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Perspectiva

Opónganse a la cacería de brujas demócrata de #MeToo contra el gobernador adjunto de Virginia, Justin Fairfax

El Partido Demócrata está llevando a cabo una operación política al estilo de #MeToo (#Amítambién) contra el gobernador adjunto de Virginia, Justin Fairfax. Con base en acusaciones infundadas de agresión sexual por dos mujeres que ocurrieron hace 15 y 19 años, toda la dirigencia demócrata de Virginia, prácticamente todos los contendientes demócratas para la nominación presidencial demócrata del 2020, la Bancada Negra el Congreso y los líderes demócratas en la Cámara de Representantes y el Senado están exigiendo que Fairfax renuncie inmediatamente.

Fairfax, un demócrata de 39 y afroamericano, fue elegido en noviembre de 2017 en comicios que cementaron el control del ejecutivo en Virginia en manos de los demócratas. El ex gobernador adjunto Ralph Northam reemplazó al entonces gobernador demócrata, Terry McAuliffe, siendo un cargo limitado a un término. Posteriormente, Fairfax tomó el cargo de Northam, quien también se enfrenta a llamados de la dirigencia demócrata a que renuncie por aparecer en una fotografía de dos personas, una con la cara pintada de negro y el otro con una túnica del Ku Klux Klan, en su página del anuario de la escuela de medicina en 1984, además de su posterior admisión que se pintó la cara de negro par aun concurso de baile ese mismo año.

Si ambos, Northam y Fairfax, renunciaren, el siguiente en la línea sucesoria, el fiscal general Mark Herring, también se enfrenta a una campaña por su renuncia después de que declarara que él también se pintó de negro la cara cuando era estudiante en el Instituto Militar de Virginia en 1980.

Desde el viernes, cuando la segunda mujer acusó a Fairfax de una violación, el foco de la campaña demócrata ha cambiado de Northam a Fairfax. El gobernador adjunto ha negado enérgicamente las acusaciones, insistiendo en que los encuentros sexuales con ambas mujeres fueron consensuales. Ha pedido una investigación oficial y apelado por el debido proceso legal.

Prácticamente no ha emergido nada de información sobre su segunda acusadora, Meredith Watson, quien ha realizado la acusación directa, sin dar detalle alguno, de que Fairfax la violó en 2000 cuando eran estudiantes en la Universidad Duke. Sus abogados subsecuentemente dijeron que también la había violado un jugador de basquetbol de Duke el año anterior.

La primera acusadora, una profesora en California, Vanessa Tyson de 43 años, afirma que Fairfax la obligó a que practicaran sexo oral en un cuarto de hotel durante la Convención Nacional Demócrata de 2004 en Boston. En una declaración detallada y publicada el miércoles pasado, indica que lo que comenzó como besos consensuales dio paso una agresión sexual. Ninguna de las acusadoras reportó los presuntos crímenes a la policía u otras autoridades cuando se afirma que ocurrieron.

Tampoco se ha generado ninguna evidencia para corroborar las acusaciones. Se repite una vez más el estribillo de que hay que creerle a la mujer, en condiciones en que prácticamente no se ha ofrecido información en un caso y que, en el caso de Tyson, hay amplias razones para abordar sus acusaciones con un escepticismo extremo.

Tyson es una académica experimentada, una profesora colaboradora de política y estudios raciales y de género en la Universidad Scripps de California. También ha sido una operadora del Partido Demócrata desde hace mucho tiempo. Cuando se reunió con Fairfax en 2004, era cuatro años mayor y estaba trabajando en la campaña de John Edwards como candidato demócrata a vicepresidente.

En su sitio web, señala que “he trabajado en campañas políticas desde la adolescencia, incluidas tres campañas presidenciales, dos campañas del Senado y numerosas campañas estatales y locales”. Una de sus columnas dice que trabajó en campañas demócratas en el sur de California “a partir de los 12 años” y que su primer trabajo después de la Universidad fue como miembro del personal financiero de la campaña senatorial en 1998 de Barbara Boxer.

Es autora del libro Los giros del destino: coaliciones multirraciales y representación de minorías en la Cámara de Representantes, publicado por la Oxford University Press.

En años recientes, ha pasado a centrarse en cuestiones de abuso sexual y feminismo. Actualmente está realizando un internado de un año en la Universidad de Stanford, un caldo de cultivo académico de la política de #MeToo. Ahí, está investigando “la política y las políticas en torno a la violencia sexual contra las mujeres y los niños en Estados Unidos”, según el Centro de la Universidad de Stanford para el Estudio Avanzado de las Ciencias del Comportamiento.

Una afirmación de Fairfax sobre la credibilidad de Tyson es relevante y ha recibido poca atención de los medios. Reporta que por un tiempo después de su encuentro en Boston, cuando él estaba en la escuela de derecho, Tyson lo contactó y dijo que quería presentarle a su mamá.

Tyson evidentemente solo comenzó a hablar ampliamente sobre la presunta agresión sexual de Fairfax después de su elección. Acudió al Washington Post y por lo menos a uno otro medio en 2018 para presentar su historia, pero se rehusaron a reportarla porque no la podía corroborar.

No se ha presentado nada hasta la fecha que constituya una base de hechos para el caso contra Fairfax. Sin embargo, un miembro demócrata de la cámara baja estatal prometió que presentaría artículos a favor de un juicio político en su contra el lunes. No existe una base legítima para el juicio político contra Justin Fairfax. No se han introducido cargos criminales. No hay ningún procesamiento, ni hablar de un proceso judicial.

Los abogados de ambas mujeres han dicho que sus clientes están preparadas para rendir testimonio en audiencias de un eventual juicio político. Esta no es más que una trama pseudolegal. Saben que, en tal proceso, los políticos temerán ofender a los cazadores de brujas de la prensa y al grupo social de los demócratas. No habrá un cuestionamiento riguroso de las acusadoras que ocurriría como demandantes en un juicio.

En su segundo año, el movimiento #MeToo ya ha resultado en la depuración y puesta en listas negras de docenas de artistas, músicos, actores, celebridades televisivas y de filmes, entre otros. Más recientemente, Amazon Studios se ha rehusado a distribuir la última película de Woody Allen, a pesar de que el productor de cine niega resueltamente las acusaciones de abuso sexual en su contra que ha hecho su hija adoptada. Además, investigaciones del Departamento de Servicios Sociales de Nueva York y un equipo de la Clínica de Abuso Sexual Infantil del Hospital Yale-New Haven, ordenadas por la policía estatal de Connecticut, no hallaron ninguna evidencia creíble.

Hace 14 meses, el Partido Demócrata estableció el precedente de sacrificar a sus propios oficiales electos a fin de promover su agenda de política de identidades y forzar la renuncia del senador de Minnesota, Al Franken, después de verse embrollado en acusaciones de acciones sexuales inapropiadas menores. La remoción de uno de los senadores demócratas considerados más liberales, incluyendo en cuanto al derecho al aborto, desplazó el equilibrio de fuerzas políticas aún más hacia la derecha.

Hay una agenda política definida detrás de las exigencias a Fairfax de que renuncie. No es ningún secreto que los demócratas están intensificando su estrategia basada en la antidemocrática política de identidades. Más temprano este mes, Stacey Abrams, una candidata a gobernadora en Georgia que perdió la contienda, dio la respuesta oficial demócrata al discurso del “Estado de la Unión” y escribió un artículo para la revista Foreign Affairs defendiendo el énfasis demócrata en las identidades y su repudio a “la categoría general conocida como ‘la clase obrera’”.

El carácter derechista de la operación política de los demócratas contra Fairfax queda aún más claro por sus orígenes. Es el resultado de una provocación contra el Partido Demócrata de Virginia iniciada hace 12 días, cuando dirigentes republicanos en Virginia y a nivel nacional, incluidos el presidente Donald Trump y el vicepresidente Mike Pence, atacaron a Northam como simpatizante de los “infanticidas” porque dio una entrevista en la que defendía los abortos durante el tercer trimestre bajo ciertas circunstancias.

El martes siguiente, en su discurso del “Estado de la Unión” esencialmente declaró su guerra contra los derechos al aborto, dejando en claro que el tema será prominente en su campaña de reelección.

El frenesí sobre la cuestión de la cara pintada de negro y la campaña sexual contra Fairfax se desataron a partir de artículos de Big League Politics, un sitio web ultraderechista y republicano administrado por antiguos escritores para el medio fascistizante, Breitbart News .

Hay una larga y trágica historia de acusaciones de agresión sexual que fueron comprobadas como falsas. Una importante porción de los hombres negros ejecutados en Estados Unidos fue asesinada bajo la pretensión de que eran culpables de agresión sexual. Más recientemente, han acontecido el caso de Tawana Brawley en 1989, la fraudulenta incriminación del equipo de lacrosse de Duke en 2006, el caso de “Jackie en la Universidad de Virginia en 2015, entre otros.

El FBI de J. Edgar Hoover perfeccionó el uso del sexo como una herramienta para chantajes, provocaciones y la destrucción de oponentes políticos, particularmente en la izquierda. Uno tan solo necesita preguntarse qué habría sucedido a Martin Luther King Jr., a quien el FBI buscó desacreditar por medio de revelaciones sobre su vida privada, si viviera en la era actual del #MeToo.

Estas son las tradiciones en las que se basa el Partido Demócrata. El último episodio desagradable, cualquier que sea su resultado inmediato, deja en claro que el Partido Demócrata está profundizando su dependencia en la política de identidades y, en esta base, está girando aún más hacia la derecha. Esto es en respuesta al crecimiento de la lucha de clases, de la oposición al capitalismo y del apoyo al socialismo entre las masas obreras. Una cosa es cierta, los demócratas están infinitamente más comprometidos con promover una política basada en la raza, género y orientación sexual que en defender los derechos democráticos, incluido el derecho al aborto.

Los trabajadores y jóvenes necesitan oponerse a esta última cacería de brujas de #MeToo y persecución política en Virginia.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 11 de febrero de 2019)

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