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Perspectiva

Trump emprende contra el socialismo, pero la crisis de su Gobierno se profundiza

Envalentonado por el colapso de la investigación sobre Rusia de los demócratas, el presidente estadounidense, Donald Trump, utilizó su primer mitin desde la emisión del reporte de Mueller la semana pasada para intensificar sus ataques fascistizantes contra el socialismo y los inmigrantes, utilizándolos como chivos expiatorios.

Trump comenzó su diatriba de 82 minutos el jueves por la noche en Grand Rapids, Michigan, regodeándose con el reporte d Mueller, declarando, “La farsa sobre Rusia por fin ha muerto. La ilusión sobre colusión se acabó”. Denunció a los demócratas y a los oficiales de inteligencia que iniciaron la investigación sobre Rusia y exigió, ante cantos de “¡Encarcélenlos!”, que “rindieran cuentas”.

Utilizando el lenguaje del terrorista neonazi, Brenton Tarrant, quien asesinó a 50 musulmanes en Nueva Zelanda más temprano este mes, llamó a los inmigrantes “invasores” y prometió “lanzarlos tras las rejas o, demonios, fuera de este país”.

El discurso de Trump ocurre pocos días después de que el Congreso no pudiera detener la asignación dictatorial de fondos del Pentágono por parte de Trump para construir un muro en la frontera entre EUA y México, y según aparecieron fotografías de niños inmigrantes hacinados detrás de una malla de púas bajo un puente en El Paso, Texas.

Más allá de sus bravuconerías y éxito en avanzar sus políticas derechistas en las cortes y el Congreso, Trump, cuya tasa de aprobación se ha mantenido en niveles menores a los de todos los presidentes desde la Segunda Guerra Mundial, sigue siendo ampliamente odiado. Preside un Gobierno sumido en crisis, corrupto y desdeñado.

Trump pronunció su discurso en Grand Rapids, un bastión de conservadurismo y la sede de Amway, una operación de negocios piramidal vinculada a la milmillonaria secretaria de Educación, Betsy DeVos. Probablemente la empresa envió a miles de empleados en buses al mitin. Trump solo pudo reunir a una audiencia de 15.000 personas.

Si se llamara a una marcha en Washington que se opusiera seriamente a Trump, la participación llegara a millones de personas. Más de tres millones de personas marcharon por todo EUA para protestar su inauguración.

En la medida en que Trump parece fuerte, solo se debe al servilismo de sus oponentes políticos cínicos y cobardes en el Partido Demócrata.

Trump se mantiene en el poder en gran parte por medio del Partido Demócrata. Desde un principio, los esfuerzos de los demócratas para impulsar un golpe palaciego han tenido el objetivo de desmovilizar y desarmar a las masas que se oponen al Gobierno de Trump. Los demócratas han librado su campaña contra Trump sobre una base completamente derechista, por medio de acusaciones de “colusión” con Rusia asociadas con diferencias sobre política exterior imperialista estadounidense.

Los demócratas, quienes representan a una facción de la oligarquía financiera y el aparato militar-inteligencia, concuerdan con gran parte de la política interna de Trump. El mandatario se mantiene ahí gracias al Congreso, el cual ha votado abrumadoramente de manera bipartidista a favor de sus aumentos masivos en el gasto militar. El Congreso se ha rehusado a oponerse seriamente a sus ataques contra los inmigrantes o a su redistribución de la riqueza de pobres a ricos por medio de la desregulación y los recortes de impuestos para las empresas. Las cortes han aprobado las violaciones de la Constitución que ha cometido el Gobierno, como el veto a viajantes musulmanes y se han rehusado a bloquear su apropiación explícitamente anticonstitucional de fondos para construir el muro fronterizo.

Sin embargo, una cosa es superar repetidamente al Partido Demócrata. Otra completamente diferente es enfrentarse a la verdadera oposición popular. En amplias secciones de los trabajadores y jóvenes, el nombre de Trump es una profanidad. Casi 60 por ciento de los estadounidenses dice que su confianza en la política de inmigración de Trump es “poca o nula”.

El Gobierno de Trump está sumido en una crisis profunda y cada vez más intensa. Ante el peligro de una recesión, la Reserva Federal tiene pocas municiones para abordarla. La política exterior de Trump, tambaleándose de una crisis a otra, ha expuesto el declive dramático de la posición mundial del imperialismo estadounidense.

Las bravatas de Trump no se basan en fuerza, sino en debilidad. Mientras el golpe palaciego del Partido Demócrata se encuentra hecho añicos, la oposición social aumenta.

Desde que Trump llegó al poder, el número de trabajadores que han participado en huelgas ha aumentado veinte veces. Decenas de miles de maestros, fabricantes de locomotoras, empleados universitarios y músicos de orquesta han hecho huelga desde que inició el año. Esta es tan solo la expresión inicial de una ola cada vez mayor de oposición social. Trump sabe muy bien que los esfuerzos para eviscerar las políticas sociales en las que millones de personas dependen desencadenará más oposición popular.

Trump califica esta oposición —huelgas por salarios y disgusto por las medidas represivas contra los inmigrantes— como “socialismo”. El socialismo se ha vuelto un tema dominante en sus discursos, incluyendo el de Grand Rapids. Dando expresión a los intereses predatorios de la élite financiera, Trump declaró que el socialismo significará “la devaluación de sus acciones y bonos”.

Las apelaciones cada vez más fascistizantes de Trump, las cuales resuenan con solo una minoría de las secciones más atrasadas de la sociedad, busca desarrollar un movimiento derechista para contrarrestar el crecimiento de la oposición izquierdista de la clase obrera.

El mismo proceso sucede en todo el mundo. En Francia, el odiado Emmanuel Macron invoca el legado del colaboracionista con los nazis, Philippe Pétain, mientras despliega al ejército contra las manifestaciones antiausteridad de los “chalecos amarillos”. En Alemania, la élite política, incluyendo la prensa y sectores de académicos, están librando una campaña para promover y legitimar los movimientos de extrema derecha y crear así una base de apoyo para el rearme de Alemania. Los partidos tradicionales burgueses han adoptado el programa contra inmigrantes del partido fascistizante, Alternativa para Alemania, y lo han promovido al estatus de oposición oficial del Parlamento.

En los cinco años desde que Der Spiegel publicó una entrevista con el profesor ultraderechista, Jörg Baberowski, quien declaró que “Hitler no era cruel”, el Socialistische Gleichheitspartei (Partido Socialista por la Igualdad; SGP, siglas en alemán) ha estado al frente de la lucha contra el fascismo en Alemania.

El Partido Socialista por la Igualdad en Estados Unidos ha invitado a Cristoph Vandreier, líder de la lucha del SGP contra el resurgimiento del fascismo y el autor de ¿Por qué están de vuelta? Falsificación histórica, conspiración política y el regreso del fascismo en Alemania a dar una serie de conferencias sobre “La amenaza del fascismo y cómo combatirla”.

La expansión de la reacción política, centrada en el Estado, constituye un peligro real y cada vez más urgente para la clase obrera. Hay una oposición masiva al Gobierno de Trump, pero ha sido sofocada y suprimida por el Partido Demócrata, los sindicatos y sus aliados pseudoizquierdistas. La verdadera lucha contra el Gobierno de Trump solo puede comenzar cuando esté basada en la clase obrera y en un programa socialista.

Todos los trabajadores y jóvenes que se opongan a Trump y sus políticas de guerra, represión y desigualdad social deben atender estas cruciales reuniones políticas.

(Publicado originalmente en inglés el 30 de marzo de 2019)

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