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Perspectiva

Estados Unidos desecha el tratado INF: otro paso hacia una guerra nuclear

En el punto álgido de la crisis de misiles en Cuba, cuando el mundo se encontraba al borde de la aniquilación nuclear, el presidente John F. Kennedy le dijo a su hermano, Bobby, “Si este planeta es arrasado por una guerra nuclear, si 300 millones de estadounidenses, rusos y europeos quedan borrados por un intercambio nuclear de 60 minutos, si los supervivientes de esa devastación pueden prevalecer ante el fuego, el veneno, el caos y la catástrofe, no quiero que uno de esos supervivientes le pregunte a otro, ‘¿Cómo llegó a pasar todo esto?’ y que reciba la increíble respuesta, ‘Ah, si solo uno supiera’”.

Algo que no sabía el presidente Kennedy, quien intentaba evitar una guerra nuclear, o su Estado Mayor, gran parte del cual quería comenzarla, tal guerra no hubiera acabado con 300 millones de personas, sino toda la humanidad. La teoría del invierno nuclear, descubierta a mediados de los años ochenta y aceptada subsecuentemente por consenso científico, concluye que una guerra nuclear de plena escala, como la planea el ejército estadounidense, haría inhabitable al planeta por todo un siglo.

Sin embargo, Estados Unidos no solo se desliza hacia tal apocalipsis nuclear, sino se prepara directamente para ella. Como lo plantea a sus lectores un artículo reciente de Foreign Affairs: “Prepárense para una Guerra Nuclear”.

El viernes, el secretario de Estado de EUA, Mike Pompeo, declaró que el país suspendería su cumplimiento con el tratado de Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF, por sus siglas en inglés), un acuerdo de 1987 entre la Unión Soviética (subsecuentemente Rusia) y Estados Unidos que prohíbe el despliegue de misiles con rangos de entre 500 y 5.500 kilómetros.

La decisión hace prácticamente inevitable el retiro de EUA de otro acuerdo clave de control de armas global, el tratado New START, el cual fue firmado entre EUA y Rusia en 2011. El presidente estadounidense, Donald Trump, lo llamó “uno de los varios acuerdos malos negociados por el Gobierno de Obama”.

No hay mucho que decir sobre las justificaciones oficiales de la Casa Blanca para dejar el tratado: de que Rusia está infringiendo sus disposiciones, a pesar de las repetidas ofertas de Moscú, para que tanto EUA como autoridades y periodistas internacionales inspeccionen sus misiles. Los alegatos de la Casa Blanca están siendo reproducidos por personas que no los creen, mientras que nadie los contiende en el aparato mediático, el cual opera como un vocero del ejército.

En un artículo que respalda completamente las acusaciones de la Casa Blanca contra Rusia, David Sanger, uno de los conductos entre el New York Times y el Pentágono, describe con plena lucidez las verdaderas razones por las que Estados Unidos está dejando el tratado INF.

“Restringido por las disposiciones del tratado, Estados Unidos no ha podido desplegar nuevas armas para contrarrestar los esfuerzos de China para consolidar una posición dominante en el Pacífico occidental y mantener los portaviones estadounidenses alejados. China aún era una potencia militar pequeña y poco sofisticada cuando Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov, el último líder de una Unión Soviética que se debilitaba rápido, negociaron el acuerdo INF”.

Las propias palabras de Sanger dejan muy en claro por qué EUA quiere dejar el trato, algo que no tiene nada que ver presuntas violaciones rusas: Washington busca rodear los archipiélagos frente a las costas chinas con un seto de misiles nucleares. Sin embargo, Sanger de alguna manera espera que sus lectores, sin siquiera un párrafo de transición, crean las acusaciones de Pompeo sobre el “mal comportamiento” de Rusia.

La decisión de EUA de retirarse del tratado INF no es el resultado de la peculiar afinidad de Trump a las armas nucleares. Por el contrario, es el resultado de la reorientación del ejército estadounidense hacia conflictos de “grandes potencias” contra Rusia y China.

Durante los últimos dos años, la cúpula militar estadounidense se ha mostrado alarmada al rápido desarrollo tecnológico de China, algo que EUA no solo ve como una amenaza para las ganancias directas de sus corporaciones, sino para el dominio que ejercen sus fuerzas armadas.

Hace dos décadas, durante el ápice de la burbuja de las puntocom, China era poco más que una plataforma de mano de obra barata, armando los electrónicos para consumidores que estaban impulsando una revolución en las comunicaciones, mientras que las empresas estadounidenses se embolsaban el grueso de las ganancias. Sin embargo, en la actualidad, la balanza económica de poder está desplazándose.

Las empresas chinas como Huawei, Xiaomi y Oppo están capturando una porción cada vez mayor del mercado global de teléfonos inteligentes, mientras rivales como Samsung y Apple ven su participación en el mercado caer. La empresa DJI, con sede en Shenzhen, es la líder global indisputable en el mercado de drones para consumidores. Asimismo, Huawei le lleva por lo menos año de delantera a sus competidores en la infraestructura para teléfonos móviles de la próxima generación, los cuales no solo estará detrás de los carros sin conductores y los electrodomésticos “inteligentes”, sino también de las armas “autónomas” del futuro.

Como lo advierte la más reciente “Evaluación de amenazas globales” de Estados Unidos, “A partir de 2019, las innovaciones que impulsarán la competitividad militar y económica se originarán cada vez más fuera de Estados Unidos, mientras que el liderazgo de EUA en la ciencia y tecnología se está hundiendo” y “la brecha de capacidades entre las tecnologías comerciales y militares se evapora”.

En última instancia, es el declive económico de Estados relativo a sus rivales globales lo que explica la intensificación de los planes de guerra nucleares de EUA, esperando utilizar su poderío militar para contener el auge económico de China y reforzar la preeminencia de EUA en el escenario mundial.

Sin embargo, está fraguándose un consenso dentro del ejército estadounidense de que Washington no puede doblegar a sus rivales meramente con la amenaza de obliterarlos con su masivo arsenal de misiles estratégicos. Tomando en cuenta la flotilla de submarinos con misiles balísticos para ojivas nucleares tanto de Rusia como China, esta opción, incluso ignorando los efectos de un invierno nuclear, conllevaría la destrucción de las principales ciudades estadounidenses.

En cambio, EUA está construyendo un arsenal nuclear “utilizable”, de “bajo rendimiento” y “táctico”, incluyendo la construcción de un nuevo misil de crucero capaz de llevar armas nucleares. Esta semana, se comenzó a producir una nueva ojiva estadounidense de bajo rendimiento. Su potencia será de entre una mitad y una tercera de la del “Little boy” que aplanó la ciudad japonesa de Hiroshima y cientos de veces menor a los otros sistemas de armas nucleares de EUA.

El gobierno de Trump publicó el año pasado su “Revisión de la Postura Nuclear”, la cual prevé el uso de dichas armas para cambiar el rumbo de los conflictos que comiencen con armas convencionales, bajo la excusa (independientemente de que el Pentágono la crea o no) de que tales guerras no se detendrán antes de intercambios nucleares totales.

Hace casi 75 años, Estados Unidos, tras haber “quemado, hervido y cocinado a muerte”, en las palabras del general Curtis Lemay, a cientos de miles de civiles en una campaña genocida de “bombardeos estratégicos” sobre Japón, asesinado a cientos de miles más con dos armas nucleares: una acción cuyo principal objetivo era amenazar a la URSS.

Sin embargo, la continua existencia de la Unión Soviética sirvió como un regulador de los impulsos genocidas del imperialismo estadounidense.

A pesar de las afirmaciones triunfalistas de que la disolución de la Unión Soviética traería una nueva era de paz, democracia y el “fin de la historia”, solo ha producido un cuarto de siglo de guerras neocoloniales.

Sin embargo, las guerras en Irak, Afganistán, Libia y Siria no han cumplido con su fin previsto. Después de derrochar billones de dólares y matar a innumerables millones de personas, la posición global del imperialismo estadounidense no ha mejorado con respecto a cuando lanzó su “guerra contra el terrorismo” en 2001.

Ahora, Estados Unidos está aumentando las apuestas: colocando un “conflicto de grandes potencias” con Rusia y China en el orden del día. En su lucha existencial por hegemonía global, el imperialismo estadounidense está apostándolo todo, estando capaz de tomar los pasos más imprudentes y desesperados, hasta el lanzamiento de una guerra nuclear.

No existe un camino pacífico y capitalista para manejar la crisis global que ha estallado con tanta fuerza y violencia. Si la humanidad ha de sobrevivir el siglo veintiuno, la clase obrera, la única fuerza social capaz de oponerse a los planes de guerra de las élites capitalistas gobernantes, debe intervenir a través de una lucha por reorganizar la sociedad misma sobre una base socialista.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 2 de febrero de 2019)

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