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Perspectiva

La clase obrera y la lucha por liberar a Julian Assange

Desde el 19 de junio de 2012, el editor de WikiLeaks, Julian Assange, ha vivido efectivamente como prisionero dentro de la pequeña embajada ecuatoriana en Londres, privado de luz solar directa, un trato médico adecuado y, durante el último año, incluso de comunicación con el resto del mundo.

Assange, un valiente periodista y editor, está siendo despiadadamente arrinconado por el Estado estadounidense y sus lacayos a nivel global porque ayudaron a exponer los crímenes del imperialismo estadounidense y la criminalidad y corrupción de la clase gobernante en todo el mundo. Su persecución es la punta de lanza de una ofensiva global que busca socavar la libre expresión y censurar las voces de oposición en línea.

Assange estuvo obligado a solicitar asilo político con el Gobierno ecuatoriano después de que las cortes británicas aprobaran una orden para extraditarlo a Suecia con base en acusaciones fraudulentas de que estaba “bajo la sospecha” de haber perpetrado una agresión sexual.

Assange y sus defensores concluyeron correctamente que, una vez detenido en Suecia, el Departamento de Justicia de EUA emitiría su propia solicitud para extraditarlo a EUA. Assange se ha enfrentado al peligro de un juicio fraudulento en EUA con base en cargos falsos de espionaje.

Millones de trabajadores ven correctamente a Assange como un paladín de la libre expresión. Sin embargo, las organizaciones pseudoizquierdistas, como la Organización Internacional Socialista (ISO, por sus siglas en inglés), la revista Jacobin y Socialist Alternative, lo han abandonado o se han unido plenamente a la manada junto a las agencias de inteligencia y medios de propaganda imperialistas que exigen su arresto y extradición.

Han emprendido contra Assange como parte de su desplazamiento a la derecha y alineamiento con el imperialismo siguiendo el estallido de los movimientos revolucionarios de la clase obrera en Túnez y Egipto en 2011. La irrupción en la política de la clase obrera atemorizó a las secciones privilegiadas de la clase media-alta, cuya riqueza ha derivado de la destrucción de las condiciones de la clase obrera durante las últimas cuatro décadas.

Esta reacción se ha reflejado más claramente en el entorno de organizaciones que falsamente afirman ser socialistas. Estos grupos apoyaron la intervención militar encabezada por EUA para derrocar el régimen libio de Muamar Gadafi en 2011 y luego a las organizaciones islamistas suníes y extremistas que provocaron la guerra civil sectaria en Siria contra el régimen secular encabezado por Bashar al Asad.

La organización australiana, Alternativa Socialista, denunció las críticas al apoyo que prestaron a los “rebeldes” islamistas sirios respaldados por EUA, llamándolas “antiimperialismo irreflexivo”.

Mientras la pseudoizquierda se enfilaba tras las operaciones neocoloniales en Oriente Próximo, también acogieron plenamente el giro consciente de la élite gobernante internacionalmente a dividir y desorientar a la clase obrera por medio de la promoción estatal de la política de género e identidades.

Por ejemplo, Alternativa Socialista en Estados Unidos, declaró en diciembre de 2010 que las acusaciones contra Assange eran fraudulentas y “bochornosas”. Para agosto de 2012, había cambiado completamente su postura, afirmando que las acusaciones en su contra “deben ser investigadas” y que “la cacería de Assange del imperialismo estadounidense no significa que sea inocente”.

Las demandas de estos grupos de que el público debía creer estas acusaciones contra Assange que componían una confabulación evidente y que desde entonces fueron retiradas como base para un enjuiciamiento penal son análogas al movimiento derechista de #MeToo, el cual rechaza principios democráticos fundamentales como la presunción de inocencia y el derecho a un debido proceso legal.

Les fue imposible a estas organizaciones e individuos alinearse con el imperialismo y promover la política de identidades, mientras seguían proclamando su apoyo a Julian Assange y WikiLeaks, cuya existencia es percibida como una amenaza para la clase gobernante.

Era una cosa que WikiLeaks expusiera los crímenes de guerra perpetrados por la odiada Administración de Bush en Afganistán e Irak. Pero era algo diferente que la prensa independiente y crítica publicara información que ayudó a inspirar levantamientos revolucionarios de masas que tumbaron Gobiernos y atentaron contra el sistema de lucro capitalista en sí.

Sin embargo, mientras estas organizaciones derechistas continúan su silenciosa complicidad con la persecución de Assange, el apoyo al periodista crece entre los trabajadores, los jóvenes y todos aquellos comprometidos con la defensa de los derechos democráticos.

El Partido Socialista por la Igualdad (Australia) está organizando manifestaciones en Sídney el 3 de marzo y en Melbourne el 10 de marzo para exigir la liberación de Assange. Los mítines insistirán que el Gobierno australiano acabe su colaboración con la persecución de uno de sus ciudadanos e intervenga inmediatamente, utilizando el peso completo de sus poderes diplomáticos y legales para forzar a que Reino Unido permita que Assange deje la embajada ecuatoriana y regrese a Australia.

Las manifestaciones del PSI han obtenido un importante apoyo de individuos, publicaciones y organizaciones de principios que defienden los derechos democráticos, incluyendo el cineasta John Pilger y el defensor de derechos civiles y profesor, Stuart Rees, quienes pronunciarán discursos en Sídney el 3 de marzo. Asimismo, el cantautor Roger Waters, los periodistas independientes Chris Hedges, Elizabeth Vos y Joe Lauria y el movimiento más amplio de defensa de WikiLeaks que lucha por la liberación de Assange también se sumaron al llamado.

En su defensa de Assange, el Partido Socialista por la Igualdad ha insistido en que, en cara a la ofensiva global contra la democracia por parte de la élite gobernante, la clase obrera es la fuerza poderosa y masiva para la defensa de los derechos democráticos.

Por todo el mundo, desde los maestros en Estados Unidos a los trabajadores de autopartes en México, los trabajadores del sector público en India, la clase obrera está uniéndose a una ola de huelgas y luchas. A medida que se expanda este movimiento huelguístico deberá de plantear y planteará con cada vez mayor frecuencia demandas políticas. Una de las más importantes es la libertad de expresión y el derecho de conocer la verdad. La lucha por liberar a Julian Assange es vital para la defensa de los derechos democráticos. Necesita ser adoptada y será adoptada por las masas de obreros en las próximas luchas.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 23 de febrero de 2019)

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