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Perspectiva

Estado de sitio en Cachemira: una advertencia para la clase obrera internacional

Trece millones de personas en la región de Jammu y Cachemira (J&C) controlada por India han sido sometidos por trece días a un régimen de represión y castigo colectivo extraordinarios a manos del Gobierno indio del supremacista hindú Bharatiya Janata Party (BJP). Los pocos precedentes para tales acciones son históricamente infames.

Una población mayor a la de países europeos como Bélgica, Grecia y Portugal o de muchos estados estadounidenses grandes como Pennsylvania, Illinois y Michigan ha sido sometida a un “estado de sitio de seguridad” que ha involucrado toques de queda generales, encerrando a las personas en sus hogares con provisiones cada vez menores de comida.

Las libertades de expresión y asamblea fueron abolidas. Las reuniones de más de cuatro personas están proscritas. Los críticos que han denunciado la represión contra los medios de comunicación han sido encarcelados. El transporte público fue suspendido y la economía de la región fue paralizada.

El Gobierno indio, descrito rutinariamente como la democracia más grande del mundo, ha llevado a cabo la “detención preventiva” de numerosos políticos de J&C, que conforma la parte bajo control indio de la región más grande de Cachemira, la cual ha estado dividida desde la partición comunalista religiosa y reaccionaria del subcontinente entre un Pakistán musulmán y una India predominantemente hindú, ocurrida junto a la independencia de Reino Unido en 1947. El territorio en disputa ha sido un foco de conflicto que desencadenó dos guerras y muchas crisis de guerra entre los que ahora son dos rivales con armas nucleares.

Más de 500 personas, incluyendo dos ministros titulares de Jammu y Cachemira, junto a docenas de otras figuras políticas prominentes, fueron sumariamente detenidos. Sus familias no han podido encontrar dónde fueron encarcelados. Muchos han sido llevados en aviones militares a cárceles fuera de la región. Se le ha dado el mismo trato a “posibles lanzadores de piedras”, es decir, a individuos conocidos por participar en manifestaciones antigubernamentales previas.

Completando este régimen para mantener a toda la población subyugada, el Gobierno indio cortó todas las comunicaciones, incluyendo las líneas de teléfono fijo, móvil e internet, imposibilitando cualquier contacto con familiares, amigos y compañeros de trabajo, ni hablar de utilizar las redes sociales para organizar resistencia.

Se desplegaron decenas de miles de tropas indias adicionales en la región para aplicar esta represión masiva, emprendida contra la población cachemira el 5 de agosto sin ninguna advertencia. El Gobierno del primer ministro fascistizante de India, Narendra Modi del BJP, implementó esta arremetida para prevenir cualquier oposición a lo que constituyó un golpe de Estado extraconstitucional. Por medio de un decreto ejecutivo, el Gobierno eliminó ilegalmente el estado especial y semiautónomo consagrado en la Constitución a Jammu y Cachemira, el único estado de India con mayoría musulmana. Además, lo dividió en dos entidades subordinadas llamadas Territorios de la Unión que serán administrados efectivamente por el Gobierno central.

Cualquier señal de resistencia a la represión se ha topado con una represión brutal. Solo el jueves, los doctores de uno de los principales hospitales en Srinagar, la ciudad más grande de la región, reportaron que al menos 50 personas habían necesitado atención por perdigones y balas de goma.

El 16 de agosto, hubo una importante manifestación contra el estado de sitio. Los manifestantes se reunieron después del rezo de los viernes en Srinagar, tomando las calles con carteles que decían, “Detengan el genocidio en Cachemira, Despierta Mundo”. Fueron atacados con gases lacrimógenos y disparos de escopeta.

La represión generalizada en Cachemira ha sido comparada con la emprendida por el Estado israelí y sus fuerzas de seguridad contra las poblaciones palestinas en las regiones de Cisjordania y Gaza bajo ocupación israelí. Sin embargo, encontrar un precedente para la detención armada de una población en la magnitud de Jammu y Cachemira habría que volver al periodo en que la Alemania nazi invadió y ocupó el resto de Europa.

Uno de los elementos más significativos en lo que acontece en Cachemira ha sido el silencio y la indiferencia casi totales de los Gobiernos y la prensa en occidente. Las principales cadenas de difusión en Estados Unidos han ignorado la represión masiva casi en su totalidad, mientras que la cobertura en los principales diarios ha sido superficial y esporádica.

El Departamento de Estado de Estados Unidos emitió una declaración blanda que declara, “Señalamos que el Gobierno indio ha descrito estas acciones como una cuestión estrictamente interna”.

¿Cuál sería la reacción si hubiera ocurrido una represión similar en Rusia, China, Irán o Venezuela? ¿Hay duda alguna que habría una cobertura de pared a pared, denuncias enérgicas e incluso amenazas de intervención militar por parte de Washington? Una vez más, los eventos han probado que los “derechos humanos” son solo un tema de interés cuando sirven para avanzar las guerras neocoloniales de cambio de régimen o la ofensiva del imperialismo estadounidense contra sus “rivales estratégicos”, Rusia y China.

Los principales Gobiernos capitalistas en Estados Unidos, Europa y más allá tienen razones económicas y geoestratégicas para ignorar la represión masiva en Cachemira. Encabezados por Washington, todas las principales potencias occidentales están buscando convertir a India en un contrapeso militar-estratégico ante la influencia china en Asia. El Gobierno ultraderechista de Modi ha colaborado plenamente en estos esfuerzos, abriendo el acceso a los puertos y las bases indias para los buques y aviones de guerra estadounidenses, uniéndose a la alianza estratégica cuadrilateral con Japón y Australia y que encabeza Estados Unidos, y así convirtiendo a India en un Estado en la línea frontal de la confrontación estadounidense con Beijing.

Sin embargo, hay una razón más fundamental detrás del silencio de los Gobiernos capitalistas occidentales respecto a la represión de Modi. Todos se ven a ellos mismos empleando métodos similares para aplastar el malestar social en sus respectivos países y, sin duda, han realizado preparativos importantes en esta dirección.

El Gobierno de Donald Trump en Estados Unidos ha empleado métodos cada vez más autoritarios para consolidar una dictadura presidencial basada en el apoyo de elementos ultraderechistas y fascistizantes, mientras utiliza medidas policiales-estatales para reprimir a los refugiados e inmigrantes. En Francia, Emmanuel Macron ha “normalizado” sus poderes de emergencia y los ha utilizado para imponer ataques sociales vastos, movilizando al ejército contra los manifestantes de los “Chalecos Amarillos” y expresando su admiración hacia el dictador pronazi, Philippe Pétain. El Gobierno de Angela Merkel ha cultivado y protegido a la extrema derecha en Alemania, incluyendo a las turbas fascistas y a los apologistas abiertos de Hitler, mientras preside el surgimiento del partido ultraderechista AfD como el principal partido de oposición en el Parlamento.

En todas partes, las formas democráticas de gobierno se están resquebrajando bajo el impacto de una desigualdad social sin precedentes y creciente. Las oligarquías capitalistas están girando una vez más hacia las dictaduras abiertas y el fascismo en respuesta a la intensificación de la crisis económica mundial, la expansión de las guerras comerciales y los conflictos geoestratégicos y, ante todo, el resurgimiento de la lucha de clases a una escala global.

Ningún trabajador debería ver la brutal represión en Cachemira y pensar, “eso nunca podría pasar aquí”. El corte del acceso al internet, la inundación de las calles con tropas, la imposición de toques de queda a todas horas, los disparos contra manifestantes —y mucho peor— pueden ocurrir y ocurrirán en Estados Unidos, Francia, Alemania, Reino Unido y prácticamente cualquier otro país, fuera de una intervención política independiente de la clase obrera a una escala internacional con base en un programa socialista para derrocar el capitalismo.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 17 de agosto de 2019)

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