Español
Perspectiva

Rebaja de tasa de interés de la Reserva Federal insuficiente para Wall Street

La decisión de la Reserva Federal estadounidense de reducir la tasa de interés de los fondos federales 0,25 puntos porcentuales —la primera reducción desde la crisis financiera de 2008— y las indicaciones de que vendrán más reducciones constituye un giro sin precedentes en política monetaria.

Junto con las señales de que el Banco Central Europeo reanudará pronto sus estímulos monetarios y el continuo compromiso del Banco de Japón más temprano esta semana de mantener las tasas de interés por el piso, esto deja en claro que el bombeo de dinero ultrabarato en el sistema financiero por parte de los bancos centrales a instancias de la oligarquía financiera se ha vuelto la “nueva norma”.

Sin embargo, Wall Street considera que las acciones han sido insuficientes hasta ahora e intensificará su presión para que haya más medidas que aumenten los precios de las acciones bursátiles. Esto fue visto en la reacción hostil del mercado a la declaración del presidente de la “Fed”, Jerome Powell, de que el recorte en la tasa fue un “ajuste de mitad de ciclo” y que “no es el comienzo de una larga serie de recortes en las tasas”.

El S&P500 cayó 1,1 por ciento durante el día, después de tumbarse 1,6 por ciento después de la rueda de prensa de Powell sobre la decisión, y el Dow cayó 1,2 por ciento.

La Fed ha insistido en que sus decisiones “dependen de los datos”. En una situación en que la tasa de desempleo en EUA alcanzó su mínimo en 50 años y en que la economía está creciendo a más de 2 por ciento cada año, esto indicaría que las tasas se mantienen estancadas. Powell consecuentemente citó que la base de decisión concierne factores globales.

La declaración emitida por el Comité Federal de Mercado Abierto apuntó a “incertidumbres” en la economía global y tensiones comerciales, junto con una “inflación suprimida” en EUA como justificación del recorte. Este fue un intento para maniobrar entre las demandas de los mercados financieros a favor de un fuerte empuje, mientras mantienen la ficción de que la Fed actúa de manera independiente.

La economía global ciertamente se está ralentizando, con la zona del euro registrando un declive, principalmente en su economía clave, Alemania, donde la confianza empresarial ha sido caracterizada como “cayendo en picada”. Sin embargo, las disminuciones en tasas de interés y otras medidas de estímulo en EUA y Europa no harán nada para detener este declive. En cambio, simplemente colocarán el dinero en manos de las élites financieras mientras prosiguen su “reestructuración” de industrias clave como la automotriz, conllevando la destrucción de miles de empleos.

Varias veces durante su conferencia de prensa, Powell insistió en que la última decisión era una continuación de las acciones de la Fed a lo largo del año. Sin embargo, dichas acciones no se han tomado “independientemente”, sino que han respondido a los dictados de los mercados financieros.

Cuando la Fed derramó billones de dólares en los mercados financieros tras el colapso de 2008 para rescatar las mismas agencias financieras cuya especulación había desatado la crisis, insistió en que sería una política temporal y que habría un regreso a la política normal. Pero, el sistema financiero entero y la economía mundial en su conjunto están tan adictos a la provisión de fondos baratos que esto se ha vuelto imposible.

En 2018, la Fed inició una serie de aumentos paulatinos en las tasas de interés e indició que continuarían en 2019 como parte de un regreso a una política monetaria más “normal”. Los mercados respondieron en diciembre con la mayor caída para ese mes desde 1931 en medio de la Gran Depresión.

Inmediatamente, Powell señaló que había captado el mensaje de los mercados y, en un importante discurso en enero, dijo que planeaba aumentos en las tasas para 2019. La Fed no tomó el paso inmediatamente, pero anunció sus intenciones de hacerlo.

La reacción del mercado en diciembre fue acompañada por una embestida liderada por Trump contra la Fed, exigiendo recortes en las tasas de interés e incluso la reanudación de la expansión cuantitativa, la cual ha continuado este año.

Como un vocero de los parasíticos y semicriminales círculos financieros de los que emergió, Trump ha afirmado que el Dow se encontraría 10.000 más arriba si no fuera por las políticas de la Fed. Más recientemente, denunció que las políticas de las tasas de interés estaban aumentando el valor del dólar, socavando las ventajas de EUA en los mercados internacionales, un paso claro para iniciar una guerra de divisas contra los rivales de EUA además de la guerra comercial.

En un editorial publicado en vísperas de la decisión, el Wall Street Journal indició, respecto a la afirmación de Powell de que las decisiones de la Fed “dependen de los datos”, que “vemos más como que el banco central no depende del todo de los datos. Esto contribuye a la sospecha en los mercados de que la Fed está queriendo acomodar las demandas públicas del Sr. Trump de realizar recortes en las tasas”.

Pero las razones del giro de la Fed son más profundas que una mera acomodación a Trump. Están enraizadas en cambios profundos en los cimientos mismos de la economía estadounidense y el modo de acumulación de ganancias durante las últimas tres décadas: la institucionalización de los mecanismos para encauzar una porción aún mayor de la riqueza producida por el trabajo de la clase obrera en manos de la oligarquía financiera.

En la cúspide del boom capitalista de la posguerra, la acumulación de ganancias sucedió por medio de la expansión de la producción industrial. Las inversiones de capital llevaron a niveles más altos de empleos y mayores salarios, según aumentaron las ganancias. La Fed actuó como la reguladora de este proceso, reduciendo las tasas de interés cuando era necesario inducir más inversiones y asegurar una expansión económica y aumentándolas cuando consideraban que los mayores salarios y la inflación estaban afectando el rendimiento empresarial.

En ese periodo, el capital financiero desempeñó un papel secundario en la economía estadounidense, la cual estaba dominada por gigantes industriales, con las ganancias del sector financiero ocupando alrededor del 10 por ciento del total de las ganancias corporativas. Pero, al acabarse el auge de la posguerra a mediados de los años setenta, la economía estadounidense comenzó una vasta transformación. El capital financiero pasó de ser el servido de la industria a tener un papel cada vez más predominante. La caída en las tasas de ganancias en la producción industrial significó que la acumulación de ganancias dependía cada vez más de medios financieros.

El resultado fue que para principios de la década de los 2000, previo al derrumbe de 2008, las finanzas ocupaban 40 por ciento de las ganancias corporativas totales en EUA.

El sector financiero sufrió una importante caída en la crisis, viendo caer su participación en las ganancias. Esto llevó a un rescate iniciado en los últimos días del Gobierno de Bush y continuado y profundizado bajo Obama, y el establecimiento de las políticas monetarias “no convencionales” de la Fed.

Más allá, actuando a partir del lema “nunca desaprovechas una crisis”, la Presidencia de Obama inició una importante restructuración de las relaciones de clases. Comenzando por la industria automotriz, el Gobierno, en colaboración con los sindicatos, procedió a destruir lo que quedaba de las condiciones que habían obtenido en el periodo de la posguerra.

El resultado fue la introducción de dos niveles salariales, la expansión de los empleos temporales y de tiempo parcial —un importante componente en el nivel de empleos— la aparición de la llamada economía “gig” o casual y la institución de formas más intensas de explotación, como aquellas desarrolladas por Amazon.

El significado de la decisión de la Fed de cortar las tasas de interés es que se hará permanente la provisión de dinero ultrabarato para impulsar la bolsa de valores y la especulación financiera.

Sin embargo, sería un importante error pensar que este programa simplemente está confinado a lo que se designa capital financiero. La financiarización de la economía estadounidense es generalizada. Nominalmente, las corporaciones no financieras, cuyas juntas corporativas están dominadas por bancos, fondos y casas de inversión, ahora operan sobre la base de que su tarea es maximizar el valor de las acciones según lo determina la bolsa de valores.

En otras palabras, la especulación y el parasitismo que comenzaron en el sector financiero han extendido su control a toda la economía.

Hay dos conclusiones políticas y económicas decisivas que se derivan de esta situación.

La primera es que al buscar defender y avanzar sus intereses, sean salarios o condiciones sociales, la clase obrera está involucrada en una lucha que no se limita a este o aquel empleador o autoridad, sino que se enfrenta a todo el aparto económico, político y financiero del Estado capitalista.

Por ende, dichas luchas, independientemente de la forma que asuman inicialmente, deben ser avanzadas con base en un programa político dirigido a la conquista del poder para derrocar el domino de la oligarquía financiera y reconstruir la economía sobre fundaciones socialistas.

La segunda conclusión es que esta perspectiva no atañe a un futuro indefinido. Es una necesidad inmediata y práctica. Esto se debe a que la provisión interminable de dinero barato con solo pulsar el botón de una computadora amenaza con desencadenar una catástrofe financiera a una escala que excede por mucho el colapso devastador de 2008.

Como lo indica un artículo reciente en el Wall Street Journal, la “gran historia” respecto al regreso de los estímulos monetarios es que “podría producir una crisis de confianza en las monedas fiduciarias, incluyendo el dólar estadounidense”.

Añade que, desde agosto de 1971, cuando el presidente estadounidense Nixon eliminó el respaldo de oro para el dólar, Estados Unidos y las otras economías importantes han sido testigo de provisiones ilimitadas de dinero “sin estar ancladas en ninguna mercancía física”.

Esto ha fomentado la creencia de que la provisión de dinero puede expandirse indefinidamente. Pero tal proceso socava el papel del dinero como reserva de valor y podría generar una crisis de confianza en las monedas fiduciarias.

Ya se pueden percibir señales claras de otro desastre financiero. Actualmente, alrededor de $13,74 billones de bonos gubernamentales y corporativos tienen rendimientos negativos, lo que significa que al vencer el dueño perdería dinero. Tal situación no ha existido nunca en la historia económica.

No es posible predecir cuando estallará una nueva crisis financiera, pero tampoco puede caber duda de que las condiciones para tal evento están madurando.

Lo que dejan en claro las acciones de la Fed, como el colapso de 2008, el peso completo de esta inminente crisis será colocado sobre la clase obrera. La Reserva Federal hará todo lo posible para proteger la riqueza de la oligarquía financiera a costas suyas.

La clase obrera debe articular su propio programa y política independientes, en la forma de la lucha por la transformación socialista de la sociedad.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 1 de agosto de 2019)

Loading