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Perspectiva

Los desastres de Boeing: 346 o más víctimas del capitalismo

Después de la caída de dos aviones en que fallecieron 346 personas, ha quedado claro que los ejecutivos del gigante aeroespacial, Boeing, subordinaron repetidamente las consideraciones básicas de seguridad al lucro, asistida e impulsada por el Gobierno federal.

El primer desastre ocurrió el 29 de octubre, cuando un Boeing 737 Max 8 operado por Lion Air colisionó trece minutos después de dejar Jakarta, Indonesia, cobrando 189 vidas. El mismo avión evitó por poco un desastre el día anterior, según un reporte esta semana de Bloomberg, cuando un tercer piloto que no estaba trabajando estaba en el vuelo e intervino en condiciones similares de las que causaron la colisión el día siguiente.

Menos de cinco meses después, el 10 de marzo, el vuelo 302 de Ethiopian Airlines colisionó aproximadamente seis minutos después de partir de Addis Ababa, matando a 157 hombres, mujeres y niños más.

A partir del 11 de marzo, todos los países del mundo ordenaron dejar en tierra a todos los 737 Max 8, citando preocupaciones de seguridad abrumadoras. Estados Unidas fue el último en tomar la decisión hasta el 13 de marzo.

“Boeing, al desarrollar el 737 Max 8, obviamente sintió una intensa presión competitiva de llevar la nueva aeronave al mercado lo antes posible”, escribió el capitán ‘Sully’ Sullenberg en una columna en MarketWatch esta semana. Sullenberg es el piloto que aterrizó exitosamente un Airbus A320 sobre el río Hudson en 2009, además de ser un experto líder en seguridad aérea.

“Cuando las pruebas de vuelo revelaron un problema en alcanzar los estándares de certificación, la empresa desarrolló un arreglo… pero no les dijo a los pilotos de las aerolíneas al respecto. Para mitigar un riesgo, Boeing parece que creó otro riesgo mayor”, indicó.

Y añadió: “Después de la colisión del Lion Air 610 en octubre del año pasado, era aparente que este nuevo riesgo necesitaba ser atendido efectivamente”. Pero, en vez de dejar en tierra todos los aviones y arreglar el problema inmediatamente, Boeing hizo todo lo que pudo para ocultar el defecto mortal y mantener las aeronaves en el aire.

En otras palabras, los ejecutivos de Boeing evidentemente actuaron de una manera imprudente y negligente, contribuyendo a las muertes de 346 personas.

Sullenberg concluyó, “Se ha reportado que Boeing se resistió cuando discutía con la FAA [Administración Federal de Aviación, siglas en inglés] en cuanto a la magnitud de los cambios que eran requerido, y después de la segunda coalición, del Ethiopian 302, el CEO de Boeing contactó al presidente estadounidense para intentar prevenir que ordenara que los 737 Max 8 se mantuvieran en tierra en EUA”.

Por su parte, la FAA y el Gobierno de Trump estuvieron más que dispuestos a hacer pantalla a instancias de la empresa.

La estrecha integración de la industria aérea y la agencia nominalmente encargada de regularla está bien documentada. En 2005, la FAA introdujo un nuevo programa según el cual los fabricantes de aeronaves podían elegir a sus propios empleados para que fueran “designados” de la FAA con la tarea de certificar la seguridad de los aviones comerciales. Desde entonces, no ha habido virtualmente ninguna supervisión independiente sobre la seguridad de ningún avión nuevo para uso civil, tanto los de Boeing como los de otras empresas.

Durante la producción del 737 Max 8, Boeing les dijo a sus pilotos que podían aprender todo lo necesario sobre volar este nuevo tipo de avión con solo ver una presentación de 56 minutos en un iPad y leer un manual de 13 páginas. Ambos fueron aprobados por la FAA y el sindicato de pilotos, pero ninguno incluía información sobre el sistema probablemente responsable de las colisiones, el Sistema Complementario de Capacidad para Maniobrar (MCAS, por sus siglas en inglés).

Más allá, Boeing es una parte clave de la guerra de la elite financiera estadounidense por controlar los mercados. Desde que fue lanzada la serie 737 Max 8 en 2017, las ventas de tan solo 350 de las 5.011 órdenes que Boeing ha recibido compusieron el 50 por ciento de las ganancias de la empresa. Boeing también ha mantenido su posición como el quinto mayor contratista de defensa y es actualmente el principal exportador de EUA.

El precio de las acciones de Boeing se ha más que triplicado desde la elección de Donald Trump y sus promesas de mayores desregulaciones, hasta convertirse en las más valoradas dentro del índice bursátil, Dow Jones. Solo esta empresa ha sido responsable de más del 30 por ciento del aumento del Dow desde noviembre de 2016.

Las trágicas y prevenibles muertes de casi 350 personas demuestran ciertas realidades de la vida social y política contemporánea. El sistema capitalista se basa en la maximización de las ganancias para los accionistas, no la satisfacción de las necesidades de la sociedad. Si poner en riesgo las vidas de cientos de personas llevara a mayores ganancias, tal riesgo estaría justificado.

Los Gobiernos a su vez sirven para proteger los intereses de las empresas, una realidad demostrada por los esfuerzos de la Casa Blanca bajo Trump de proteger al mayor exportador del país y las acciones repetidas de la FAA para encubrir una serie de atajos desastrosos tomados por Boeing.

Estos desastres subrayan la necesidad de tomar la industria aérea fuera de las manos de Wall Street para que los viajes aéreos puedan ser harmonizados con las necesidades humanas y sociales.

Los avances tecnológicos en los viajes aéreos durante las últimas décadas son irrefutables. Por primera vez en la historia, los viajantes pueden trasladarse entre dos mundos en cualquier parte del mundo dentro de un día. Esta tecnología debe ser librada de las ataduras impuestas por las grandes corporaciones y el sistema capitalista en su conjunto. Esto exige la nacionalización de todas las principales aerolíneas y empresas aeroespaciales, su transformación en utilidades controladas pública y democráticamente para atender las necesidades sociales y no el lucro privado.

(Publicado originalmente en inglés el 21 de marzo de 2019)

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