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Perspectiva

Pese al desastre de Mueller, los demócratas piden mayor supresión de “injerencia extranjera”

El testimonio del miércoles del fiscal especial, Robert Mueller, ante el Congreso, escenificado por los demócratas con la esperanza de revivir su desacreditada campaña antirrusa y para intentar presentar a Trump como un títere de Putin, acabó en desastre.

Mueller, quien había declarado repetidamente su voluntad a rendir testimonio ante el Congreso, se rehusó a decir algo más allá del reporte oficial que emitió hace cuatro meses. Este documento de 448 páginas reconoce que su investigación de dos años no logró corroborar las acusaciones de las agencias de inteligencia y los demócratas de que la campaña de Trump coludió con Rusia en las elecciones de 2016.

El hombre promovido por los demócratas como el último patriota y salvador de la democracia estadounidense no pudo recordarse de detalles clave en el reporte que supuestamente redactó. “Si es del reporte, sí, lo apoyo”, respondió repetidamente a los legisladores.

“Por lo mucho que odie decirlo, la audiencia de esta mañana fue un desastre”, declaró Laurence Tribe, el profesor de derecho de Harvard y prominente asesora demócrata sobre juicios políticos. “Lejos de darle vida a su reporte condenatorio, el cansado Robert Mueller le quitó vida”.

“Mueller desilusiona a los demócratas”, lamentó el New York Times en un artículo de Peter Baker, quien ha producido en los últimos tres años innumerables exposiciones desesperadas, basadas en fuentes anónimas de las agencias de inteligencia, sobre “colusión” rusa con Trump.

“En los días antes de la muy anticipada audiencia del fiscal especial ante el Congreso”, escribió Baker, “los demócratas argumentaron que la audiencia de Robert S. Mueller III en televisión podría transformar el debate sobre el juicio político”. Sin embargo, el evento del miércoles “no fue un éxito no fue el éxito que los demócratas buscaban, y el Sr. Mueller no fue la estrella de acción en su reparto”.

Dan Balz, el corresponsal nacional en jefe para el Washington Post, escribió que para los demócratas que consideran a Mueller un “agente del colapso eventual del presidente Trump… la audiencia del miércoles en el Capitolio probablemente destruyó dichas ilusiones una vez y por todas”.

Los esfuerzos de los demócratas de fomentar un golpe palaciego contra secciones de la cúpula militar y de inteligencia solo le han dado credibilidad a las posturas demagógicas de Trump como oponente de los “operadores del Estado profundo que no fueron electos y desafían a los votantes para avanzar sus propias agendas secretas”, como el mismo lo dijo en un discurso el año pasado.

La Administración de Trump, la cual pasa de una crisis a otra tanto dentro como fuera del país, y que es ampliamente odiado por el pueblo estadounidense, ha salido fortalecido de toda esta trama sórdida. La audiencia pone fin a una serie de capitulaciones por parte de los demócratas sobre cuestiones de importancia—desde el financiamiento de las políticas antiinmigrantes fascistizantes de Trump hasta su derroche de recursos en el ejército, superado por el voto el jueves por pate de la Cámara de Representantes controlada por los demócratas sobre aprobar una extensión del presupuesto de dos años.

En vísperas de las audiencias de Mueller, envalentonado por la impericia Trump realizó su reafirmación más generalizada de poder ejecutivo irrestricto hasta la fecha, declarando que la Constitución estadounidense le da “el derecho a hacer lo que quiere”.

La actuación de Mueller expuso el fraude de las afirmaciones por parte de los demócratas, los principales medios impresos y de difusión y secciones sustanciales del Partido Republicano de que los “rusos”, en colaboración con WikiLeaks y su encarcelado y perseguido fundador, Julian Assange, son culpables de “sembrar discordia” en la sociedad estadounidense. ¡Como si fueran necesarios “agitadores externos” para promover el descontento social en un país donde tres individuos más ricos controlan más riqueza que la mitad más pobre de 160 millones o la mitad de la población!

La debacle del miércoles no detendrá al Partido Demócrata y a sus aliados sobre perseguir su caza de brujas derechista contra Rusia, o extendiéndola a China y otros países que se crucen en la mira del imperialismo estadounidense. El New York Times y el Washington Post respondieron al patético espectáculo en el Capitolio exigiendo una intensificación de los esfuerzos estadounidenses para suprimir la supuesta “injerencia extranjera”.

En un editorial intitulado “Lo hacen mientras estamos aquí sentados”, el New York Times aplaude el llamado de Mueller a una “legislación para mejorar el intercambio de información y otras formas de coordinación entre las agencias de inteligencia”. Reclamando el hecho de que las advertencias de Mueller sobre “La subversión rusa en la democracia estadounidense” no estaban siendo acatadas, el Times se queja de que “Casi todos los republicanos en ambos comités ni siquiera reconocieron la amenaza presentada por Rusia y otros países”.

Mientras que las acusaciones sensacionalistas sobre “injerencia rusa” son completas mentiras, las políticas siendo implementadas son muy reales. El Congreso les ha pedido a todas las importantes empresas tecnológicas que implementen un régimen de censura amplio, atacando desproporcionalmente a sitios web y organizaciones izquierdistas y antiguerra. Además de la incriminación fraudulenta de Assange, el Gobierno de Trump, con el apoyo demócrata, ha impuesto nuevos límites a visas para estudiantes chinos, argumentando que son, como le dijo al Congreso el director del FBI, Cristopher Wray, “recolectores no convencionales”, es decir espías.

Una cierta hoja de balance debe desarrollarse sobre este episodio políticamente degradado en la historia estadounidense. Por los últimos dos años y medio, la histeria antirrusa ha dejado en claro que los demócratas concuerdan con la mayor parte del programa interno de Trump. Por tres años seguidos, han votado aumentos récord en el presupuesto militar, un hecho que Trump da prominente atención cada vez que pronuncia sus discursos fascistizantes ante audiencias militares.

Las objeciones de los demócratas al Gobierno de Trump giran en torno a diferencias sobre política exterior. Han exigido que la Casa Blanca adopte una postura más agresiva, no solo contra Rusia, sino cada vez más contra China. Han advertido repetidamente contra abandonar los esfuerzos estadounidenses avanzados por Trump para destruir al gigante tecnológico chino, Huawei.

Desde un principio, los esfuerzos de los demócratas sobre fomentar un golpe palaciego han intentado desmovilizar y desarmar la oposición de masas que existe contra el Gobierno de Trump. En la medida en que Trump parece haberse fortalecido, solo se debe a pusilanimidad de sus opositores políticos cínicos y cobardes del Partido Demócrata.

Toda la experiencia desde que Trump llegó al poder deja en claro que es imposible oponerse seriamente al fascista en la Casa Blanca apoyando o buscando presionar al Partido Demócrata. Lo que todas las facciones de la élite gobernante y los grupos de poder en EUA temen es un estallido de la creciente oposición social en la clase obrera que amenace su riqueza y privilegios. Si tuvieran que elegir entre Trump y un movimiento popular de masas para destituirlo, todas las facciones del Partido Demócrata han dejado en claro que preferirían a Trump.

Sin embargo, dar vuelta alrededor de los demócratas es algo diferente a enfrentarse a una oposición popular real. Trump, quien ha mantenido el nivel más bajo de aprobación de cualquier presidente desde la Segunda Guerra Mundial, sigue siendo inmensamente odiado.

Si se llamara una marcha en Washington para oponerse seriamente a Trump, millones participarían. Los eventos de esta semana en Puerto Rico, en que la oposición popular masiva ha forzado la renuncia del odiado títere de Wall Street que servía como su gobernador, es solo el preludio de lo que se está fraguando en Estados Unidos continental.

Este movimiento de masas emergente debe asumir la forma de una lucha consciente por unir a los trabajadores de todas las facciones contra la clase gobernante en la lucha por el socialismo. Esto requiere la construcción de una nueva dirección política. La cuestión central en la lucha contra la dictadura, la guerra y la desigualdad social es la construcción del Partido Socialista por la Igualdad.

(Publicado originalmente en inglés el 26 de julio de 2019)

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