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Perspectiva

El cierre del Parlamento por parte de Johnson: la clase gobernante británica declara la guerra a los derechos democráticos

La decisión del primer ministro Boris Johnson de suspender el Parlamento es un ataque histórico contra los derechos democráticos y un intento de imponer a la fuerza una agenda de brexit que tendrá consecuencias devastadoras para los trabajos y niveles de vida de la clase obrera.

Enfrentándose a planes de una mayoría de parlamentarios para prevenir al menos un brexit sin acuerdo —dejando la UE sin un arreglo comercial ni aduanero—, Johnson ha decidido suspender el Parlamento en funciones el 9 de septiembre por un periodo de cinco semanas para que cualquier acuerdo al que llegue con Bruselas o la salida sin acuerdo sea un hecho consumado el 31 de octubre.

Los pasos de Johnson de hacer añicos las normas constitucionales británicas son parte de un asalto global contra los derechos democráticos. En todo el mundo, las élites gobernantes, enfrentadas a una crisis social, política y económica intratable, están recurriendo a formas de gobierno cada vez más autocráticas y dictatoriales. La suspensión de “la madre de todos los Parlamentos” está hecha de la misma tela que el gobierno por decreto de emergencia de Trump y la expansión de los poderes policiales-estatales y el rearme militar en Alemania, Francia y el resto de Europa.

En todo el continente europeo, la respuesta de los Gobiernos al

El presidente Donald Trump y el primer ministro Boris Johnson (izquierda) conversan con los medios antes de un desayuno de trabajo en el Hotel du Palais en torno a la cumbre del G7 en Biarritz, Francia (crédito: Erin Schaff, New York Times, Pool)

recrudecimiento de la crisis del capitalismo mundial ha sido más austeridad, el fomento del nacionalismo y la xenofobia antiinmigrante, el giro a formas autoritarias de gobierno y la promoción de la derecha fascista.

Johnson opera a instancias de aquella sección de la clase gobernante británica que ve en dejar la UE la forma de completar la “revolución de Thatcher”. Su objetivo es consolidar a Reino Unido como un paraíso fiscal sin restricciones a la explotación de la clase obrera y con la destrucción o privatización de lo poco que queda del Estado de bienestar. La piedra angular de su perspectiva es una alianza política y militar con el Gobierno de Trump en Estados Unidos, diseñada para proyectar las ambiciones imperialistas británicas en el mundo.

La suspensión del Parlamento por parte de Johnson expone la agenda antidemocrática y nacionalistas de todas las facciones de la clase gobernante británica que apoyaron el brexit. Muchos trabajadores que votaron por el brexit lo hicieron para dar expresión a su hostilidad hacia la élite gobernante en Westminster que ha presidido la transformación de gran parte de las aglomeraciones urbanas más importantes del país en desiertos industriales. Pero este sentimiento fue explotado por los conservadores pro- brexit y Nigel Farage, en ese entonces el líder del Partido de la Independencia de Reino Unido (UKIP, por sus siglas en inglés). Afirmaron que “liberarse” de Bruselas y llevar a cabo medidas antiinmigrantes proveería fondos para el Servicio Nacional de Salud y “trabajos británicos para los trabajadores británicos”. Esta fue la mayor mentira de todas. El brexit significará más austeridad, el giro a la represión estatal y el envenenamiento de la sociedad con xenofobia y nacionalismo.

La suspensión de Johnson del Parlamento muestra que no hay línea que no cruzara para suprimir la oposición política y social generada por la salvaje austeridad sobre la cual depende la “competitividad global” británica post- brexit. La “Operación Yellowhammer” advierte sobre “un aumento en el desorden público”, “tensiones comunitarias” y huelgas. Para enfrentar esta amenaza, se movilizarán 10.000 policías antidisturbios, reforzados por 30.000 tropas regulares y 20.000 reservas.

El reconocimiento de la grave amenaza a los derechos democráticos y los niveles de vida ha generado oposición política contra Johnson entre los millones de trabajadores y jóvenes. Pero la tarea política decisiva que enfrentan todos los que están entrando en lucha contra Johnson es una orientación a la clase obrera internacional en una lucha independiente de todas las facciones de la élite gobernante.

La facción anti- brexit de la burguesía británica, pese a que maquilla sus políticas con menciones de la santidad del Parlamento, no es menos hostil a la clase obrera y a los derechos democráticos que el propio Johnson. Está compuesta de conservadores anti- brexit que hasta 2016 eran aliados cercanos a los simpatizantes del brexit, los liberales demócratas que estaban en coalición con ellos hasta 2015 y los títeres blairistas de las corporaciones. Solo se diferencian en que defiendan a la UE porque su visión empresarial y financiera dominante es que la membresía y el acceso al mercado único europeo es la mejor forma de perseguir las medidas de guerra económica de Reino Unido, mientras le ofrecen a Washington ser su principal aliado en el continente. Si fueran a ganarle la partida a Johnson, la ofensiva contra la clase obrera no sería menor, como fue probado en Grecia, Portugal y España, donde la austeridad fue impuesta por medio de dictados de la UE.

Nadie debería tener ilusiones en que el ala “anti- brexit ” de la clase gobernante británica protegerá los derechos democráticos de los trabajadores. Por toda Europa, las alas pro-UE de la clase gobernante europea han llevado a cabo ataques amplios contra la democracia, desde la promoción de neofascistas a los niveles más altos del Estado por parte de la gran coalición oficialista en Alemania, hasta la represión de Emmanuel Macron contra protestas pacíficas en Francia y sus tributos al colaborador nazi y dictador Philippe Pétain.

El papel político más insidioso es el desempeñado por el líder laborista, Jeremy Corbyn. Fue elegido con base en promesas de que derrotaría la austeridad y el militarismo, pondría fin al dominio blairista del Partido Laborista y combatiría a los conservadores. Por cuatro años, ha respondido a cada ataque de los blairistas y la prensa derechista con esfuerzos para convencer a sus críticos en que podrán confiar en que su Gobierno defendería los intereses del capital. Ahora, está ofreciendo encabezar un “Gobierno provisional” para unir a todos los partidos de oposición al brexit, en alianza con los conservadores pro-UE y para posponer el brexit más allá del 31 de octubre. Actuaría como un frente para un Gobierno de facto no elegido de unidad nacional en alianza con fuerzas derechistas. Esto serviría para profundizar las divisiones en la clase obrera en torno al brexit y para fortalecer a las fuerzas ultraderechistas agrupadas en torno a Johnson.

Los banqueros de la City de Londres entienden el papel de Corbyn muy bien, por lo cual el Financial Times escribió un editorial en que escribió: “Aquellos opuestos a un brexit sin contrato deben poner de lado sus diferencias y aprobar una moción de no confianza en el Gobierno. Esto es inaceptable para incluso los conservadores más fervientemente opuestos al brexit y a otros como los liberales demócratas, ya que expulsar al Sr. Johnson a tiempo para afectar el proceso del brexit quizás también requiera la creación de un Gobierno provisional bajo el laborista Jeremy Cobyn —un resultado que temen correctamente—. Sin embargo, la principal prioridad debe ser proteger la democracia británica”.

El objetivo de la facción anti- brexit de la clase gobernante no es proteger la democracia, sino los intereses de la propia City de Londres. La última vez que la élite gobernante británica recurrió a un Gobierno de unidad nacional fue en 1931, cuando el líder laborista Ramsay MacDonald se unió a los conservadores para supuestamente combatir el impacto del derrumbe de Wall Street. La clase obrera pagó el precio con desempleo masivo, la aparición de la Unión Británica de Fascistas de Oswald Mosley como eco de los regímenes fascistas en Alemania y Francia, y el sufrimiento para la humanidad solo ocho años después de los horrores de la guerra mundial.

En sus escritos en 1929, León Trotsky analizó un continente europeo en que la democracia ya estaba cediendo a dictaduras en un país tras otro:

“Las instituciones democráticas han demostrado que no pueden aguantar la presión de las contradicciones contemporáneas, sean internacionales o internas o, más frecuentemente, ambos una combinación de ambas. Sea esto bueno o malo, es un hecho.

“Como analogía con la ingeniería eléctrica, la democracia podría definirse como un sistema de interruptores de seguridad y tableros de circuitos para protección contra recargas de corriente de las luchas nacionales y sociales. Ningún periodo de la historia humana ha estado ni remotamente tan recargado de antagonismos como el nuestro. La recarga de circuitos ocurre cada vez más frecuentemente en diferentes puntos de la red eléctrica europea. Bajo el impacto de las contradicciones de clases e internacionales que están demasiado recargadas, los interruptores de seguridad de la democracia se queman o explotan. Esto es esencialmente lo que representan los cortos circuitos de la dictadura”.

Esta descripción de la situación global aplica hoy. La crisis del brexit solo es una manifestación de cómo el recrudecimiento de los conflictos interimperialistas en busca del control de los mercados y recursos esenciales provocan guerras comerciales y conflictos militares acompañados por un crecimiento sin precedentes de la desigualdad social que ha llevado los antagonismos de clase a un punto de quiebre.

Al mismo tiempo, los trabajadores han entrado en lucha por todo el mundo: desde China a India, a los “chalecos amarillos” en Francia, la lucha por derechos democráticos en Hong Kong y Puerto Rico y la huelga de trabajadores de autopartes en México y el latente movimiento de huelgas de los trabajadores automotores en Estados Unidos. Es precisamente hacia esta fuerza social, la clase obrera internacional, que los trabajadores en Reino Unido pueden orientarse en su lucha por defender sus derechos sociales y democráticos.

El único camino hacia adelante para los trabajadores en Reino Unido es el rechazo de toda alianza con las secciones pro y anti- brexit de la clase gobernante. En cambio, deben luchar por el desarrollo de un movimiento político independiente de la clase obrera en Reino Unido, toda Europa e internacionalmente por el socialismo, lo que se expresa en la demanda de los Estados Socialistas Unidos de Europa.

(Publicado originalmente en inglés el 30 de agosto de 2019)

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