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“Julian Assange es un ciudadano internacional importante que ha luchado por la verdad”

Discurso del profesor emérito, Stuart Rees, al mitin Free Assange en Sídney

Linda comenzó su discurso recordándonos que Julian no ha sido acusado de ningún crimen ni ha cometido ninguna ofensa. En una serie de artículos de gran calidad en esa importante revista New Matilda, la Dra. Lissa Johnson habló recientemente sobre la energía masiva que los medios de comunicación del mundo gastan en su campaña de desprestigio contra Julian Assange.

Por esa razón, quiero abordar este tema acerca de su libertad, no como una consideración legal, sino más bien como cultural. Comenzamos con la cultura con el juego legal de Suecia, que eventualmente llevó al reconocimiento de que se le negó la justicia a Julian. Esos cargos, que nunca se hicieron, paradójicamente fueron retirados. Hasta ahí llegó la cultura sueca.

Pero luego llegamos a la cultura británica, esa cultura de arrogancia de que "siempre hemos sabido", que los británicos siempre han sabido lo que significa la justicia; que la justicia británica no puede ser cuestionada. Por lo tanto, no sorprende que el canciller Philip Hammond rechazara de inmediato el informe de las Naciones Unidas sobre la detención arbitraria.

El sistema británico lo ha hecho durante años. Está arraigado culturalmente que "ellos saben lo que es mejor". Así que incluso gastaron una fortuna en una especie de siniestra ópera ligera propia de Gilbert y Sullivan, rodeando la Embajada de Ecuador con bobbies [policías] ingleses durante la mayor parte de los últimos seis años. Si Gilbert y Sullivan, los compositores musicales satíricos, hubieran estado vivos, habríamos tenido una especie de ópera ligera siniestra al respecto.

Pero luego, en su deseo de jugar un papel secundario para los Estados Unidos, esa cultura de arrogancia continúa. Australia solía llamarlo la "patria", y todavía hay un poco de eso en el ADN de Canberra, que todavía quiere estar subordinado a cualquier sabiduría que provenga de Westminster.

Luego, llegamos a la cultura de la venganza, una cultura de preocupación por la crueldad y la venganza, la cual proviene de los Estados Unidos. Pueden recordar que, cuando comenzó la controversia sobre Julian, un senador republicano de Nueva York, King, dijo: "¿Por qué alguien no toma un arma y le dispara al hijo de puta? Sé que es ilegal, pero sería maravilloso para la libertad de los estadounidenses si ocurriera”.

Alguien más dijo: "¿Por qué no le llevamos un drone?". Esa fue la secretaria de Estado, Hillary Clinton. Luego hubo un contendiente evangélico, cuidado con los evangélicos, para la Casa Blanca, Mike Huckabee, padre del actual secretario de prensa, quien dijo que la ejecución de Julian no sería lo suficientemente buena para él.

En respuesta, como lo han repetido oradores anteriores, el gobierno australiano no dijo una sola palabra en protesta contra ese tipo de barbarie que se toma como una aceptación política corriente.

Entonces llegamos a la otra cultura, que, desafortunadamente, es la nuestra, que está dominada por la preocupación por la cobardía: tiene miedo de cuestionar lo que sucede en el Pentágono, en la Casa Blanca o incluso en Westminster. Cuando Julia Gillard dijo que Julian era un criminal y la Policía Federal de Australia tuvo que decirle que no lo era, independientemente de eso, la campaña de desprestigio contra Julian continúa.

Así que tendremos que desafiar esas culturas, de las que formamos parte. Si no las desafiamos, estamos de alguna manera confabulados.

Permítanme ahora expresar algo de gratitud, históricamente, por la contribución que Julian ha hecho a nuestro propio sentido de libertad y civismo.

A comienzos del siglo XVIII, ese maravilloso satírico Daniel Defoe, quien desafió el establecimiento de la doctrina religiosa en ese momento, fue condenado a tres semanas en el cepo para ser humillado públicamente. Un poco más tarde en ese siglo, Tom Paine escribió L os d erechos del h ombre y fue casi inmediatamente acusado de sedición por el gobierno británico. Por lo tanto, hay una larga historia detrás de esa cultura de que "sabemos mejor". Tom Paine tuvo que escapar de la llamada justicia británica a Francia.

Luego acudimos a Daniel Ellsberg y sus revelaciones sobre la conducta de la guerra de Vietnam: ese compromiso masivo de brutalidad militar en el que Australia se unió. A esto le siguió la denunciante Chelsea Manning, quien presenció, como oficial de inteligencia, las barbaridades que ocurrían como parte de la "civilización occidental", en particular en Irak.

Luego, completamente ofendida por la sociedad de espionaje que es los Estados Unidos de América, y nos encantó también, porque si observas las leyes antiterroristas aquí, pensarías que había una cámara fuera de cada calle, acudimos a Edward Snowden. ¡Qué contribución ha hecho, al menos a la conciencia pública del pueblo estadounidense, si tan solo se despertaran y escuchara!

Julian, por supuesto, es parte de esa larga tradición de informantes y periodistas.

No debería ser necesario llevar a dos diputados alemanes a Gran Bretaña y decirle al gobierno británico, y por inferencia, al gobierno australiano, que Julian Assange es un ciudadano internacional importante, que ha defendido la verdad. Hay un sentido en el que la audiencia significativa aquí representa, en su presencia y sus aspiraciones, lo que esos dos miembros alemanes del Parlamento fueron a decir a Gran Bretaña.

Se ha hecho referencia al esfuerzo repentino y acumulado que se realizó para liberar a Hakeem Al-Araibi.

En cierto modo, hay muchos puntos en común. Debido a que es probable que Al-Araibi hubiese sido enviado de vuelta a un país cuyo registro de derechos civiles no existe. Bahréin es un lugar vicioso, vicioso. Julian se enfrenta a ser llevado de regreso a otro país que tiene intereses en el encarcelamiento. La industria de prisiones de seguridad es una de las más exitosas en la reactivación de la economía estadounidense.

Necesitamos movilizarnos de la misma manera que lo hicimos por Hakeem Al-Araibi.

Déjame terminar con una referencia a un poeta, porque siempre estoy perdido sin alguna referencia a un poeta.

Bertolt Brecht lo sabía todo sobre el fascismo. Sabía todo sobre el totalitarismo. También sabía todo sobre el estreñimiento que se hace pasar por burocracia, que no se puede penetrar para descubrir lo que realmente está pasando en la mente de las personas en Canberra o en otros lugares, en cuanto a por qué existe tal servilismo completo hacia Gran Bretaña y Estados Unidos.

"El pan de la gente", es lo que dijo Bertolt Brecht. Así llamó su poema.

La justicia es el pan del pueblo.

Así como el pan de cada día es necesario, también lo es la justicia diaria.

Incluso es necesaria varias veces al día...

Y esa es la señal para que sigamos protestando y exigiendo que Julian Assange sea llevado a casa.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 5 de marzo de 2019)

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