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Perspectiva

Las protestas de masas en Puerto Rico

Entre 500.000 y un millón de puertorriqueños tomaron las calles de la capital de San Juan el lunes en la manifestación más grande en la historia de la isla. Incluso la cifra menor de 500.000 significaría 16 por ciento de la población del territorio de 3,2 millones de personas.

El mismo porcentaje en EUA continental equivaldría a 50 millones de manifestantes, una posibilidad que aterra a la clase gobernante.

Hace menos de dos semanas, el Centro de Periodismo Investigativo de Puerto Rico publicó 900 páginas de mensajes de texto detallando el odio de la clase obrera hacia los trabajadores y la juventud. Cuando los periodistas desafían los medios corporativos y realmente reportan las intrigas de la clase gobernante, las implicancias son revolucionarias.

En sus mensajes, el gobernador Ricardo Rosselló y sus asesores ultrajaron a manifestantes estudiantiles y planearon aplastar sus protestas, discutieron utilizar a la prensa complaciente y comprada para silenciar a periodistas independientes, planearon distribuir videos propagandísticos de “noticias falsas” de manera secreta y producidos por el Gobierno para aplacar la oposición, hablaron sobre bloquear reformas policiales y se burlaron de los residentes empobrecidos por ser obligados a utilizar infraestructura pública peligrosa.

En el mensaje más inflamatorio, Rosselló se burla de los trabajadores que el Gobierno estadounidense dejó que se murieran después de que el huracán María devastara la isla en 2017: “Ahora que estamos en el tema”, escribió el director ejecutivo de Rosselló, Sobrino Vega, “¿no tenemos algún cadáver para darles a nuestros cuervos?”.

Esta línea ha quedado grabada en la consciencia de millones de personas, el equivalente puertorriqueño del “déjenos comer queque” de Maria Antoinette. Ha desencadenado una ira de tal explosividad por haber tocado agravios históricos y sociales profundos que se han acumulado bajo la superficie de la sociedad puertorriqueña por décadas. En un territorio robado por medio de una conquista en los primeros días del imperialismo estadounidense, donde los súbditos no tienen un derecho real de elegir a sus representantes, masas de personas están decidiendo buscar una forma de expresar sus agravios fuera del marco de la élite política.

El Partido Demócrata y sus órganos de prensa han intentado minimizar el carácter de clase de la oposición después de la publicación de los textos, retratando la ira como una cuestión en gran medida de razas e identidades. El New York Times escribió el lunes que “los intercambios revelaron una cultura arrogante de compinches entre las élites” que “ridiculizan a hombres obesos, hombres pobres, una estrella pop gay y varias mujeres”.

De hecho, los agravios del pueblo puertorriqueño están arraigadas en la pobreza y explotación colonial profundas de la isla por parte del imperialismo estadounidense.

Ambos principales partidos estadounidenses abandonaron a la población tras los huracanes María e Irma, lo que dejó a casi 5.000 personas muertas.

Cuando el huracán tocó tierra, las autoridades federales y locales le mintieron a la población sobre la cifra de muertos y se rehusaron a llevar a cabo cualquier esfuerzo real para proveer ayuda. El presidente estadounidense, Donald Trump, alegó que los huracanes no fueron “catástrofes reales” porque “solo” mataron a 16 personas, describiendo la respuesta del Gobierno como “un éxito increíble”. Semanas después, viajó a la isla para un ardid publicitario, lanzando lo que llamó “toallas de papel hermosas y suaves” a personas desesperadas.

El lunes, Trump derramó gasolina sobre el fuego cuando se describió a sí mismo como “la mejor cosa que le ha pasado a Puerto Rico”, añadiendo, “Hicimos un gran trabajo en Puerto Rico”.

Aproximadamente 10.000 escuelas, puentes, caminos y otra infraestructura quedaron destruidos por los huracanes. Para la semana pasada, solo nueve proyectos de reconstrucción habían sido aprobados por la Agencia Federal de Gestión de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés). El Gobierno está implementando un antiguo plan de privatizaciones y presupuestos de austeridad para pagarles a los acreedores de la isla en Wall Street, eviscerando los programas sociales y la educación pública.

La clase gobernante estadounidense, afectada por una crisis tras otra, está desesperada para prevenir que las protestas puertorriqueñas desaten huelgas masivas y protestas en el continente, donde la misma desigualdad extrema y pobreza dominan todos los elementos de la vida política y social.

Dado que Trump es ampliamente odiado en todo Puerto Rico, la principal responsabilidad por la supresión de manifestaciones recae en Puerto Rico.

Rosselló, un miembro del Nuevo Partido Progresista, es un demócrata y un miembro de la Asociación de Gobernadores Demócratas. Fue delegado en la Convención Nacional Demócrata para Hillary Clinton en 2008 y para Barack Obama en 2012. Ambos partidos principales en Puerto Rico están dominados por demócratas del continente.

Durante más de una semana, el Partido Demócrata permaneció en silencio sobre los mensajes de texto del Gobierno. El lunes por la tarde, cuando se volvió claro que las protestas eran masivas, se envió una orden y todos los dirigentes demócratas emitieron tuits y declaraciones simbólicas como un intento para plantarse en frente de las manifestaciones y traerlas bajo control.

El movimiento en Puerto Rico pregona la expansión e intensificación de la ola masiva global de huelgas y protestas. En esto recae el derrotero que la clase obrera debe perseguir ante la crisis política en Washington entre ambas facciones reaccionarias de la clase gobernante estadounidense.

Trump está desarrollando una estrategia fascista que busca preparar la destrucción física de las luchas de la clase obrera que se avecinan. Los demócratas, un partido de Wall Street, está obsesionado con censurar el internet, fortaleciendo las agencias militare y de inteligencia y enfocando la oposición a Trump en la histeria antirrusa y las preocupaciones de que Trump no está avanzando lo suficiente los intereses del imperialismo estadounidense en el extranjero.

En meses recientes, ha habido manifestaciones de masas sin precedentes históricos en casi todos los continentes. En Hong Kong, Argelia, Francia y Puerto Rico, las calles de tanto las metrópolis como las excolonias han sido inundadas por manifestantes.

A pesar de que los idiomas de sus voces y carteles sean diferentes, sus demandas —por derechos democráticos e igualdad económica— emplean el lenguaje de una fuerza social emergente: la clase obrera internacional. Los jóvenes —explotados, endeudados, desempleados y mal pagados— están desempeñando un papel prominente en la ola creciente de luchas sociales. Más de la mitad de la población mundial se encuentra bajo la edad de 30. En Puerto Rico, fueron los jóvenes los que utilizaron las redes sociales para diseminar los textos de Rosselló entre sus amigos y compañeros de trabajo.

Las protestas están exigiendo la renuncia de Rosselló. Por ahora, el gobernador se ha rehusado a dejar su cargo. La verdad es que ni un juicio político encabezado por los demócratas ni la renuncia de Rosselló mejorarán fundamentalmente la situación que enfrenta la clase obrera en Puerto Rico y en Estados Unidos continental.

Abordar la causa de origen de la desigualdad, la corrupción y los ataques oficiales contra los derechos democráticos exige la movilización más amplia de la clase obrera internacional, al frente de los jóvenes y todos los elementos francos de la clase media, en una lucha contra el sistema capitalista.

(Publicado originalmente en inglés el 24 de julio de 2019)

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