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Perspectiva

Despidos masivos para los trabajadores; millones para los ejecutivos de GM, Ford y Chrysler

El próximo mes, con la expiración del contrato laboral de 155.000 trabajadores automotores estadounidenses en Ford, GM y Chrysler, los ejecutivos automotrices exigirán una vez más que los trabajadores sacrifiquen sus propios niveles de vida por el “bien de la compañía”.

Se avecinan tiempos económicos difíciles, dirán las empresas. Las empresas automotrices tienen efectivo limitado y necesitan arcas más grandes de dinero para hacer frente a una economía global turbulenta, mayor competición global y la perturbación ocasionada por vehículos eléctricos y sin conductor.

Si los trabajadores no quieren ver más despidos —como los miles que ya ocurrieron este año en GM— más vale que trabajen horas más largas, arduas y por menos dinero. El sindicato United Auto Workers (UAW), cuyos ejecutivos aceptaron sobornos de las empresas automotrices, dirá que los trabajadores no tienen otra opción más que aceptar las demandas de las empresas.

Sin embargo, el hecho es que cada dólar que les quiten a los trabajadores por medio de recortes se utilizará para recompras de acciones, especulación financiera y los yates y mansiones de los ejecutivos corporativos y los milmillonarios capitalistas cuyos intereses representan.

Los ingresos de los CEO crecieron 1000 por ciento mientras los salarios de los trabajadores aumentaron 11,9 por ciento entre 1978 y 2018

Esto quedó en claro en un nuevo reporte del Economic Policy Institute sobre remuneraciones a ejecutivos, donde muestran que el pago a los CEO o directores ejecutivos de las mayores 350 empresas aumentó 1,000 por ciento durante las últimas cuatro décadas, mientras que los salarios de los trabajadores se han estancado.

El CEO promedio recibió tan solo $17,2 millones por año, según el reporto, lo que significa que él o ella recibe en un día lo que gana un trabajador promedio en un año.

La CEO de GM, Mary Barra, encarna la desigualdad social que prevalece en la sociedad estadounidense. El año pasado, Barra recibió $21,87 millones en remuneraciones ejecutivas, 281 veces el salario promedio de un empleado de GM y casi 600 veces lo que recibe un empleado con salario base.

CEO de GM, Marry Barra- Crédito: GM

En noviembre, Barra anunció que GM cerraría cinco plantas en Estados Unidos y Canadá, llevando a cabo 6.000 despidos. Esto ha incluido el cierre de las plantas de ensamble de Detroit Hamtramck y la de transmisiones en Warren, ambas en la región metropolitana de Detroit.

Esto fue seguido por una “consolidación” masiva de empleados oficinistas que consistió en 8.000 despidos.

Las ganancias de la empresa el año pasado fueron de $10,8 mil millones, lo suficiente para pagarles salarios anuales a aproximadamente 300.000 nuevos empleados. Pero, en cambio, la empresa ha llevado despidos masivos. El dinero extraído con el sudor de los trabajadores fue entregado a los ejecutivos y accionistas.

El CEO de Ford, Jim Hackett recibió $17,8 millones el año pasado, mientras que el CEO de Fiat Chrysler (FCA) tiene previsto recibir $14 millones este año. Matthew Simoncini, el CEO de la empresa de autopartes Lear, recibió más de $32,4 millones, un aumento de 14 por ciento en el último año.

El CEO de Tela, Elon Musk, recibió la enorme suma de $2,2 mil millones el año pasado a fin de, como lo señaló la junta directiva de Tesla, “motivar al Sr. Musk a continuar… encabezando a Tesla a largo plazo”.

El año pasado, Tesla anunció que recortaría su fuerza laboral 9 por ciento, seguido por otro 7 por ciento este año, como parte de una masacre de empleos continua.

En toda la economía, los ejecutivos directivos están siendo compensados con millones por presidir despidos masivos. El CEO de US Steel, David B. Burritt, quien recibió más de $11 millones el año pasado, acaba de anunciar cientos de despidos con el cierre de la planta fundidora en Ecorse, Michigan.

En total, los CEO de las 350 empresas más grandes de EUA recibieron 278 veces más que el empleado promedio, según el reporte del EPI. En comparación un CEO promedio recibía 20 veces lo que ganaba un empleado típico en 1965.

Entre 1978 y 2018, la remuneración de los CEO ha incrementado 1.000 por ciento, o más de diez veces. Por el contrario, los salarios de los trabajadores apenas aumentaron 11.9 por ciento durante el mismo periodo.

Diferencia de salario entre CEO y trabajador en 1978 y en 2018

En medio de un mercado bursátil alimentado por la impresión de dinero por parte de la Reserva Federal, los ingresos de los directores ejecutivos han visto un aumento del 50 por ciento durante la “recuperación” económica que siguió el derrumbe financiero de 2008. Durante el mismo periodo, los salarios de los trabajadores aumentaron solo 5 por ciento. Según el EPI, los salarios realmente cayeron entre 2017 y 2018.

La desigualdad social se ha disparado por décadas según la clase capitalistas ha logrado rebajar los salarios, destruir los beneficios de salud de los trabajadores y empeorar las condiciones laborales.

Este es un fenómeno global. Este año, para citar un ejemplo, el milmillonario francés del sector de diseño de ropa, Bernard Arnault, se convirtió en la tercera persona cuyo patrimonio neto supera los $100 mil millones, tras haber obtenido unos $25 mil millones solo el año pasado. La fortuna de Arnault es igual ahora al 3 por ciento de la producción total del país en un año.

La respuesta de la clase gobernante, especialmente en EUA, a la erosión del dominio económico del capitalismo a fines de los años sesenta y setenta fue lanzar una política de guerra de clases, desindustrialización y financiarización. El papel de la figura “célebre” del CEO, encarnada en Lee Iacocca de Chrysler, fue encabezar esta ofensiva y servir como representantes de Wall Street en las juntas corporativas, por lo cual fueron recompensados generosamente.

Los sindicatos han sido socios de los capitalistas en su lucha contra los trabajadores. El UAW y los otros sindicatos aprobaron un sinfín de cierres de plantas, despidos masivos y recortes a prestaciones, todo en nombre de hacer más “competitivas” a las empresas y defender los “empleos estadounidenses”. Se transformaron hace mucho en agentes de las empresas y el Estado.

La mayor exposición de lo que los sindicatos se han vuelto es el United Auto Workers, cuyos líderes fueron imputados por aceptar millones de dólares en sobornos de las empresas automotrices a cambio de asegurar la aprobación de contratos favorables a las corporaciones por encima de la oposición de los trabajadores.

Sean cuales fueren sus diferencias tácticas, los demócratas y los republicanos están igual de comprometidos con las políticas que aumentan la desigualdad social y con la defensa del sistema capitalista responsable de estas políticas. Mientras el Gobierno de Trump se dedica ante todo a mantener el ascenso continuo de la bolsa de valores, los demócratas están aterrados más que nada a una explosión de la oposición social en la clase trabajadora.

Presidente del UAW, Gary Jones, y CEO de GM, Mary Barra, se dan la mano para inaugurar la negociación del contrato de 2019- Crédito: GM

Las mismas condiciones que han creado una desigualdad social sin precedentes están produciendo protestas y huelgas masivas en todo el mundo, desde Hong Kong a Puerto Rico, desde Francia a África. En Puerto Rico, días de protestas masivas obligaron a la renuncia del gobernador, un títere corrupto de Wall Street.

Y en enero, mientras los trabajadores automotores combatían los despidos masivos en Detroit, decenas de miles de trabajadores iniciaron una huelga en las fábricas de autopartes en México. Varios trabajadores mexicanos con consciencia de clase enviaron saludos a los trabajadores automotores estadounidenses y los llamaron a unirse a la lucha.

Frente a una batalla crítica que se avecina para los trabajadores automotores estadounidenses, los trabajadores deben entender que no están luchando solo por ellos mismos y sus familias, sino por todos los trabajadores: en Estados Unidos, América del Norte y el resto del mundo.

El antídoto a la desigualdad social es la lucha de clases. Pero las luchas venideras solo serán exitosas si se libran con una nueva estrategia: en oposición al nacionalismo y a los apologéticos del capitalismo en los sindicatos y a favor de la unidad internacional de la clase obrera contra el capitalismo.

La lucha contra la desigualdad social exige la construcción de una nueva dirección política, el Partido Socialista por la Igualdad, para organizar y unir las luchas de los trabajadores con base en un programa revolucionario. El sistema de lucro capitalista debe ser reemplazado con una sociedad socialista basada en la igualdad, la planificación internacional y el control democrático de la producción.

(Publicado originalmente en inglés el 19 de agosto de 2019)

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