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Perspectiva

Los huelguistas mexicanos le muestran a la clase obrera cuál es la respuesta a la reacción capitalista en la frontera entre EUA y México

En la frontera entre EUA y México, las dos principales clases sociales bajo el capitalismo —la clase capitalista y la clase obrera— le están mostrando a la humanidad las dos alternativas para su futuro.

La clase capitalista ha movilizado a miles de soldados estadounidenses fuertemente armados para colocar alambres de púas a lo largo del desierto y dispararles gases lacrimógenos a los refugiados que buscan asilo. Los inmigrantes que cantaron “somos trabajadores internacionales” cuando marchaban miles de kilómetros desde Honduras como parte de la caravana migrante el año pasado se encuentran ahora apiñados en ciudades de carpas a pocos metros de la frontera con Estados Unidos.

Para proteger el Estado nación y bloquear el flujo de trabajadores escapando de la pobreza y violencia, los agentes fronterizos están arrebatando a niños de los brazos de trabajadores inmigrantes y encerrándolos por meses, algo que ha tenido consecuencias fatales para algunos. Los cuerpos de miles de personas de personas yacen esparcidos en el inhóspito desierto.

El cierre del Gobierno en Estados Unidos gira en torno a lo que el Partido Republicano y el Demócrata ambos llaman “seguridad fronteriza”. Ambos bandos del conflicto prometen construir nuevas barreras, volar drones y armar a más agentes para que contengan a los inmigrantes fuera.

Cientos de miles de trabajadores federales no están recibiendo sus sueldos porque ambos partidos dicen que tienen diferencias sobre cuántos miles de millones gastarán para fortificar las fronteras y cuántos cientos de kilómetros construirán del muro. Trump, el representante más degenerado del capital financiero estadounidense, ha amenazado con dispararles a los inmigrantes a primera vista, declarar una “emergencia nacional” y eliminar el proceso legal debido y el derecho al asilo.

Por el contrario, la clase obrera está comenzando a avanzar su oposición a esta aborrecible realidad. En la ciudad fronteriza mexicana de Matamoros, 70.000 trabajadores se han unido a un paro que ha frenado la producción en docenas de maquiladoras a pocos kilómetros de la frontera con Estados Unidos.

Los trabajadores de todo el mundo deben estudiar el plan de acción de los primeros pasos que tomaron los obreros matamorenses.

Cuando los trabajadores descubrieron que los habían engañado acerca de los bonos que les correspondían, la primera acción que tomaron fue convocar una reunión masiva y repudiar al sindicato, el cual es odiado por los trabajadores por su colaboración con las empresas.

Habiéndose librado de esta camisa de fuerza que representan los sindicatos, los trabajadores matamorenses por fin pudieron comunicarse libremente entre ellos. Iniciaron discusiones en las fábricas y en redes sociales donde discutieron democráticamente sus opciones. Descubrieron una abrumadora convicción de la necesidad de hacer huelga. Sin verse silenciados por el sindicato, formularon sus propias demandas: un masivo aumento salarial, el pago de bonos robados y la eliminación de las cuotas sindicales.

Luego, los trabajadores de las maquiladoras hicieron algo que el sindicato se los había prevenido por años: se unieron con trabajadores de otras plantas y otras secciones de la clase obrera. Marcharon por los distintos parques industriales llamando a sus compañeros trabajadores a unirse, paralizando la economía local.

Los trabajadores pudieron esquivar los canales oficiales de la prensa propatronal y los mentirosos oficiales sindicales por medio de las redes sociales, permitiendo que las noticias fluyeran libremente en la ciudad de 500.000 habitantes. Las principales fuentes de noticias de los trabajadores son ellos mismos, dado que los principales medios de comunicación en EUA y Canadá han censurado toda cobertura de la huelga. Los diarios locales de las ciudades fronterizas están publicando editoriales despavoridos que advierten que los paros podrían expandirse.

Los dos procesos en marcha a lo largo de la frontera constituyen las soluciones que cada clase avanza ante la crisis del sistema capitalista. Como lo escribió el WSWS en su declaración del 3 de enero, “La estrategia de la lucha de clases internacional y la batalla política contra la reacción capitalista en 2019”:

La forma en que se resuelva la agonía mortal del capitalismo —sea a través de los métodos capitalistas de la dictadura, el fascismo, la guerra imperialista y el deslizamiento hacia la barbarie o por medio de la conquista revolucionaria del poder por parte de la clase obrera internacional y la transición hacia una sociedad socialista— será determinada por el resultado de la lucha de clases a nivel global.

Cada una de las principales luchas este 2019, incluyendo el movimiento de los Chalecos amarillos en Francia, la huelga de maestros en Los Ángeles y la lucha de los trabajadores agrícolas en Sri Lanka, forma parte de un movimiento mundial emergente por la igualdad social. Cada lucha es en sí de carácter internacional.

Ya no existe tal cosa como un vehículo “hecho en Estados Unidos” o “hecho en México”. En la industria automotriz, el 36 por ciento de las autopartes producidas en EUA son exportadas a México y el 45 por ciento de las autopartes importadas a Estados Unidos provienen de México.

Un vehículo que deja la línea de ensamblaje en México o Estados Unidos lleva partes que han cruzado las fronteras nacionales docenas o incluso cientos de veces.

Producir un botón para el control de un asiento de carro, por ejemplo, lleva un condensador manufacturado por trabajadores en Asia que es transportado a EUA, enviado luego a Ciudad Juárez e insertado por trabajadores mexicanos en un tablero de circuito. Luego, es transportado de vuelta a EUA, donde trabajadores de almacenes en Texas trasladan y guardan este tablero hasta que se envía de vuelta a México, a Matamoros, donde ese tablero de circuito es instalado en un botón activador de asiento. Luego, el activador es despachado a Texas o Canadá, donde trabajadores de autopartes instalan el activador al asiento en sí. Finalmente, el asiento es enviado a una planta de ensamblaje para ser colocado en el cuerpo del automóvil.

La apelación a la unidad internacional de la clase trabajadora no es mera retórica: es la estrategia necesaria y la única base para desatar el inmenso poder social de la clase trabajadora.

Es por esto que los trabajadores deben rechazar el veneno del nacionalismo, provenga de Donald Trump u oficiales sindicales en Estados Unidos y Canadá que culpan a los trabajadores mexicanos de “robar sus trabajos” y piden a las empresas automotrices que la producción se mantenga local. Los trabajadores mexicanos tampoco se benefician considerando como aliado a Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien les prometió a los bancos que no expropiaría las fortunas de los ricos y acordó con Donald Trump que México le ayudará a Estados Unidos a bloquear el paso de los trabajadores centroamericanos que buscan aplicar a asilo en Estados Unidos.

El sistema capitalista y la división del mundo en Estados nación son las barreras al desarrollo progresista de las fuerzas productivas mundiales. Han concebido la irracional e injusta paradoja de que un botón de asiento tenga el derecho de cruzar fronteras nacionales cuando un ser humano no lo tiene.

La clase obrera es la única fuerza social que puede resolver esta paradoja a través del derrocamiento del sistema capitalista, expropiando la riqueza de los ricos y transformando a las corporaciones en utilidades públicas y gestionadas por los mismos trabajadores que podrán verdaderamente aprovechar el poder de una economía integrada globalmente para proveer los recursos y bienes acordes a las necesidades humanas.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 17 de enero de 2019)

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