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Perspectiva

El asesinato de Lübcke y el retorno del “problema nazi” en Alemania

Casi 75 años desde el colapso del Tercer Reich de Hitler, el asesinato del político alemán, Walter Lübcke (Unión Demócrata Cristiana, CDU, siglas en alemán) el 2 de junio a manos de un terrorista de derechas ha expuesto la desagradable y largamente ocultada verdad de que Alemania nuevamente tiene un problema nazi muy real.

Por varias semanas el asesinato de Lübcke fue minimizado por la prensa y prácticamente ignorado por la élite política. Sin embargo, la efervescente ira del público y, aún más, el temor de los políticos de que podrían ser blancos de terroristas de derechas ha llevado a admisiones de alto nivel de que la actividad neonazi es nuevamente un importante peligro político en Alemania.

Walter Lübcke

La portada de Der Spiegel, el semanario de mayor circulación de Alemania, tiene una foto del asesino, Stephan Ernst, y el titular: “Las camisas pardas durmientes: ¿padre, vecino asesino?”.

La canciller Angela Merkel (CDU), declaró en Dortmund el sábado en Dortmund que el asesinato el sábado de Lübcke fue “un llamado urgente… a examinar todas las áreas de posibles señales de tendencias y redes de extrema derecha”. Advirtiendo “una pérdida total de credibilidad”, Merkel señaló que el Estado ha de ser “convocado para actuar a todos los niveles, y el Gobierno alemán toma esta responsabilidad muy, muy en serio”.

El ministro del Interior, Horst Seehofer (Unión Social Cristiana), quien afirmó pocos días antes que no había evidencia de la participación de grupos terroristas de extrema derecha en el asesinato de Lübcke, admitió que el extremismo de derechas se ha vuelto un “peligro serio”. Seehofer por ende piensa “darle al Estado constitucional más mordida” y “asumir todos los esfuerzos para aumentar la seguridad”.

El ministro de Relaciones Exteriores, Heiko Maas, reconoció en un comentario para el periódico de circulación masiva Bild, “Alemania tiene un problema terrorista. Tenemos a más de 12.000 extremistas de derecha comprometidos con llevar a cabo actos de violencia en nuestro país. Cuatrocientos cincuenta de ellos han podido infiltrarse, a pesar de que existan órdenes de arresto activas para ellos”. Concluyó con un llamado de “combatir los comienzos, juntos, cada día, en todas partes”.

Todas estas declaraciones demoradas de sorpresa y preocupación apestan de hipocresía y engaño. La red terrorista de derecha es un monstruo de Frankestein que la propia policía y las agencias le dieron vida. Está protegido y es fomentado por los principales partidos políticos. Junto con la prensa y una capa influyente de académicos ultraderechistas, han creado un ambiente político e intelectual que aprueba y envalentona el resurgimiento del fascismo.

Han promovido al racista Alternative für Deutschland, cuyo líder principal trivializó recientemente las atrocidades nazis como “cuitas” insignificantes que no deberían distraernos de los miles de años de historia alemana “gloriosa”. Según los reportes de la prensa, el asesino acusado de Lübcke, Ernst, donó 150 euros a la AfD en 2016. Envió dinero con el mensaje: “Donación para la campaña electoral 2016: DIOS LOS BENDIGA”.

La Gran Coalición ha desempeñado un papel central en la construcción de la autoridad política de la AfD. La decisión de la CDU/CSU y el Partido Socialdemócrata (SPD) en el periodo posterior a la última elección nacional en 2017, de continuar su Gobierno impopular de coalición convirtió a la AfD en líder de la oposición oficial parlamentaria, a pesar de que solo recibió 12,6 por ciento de los votos.

La CDU y el SPD han hecho pactos con la AfD, confiriéndole una influencia incluso mayor en el aparato estatal, las fuerzas de seguridad y los Parlamentos federales y estatales. Al mismo tiempo, ambos partidos han adoptado en gran medida las políticas de la AfD.

Seehofer y Maas ejemplifican la cultivación de elementos neofascistas por parte de la coalición. Después de las protestas fascistizantes contra inmigrantes del verano pasado en Chemnitz, Seehofer proclamó que se habría unido a la marcha si no fuera ministro. Insitió en que “el problema de la inmigración es la madre de todos los problemas en este país”.

Maas, un socialdemócrata que promueve incesantemente una política exterior agresiva respaldada por la fuerza militar, ha dirigido sus insultos contra las simpatías amplias de izquierda y antiguerra de secciones de la población alemana, especialmente los estudiantes y jóvenes trabajadores.

En el centro de este pútrido proceso político, ha habido una campaña cuidadosamente orquestada para relativizar y legitimar los crímenes del Tercer Reich alegando que las políticas de Hitler fueron una respuesta entendible, si bien quizás excesiva, al peligro del bolchevismo. El papel reaccionario desempeñado por el Gobierno y la prensa alemanas se vuelve particularmente claro en el caso del profesor Jörg Baberowski, el prominente apologista de Hitler que encabeza el políticamente conectado Departamento de Estudios de Europa del Este en la prestigiosa Universidad Humboldt de Berlín.

Baberowski es odiado por los estudiantes por sus diatribas viciosas contra los inmigrantes y su trivialización cínica de los crímenes nazis. “Hitler no era cruel”, le dijo a Der Spiegel en 2014. “No le gustaba escuchar sobre el exterminio de judíos en su mesa”. A pesar de ello —o, debido a ello— Baberowski ha sido convertido en toda una celebridad en los medios de comunicación y lo han protegido sus muchos amigos en el aparato estatal. Pocos días antes del asesinato de Lübcke, el Gobierno alemán respaldó al profesor de extrema derecha en una declaración oficial, declarando que cualquier crítica de Baberowski era un ataque contra el “orden social libre y democrático”.

Ahora, la amiga de Facebook de Baberowski, Erica Steinbech, ha sido acusada de ser una de las autoras espirituales del asesinato de Lübcke. Más temprano este año, Steinbach publicó una serie de ataques contra Lübcke por su defensa de aceptar refugiados en octubre de 2015. La amiga de Baberowski se rehusó por un tiempo a borrar las amenazas a muerte contra Lübcke publicadas en la sección de comentarios de su página.

El asesinato de Lübcke ha confirmado las advertencias del resurgimiento fascista hechas por el Sozialistische Gleichheitspartei (SGP) y el World Socialist Web Site. Explicamos las implicancias políticas tanto de la legitimación de los crímenes de Hitler por parte de Baberowski y el anuncio del entonces presidente Joachim Gauck del “fin de las restricciones militares” durante la Conferencia de Seguridad de Múnich en 2014.

El SGP advirtió: “La propaganda de la era de la posguerra—de que Alemania había tomado lecciones de los terribles crímenes de los nazis, ‘había llegado a Occidente’, había acogido una política exterior pacífica— ha quedado expuesta como una sarta de mentiras. El imperialismo alemán de nuevo muestra sus verdaderos colores de la forma en que emergió históricamente, con toda su agresividad en casa y en el exterior”.

El peligro presentado por el resurgimiento fascista es real. Sin embargo, hay diferencias profundas entre la situación política que existía en los años treinta y hoy. Mientras que Hitler pudo movilizar a millones de empresarios pequeños desorientados y arruinados y campesinos empobrecidos detrás de sus banderas, el fascismo hoy día no es un movimiento de masas. Es odiado por la amplia mayoría. A pesar de todos los esfuerzos de la clase gobernante alemana de minimizar los crímenes históricos del imperialismo alemán, el grueso de la población no ha olvidado los horrores de los años treinta y cuarenta. Una encuesta reciente muestra que el 70 por ciento de la población se opone a cualquier participación en el Gobierno de la AfD. Solo el 9 por ciento respaldaría un Gobierno de coalición que incluya a la AfD.

La fuerza de la AfD y los asesinos fascistas que la orbitan es en gran medida dependiente de su apoyo en el aparato estatal, especialmente la policía y las agencias de inteligencia. Además, puede contar con la simpatía y el aliento de la CDU/CSU y el SPD. Gauck, quien es apoyado por todos los partidos de la élite política, llamó a “una mayor tolerancia para la derecha” en una entrevista a Spiegel publicada después del asesinato de Lübcke.

Un documento de discusión actual de la CDU en el estado de Sajonia-Anhalt llama abiertamente a formar un Gobierno de coalición con la AfD basado en un programa abiertamente de extrema derecha. El documento argumenta que es necesario “nuevamente unir lo social con lo nacional. La seguridad del declive social con la seguridad de la criminalidad. El deseo de un hogar y una identidad nacional deben oponerse claramente a todas las ramas de multiculturalismo en los partidos y grupos izquierdistas”.

Como ocurrió en la República Weimar en los años veinte, después de los asesinatos del político del Partido de Centro de Alemania, Matthias Erzberger, y el ministro de Relaciones Exteriores liberal, Walther Rathenau, a manos de extremistas de derechas, un aparato estatal infiltrado por la ultraderecha utilizado para intensificar la represión contra la izquierda.

El último reporte de la Gran Coalición del Ministerio de Defensa de la Constitución [Verfassungsschutz] confirma que, para la burguesía, “los enemigos de la democracia” no se encuentran en la derecha, sino en la izquierda política. La AfD y sus simpatizantes de extrema derecha son descritos como “víctimas” del supuesto “extremismo izquierdista”. Además, la oposición al capitalismo, el nacionalismo, el militarismo y el imperialismo es denunciada como “extremismo izquierdista” y “anticonstitucional”.

El SGP fue colocado en la “lista de vigilancia” del Gobierno con base en sus denunciad de la AfD, su oposición a la remilitarización de Alemania y sus llamados a construir una sociedad socialista.

El SGP no se dejará intimidar ni desalentar por esta amenaza política. El SGP está tomando acciones legales contra el Verfassungsschutz. Está apelando a la única fuerza que puede derrotar esta conspiración política derechista: la clase obrera alemana, europea e internacional.

(Publicado originalmente en inglés el 25 de junio de 2019)

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