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De los archivos del World Socialist Web Site

Ochenta y dos años de la huelga de brazos caídos en Flint

Con 48.000 trabajadores de la GM implicados en la huelga nacional más larga de la industria automotriz en casi medio siglo, es valioso estudiar la lucha heroica de los trabajadores de la GM durante la huelga de brazos caídos de 1936-37 en Flint, Michigan. El 11 de febrero de 2019 marcó el 82 aniversario de la victoria de la huelga, que fue un importante punto de inflexión en la larga lucha por la organización industrial de los trabajadores de los EEUU.

A continuación estamos publicando de nuevo el artículo en dos partes que apareció originalmente en el WSWS en inglés en febrero de 2017 para marcar el 80 aniversario del final de la huelga. * * *

El 11 de febrero marcó el 80 aniversario de la victoria de la huelga de brazos caídos en Flint. La batalla de 44 días por parte de los trabajadores del automóvil duró del 29 de diciembre de 1936 al 11 de febrero de 1937. Obligó a la General Motors, por entonces la empresa industrial más grande del planeta, a reconocer al sindicato recién fundado United Auto Workers.

“La revuelta, que ninguna burocracia pudo contener, fue encabezada por gente nueva —los jóvenes trabajadores de la producción en masa, los nuevos jóvenes militantes de quienes nadie nunca había oído hablar”, escribió el trotskista estadounidense James P. Cannon sobre la huelga. Esta revuelta de los “hombres de ninguna parte”, dijo Cannon, era impulsada por las “injusticias implacables e irreconciliables hacia los trabajadores: su protesta contra el maltrato, los acelerones, la inseguridad; la revuelta contra su estatus de parias”.

Huelguistas relajándose en asientos de coches durante la ocupación

Los trabajadores que fueron los “creadores verdaderos” de los nuevos sindicatos industriales de masas, añadió Cannon, tenían que separarse de los “impostores obreros conservadores de la AFL antes de poder consolidar sindicatos suyos propios”.

Conocida durante mucho tiempo como “la huelga de la que todo el mundo oyó hablar”, la sentada en Flint fue dirigida por socialistas y militantes de izquierdas que entendieron el conflicto irreconciliable que existía entre los intereses de la clase trabajadora —cuyo trabajo colectivo produce la riqueza de la sociedad— y los propietarios capitalistas cuyas ganancias se basan en la explotación del trabajo. Los más políticamente conscientes también entendieron que tanto los demócratas como los republicanos eran partidos capitalistas que emplearían la violencia para defender la propiedad y las ganancias de la clase dirigente.

Los trabajadores del automóvil de hoy y otros obreros han estado en buena medida desconectados de esta historia debido a los esfuerzos de décadas que hace el UAW por erradicar cualquier apariencia de consciencia de clase, con más razón la oposición socialista al capitalismo. Los funcionarios del UAW promocionan sin parar el evangelio enfermizo de la “sociedad” obrero-patronal, que niega que los trabajadores tengan cualesquiera intereses que no sean los de los capitalistas o que sean antagonistas a estos. Ello va de la mano con el apoyo del UAW del capitalista Partido Demócrata y su promoción del nacionalismo para dividir a los trabajadores estadounidenses de sus hermanos y hermanas de clase del resto del mundo.

Para marcar el aniversario, el presidente del UAW Dennis Williams dijo, “Hay muchas lecciones que sacar de la huelga de brazos caídos de Flint, pero la más grande es que la solidaridad obrera es la manera como mantenemos nuestro asiento en la mesa de negociaciones”. Tales comentarios harían que los huelguistas originarios se revolvieran en sus tumbas.

Huelguistas cuelgan una efigie de GM en las ventanas de la planta [Photo: Walter P. Reuther Library, Archives of Labor and Urban Affairs, Wayne State University]

El UAW ha mantenido su “asiento en la mesa” confabulándose con los mandamases de la industria automovilística para destruir todo aquello por lo que luchó una generación anterior de trabajadores. Ha colaborado en el cierre de cientos de fábricas y en el diezmo de ciudades enteras, incluyendo a Flint, dividiendo a los trabajadores los unos contra los otros con salarios y sistemas de prestaciones multiniveles. Con la ayuda del UAW, GM ha creado una fuerza laboral temporal en gran medida desechable que tienen tan poca seguridad en el empleo como los trabajadores de la GM contratados y despedidos a discreción antes de la huelga de brazos caídos.

El UAW sí tiene, sin embargo, un asiento en la junta de directores de GM, que votó el mes pasado aumentar la paga de muchos miles de millones de dólares a inversores ricos mientras liquidaba los empleos de 3.300 trabajadores de la GM, incluyendo a 1.300 de la planta de Ensamblaje Detroit-Hamtramck de GM el mes siguiente. Después de décadas de degeneración, el UAW se ha vuelto un negocio —con la propiedad del paquete de acciones más grande de GM y todo. Una nueva generación debe construir genuinas organizaciones de lucha, comités de base de fábrica, para librar una lucha por defender sus empleos, los niveles de vida y los derechos sociales.

El incipiente UAW de 1936, sin embargo, era una organización muy diferente. Tenía un nivel de debate interno y democracia de base, incluyendo facciones socialistas activas, que serían irreconocibles para cualquier miembro de sindicato actual. Aquel año, delegados a su convención nacional votaron para apoyar la formación de un Partido Laborista, independiente de los dos partidos capitalistas.

¿A qué condiciones se enfrentaban los trabajadores en 1936-37?

Cincuenta mil de los 150.000 trabajadores por hora de la GM trabajaban en Flint —una ciudad de la compañía donde GM controlaba la policía, los jueces, los políticos y los medios de noticias. Los trabajadores eran esencialmente trabajadores por el día sin seguridad en el empleo que estaban sometidos a acelerones brutales. Como describió un testigo, “Los hombres trabajaban como amigos, con los dientes apretados y los ojos encendidos. Para ellos no existía ninguna otra cosa en el mundo excepto los chasis de línea viniéndoseles encima constantemente”. En julio de 1936, cuando las temperaturas llegaban a más de 100 grados, las muertes en las plantas automovilísticas de Michigan subían a los centenares.

El trabajador medio se llevaba a casa $900 al año, en una época en la que el gobierno informaba de que se necesitaban $1.600 como los ingresos mínimos para que una familia de cuatro personas viviera decentemente. Los trabajadores no tenían garantías de volver a ser contratados después de la transición anual de los modelos viejos a los nuevos, que duraba de tres a cinco meses sin seguro de paro. En cambio, se veían obligados a pedir préstamos a la empresa que estaban obligados a pagar si eran recontratados, lo que tenía como resultado un recorte salarial de facto del 10 por ciento.

Como uno de los participantes originales de la ocupación, Ken Malone le dijo al Bulletin, uno de los predecesores del World Socialist Web Site, en 1986, que los trabajadores también estaban sometidos a una terrible extorsión bajo el sistema de capataces. “Para conservar tu empleo hacías cualquier cosa que te pedía el capataz. Si te ibas de caza le traías un trozo de venado; si te ibas de pesca, él se quedaba con el pescado más grande; si tenías huerta, él siempre recibía una cesta de verduras de allí. Y las mujeres: el capataz perseguía a tu propia esposa, y si querías empleo lo dejabas”.

Kenny Malone en 1984

Malone continuó, “Era peor que ser esclavo porque sé por lo que leí sobre ellos que tenían por lo menos un granero donde dormir. Había un desempleo masivo. No solo había hambre, sino que la gente llevaba puestos zapatos muy rotos y no tenía ni chaqueta. Iban en harapos. No había seguro de desempleo. No había fondos de pensión ni prestaciones sociales, y nadie oyó hablar nunca de alguien que se hubiera jubilado”.

La GM estaba resuelta a oponerse a la creación de un sindicato, que sus más altos ejecutivos Alfred Sloan y William Knudsen veían como una amenaza a la propiedad privada y a los derechos de la patronal. La compañía contrató a cientos de espías patronales, y se gastó $839.000 en “trabajo de detective” solo en 1934. GM usó también los servicios de la “Legión Negra”, una escisión del Ku Klux Klan, cuyos matones de toga negra golpeaban, embadurnaban con brea y cubrían de plumas, y mataban a posibles sindicalistas y socialistas. La compañía controlaba el Flint Journal, que constantemente despotricaba contra los “rojos”.

La Batalla del Encierro

Los propietarios del negocio hicieron cuanto pudieron para sembrar divisiones étnicas y raciales entre los trabajadores, que incluían a blancos y negros nacidos en los Estados sureños de los EEUU, junto con grandes números de inmigrantes que no hablaban inglés de Rusia, Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia, Italia y otros países. De los 12.000 trabajadores empleados por la Chevrolet, solo 400 eran negros, y ellos eran confinados a la fundición en Buick y a trabajo de conserjería, sin esperanza de lograr un aumento ni un ascenso. Los socialistas lucharon contra el prejuicio racial y el nativismo, publicando octavillas en varios idiomas para luchar por la unidad de la clase trabajadora.

El desplome de las bolsas de 1929 y la Gran Depresión que siguió llevó al desempleo masivo y a la pobreza, con GM despidiendo a la mitad de su fuerza laboral entre 1928 y 1932. Un repunte en el empleo en 1934 llevó a una militancia obrera creciente. Hubo huelgas generales en Toledo, Ohio; Minneapolis, Minnesota; y San Francisco, que fueron dirigidas por trabajadores izquierdistas del Partido Comunista y el Socialista y, en el caso de la huelga de camioneros de Minneapolis, por trotskistas. Para la época de Flint, huelgas de brazos caídos habían ocurrido en Akron, Ohio; Detroit y South Bend, Indiana, y en Francia y otros países europeos.

Entre los dirigentes clave de Flint estaba Wyndham Mortimer, un trabajador automotor de Cleveland y simpatizante del Partido Comunista, y los miembros del Partido Socialista Sol Dollinger, Kermit Johnson y su esposa de 23 años de edad, Genora (ver el vídeo de la BBC). Estos tres últimos estaban influidos por los escritos de León Trotsky, el colíder de la Revolución rusa y opositor del estalinismo. En 1938 ellos se unieron al Socialist Workers Party, el movimiento trotskista en los EEUU. Walter Reuther, quien también se consideraba a sí mismo socialista y que llegaría a ser presidente de la UAW en 1946, desempeñó un papel marginal.

El 6 de octubre de 1936, Mortimer escribió una carta abierta a los trabajadores de Flint, en la que decía:

“TODOS LOS EXPLOTADORES DEL TRABAJO SE APOYAN MUTUAMENTE. TIENEN CONSCIENCIA DE CLASE. Son conscientes de que los intereses de su CLASE están implicados, y todo el palabrerío patriótico es para el consumo de los tontos, y ellos esperan que seamos tontos. Nosotros, en tanto que trabajadores, también tenemos que llegar a ser conscientes de los INTERESES DE CLASE. Solo de esta manera podemos llegar al panorama verdadero y entender todas las jugadas que se están haciendo en nuestro damero político y económico. Bajo nuestro sistema económico actual, nosotros en tanto que trabajadores solo podemos mejorar nuestra condición mejorando la condición de toda la clase trabajadora”.

La huelga de brazos caídos empezó menos de tres meses más tarde.

El 29 de diciembre de 1936, el día después de que los trabajadores de la GM en Cleveland empezaran una sentada, los trabajadores de Flint bajaron sus herramientas en la planta después de que cinco dirigentes sindicales de la Planta Fisher de Carrocerías Número Dos de GM en Flint fueran despedidos y de que la patronal intentara transferir equipamiento crítico a otras plantas. Con la huelga expandiéndose a otras plantas de la GM en Detroit y otras partes, 200 delegados del UAW se reunieron en Flint, eligieron una junta de estrategia encabezada por Kermit Johnson, y plantearon sus demandas. Estas incluían: que se reconociera al sindicato y un contrato firmado; la abolición del trabajo a destajo; la semana de 30 horas y la jornada de seis horas; paga de una vez y media por horas extra; tarifas mínimas; la recontratación de trabajadores perseguidos; derechos de negociación colectiva exclusivos para el UAW; y participación del sindicato en la regulación de la velocidad de la línea de ensamblaje.

Simpatizantes de la huelga fuera de la planta de la Chevrolet

Knudsen denunció a los huelguistas como allanadores y dijo que no habría conversaciones hasta que no se desalojaran las plantas. GM consiguió una orden del Juez del Condado Edward Black, pero se reveló que el juez poseía 3.365 acciones de la GM por valor de $219.000. Dado que la ley de Michigan prohibía a un juez presidir un caso en el que tuviera algún interés, la orden quedó invalidada.

El 11 de enero de 1937, la “Batalla del Encierro” (también llamada “Batalla de los Toros Corriendo”) tuvo lugar después de que GM cerrara la calefacción y enviara a guardias y policías para impedir que simpatizantes repartieran comida a los huelguistas en el interior. Otros trabajadores luego cargaron, abrumando a los policías, es decir, los “toros”, y abrieron camino a la entrega de comida. Después de que varios contraataques de la policía fueran rechazados por los trabajadores del interior de la planta que tiraban tornillos, bisagras de coche y otros proyectiles de metal, más agua congelada de una manguera, los policías se retiraron.

Después, sin embargo, el gobernador demócrata de Michigan que supuestamente estaba de parte de los trabajadores envió a 1.300 agentes de la Guardia Nacional a Flint, con ametralladoras y obuses de 37 pulgadas. Luego reinició las negociaciones, llegando a un acuerdo con el presidente del UAW Homer Martin para sacar a los trabajadores de la planta por 15 días, mientras tenían lugar negociaciones, tiempo durante el cual GM no intentaría operar la planta. El acuerdo se vino abajo, sin embargo, cuando se descubrió un telegrama de la GM al grupo derechista de justicieros Flint Alliance, que indicó que reconocería como “representantes” al sindicato de la compañía Alliance y al UAW.

Una de las ametralladoras de la Guardia Nacional puesta alrededor de las plantas de la GM

Los trabajadores se negaron a irse de la planta e idearon un plan para tomar la Planta Número Cuarto, la planta de ensamblaje de motores que abastecía las operaciones de Chevrolet en todo el país. Muy consciente de que la GM tendría espías en todas partes, filtraron información en cambio según la cual habían planeado tomar la Planta Nueve. Después de que cientos de guardias descendieran en la Planta Nueve para abordar allí a los huelguistas, los trabajadores en el objetivo verdadero tomaron la planta de motores, paralizando el imperio de la GM.

Como escribió el historiador Robert Conot, “Había una convicción generalizada de que el 1917 estadounidense estaba al alcance de la mano … Para Sloan y Knudsen, el golpe representaba al bolchevismo desenfrenado. El UAW había tomado por la fuerza la propiedad de la General Motors. Si esto no era una revolución, entonces era el preludio de una revolución. La mayor parte de los liberales, aunque apoyaban a los trabajadores, estaban casi tan horrorizados como la patronal a causa de los paros y, especialmente, por la ocupación de la planta. El presidente de la AFL Green creía que eso era indignante. El presidente Roosevelt estaba impactado. El gobernador Murphy la consideraba una traición a su propia imparcialidad fingida. Furioso les dijo a los dirigentes sindicales que si no ordenaban que los hombres salieran, él ordenaría entrar a la Guardia Nacional”.

A medida que se acercaba el plazo, los huelguistas hicieron una declaración desafiante ante otro ataque violento. Pero ellos fueron defendidos por trabajadores que se volcaron a las calles de la ciudad. “Todos los caminos hacia Flint estaban atascados por coches llenos de sindicalistas de Detroit, Lansing, Pontiac y Toledo”, escribió Art Preis. “Más de mil veteranos de Toledo Auto Lite y huelguistas de la Chevrolet estaban a mano. Trabajadores del caucho de Akron y mineros del carbón del área de Pittsburgh se congregaron para defender a los huelguistas de Flint”.

Simpatizantes de la huelga se reúnen fuera de una de las plantas cerradas de la GM (Fuente: Biblioteca Walter Reuther)

“Amenazamos con prender fuego la planta si venía la Guardia Nacional”, dijo Malone. “En la Planta Núm. 8, la Guardia Nacional intentó derribar la puerta trasera. Usamos hondas, llaves inglesas y palos, cualquier cosa que pudiéramos usar. Nuestros sentimientos hacia el Partido Demócrata eran los mismos que hacia los republicanos. Ambos estaban por la gran patronal”.

El 11 de febrero, después de una semana de maniobras y negociaciones continuas, se firmó un acuerdo de seis meses. GM no reconocería ni trataría con ninguna otra organización en las 17 plantas cerradas por el UAW; todos los sindicalistas y huelguistas serían recontratados; se podría discutir el sindicalismo en la propiedad de la compañía durante el almuerzo y los descansos; y las negociaciones procederían en seguida sobre los salarios, las horas, los acelerones de la producción, y otros asuntos.

Multitudes reuniéndose fuera de una planta de la GM para celebrar el fin de la huelga (Fuente: Biblioteca Walter Reuther)

Los trabajadores eligieron al único participante negro en la huelga de brazos caídos en los paros en Flint, Roscoe Van Zandt de la Planta 4, para dirigirlos hacia afuera de las plantas en un desfile victorioso.

La clase dirigente hizo una retirada táctica. Roosevelt le había pedido a GM que negociara con el UAW para poner fin a la huelga y el gobernador comunicó a los comisarios del condado que no tomaran medidas contra los huelguistas.

“Lo que hicimos fue tomar propiedad privada, el pecado cardinal de la sociedad”, dijo Malone. “Roosevelt vio el peligro de perder el capitalismo y como cualquier chófer habilidoso, tiró un hueso. Salvó el capitalismo. No creo que él estuviera a favor de los trabajadores. Puedes retroceder cuanto quieras, los demócratas y los republicanos siempre han sido herramientas de la clase gobernante”.

Roosevelt había facilitado el reconocimiento legal de los sindicatos cuando promulgó la Ley Wagner en 1935. Luego trabajó con los líderes del nuevo Congreso de Organizaciones Industriales (CIO), como John L. Lewis, para convencer a los trabajadores de que no hacía falta ni revolución ni socialismo porque sus pesares se resolverían mediante el vehículo de los sindicatos, el Partido Demócrata y la “democracia” capitalista estadounidense. Que el gobierno se pusiera abiertamente del lado de las corporaciones y que aplastara violentamente a los nuevos sindicatos habría desacreditado a todo el sistema político y habría radicalizado aún más a los obreros.

“Los trabajadores que marchaban en Flint estaban resueltos a que los empujaran de vuelta hacia las filas de los marginados económicos”, escribió Conot. “Dispararles, y dispararle a un hombre de la talla de Lewis, sería llevar a Estados Unidos al borde de la revolución —no una revolución de bandas esparcidas de granjeros, sino de decenas de miles de trabajadores bajo una dirección organizada en centros industriales clave. Como en España, Italia o Alemania, la consecuencia bien podría ser la división del país entre la extrema derecha y la extrema izquierda”.gu

Agentes de la Guardia Nacional yéndose de Flint después de que terminara la huelga

La clase gobernante nunca perdonó a los huelguistas de Flint. Treinta y cinco años después en una entrevista en 1970 con el historiador Studs Terkel, Charles Steward Mott —que fue durante mucho tiempo miembro de la junta de GM y alcalde de Flint tres veces— se quejó con rencor de que el gobernador Murphy “no hiciera su trabajo” durante los paros de brazos caídos. “No protegió nuestra propiedad. Deberían haberles dicho [a los huelguistas], ‘Parad con esto. Dispersaos o dispararemos’. Y si no lo hacían, tendrían que haberles disparado”.

La victoria en Flint fue un enorme avance para la clase trabajadora estadounidense, que había estado luchando por el derecho elemental a organizarse durante casi un siglo. Un impulso inmenso a este logro fue la primera revolución obrera en Rusia en 1917, que sirvió de inspiración para los trabajadores con más consciencia de clase. Fue el fantasma del “1917 estadounidense” que convenció a la clase gobernante que adoptara, por lo menos temporalmente, una política de compromiso de clase y reforma social basada en la inmensa riqueza acumulada por el capitalismo estadounidense.

El ascenso de los sindicatos CIO demostró las tendencias revolucionarias de la clase trabajadora estadounidense, su tenacidad y su abnegación. Pero la gran debilidad de este movimiento heroico eran sus políticas y su programa político.

“Si la lucha de clases no es aplastada y reemplazada por la desmoralización”, escribió Trotsky en una carta a los simpatizantes del Socialist Workers Party en 1938, “entonces el movimiento debe encontrar un nuevo canal, y este canal es político”. En esta base, el SWP luchó contra los esfuerzos de los dirigentes del CIO y los estalinistas por subordinar a los nuevos sindicatos al Partido Demócrata demandando la construcción de un Partido Laborista basado en políticas socialistas que luchara por la perspectiva del internacionalismo socialista entre los obreros estadounidenses.

Lewis, Walter Reuther y otros dirigentes del CIO se oponían fervientemente a un Partido Laborista y ataron a la clase trabajadora al capitalista Partido Demócrata y a los intereses nacionales e internacionales de las corporaciones estadounidenses. Esto incluía la colaboración de los sindicatos con la intervención del imperialismo estadounidense en la Segunda Guerra Mundial y el impulso hacia la dominación del mundo.

En el período inmediatamente posterior a la guerra, Reuther llevó a cabo una purga de los socialistas que desempeñaron un rol dirigente en la construcción del UAW. En 1954 declararía que no se necesitaba un partido obrero porque a diferencia de Europa, Estados Unidos no tenía una “estructura de clases rígida” y en los EEUU los sindicatos podían “trabajar dentro del sistema bipartidista” para realizar una realineación fundamental de las fuerzas políticas básicas”. Al año siguiente, Reuther idearía la fusión de los sindicatos AFL y el CIO basándose en el anticomunismo de la Guerra Fría y la integración de los sindicatos en el aparato del Estado de seguridad nacional.

Las purgas antisocialistas en los sindicatos allanaron el camino a su degeneración de décadas de duración y su transformación en instrumentos directos de las corporaciones y el Estado. Los sindicatos procapitalistas no tenían respuesta cuando la clase dirigente, que entraba en un largo período de declive económico y se enfrentaba al ascenso de poderosos competidores, volvió a su política tradicional de guerra de clases a finales de los '70 y en los '80. Ante la globalización de la producción capitalista los sindicatos en los EEUU y en el mundo, hostiles a una política socialista internacional, se unieron a sus “propios” capitalistas para acabar con la resistencia obrera y obligar a los trabajadores a una carrera hacia el fondo.

Una nueva generación de trabajadores automotores, junto con todos los otros sectores de trabajadores, está siendo empujada hacia la rebelión una vez más mientras las corporaciones globales y la administración Trump buscan revertir cada conquista ganada por la clase trabajadora en más de un siglo de luchas. Para prepararse para las batallas venideras de la clase trabajadora es necesario asimilar las lecciones políticas de la historia, incluyendo la gran huelga de brazos caídos de Flint de hace 80 años.

El autor también recomienda:

What is the UAW? [11 de septiembre de 2015]

Walter Reuther and the rise and fall of the UAW [24 de septiembre de 2019]

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