Español

Los Gobiernos y los medios de comunicación buscan encubrir la culpa del ataque fascista en Nueva Zelanda

Se han llevado a cabo vigilias y conmemoraciones con audiencias grandes y conmovidas en Nueva Zelanda, Australia y otros países para las víctimas del atentado terrorista y fascista del viernes en dos mezquitas en Christchurch, Nueva Zelanda.

La atrocidad es el peor asesinato en masa en la historia de Nueva Zelanda y uno de los actos más salvajes de terrorismo fascista a nivel internacional. Cincuenta personas perdieron la vida, mientras que 31 permanecen en el hospital con heridas de bala, incluyendo nueve que aún están en cuidados intensivos. Muchos de los asesinados eran inmigrantes de Pakistán, Bangladesh, India, Afganistán y Palestina que habían vivido en Nueva Zelanda por décadas. Otros eran refugiados que se habían visto obligados a huir de sus países de origen debido a las guerras dirigidas o patrocinadas por Estados Unidos en Oriente Próximo y libradas bajo el falso pretexto de combatir el "terrorismo" islamista.

Los eventos de solidaridad han visto una expresión de apasionada oposición a la xenofobia antimusulmana y la condena de las concepciones fascistas de extrema derecha del hombre acusado de la acción terrorista, el australiano Brenton Tarrant de 28 años.

Está emergiendo más información que demuestra que Tarrant no era un "lobo solitario", y mucho menos un "loco". Durante varios años, ha participado en las redes internacionales fascistas incitadas por el fomento casi universal de odio antiinmigrante y anti musulmán por parte de las élites políticas y los medios de comunicación en Australia, Nueva Zelanda, Europa y Estados Unidos.

Tarrant ha viajado extensamente por toda Europa desde 2012, además de visitar Turquía, Pakistán e incluso Corea del Norte. Participó en discusiones ultraderechistas en 8chan, así como comentando publicaciones en Facebook y otros medios. No ocultó su nombre ni sus opiniones.

Afirma en su manifiesto haber decidido realizar un acto de asesinato en masa terrorista mientras estaba en Francia y fue testigo de la derrota del Frente Nacional fascista en las elecciones de 2017. Desde noviembre de 2018 hasta enero de 2019, mientras planeaba el ataque del viernes, realizó una gira por Bulgaria, Rumania, Hungría, Serbia y Croacia, visitando sitios de batallas pasadas contra "invasores musulmanes".

Los Gobiernos de Australia y Nueva Zelanda continúan insistiendo en que Tarrant estaba "fuera del radar" de sus agencias de inteligencia, cuyo tamaño y recursos se han ampliado enormemente desde que comenzó la "guerra contra el terrorismo" en 2001. Mientras que las comunidades musulmanas de ambos países han estado sujetas a 18 años de vigilancia y numerosas acciones policiales, supuestamente se ignoró a un individuo que interactuaba con organizaciones que defendían puntos de vista de derechas fanáticas, incluso después de que solicitó una licencia de armas a fines de 2017 y este año se unió a un club de armas en Nueva Zelanda cuando Regresó al país.

Tarrant, además, no buscó ocultar sus intenciones asesinas. Dos días antes del ataque, publicó imágenes en su cuenta de Twitter de su arma semiautomática con consignas supremacistas blancas marcadas sobre ella. Su manifiesto fascista, en el que nombró específicamente las dos mezquitas que iba a atacar, fue enviado a decenas de cuentas del Gobierno y los medios de comunicación unos ocho minutos antes de que iniciara la masacre. Si hubiera estado bajo vigilancia, la atrocidad podría haberse evitado por completo.

Mientras millones de trabajadores han reaccionado con conmoción y enojo, la expresión oficial de horror por parte de los grupos de poder y los medios de comunicación en Nueva Zelanda, Australia e internacionalmente ha sido, francamente, un encubrimiento de su culpa en el desarrollo del terrorismo fascista.

En Australia, los sucesivos Gobiernos de la Coalición Liberal-Nacional y el Partido Laborista han presidido más de 18 años de histeria antimusulmana y la aplicación de una política brutal y racista para evitar que los refugiados predominantemente musulmanes soliciten asilo en el país por el motivo de que podrían ser "terroristas”. Las figuras dominantes dentro del actual Gobierno de Coalición, incluyendo el primer ministro Scott Morrison, el ministro del Interior, Peter Dutton, y el ex primer ministro Tony Abbott, se encuentran entre las personas más asociadas con estas políticas.

Décadas de xenofobia antiinmigrante han dado origen tanto a partidos racistas como Una Nación como a innumerables agrupaciones de derechas y neofascistas. Este es el ambiente político tóxico en el que Tarrant creció en una ciudad regional de Australia, el tipo de lugar donde la extrema derecha ha concentrado especialmente sus esfuerzos para reclutar apoyo.

En Nueva Zelanda, el Gobierno de coalición del Partido Laborista con Nueva Zelanda Primero encabezado por Jacinda Ardern llegó al poder mediante un programa explícito de reducción de la inmigración, por el motivo falso de que era la causa de la falta de vivienda y otros problemas sociales. El líder de Nueva Zelanda Primero, Winston Peters, quien ocupa los cargos de vice primer ministro y ministro de Relaciones Exteriores, es un racista abierto, con un historial público de promoción de la xenofobia contra inmigrantes musulmanes, africanos y chinos. Los elementos de extrema derecha en Nueva Zelanda elogian a Peters como su mejor portavoz en el Parlamento.

La realidad es que la clase dominante capitalista ha utilizado internacionalmente la demagogia nacionalista y antiinmigrante para tratar de dividir a la clase trabajadora y utilizar a los inmigrantes como chivos expiatorios de la inmensa y cada vez mayor desigualdad y disfunción de los servicios esenciales. Las políticas abiertamente racistas de la Administración de Trump de "América Primero” son solo una expresión particularmente cruda de una tendencia universal. Los partidos de ultraderecha son ahora parte de numerosos Gobiernos en Europa o forman la principal oposición oficial, como en Francia y Alemania.

El fascismo es engendrado por la crisis y el fracaso del capitalismo. Su papel fundamental para la clase capitalista es bloquear y disolver un movimiento socialista independiente y unificado de la clase obrera que se desarrolla en dirección de un cambio social y político revolucionario.

Tarrant lo explicó claramente en su manifiesto, que está influenciado por las opiniones de todo un entorno social fascista. Abogó por provocar violencia basada en las razas en los Estados Unidos, Europa y otros países, ya que sería el pretexto para el establecimiento de dictaduras militares y políticas genocidas contra los socialistas, los inmigrantes y las minorías religiosas como los musulmanes y los judíos.

Ardern en Nueva Zelanda y Morrison en Australia ahora exigen que las plataformas de medios sociales hagan más para censurar los anuncios y publicaciones, e impongan controles más estrictos en la transmisión de video en vivo. El uso principal de tales medidas no será bloquear los puntos de vista fascistas, sino socavar los derechos democráticos y las luchas de la clase obrera contra la desigualdad social y la guerra.

Esto fue lo que siguió al ataque terrorista fascista más sangriento: el asesinato en masa de 77 personas, principalmente jóvenes de izquierdas, en un campamento del Partido Laborista de Noruega en 2011 por Anders Behring Breivik. A su vez, esto dio paso a la promoción abierta de la propaganda de extrema derecha en los medios de comunicación corporativos y en los niveles más altos del Estado.

La defensa y el apoyo de los puntos de vista de extrema derecha por parte de las instituciones oficiales son los principales responsables de los crímenes de figuras como Tarrant y de la decisión de las capas desorientadas en varios países de unirse a los partidos fascistas. Si bien tales formaciones aún no son movimientos de masas, el peligro que representan no debe ser ignorado.

La gran lección de los años veinte y treinta es que la lucha contra el fascismo no se le puede fiar a ningún ala o partido de la clase capitalista. Solo se puede librar con éxito mediante un movimiento políticamente independiente de la clase obrera internacional que luche conscientemente por acabar con el capitalismo y sus anticuadas divisiones de Estados nación y establecer el socialismo. La construcción de tal movimiento es la tarea más urgente en Nueva Zelanda, Australia y en todo el mundo.

(Publicado originalmente en inglés el 19 de marzo de 2019)

Loading