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Perspectiva

Trump apela a la cúpula demócrata y ataca a la izquierda

El sonido de los simpatizantes de Trump cantando “¡Envíenla de vuelta!” hizo eco en todo el país y el mundo el jueves, según el presidente repetía su ataque contra las cuatro legisladoras demócratas, incluyendo Ilhan Omar, contra la cual se dirigía el canto.

El uso de tal lenguaje en su mitin en Carolina del Norte subraya el peligro que representa la estrategia fascista del presidente. Trump y sus manifestantes están declarando su apoyo a destituir y deportar a Omar, una ciudadana estadounidense nacida en Somalia, por criticar el Gobierno. En el contexto de la creciente violencia derechista en EUA e internacionalmente, Trump está incitando a sus simpatizantes a atacarla.

Pero, pocos minutos antes, Trump agradeció a la mayoría de los demócratas en la Cámara de Representantes por votar en contra de una resolución que lo hubiera sometido a un juicio político. “Acabo de escuchar que la Cámara de Representantes de Estados Unidos votó abrumadoramente a favor de matar… esa resolución, cuán estúpido es eso, sobre un juicio político”, dijo Trump. “Quiero agradecerles a aquellos demócratas porque muchos votaron por nosotros”, añadió ante una multitud que vitoreaba fervientemente.

Después de presumir sobre sus recortes de impuestos sobre los ricos, el alza la bolsa de valores y el incremento en el financiamiento militar, Trump declaró:

“Las voces líderes del Partido Demócrata son extremistas de izquierda que se oponen a todo lo que representa nuestra nación, pero debo decirles nuevamente, este voto fue tan importante que debo agradecer a muchos demócratas. No, no, es en serio, lo respeto, en verdad. Eso [el voto sobre un juicio político] fue una carnicería. Muchos de los que votaron por nosotros eran demócratas y quiero agradecerles porque hicieron lo correo por nuestro país”.

En términos políticos y legales, el voto de 137-95 por parte de los demócratas en la Cámara de Representantes en oposición al juicio político es efectivamente un respaldo de las políticas de Trump.

Los elogios de Trump al Partido Demócrata no son mera fanfarronería —eligió sus palabras cuidadosamente de acuerdo con una estrategia política deliberada—. En el teatro de la política burguesa estadounidense, cada palabra y movimiento es una señal a aliados u oponentes políticos.

Está apelando a los políticos ricos y figuras influyentes que componen la cúpula del Partido Demócrata y que, al igual que Trump, se oponen a la influencia de los candidatos que se autoproclaman “socialistas” como Alexandria Ocasio-Cortez y Rashida Tlaib, y tampoco tienen ninguna intención de conceder a sus llamados de reformas modestas.

Mientras que los demócratas aprobaron una resolución denunciando el “racismo” de Trump, entre bambalinas están colaborando activamente con su Gobierno para recortar el gasto público y aumentar el presupuesto militar.

El miércoles, Pelosi y el líder de la minoría en el Senado, Charles Schumer, se reunieron extensamente con el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, con todos los partidos anunciando que estaban “cerca” de un acuerdo presupuestario de dos años que elevaría el techo de la deuda y aumentaría el gasto militar. Después de la discusión con Pelosi, Mnuchin declaró que tiene un “claro entendimiento” con la demócrata californiana.

Ambos lados, Mnuchin dijo, “acordaron que habrá resarcimientos”, es decir, recortes sociales. En un artículo de Politico intitulado “Los demócratas no están dispuestos a despreciar totalmente al ‘deplorable’ de Trump”, el demócrata de Virginia, Don Beyer, declaró, “Creo que podemos compartimentar, absolutamente. Y sospecho que ellos también lo pueden hacer. Seguiremos alzando la voz. Pero él sigue siendo presidente por el próximo año y medio y queremos completar legislaciones”. La semana pasada, los demócratas en la Cámara de Representantes votaron abrumadoramente a favor de un gasto militar de $733 mil millones para el año fiscal de 2020, la cifra más alta en la historia.

El Partido Demócrata es parte de la reacción y está basado en una lianza del aparato militar y de inteligencia, Wall Street y la clase media-alta, adinerada y obsesionada con las identidades.

Sus diferencias con Trump siempre han tenido un carácter táctico. La principal inquietud de los demócratas es que Trump socave los imperativos estratégicos clave del imperialismo estadounidense, particularmente su relación con Rusia, y que su comportamiento impredecible y errático desestabilice la política nacional, alimente la oposición popular y apeligre más los objetivos de su política exterior.

Cuando se trata de recortes de impuestos, bajar las tasas de interés y aumentar el gasto militar, los demócratas y Trump están en la misma página. También lo están en cuanto a la frecuente amenaza de Trump de que “Estados Unidos nunca será un país socialista”.

Fue la misma Pelosi la que puso a las cuatro congresistas bajo el foco la semana pasada cuando denigró su “lo que sea público y mundo de Twitter” en una entrevista con el New York Times. Los oficiales demócratas luego filtraron resultados de encuestas que mostraban que las cuatro congresistas eran sumamente impopulares entre los votantes republicanos. En una rueda de prensa en la Casa Blanca esta semana, una de las notas escritas de Trump decía: “Ahora incluso llaman a Nancy Pelosi una racista”.

A Trump y el Partido Demócrata, no les preocupa lo que las congresistas como Omar y Ocasio-Cortez realmente quieren o sean capaces de hacer. En el caso de las cuatro congresistas, cada una es una partidaria comprometida de la élite demócrata que ha seguido lealmente la línea de la dirección. Sin embargo, el hecho de que fueron elegidas al Congreso revela un desbordamiento de oposición social contra el capitalismo desde abajo.

La élite política teme a las decenas de millones de trabajadores y jóvenes interesados en el socialismo pero que no han abandonado sus ilusiones en reformar el Partido Demócrata. Sin embargo, la clase gobernante, consciente de que cualquier destelló en gran escala de la lucha de clases podría hacer colapsar los mercados inflados, percibe la oposición de la clase obrera a la desigualdad como una bomba de tiempo que explotará en cualquier momento.

Ambas facciones de la clase gobernante utilizarán las elecciones de 2020 para contener la oposición social y desviarla detrás de sus objetivos reaccionarios.

Trump está apelando a elementos fascistas, utilizando a los inmigrantes como chivos expiatorios de la crisis social en Estados Unidos, envileciendo a los demócratas como socialistas y construyendo un movimiento extraparlamentario para aplastar la oposición con la fuerza de ser necesario.

Los demócratas han producido dos docenas de candidatos. Pocos de ellos representan algo más que una mera “identidad” para adherir a la coalición electoral en noviembre del próximo año. Todos los candidatos están utilizando frases “izquierdistas” sobre garantizar el seguro médico para todos, gravar a los ricos y utilizar la recaudación para reformas sociales. Si fueran electos, no harán ninguna de estas cosas.

El mismo triste acto se repite una y otra vez. Los candidatos “progresistas” mirarán hacia la izquierda durante las primarias para resucitar las ilusiones entre los votantes desafectados, argumentando de que esta vez el partido puede ser presionado para que se desplace hacia la izquierda. Al fin, el proceso de la nominación escupirá un candidato derechista como Bill o Hillary Clinton, John Kerry o Michael Dukakis.

Hay una cosa clara para 2020. Los candidatos “progresistas”, viéndose bloqueados por las élites del partido y sin recibir ninguna concesión en el programa, abandonarán todas sus propuestas de reformas sociales y se humillarán a ellos mismos exigiendo que sus simpatizantes se “unan” detrás de un nominado derechista.

Los grupos como los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, por sus siglas en inglés) desempeñan un papel crítico en este proceso. Mientras se presentan como “socialistas independientes”, DSA ya declaró que respaldará a cualquier derechista que nomine el partido —¡un año y medio antes de las elecciones!—.

En una entrevista en mayo con el New York Times, el editor de la revista Jacobin y dirigente de DSA, Bhaskar Sunkara, declaró que una Presidencia de Joe Biden “sería grandiosa”, si un candidato progresista no gana las primarias. Dijo:

“Creo que la mentalidad debe ser llamar a la gente a votar por Joe Biden, especialmente en los estados más disputados”. Eso es necesario “para evitar una candidatura de un tercer partido” —es decir, romper con el Partido Demócrata— sobre la base de un “conocimiento estratégico y el compromiso de deshacerse de Trump”.

Sunkara dejó escapar estas líneas antes incluso de que comenzara el primer debate de las primarias. Se le olvidó leer las instrucciones escénicas indicándole que fuera más discreto en abandonar toda resistencia, por lo que fingió una actitud desafiante para intentar convencer a su audiencia.

DSA puede discutir cordialmente su socialismo falso con columnistas petulantes del New York Times, políticos arribistas tras bastidores en el Congreso y los profesores adinerados que atienden sus conferencias “izquierdistas” por dietas generosas.

El Partido Socialista por la Igualdad se opone al fascismo y la amenaza de la dictadura luchando por la consciencia socialista revolucionaria auténtica en las fábricas, almacenes y barrios de clase obrera y entre los estudiantes y jóvenes de clase obrera.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 19 de julio de 2019)

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