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A dos años del incendio de Grenfell: la defensa del socialismo

El incendio de la Torre Grenfell el 14 de junio de 2017 es un acontecimiento grabado a fuego en la consciencia de los trabajadores de todo Londres y del mundo. Setenta y dos hombres, mujeres y niños perecieron en sus hogares.

Como parte de sus planes de “regeneración”, el Consejo del Distrito Real de Kensington y Chelsea y su organización de gestión de arrendatarios (KCTMO) revistieron Grenfell en materiales baratos e inflamables haciendo que un pequeño incendio en una cocina se tragara al edificio en cuestión de minutos.

“En los años venideros”, escribió el Partido Socialista por la Igualdad, “será necesario referirse a la vida política de Gran Bretaña en términos de un ‘antes’ y un ‘después’ de Grenfell. Ello es así porque la tragedia ha expuesto tan trágicamente la realidad subyacente de las relaciones sociales entre las clases —y lo hizo en Londres, una de las ciudades más ricas del mundo, y en el distrito electoral más rico de Londres”.

Millones de trabajadores entendieron que el incendio no fue únicamente una tragedia, sino además un crimen. En La situación de la clase obrera en Inglaterra, Federico Engels explicó, “Cuando la sociedad pone a cientos de proletarios en una posición tal que inevitablemente encuentran una muerte no natural y demasiado prematura” y “aún así permite que permanezcan esas condiciones, su acción es asesinato de manera tan cierta como si fuera la muerte de un solo individuo”.

El asesinato social de 72 personas fue el resultado de una guerra de décadas contra la clase trabajadora. “No existe la sociedad” era el panegírico de Margaret Thatcher al capitalismo de libre mercado y una promesa de que todas las restricciones a la acumulación de riqueza para los súper ricos serían pulverizadas, incluyendo la normativa de seguridad ante incendios y de la construcción, y la privatización de las viviendas de protección oficial.

El incendio de la Torre Grenfell (Fuente: Twitter, Natalie Oxford)

El nuevo laborismo de Tony Blair hizo lo mismo, declarando que ellos estaban “intensamente relajados porque la gente se estuviera forrando en guita” y supervisando la transformación de Londres en un parque de juegos para los banqueros y los oligarcas. Enormes partes de la vivienda, seguridad social, transporte y del Servicio Nacional de Salud fueron privatizadas o empeñadas por medio de Sociedades Público-Privadas. Los términos “limpieza social”, “dormir con dificultad” y “los trabajadores pobres” se pasaron a formar parte del vocabulario cotidiano.

Para junio de 2017, se podía comprar una mansión de £16,5 millones en Chelsea, con gimnasio y cine propios, pero no se podía encontrar un camión de bomberos con una escalera que se extendiera más de 30 metros —una situación que los bomberos de Londres describieron como “criminal”. En un distrito donde viven miembros de la realeza, los residentes de Lancaster West Housing Estate murieron en un bloque que no tenía aspersores. Grenfell tenía hueco de la escalera, no tenía alarma contra incendios y las luces de la salida de emergencia del edificio estaban rotas. A los que llamaron al 999 se les dijo que “permanecieran en su sitio” mientras el revestimiento combustible producía un denso humo cargado de cianuro que llenó pasillos y el hueco de la escalera. Los bomberos londinenses lucharon heroicamente con un servicio diezmado por los recortes.

A la mañana siguiente, millones de personas se enteraron de que las repetidas advertencias del Grenfell Action Group sobre el riesgo de incendio habían sido suprimidas deliberadamente por oficiales municipales: “Es un pensamiento verdaderamente aterrador, pero el Grenfell Action Group cree firmemente que solo un acontecimiento catastrófico expondrá la ineptitud y la incompetencia del propietario del inmueble”.

La arrogancia de clase de las autoridades alimentó la indignación —las oficinas del Consejo de Kensington y Chelsea fueron asediadas por manifestantes dos días después del incendio.

El incendio de Grenfell expuso el fracaso del capitalismo. El período que le siguió mostró el inmenso poder social de la clase trabajadora. Fueron los trabajadores quienes organizaron los esfuerzos de alivio, coordinaron las donaciones de comida, ropa, artículos de aseo personal, medicamentos, mantas y alojamiento de emergencia. Fueron ellos quienes compilaron las primeras listas de personas desaparecidas.

La división básica de la sociedad en clases se afirmó mientras los trabajadores actuaban independientemente, dejando de lado diferencias superficiales de raza, etnia, religión y género.

Puesto a la defensiva, el Estado se esforzó por recuperar el control. El mecanismo político que eligió fue la investigación gubernamental, encabezada por Sir Martin Moore-Bick. Pero esta fachada solo fue posibilitada por el respaldo del dirigente laborista Jeremy Corbyn, la parlamentaria laborista local Emma Dent-Coad y el jefe del Sindicato de Brigadas de Bomberos Matt Wrack. Fueron ellos quienes acotaron la ira de los residentes tras un fraude. Moore-Bick descartó investigar cualesquiera causas de “naturaleza social, económica y política” y la investigación no tenía la potestad de hacer acusaciones criminales. Su única función era subordinar todas las exigencias de justicia a un proceso que solo protegería a los culpables.

Dos años después todo sigue igual para la clase gobernante. Por lo menos 17 familias de Grenfell siguen en alojamientos temporales. Solo 13 personas han sido entrevistadas “bajo advertencia”, con la admisión de la Policía Metropolitana de Londres de que a pesar de identificar potenciales sospechosos de delitos de homicidio culposo grave y corporativo, “no hay garantías de que podamos determinar que habrá acusaciones criminales”.

Y mientras los culpables andan libres, en un acto feroz de justicia de clase, el respetado activista de Grenfell Reis Morris —que perdió familiares y amigos en el incendio— pasará tras las rejas el aniversario de hoy después de enfrentarse a un gestor del sitio de Grenfell por ignorar sus quejas.

Como alcalde de Londres, Boris Johnson les dijo a los bomberos que protestaban que se fueran “a tomar por saco” después de que advirtieran que sus recortes salvajes matarían. Este pirómano político ahora es el favorito para ganar la puja por el liderazgo de los conservadores y reemplazar a May como primera ministra.

Se estima que 200.000 personas están viviendo en bloques de apartamentos cubiertos con el mismo revestimiento combustible que Grenfell. Miles de escuelas, universidades, hospitales, centros comerciales, lugares de trabajo y residencias de la tercera edad todavía están envueltos en materiales inflamables.

El incendio del domingo pasado que arrasó 20 apartamentos en Barking, en el este de Londres, demuestra que no ha cambiado nada. En 12 minutos, el fuego se difundió por los seis pisos a través de los balcones de madera y revestimiento aprobado por un fracasado régimen de seguridad contra incendios y de construcción. Una vez más se ignoraron las preocupaciones por la seguridad de los residentes. Que el incendio sucediera por la tarde fue lo único que evitó una enorme pérdida de vidas.

En todo el mundo, capitalismo se está convirtiendo en una mala palabra mientras los trabajadores se confrontan a una clase gobernante parasitaria obsesionada con la acumulación de riqueza personal, aunque ello signifique arruinarles la vida a millones de personas. Un estudio este mes ha encontrado que 130.000 muertes evitables fueron causadas por la austeridad en el Reino Unido desde 2012. En los dos años desde lo de Grenfell, horribles incendios se han cobrado cientos de vidas desde Kemerovo en Rusia donde murieron 64 personas, incluyendo a 41 niños, a Dhaka en Bangladesh donde un incendio se cobró más de 80 vidas.

Edward Daffarn, quien se escapó por los pelos la noche del incendio, le dijo al Guardian esta semana que los activistas de Grenfell han llegado a una encrucijada. Grenfell United ha estado dispuesta a trabajar con el gobierno, asistiendo a muchas reuniones con ministros y funcionarios, pero esta estrategia ha fracasado: “Lo único a lo que le tienen miedo es la agitación social —y con razón. Id a cualquier reunión en Kensington y la ira sigue allí. No se ha disipado. Perdimos 22 meses intentando hacerlo de esta manera, y ahora se nos ha ocurrido otra solución. Hemos aprendido mucho. Nos fallaron”.

Se necesita una nueva estrategia política —la lucha por el socialismo. No se puede hacer justicia a Grenfell fuera de un ataque frontal por parte de la clase trabajadora a la riqueza y el poder de la oligarquía financiera y sus defensores políticos.

Los culpables, representantes de Arconic y Celotex que fabricaron revestimiento inflamable y Harley Facades y Rydon Construction que lo instalaron, funcionarios municipales que aprobaron su uso y los políticos implicados directamente, incluyendo a Johnson, tienen que ser arrestados.

El Partido Socialista por la Igualdad insta a las familias de Grenfell y a sus equipos legales a desistir de toda cooperación con la infame investigación del gobierno. Los Corbyn y los Dent-Coad que siguen apoyándola están brindando una tapadera estatal.

Hay que poner miles de millones de dólares a disposición de crear hogares seguros para todos. Esto significa confiscar la riqueza de la aristocracia financiera, nacionalizar los bancos y las corporaciones para ponerlos bajo propiedad pública y control democrático, y reorganizar la economía del Reino Unido y del mundo para que no busque la ganancia, sino que busque satisfacer las necesidades de la humanidad.

(Publicado originalmente en inglés el 14 de junio de 2019)

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