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Documental sobre la brutal desaparición de los normalistas en 2014

Los 43: una masacre estatal y un encubrimiento en México

Dirección: Matías Gueilburt, guion: Nicolás Gueilburt

“En sociedades como las nuestras, donde todo es efímero; la información vuela y desaparece; la vulgaridad de la manera como se cuentan las cosas y se abandonan, se olvidan; donde no hay contextos; no hay explicaciones; donde vivimos ruido mediático, más que información; hay sin embargo ciertos hechos y ciertos momentos que construyen una herida; y esta herida permanece abierta y no cierra.

El caso de Ayotzinapa lo es. Así lo fue casi de inmediato.

Vaya usted saber porque —en un país de abrumadoras injusticias, masacres, violaciones de la legalidad, falta de derechos humanos— pero Ayotzinapa era, de alguna manera uno de los cetros simbólicos de lo que podíamos esperar nosotros los mexicanos de nuestro gobierno.”

Con esas palabras Paco Taibo II, escritor mexicano introduce Los 43. Un documental en dos partes de Netflix sobre la desaparición, por el ejército mexicano, de 43 estudiantes rurales, normalistas, en la noche del 26 de septiembre del 2014 en la ciudad de Iguala, Guerrero, México. El documental fue dirigido por Matías Gueilburt y escrito por Nicolás Gueilburt.

Taibo, un célebre personaje, juega un papel importante en Los 43. Es el autor de ’68, sobre los acontecimientos que llevaron a la masacre estudiantil del dos de octubre de 1968 en la Plaza de Tlatelolco, en la Ciudad de México. También ha escrito una biografía popular del Che Guevara. En el 2015 también tuvo un rol importante en un documental por televisión de Guevara, también dirigido por Matías Gueilburt.

Los 43

El argentino Matías Gueilburt también ha dirigido documentales sobre Pancho Villa (2008) y sobre el asesinato de León Trotsky (2007), donde aparece Esteban Volkov, nieto de Trotsky.

Taibo, además de presentar su propia experiencia sobre el caso de los 43 desaparecidos, entrevista a estudiantes sobrevivientes, investigadores independientes y a dos periodistas, Paula Mónaco y John Gibler, muy dedicados a la investigación de este crimen del 2014.

Los padres de Mónaco fueron raptados y asesinados por la junta militar argentina (“…fue la desesperación horrible de ver el comienzo de algo que sabes que no tiene final”, nos cuenta Mónaco). En el 2015, publica Ayotzinapa —horas eternas, con la información biográfica de los desaparecidos estudiantes, en base a entrevistas con sus padres y con otros sobrevivientes de esa noche.

En 2016, Gibler, un periodista estadounidense que trabaja en México, también contribuye a la crónica de Ayotzinapa: I Couldn’t Even Imagina That They Would Kill Us: An Oral History of the Attacks Against the Students of Ayotzinapa (“Nunca me imaginé que nos matarían: Una historia oral de los ataques contra los estudiantes de Ayotzinapa”, City Lights, 2017) en base a entrevistas con sobrevivientes y familiares de las víctimas.

En la segunda parte de este documental se entrevista a Anabel Hernández, cuyo padre fue raptado y asesinado en México en el 2000. Su libro, La verdaera noche de Iguala: La historia que el gobierno trató de ocultar, publicado en el 2016, se basa en una detallada investigación de los documentos.

Los 43, rechaza la campaña de desinformación que durante más de cuatro años ha ocultado las verdaderas causas de las desapariciones de los cuarenta y tres estudiantes. Confirma lo que muchos ya sospechaban; que los normalistas eran objeto de una conspiración de parte de las fuerzas armadas mexicanas y del Estado.

La primera parte de este documental detalla los acontecimientos de la noche en que desaparecen los estudiantes. La segunda trata de la forma en que el Estado encubrió el crimen (“cortinas de humo”) y de los intentos de descubrir que fue lo que verdaderamente pasó; quien mandó a raptar a los cuarenta y tres jóvenes estudiantes de Ayotzinapa.

Estos estudiantes, en su mayoría cursaban el primer año, salieron de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos el 26 de septiembre del 2014, al anochecer, con destino a Iguala. Su objetivo era apoderarse de autobuses y conseguir dinero para ir, junto con otros normalistas rurales, a la Ciudad de México, por la conmemoración anual de la masacre de cientos de estudiantes en la Plaza de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968. En otras ocasiones los estudiantes habían utilizado autobuses con similar propósito con el conocimiento y la aceptación de gerentes de las compañías. Esta vez todo sería diferente.

La primera parte de este documental, construida con mucho esmero, combina videos de televisión de circuito cerrado, del gobierno y de teléfonos móviles, junto con fotos y reconstrucción forense sobre lo que pasó durante esa prolongada noche. La audiencia puede seguir detalladamente el curso de los autobuses y de la policía en un mapa móvil de la zona. Existen videos de las fuerzas militares y policiales que persiguieron y atacaron a los estudiantes con poderosas armas de fuego, semiautomáticas y automáticas.

Agentes de las fuerzas armadas y de la policía atacaron a dos de los autobuses en dos ocasiones diferentes, detuvieron a los cuarenta y tres estudiantes, y obligaron que los otros huyeran. Por errores, las fuerzas del Estado atacaron a un autobús en que regresaban de un partido jugadores de fútbol; mataron a un jugador de catorce años e hirieron a otros, inclusive al entrenador.

En el transcurso de la noche, los estudiantes pidieron ayuda de los medios de difusión, sin que titubearan las fuerzas armadas y la policía en atacar a balazos una conferencia de prensa que ocurría cerca de uno de los autobuses, matando a dos estudiantes.

El segundo episodio cuenta lo que ocurrió después del ataque. Camaradas y padres de los estudiantes formaron brigadas para encontrar a los desaparecidos; tanto la policía como el gobierno guardaron silencio. Los padres entrevistados en las brigadas describen su tristeza y desesperación.

Aparecen en Los 43 de los hermanos Guielburt las incongruentes versiones, de los estudiantes y del gobierno, al quedar bien claro, a pocos días del ataque en Iguala, que han desaparecido 43 estudiantes. El periodista John Gibler describe como las autoridades del estado de Guerrero, bien enteradas de lo que había ocurrido, inicialmente insistían que los estudiantes sólo estaban escondidos y que pronto regresarían.

El 2 de octubre del 2014, durante la manifestación en la Ciudad de México conmemorando la masacre de Tlatelolco, un numeroso grupo de normalistas rurales y de muchos padres denunció la desaparición de los cuarenta y tres; lo que detona el asunto por todo México y a través del mundo.

Además del gobierno mexicano, un grupo de expertos interdisciplinarios (GIEI) comisionado por la Comisión Inter Americana de Derechos Humanos, y un equipo de antropólogos forenses argentinos, se sumaron a la investigación.

Investigadores del gobierno, en base testimonio de pandilleros torturados, culparon a José Luis Abarca, el alcalde de Iguala y a su esposa María Los Ángeles Pineda, ligados a la pandilla criminal Guerreros Unidos.

Según esta versión, apodada “la verdad histórica” por el Jesús Murillo Karam, el fiscal federal mexicano de ese entonces, la policía municipal entregó a los estudiantes a esa pandilla, y luego fueron asesinados e incinerados por los criminales. Sus huesos calcinados fueron triturados, puestos en bolsas de plástico y echados al río San Juan, cerca de allí.

Los estudiantes, los padres de los desaparecidos y los antropólogos rechazan desde el principio esa versión que contradice la evidencia, como demuestra el documental.

Miles han marchado y protestado en México, América Latina, Estados Unidos y Europa, exigiendo el retorno de los 43 desparecidos y rechazando ese fraude de la verdad histórica. La investigación del GIEI ocurrió entre marzo y agosto del 2015, hasta que el gobierno de Peña Nieto la cerró. El documental presente entrevistas con muchos de ellos y ofrece detalles de la investigación, que también rechaza la versión oficial.

Cuando todo esto ocurría, se descubrían muchos cementerios clandestinos con cientos de cadáveres. Ante esa realidad, la desaparición de los cuarenta y tres representa sólo una pequeña parte de lo que ha ocurrido.

Desde que comienza la investigación, queda claro que las fuerzas armadas se negarían a participar en ninguna investigación sobre el rol del Batallón de Infantería 27, que basa cerca de Iguala. El gobierno no le permite al GIEI hablar con los soldados de ese batallón.

Los 43 presenta sólidas evidencias de que las fuerzas armadas estaban involucradas y que posiblemente organizaron el ataque de esa noche contra los normalistas. Y que estaba muy al tanto de ellos, desde su salida de Ayotzinapa, alrededor de las seis y media de la noche.

El documental también sugiere fuertemente que el CISEN, la agencia de inteligencia del ministerio del interior de México, seguía la carnicería de los normalistas minuto por minuto. Hace poco se disolvió el CISEN. En base a señales de teléfonos móviles de esa noche el documental también sugiere que muy posiblemente 43 estudiantes fueron transportados esa misma noche al Batallón de Infantería 27, donde fueron ejecutados.

Anabel Hernández sugiere en su libro que el ejército actuaba bajo órdenes de los pandilleros, que querían recobrar drogas escondidas en dos de los autobuses. Esta versión es refutada por el documental, señalando que no había necesidad de desparecer a los estudiantes para recobrar heroína de los autobuses.

En resumen, Los 43 logra convencernos que una serie de agencias policíacas, municipales, estatales y federales, junto con elementos de las fuerzas armadas, participaron en los ataques en contra, y la desaparición de los normalistas, y en su trágico destino; y que el gobierno federal y los militares esconden lo que realmente pasó.

Movilización en contra de las desapariciones

Este marzo, después que saliera este documental, se dio a conocer que Julio César López Patolzín, treinta y ocho entre los cuarenta y tres desaparecidos, además de ser uno de los normalistas de Ayotzinapa también había sido un informante para el ejército.

Un video del 29 de septiembre 2014, dos días después de haber desaparecido los cuarenta y tres, muestra a la madre de Patolzín cuando un coronel del ejército, Espinoza Toledo, se decía que su hijo, posiblemente muerto, había sido “un buen informante” que mantenía a los militares al tanto de los estudiantes. El coronel le entregó a la madre del espía 5,667 pesos (trescientos dólares EUA, dos semanas de sueldo para el joven). Parece que López Patolzin usaba su teléfono móvil todas las tardes para informar al buró de inteligencia del Batallón 50, con sede en Chilpancingo, capital del Estado de Guerrero. ¿Por qué razón espiaba el ejército mexicano a estudiantes de un pequeño pueblo rural de Guerrero?

En la estela de la masacre de Tlatelolco en 1968, el gobierno mexicano inicia una “guerra sucia” contra estudiantes y diferentes grupos radicales que duraría hasta 1980. En los cerros de Guerrero, el ejército batalló a las guerrillas campesinas de la Brigada de Justicia de Lucio Cabañas, un grupo no marxista que pretendía ser revolucionario y socialista. Miles desaparecieron en Guerrero. Durante más de diez años el ejercito también luchó en contra otro grupo que decía luchar por una revolución campesina y socialista, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). El ERP sigue funcionando en la actualidad. El ejército sigue siendo una fuerza de ocupación en Guerrero.

Las escenas que muestra el documental sobre la escuela normalista incluyen murales en sus paredes con imágenes de Marx, Engels, Lenin, Zapata y Ernesto “Che” Guevara. En verdad los normalistas habían pasado por un proceso de radicalización política. Repudiaban la ley de reforma de educación del gobierno de Enrique Peña Nieto, en verdad un ataque a los maestros que es especialmente costosa para las escuelas de zonas pobres y rurales.

Dada el rechazo popular al presidente y la creciente resistencia hacia su “Pacto por México”, especialmente entre los docentes en Guerrero y los estados pobres del sur, aumenta la represión del gobierno. El ataque contra los 43 normalistas de Ayotzinapa causó pavor en el pueblo mexicano. Andrés Manuel López Obrador (AMLO, entre los mexicanos), durante su campaña prometió llegar a la verdad y castigar a los culpables, sin impunidades.

El tres de diciembre, AMLO decreta la creación de una Comisión de la Verdad, dirigida por Alejandro Encinas, el nuevo subsecretario de derechos humanos de su gobierno. Estará encargada de la investigación del caso Ayotzinapa y de las cuarenta mil desapariciones desde 2006, cuando el presidente Felipe Calderón lanza su guerra armada contra los carteles narcotraficantes. López Obrador prometió que no habría ningún impedimento para descubrir la verdad.

En una reunión con los padres de los cuarenta y tres, Olga Sanchez, la nueva secretaria del interior y jefa de Encinas, prometió que su comisión y sus expertos se esforzarían en aclarar los hechos en tiempo más corto posible. En marzo la secretaría de asuntos externos llegó a un acuerdo con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para que asistan a la Comisión de la Verdad, mediante los expertos del GIEI. En abril se hace un acuerdo con Michell Bachelet, comisionada de derechos humanos de la ONU (ex presidenta de Chile), para que la ONU ayude en este caso.

Desde su formación, hasta abril, la Comisión de la Verdad se reunió cuatro veces. En la última junta, los padres de los cuarenta y tres expresaron su preocupación por la lentitud de su labor. Se quejaron específicamente porque no se había aún establecido una fiscalía y un fiscal para llevar adelante el proceso legal

También el pasado marzo, la semiautónoma Comisión Nacional de Derechos Humanos de México produjo un informe sobre Ayotzinapa para organizaciones internacionales en la ONU en Ginebra. Ese documento concluyo, fundamentado en detalladas investigaciones, que hubo colaboración de las autoridades mexicanas, de varios niveles, con organizaciones criminales para confundir a los investigadores sobe Ayotzinapa.

AMLO respondió al informe negando saber de ninguna conspiración del gobierno sobre los normalistas.

Cualquiera sea el resultado de la investigación, escepticismo está creciendo que AMLO realmente tomaría medidas contra las fuerzas armadas si están implicadas y procesaría a sus cúpulas si se descubre su participación, como lo sugiera fuertemente Los 43. En varias ocasiones AMLO ha alabado a los militares y a su cúpula, y les ha dada más autoridad.

Esto quedó bien claro cuando le otorga a las fuerzas armadas autoridad sobre la Guardia Nacional que creó el presidente. Ese nuevo organismo enmascara el permanente rol de las fuerzas armadas en las calles mexicanas, desde la guerra contra los narcos. Darle esa autoridad a los militares requiera que la legislatura federal modifique la constitución mexicana, que actualmente impone límites sobre la actividad de las fuerzas armadas.

Enmascarar el papel que jugó en la desaparición de los cuarenta y tres normalistas, sin duda habría envuelta a los mandos superiores del ejército. Si la Comisión de la Verdad determinan que eso fue así ¿quebrará López Obrador su promesa de no impunidad?

Sigue en duda si en verdad la Comisión llegará a la verdad completa y si los culpables reciben su merecido castigo.

(Publicado originalmente en inglés el 4 de mayo de 2019)

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