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Perspectiva

¡La vida de Julian Assange está en peligro!

En una entrevista con el World Socialist Web Site la semana pasada, John Shipton, el padre del fundador de WikiLeaks, Julian Assange, habló sobre el temor de que su hijo “pueda morir” como resultado de las condiciones bajo las cuales será encarcelado en la prisión Belmarsh en Londres.

La declaración de Shipton no es una exageración. Otros que lo han visitado desde que lo enviaron a Belmarsh han hecho advertencias serias sobre la salud física y mental de Assange, incluyendo su hermano Gabriel Shipton, el periodista y cineasta John Pilger, la diseñadora Vivienne Westwood, la actriz Pamela Anderson y el reportero especial sobre tortura de las Naciones Unidas, Nils Melzer.

La conclusión que debe extraerse es que Julian Assange, un ciudadano australiano, periodista y editor responsable de exponer los crímenes de guerra de EUA en Afganistán e Irak, las intrigas diplomáticas y la corrupción de los Gobiernos en todo el mundo y el alcance del espionaje y las operaciones clandestinas de la CIA, es la víctima de un intento de asesinato a paso lento a manos de los aparatos estatales de Estados Unidos, Reino Unido y Australia.

El fundador de WikiLeaks, Julian Assange, siendo transportado en un vehículo policial a una audiencia [crédito: AP Photo/Matt Dunham]

Hay gran evidencia para acusar a Washington, Londres y Canberra de calcular que la muerte de Assange es preferible a los años cargados de tensiones políticas que tomará el proceso de extraditarlo de Reino Unido a EUA para un juicio fraudulento bajo cargos de espionaje.

Assange está siendo mantenido en confinamiento solitario de 21 a 23 horas por día. Prácticamente no tiene acceso a información o llamadas telefónicas, una biblioteca y, ante todo, interacciones humanas fuera de los guardias. Cuando deja su celda, le previenen hablar con los internos y permanece solo el poco tiempo afuera. Le permiten solo dos horas de visitas personales por mes e incluso éstas son objeto de interferencias provocadoras de las autoridades carcelarias. Ha sufrido una fuerte pérdida de peso y, según aquellos más cercanos a él, ha mostrado señales de desorientación mental, a pesar de su determinación a mantenerse fiel a sus principios y acciones.

Este tratamiento está siendo infligido a un hombre cuya persecución se debe al “crimen” de decir la verdad. Desafió el poder opresor del Estado estadounidenses y sus aliados y por ende ha sido sometido a una campaña interminable de calumnias personales y persecución estatal.

Los abusos en Belmarsh contrastan con el trato dado al fascista inglés sentenciado, Tommy Robinson, quien le agradeció públicamente al gobernador de la prisión por el grado de libertades que tuvo, como visitas y atención personal en las 10 semanas servidas de una sentencia privativa de libertad de 19 semanas.

Assange fue llevado a la prisión de máxima seguridad el 11 de abril, después de que el Gobierno ecuatoriano renegara su asilo político que le concedió dentro de su embajada en Londres. Buscó santuario en un pequeño edificio el 17 de junio de 2012 solo después de que las cortes británicas defendieran repetidamente, en una serie de parodias judiciales, una orden de extradición a Suecia para responder a preguntas —ni siquiera cargos— sobre acusaciones fabricadas de abuso sexual.

El único motivo detrás de la persecución sueca de Assange era extraditarlo a EUA. Es ampliamente reconocido que un gran jurado secreto convocado en Virginia por el Gobierno de Obama a fines de 2010 imputó a Assange por la publicación de WikiLeaks de los secretos militares y diplomáticos estadounidenses filtrados por la denunciante Chelsea Manning.

Por casi siete años, Assange perduró lo que la ONU calificó formalmente de “detención arbitraria” y “tortura” por parte de Reino Unido. Las autoridades británicas rechazaron las solicitudes de que le permitieran dejar la pequeña embajada para recibir luz solar y cuidado médico sin el peligro de ser arrestado inmediatamente. Las protestas de la ONU fueron ignoradas.

Incluso después de que se abandonara la investigación fraudulenta contra Assange de Suecia en 2017, el Gobierno británico no desistió. Por el contrario, colaboró cuando Washington presionó a Ecuador para que le quitara todas las comunicaciones a Assange y, en última instancia, para que eliminara su oferta de asilo. Durante todo este tiempo, varios Gobiernos australianos, como parte de la sórdida alianza estratégica con EUA, apoyaron plenamente las violaciones flagrantes de los derechos y libertades de su propio ciudadano y se rehusaron a decir algo en su defensa.

El periodo privativo de libertad de la vengativa e inusual sentencia de 50 semanas contra Assange por infringir los términos de su fianza acabó el 22 de septiembre. Bajo circunstancias normales en un caso tan menor relacionado con una fianza, la persona habría sido liberada. Pero, en el caso de Julian Assange, nada ha procedido de forma “normal”. Los derechos democráticos y legales fundamentales y, en algunos casos, de cientos de años de antigüedad, han sido arrojados por la borda.

El ejemplo más reciente, ya que son demasiados para un solo artículo, fue cuando la jueza británica Vanessa Baraitser bloqueó el 13 de septiembre incluso la aplicación para la liberación de Assange y ordenó que permanezca encarcelado bajo el pretexto de que “se ocultaría de nuevo” de un juicio de extradición, cuyo inicio está programado para el 25 de febrero de 2020.

El fallo condenó efectivamente a Assange a la prisión Belmarsh por años. Se esperaría que su equipo legal utilice todas las instancias de apelaciones hasta la máxima corte para prevenir su entrega a EUA, donde se enfrenta a una cadena perpetua de 175 años bajo 17 cargos de espionaje y uno de conspiración.

En un acto de brutalidad pura, Chelsea Manning fue reencarcelada por las cortes estadounidenses por rehusarse a rendir testimonio ante un gran jurado convocado por el Gobierno de Trump para imputar a Assange. Podría permanecer encarcelada hasta fines de 2020 cuando el gran jurado acabe su término de 18 meses. Además, está siendo penalizada con $1,000 por día, lo que amenaza con incurrirle una deuda de casi $540.000 en multas y una bancarrota financiera. El Estado estadounidense está intentando obligarla a retractar la evidencia que presentó varias veces de que Assange no tuvo ningún papel en obtener la información filtrada.

La clase obrera internacional es la única fuerza que puede obligar a los Gobiernos de EUA, Reino Unido y Australia a poner fin a su persecución colectiva de Julian Assange y Chelsea Manning. Se debe forjar un movimiento en todo el mundo orientado a la movilización independiente de los trabajadores y jóvenes en forma de protestas, huelgas y otras acciones industriales políticas para exigirles a los Gobiernos a que tomen acciones para liberarlos.

Los llamados a la consciencia moral de los Gobiernos de EUA, Reino Unido y Australia son peor que inútiles. Estos Gobiernos defienden los intereses de clase de la élite gobernante imperialista y buscan destruir a toda la prensa independiente que exponga las mentiras detrás de sus guerras, intrigas y otros crímenes. WikiLeaks, Assange y Manning están siendo perseguidos para intimidar y silenciar a otros futuros denunciantes, periodistas de principios y promotores del cambio político y social.

El Partido Demócrata en EUA, con la complicidad de Bernie Sanders y la disque “izquierda” demócrata, han estado al frente de los intentos de extraditar a Assange.

En Reino Unido, no se le puede dar ninguna confianza al Partido Laborista ni a su líder Jeremy Corbyn, quien ha estado apoyando completamente por medio de su silencio la charada judicial para justificar la rendición ilegal de Assange a EUA.

En Australia, ningún partido parlamentario está exigiendo que el Gobierno cese su colaboración con la persecución de uno de sus ciudadanos por parte de Reino Unido y Estados Unidos. En el caso de Los Verdes Australianos, están tan decididos a evitar cualquier crítica de la cúpula política y mediática oficial que está desafiando el sentimiento de sus miembros de base.

Las burocracias sindicales, las cuales son plenamente proempresariales y corruptas, han rechazado cualquier esfuerzo para oponerse al flagrante ataque a los derechos democráticos en marcha.

Es incluso más evidente el silencio de las organizaciones pseudoizquierdistas internacionalmente. Toda una gama de dichas formaciones —como los Democratic Socialists of America (Socialistas Democráticos de Estados Unidos), el Socialist Workers Party (Partido de los Trabajadores Socialistas) y el Socialist Party (Partido Socialista) británicos, y Socialist Alliance (Alianza Socialista) y Socialist Alternative (Alternativa Socialista) en Australia— hacen boicots contra cualquier acción en defensa de Assange para no perjudicar sus relaciones serviles a los partidos de la élite política y los sindicatos.

La campaña para liberar a Assange y Manning es inseparable de la lucha por una rebelión contra los aparatos políticos y sindicales, que buscan mantener a la clase obrera amarrada al capitalismo. La campaña por su defensa debe ser orientada hacia los lugares de trabajo, las universidades y colegios, así como a los suburbios de clase obrera.

Esta es la orientación del World Socialist Web Site y los Partidos Socialistas por la Igualdad. Apelamos a la más estrecha colaboración de todos aquellos preparados para combatir el dominio burocrático de las odiadas organizaciones proimperialistas sobre la clase obrera para desatar el poder pleno de su fuerza para prevenir la persecución estatal y el peligro del asesinato de Julian Assange.

(Publicado originalmente en inglés el 7 de octubre de 2019)

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