agencia de Administración del Fondo Nacional Paritario (AGFPA, Agence de Gestion du Fonds Paritaire National, una agencia establecida en 2015 para garantizar la transparencia en las fuentes de financiación de los sindicatos y asociaciones empresariales). El informe de la AGFPA de 2017 muestra que los sindicatos en Francia reciben financiación masiva tanto del Estado como de los empleadores.

El movimiento de los chalecos amarillos estalló en la esfera política independientemente de los sindicatos y los partidos de pseudoizquierda, como el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), Lucha Obrera (LO) y Francia Insumisa (LFI). Esto significó una ruptura entre los trabajadores y las organizaciones que han estrangulado su oposición a las políticas de austeridad y guerra impuestas por los Gobiernos sucesivos terminando en el actual gobierno de Macron. Los pseudoizquierdistas ahora están difundiendo a través de los medios de comunicación las mentiras de que los sindicatos lideran el “movimiento de trabajadores”. Sólo están sembrando confusión.

Los sindicatos no son el “movimiento de trabajadores”, sino agentes del capital a sueldo, que sabotean las luchas de la clase trabajadora en todo momento. Los dirigentes sindicales han denunciado repetidamente a los chalecos amarillos. Al afirmar cínicamente que “representan” a la clase trabajadora, han afirmado que la movilización del chaleco amarillo fue de “la gente, separada de la clase trabajadora”. El movimiento es un movimiento de la clase obrera que se opone a la dominación del Estado y de los bancos que explotan a los trabajadores pero financian a los sindicatos.

La siguiente tabla, del informe de la AGFPA de 2017, revela cómo se distribuyeron los fondos supervisados por la AGFPA entre los sindicatos y las organizaciones de empleadores:

El informe subraya que en 2017 los sindicatos recibieron €83.292.277 (US$95.786.12) tanto de las contribuciones del Gobierno como de los empleadores. La asignación de fondos por parte de la AGFPA se realiza de acuerdo con tres objetivos definidos en su declaración de objetivos:

Misión 1: La formulación, administración, activación y evaluación de políticas promovidas en el marco de las instituciones oficiales, donde los sindicatos y los empleadores están representados en una base aparentemente igual.

Misión 2: La participación de los sindicatos y de las asociaciones profesionales de empleadores en la concepción, implementación y seguimiento de políticas públicas relacionadas con la autoridad del gobierno, a través de la negociación, de consultación y colaboración.

Misión 3: La capacitación económica, social y sindical de aquellos asalariados que ejerzan funciones sindicales oficiales, o de cualquier miembro sindical en la fuerza laboral que se encuentre en una situación de intervención en nombre de sus compañeros asalariados.

Estas figuras exponen la naturaleza de clase de los sindicatos. Están totalmente comprados, sobornados por el Estado y los empleadores, por una suma de decenas de millones de euros, un pago inicial por su colaboración en la imposición de políticas sociales regresivas y ataques a las ganancias pasadas de la clase trabajadora. Los sindicatos aprobaron la Ley Laboral del Partido Socialista (PS) en 2016 y la privatización ferroviaria del Gobierno de Macron en 2018, asegurando al mismo tiempo que la resistencia de la clase trabajadora a estas políticas no se transforme en un movimiento político contra Macron.

La creación de la AGFPA se produjo después del escándalo del fondo ilegal por la poderosa federación de empleadores de las industrias metalúrgicas (UIMM). Durante varias décadas, la UIMM había malversado fondos retirando secretamente cajas de efectivo, que ascendían a decenas de millones de euros en efectivo, para financiar a los sindicatos.

Durante el juicio de la UIMM, Arnald Leenhardt, quien dirigió esta federación de 1985 a 1999, explicó que la UIMM había pagado estas sumas a los “cinco sindicatos representativos en la industria. Los empleadores necesitan sindicatos fuertes. Cuando hay huelgas y el encarcelamiento de empleadores por parte de trabajadores enojados, te pones muy contento de tener un sindicato capaz de contener estos arrebatos y canalizarlos nuevamente a una perspectiva favorable para volver al trabajo”.

Este mecanismo a través del cual el Estado invierte decenas de millones de euros en las arcas de los sindicatos es solo uno de los muchos conductos de dinero utilizados por la burguesía para comprar los servicios de las capas pequeñoburguesas que dirigen las burocracias sindicales.

Según el informe Perruchot, aceptado por la Asamblea Nacional en 2011 y publicado con el acuerdo del sindicato estalinista CGT (Confederación General del Trabajo) en 2012, solo una pequeña parte del presupuesto de los sindicatos proviene de las cuotas de los trabajadores. El resto proviene de subvenciones y asistencia monetaria otorgada por el Estado y los empleadores. Para citar la pág. 165 de este informe: “Como puede verse, es probable que cada año se asignen casi €4 mil millones (US$ 4,5 mil millones) a la actividad de los sindicatos en Francia. La mayoría de estos fondos (el 90 por ciento) parece provenir del estado oficial de los sindicatos en las empresas y en el servicio público. Las contribuciones directas de los miembros del sindicato probablemente solo representan del 3 al 4 por ciento del total, una vez que se deducen otras formas de ayuda gubernamental”.

La transformación de los sindicatos de organizaciones defensivas de la clase obrera en la década de 1960 a instrumentos de la burguesía financiados por el Estado hoy, no es el resultado de la corrupción individual específica de Francia. Es un proceso internacional, impulsado por las contradicciones objetivas inherentes a los propios sindicatos. El objetivo fundamental de todos los sindicatos era negociar los salarios de la clase trabajadora con los empleadores en el marco de la nación-Estado. La globalización de la producción ha socavado toda esta perspectiva y, por lo tanto, ha transformado el papel que los sindicatos pueden desempeñar hoy.

Frente a una economía globalizada, donde las empresas organizadas internacionalmente obligan a los trabajadores de diferentes países a competir entre ellos, los sindicatos reaccionaron atacando los salarios y las condiciones de “sus” trabajadores para impulsar la competitividad de la economía nacional. Estrangularon y permitieron a los empleadores aplastar una huelga tras otra: los trabajadores del servicio público en Sri Lanka en 1980, los controladores de tráfico aéreo de los Estados Unidos en 1981, los mineros británicos en 1985, por nombrar algunos ejemplos anteriores, para defender los intereses de lucro de los patrones.

Desde entonces, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional ha venido enfatizando, como escribió el Parti de l'égalité socialiste en su declaración fundacional, que el surgimiento de la globalización “hizo imposible seguir una política económica o negociar salarios y condiciones a nivel nacional. Las estrategias de ‘desarrollo nacional’ de las exburguesías coloniales, las negociaciones a nivel nacional basadas en las burocracias sindicales y la orientación autárquica del estalinismo se habían vuelto obsoletas. En cambio, todos funcionaron cada vez más como contratistas laborales, compitiendo para recortar el salario y las condiciones de los trabajadores con el fin de ofrecer el mayor beneficio al capital financiero internacional”.

En Francia, la UIMM lanzó su actual fondo para fines ilegales en 1972. En ese momento, la burguesía estaba organizando su contraofensiva contra el aumento de la militancia en la clase obrera después de la huelga general de mayo de 1968. Tras haber traicionado la huelga general, los sindicatos comenzaron su metamorfosis de organizaciones de defensa de la clase obrera a ser agencias de reacción burguesa. Su integración en los órganos de cogestión y, de hecho, en los ministerios del gobierno del Partido Socialista (PS) de François Mitterrand coincidió con el colapso de la cantidad de sus miembros.

Los sindicatos se convirtieron en cascarones vacíos que no organizan la lucha de clases, sino que colaboran en un “diálogo social” destinado a destruir los derechos sociales de los trabajadores. Este gráfico muestra cómo los sindicatos han reducido drásticamente el nivel de actividad de huelga en Francia desde 1968:

Como resultado, los trabajadores abandonaron los sindicatos en masa. El siguiente gráfico muestra el colapso en la tasa de afiliación sindical en Francia:

Esto pone de relieve la necesidad de que la clase obrera cree nuevos órganos de lucha para reemplazar a los sindicatos moribundos y recurra a sus hermanos y hermanas de clase internacional. El movimiento de los chalecos amarillos ha desenmascarado la hostilidad mutua que existe entre la clase obrera y las burocracias sindicales reaccionarias. A lo largo de las luchas de los chalecos amarillos en Francia, los maestros en los Estados Unidos y los trabajadores de las plantaciones de té en Sri Lanka, las secciones del ICFI han pedido la formación de comités de trabajadores, independientes de los sindicatos.

Existe una alternativa al programa nacional del “diálogo social” y colaboración de clase de la burocracia sindical y los empleadores. Es la formación de redes internacionales de comités de base. El papel decisivo de las secciones del ICFI en este proceso será aclararle a la clase trabajadora su tarea histórica: la única forma en que la clase trabajadora pueda satisfacer sus necesidades sociales apremiantes es a través de la transferencia del poder político a nuevas organizaciones creadas por la clase obrera internacional. Así, la clase obrera puede restablecer en lucha la continuidad con sus tradiciones históricas de lucha por el socialismo contra el capitalismo.

(Publicado originalmente en inglés el 15 de enero de 2019)

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