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Perspectiva

Estado del temor: Trump emprende contra el socialismo

En medio de la charada cínica e hipócrita del discurso de Trump el miércoles del “Estado de la Unión”, incluyendo las hosanas, ovaciones de pie y cantos de “¡USA, USA!” por parte de los legisladores presentes, el presidente realizó una declaración impactante que dice mucho del estado de la política estadounidense y las verdaderas preocupaciones de la élite gobernante.

Por primera vez en la historia estadounidense, un presidente de Estados Unidos denuncia en un pronunciamiento televisado a nivel nacional el aumento en el apoyo popular al socialismo. “Estamos alarmados por los nuevos llamados a adoptar el socialismo en nuestro país”, declaró Trump, prometiendo: “Esta noche reafirmamos nuestra determinación de que Estados Unidos nunca va a ser un país socialista”. La audiencia, tanto demócratas como republicanos, registró su aprobación con aplausos.

Detrás de todas las bravuconerías y la inevitable declaración de que “el estado de la unión es fuerte”, las declaraciones de Trump tuvieron un carácter propio para un búnker. La clase gobernante no solo teme los cada vez mayores desafíos a su posición global. Aún más significativamente, teme las señales de que el descontento social está aumentando, así como la actividad huelguística.

Este miedo no se deriva de políticos pocos efectivos del Partido Demócrata como Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez, quien utilizó una entrevista después del “Estado de la Unión” para disociarse del socialismo, sino de lo que la burguesía ve en las ciudades de todo el país.

Este no es solo un fenómeno estadounidense. El año pasado estuvo caracterizado por una expansión de la lucha de clases internacionalmente.

Bajo el titular “Las guerras de clases en Francia”, la más reciente tirada del periódico francés, Le Monde diplomatique, advierte: “Las élites francesas no han sentido tanto temor en medio siglo y no es el miedo usual de perder una elección, no poder pasar una ‘reforma’ o ver sus acciones colapsar en el mercado bursátil, sino el temor a una insurrección, revuelta o la pérdida de poder. Las protestas callejeras [de los chalecos amarillos] el 1 de diciembre de 2018 les causó a algunos un brusco escalofrío”.

La publicación cita a un periodista proempresarial que dijo que los cabecillas de los grandes grupos industriales “tenían mucho miedo por primera vez de que sus cabezas terminaran clavadas en estacas”. Un representante de una organización de encuestas reportó que los “grandes empresarios están ‘realmente muy inquietos’ y dijo que la atmósfera le acordaba de eventos similares en 1936 y 1968”.

Lo que pasa en Francia también pasa en Estados Unidos. La declaración de Trump permite echar un vistazo a la profunda crisis del capitalismo estadounidense y la verdadera razón detrás de la turbulencia política en Washington. Eso es lo único que la historia recordará de su discurso, el cual consistió de la misma muestra vacía de pompa y ceremonia, una andanada fastidiosa de mentiras y trivialidades del orador, junto a una explotación burda de las víctimas de tragedias como la masacre en la sinagoga en Pittsburgh.

En los discursos del “Estado de la Unión” bajo Gobiernos previos, las pesadillas socialistas de la élite gobernante se enfocaban en la Unión Soviética, China o algún otro país extranjero. Bajo Trump, estos temores se dirigen a un enemigo interno, los trabajadores y jóvenes radicalizados en Estados Unidos.

Por su parte, la respuesta de los demócratas, pronunciada por la excandidata a gobernadora de Georgia, Stacey Abrams, fue más vergonzosa y patética de lo usual. Abrams combinó una promesa de colaborar con Trump y asegurar su “éxito” con la interminable manipulación demócrata de la política de identidades, ocupando gran parte de sus declaraciones para hablar sobre sí misma, ignorando la crisis que enfrentan las vastas masas de la población.

Como lo indica la franca declaración de Trump, la clase gobernante capitalista no está respondiendo pasivamente al creciente desafío desde abajo. Está expandiendo las fuerzas policiales y militares, y buscando movilizar elementos fascistizantes como aquellos atraídos al nacionalismo y el racismo antiinmigrante de Trump.

La demanda de Trump de un muro en la frontera entre EUA y México se ha vuelto un símbolo de sus esfuerzos para desarrollar un movimiento abiertamente fascistizante en Estados Unidos, para movilizar a la policía, el ejército y turbas de matones contra la clase obrera. Durante la última semana, Trump ha sugerido repetidamente que, si el Congreso se rehúsa a financiar su muro fronterizo antes del 15 de febrero, declarará una emergencia nacional y ordenará que el Pentágono construya el muro sin una autorización legislativa.

El Partido Demócrata se mantiene fiel a un abordaje más tradicional a la lucha de clases, apoyándose en las viejas organizaciones sindicales para que asistan las fuerzas de la represión estatal. Los representantes demócratas demostraron esto durante el “Estado de la Unión”, levantándose y aplaudiendo en cada mención del ejército y la policía estadounidenses. Mientras que los republicanos cantaban “¡USA, USA!” cuando Trump se refirió inicialmente al “milagro” económico, los demócratas realizaron el mismo canto nacionalista cuando Trump hizo referencia al número récord de mujeres en el Congreso.

Los representantes de ambos partidos aplaudieron cuando Trump prometió acelerar la guerra comercial contra China, cuando denunció el Tratado de Libre Comercio con América del Norte y cuando presumió sobre imponer un nuevo Gobierno en Venezuela, tras amenazar en varias ocasiones previas sobre una intervención militar.

Ningún discurso de Trump revertirá la crisis cada vez más profunda del capitalismo estadounidense y mundial, o el consiguiente giro en las afinidades políticas del pueblo trabajador estadounidense. Significativamente, una encuesta de CNN publicada un día antes del “Estado de la Unión” halló que el setenta por ciento cree que el Gobierno de Trump está actuando negativamente, mientras que el 43 por ciento dice que es “el peor Gobierno en su vida”. Otras encuestas muestras consistentemente un apoyo cada vez mayor hacia el socialismo y hostilidad hacia el capitalismo.

El socialismo está resurgiendo porque el capitalismo ha fracasado. La lucha de clases, suprimida desde hace mucho, está comenzando a abrirse paso nuevamente. La gran tarea es darle a este movimiento objetivo de clase un programa, una perspectiva y una dirección política para acabar con el capitalismo y con el peligro de una catástrofe económica, dictaduras y guerras.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 6 de febrero de 2019)

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