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Perspectiva

Trump admite que EUA mató a millones en una guerra basada en mentiras

En medio de una tormenta de denuncias provenientes desde la derecha de los republicanos hasta el Partido Demócrata, el New York Times y la revista pseudoizquierdista Jacobin contra su decisión de sacar tropas estadounidenses de Siria, el presidente Donald Trump tuiteó algo extraordinario el miércoles en defensa de su política:

“Estados Unidos ha gastado OCHO BILLONES DE DÓLARES batallando y vigilando Oriente Próximo. Miles de nuestros Grandes Soldados han muerto o han sufrido lesiones graves. Millones de personas han muerto en el otro lado. ¡IR A ORIENTE PRÓXIMO ES LA PEOR DECISIÓN… EN LA HISTORIA DE NUESTRO PAÍS! Fuimos a la guerra bajo una premisa falsa y ahora refutada, LAS ARMAS DE DESTRUCCIÓN MASIVA”.

La cuenta de Twitter del mandatario ha dominado los noticieros estadounidenses desde que llegó al poder. Sus tuits han introducido nuevas políticas fascistizantes en inmigración, anunciado los frecuentes despidos del personal de la Casa Blanca y miembros de su gabinete y ha indicado giros en la política exterior estadounidense.

El mes pasado, en medio de una investigación de juicio político en su contra que la dirección demócrata del Congreso ha enfocado exclusivamente en cuestiones de “seguridad nacional” derivadas de la llamada telefónica de Trump el 25 de julio con el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, el presidente estadounidense alcanzó un récord personal: 800 tuits.

No obstante, la prensa corporativa ha decidido ignorar el tuit de Trump sobre la prolongada intervención militar estadounidense en Oriente Próximo.

Desde el punto de vista de la amarga riña interna del Estado capitalista estadounidense, el tuit pone de manifiesto las marcadas divisiones en la estrategia global de EUA. El círculo en torno a Trump quiere concentrarse enteramente en la preparación para un enfrentamiento con China, mientras ciertas capas de la élite política y el aparato militar y de inteligencia ven la continuación de la intervención estadounidense para reafirmar su hegemonía en Oriente Próximo y para contrarrestar a Rusia como algo crítico en el objetivo del imperialismo estadounidense de imponer su dominio sobre Eurasia.

Pero, aparte de estas disputas sobre geoestrategia, la admisión de un presidente en turno de EUA de que Washington lanzó una guerra bajo una premisa “falsa” y refutada” que mató a “millones” tiene implicaciones políticas directas, más allá de las intenciones de Trump.

Constituye una admisión oficial del propio Gobierno estadounidense de que sucesivas Administraciones son responsables de crímenes de guerra que resultaron en asesinatos masivos.

Trump reconoce que Washington emprendió la invasión de Irak en 2003 bajo la “falsa premisa” de las “armas de destrucción masivas”. En otras palabras, el Gobierno de George W. Bush le mintió al pueblo estadounidense y al planeta entero para facilitar una guerra de agresión.

De acuerdo con el derecho internacional, esta guerra fue una acción criminal y una violación patentemente injustificada de la soberanía iraquí. El Tribunal de Nuremberg, conformado después de la Segunda Guerra Mundial, declaró que haber planeado y librado una guerra de agresión fue el crimen supremo de los nazis, a partir del cual fluyeron todas sus atrocidades históricas, incluyendo el Holocausto. Con base en este principio legal, Bush, el vicepresidente Cheney y los otros altos oficiales estadounidenses, así como sus sucesores en los Gobiernos de Obama y Trump que continuaron la intervención estadounidense en Oriente Próximo —expandiéndola a Siria y Libia, mientras amenazan a Irán con una nueva guerra— deben enfrentarse a juicios como criminales de guerra.

El fundamento real de la guerra fue la concepción predatoria y antigua de que una conquista militar de Irak le permitiría a Washington tomar control de los vastos recursos energéticos de Oriente Próximo, dándole un dominio sobre el vital acceso al petróleo del cual dependen sus principales rivales en Asia y Europa. De esta manera, se frenaría el declive de la hegemonía global del imperialismo estadounidense.

El World Socialist Web Site describió las consecuencias del asalto estadounidense contra Irak y su pueblo como un “sociocidio”, la destrucción deliberada de la que era una de las sociedades más avanzadas de Oriente Próximo, en términos de educación, acceso a la salud e infraestructura (ver: “The US war and occupation of Iraq--the murder of a society").

Las cifras de bajas infligidas por esta guerra son impactantes. Según un estudio comprensivo de 2006 de la Escuela Bloomberg de Salud Pública en la Universidad de Johns Hopkins y publicado en la prestigiosa revista médica The Lancet, el número de muertos de la invasión estadounidense alcanzó los 655.000 solo en los primeros 40 meses de la guerra estadounidense.

La continua masacre de la ocupación estadounidense y la sangrienta guerra civil sectaria provocada por las tácticas de dividir y conquistar de Washington cobró muchas víctimas directas más, mientras que la destrucción de la infraestructura básica de agua, energía, salud e infraestructura sanitaria mató a más personas. La masacre masiva continuó bajo el Gobierno de Obama cuando lanzó en 2014 la que fue vendida como la guerra estadounidense contra el Estado Islámico. Esta guerra, que presenció los bombardeos más intensos desde Vietnam y redujo a ciudades iraquíes como Mosul, Ramadi y Faluya a ruinas, cobró decenas sino cientos de vidas más.

Las estimaciones más recientes del número de muertos de los 16 años de intervención militar estadounidense en Irak llegan hasta los 2,4 millones de personas.

La guerra en Irak también ha tenido consecuencias devastadoras en la sociedad estadounidense. Además de los 4,500 soldados estadounidenses y casi 4,000 contratistas estadounidenses que perdieron sus vidas, la guerra ha dejado a decenas de miles de tropas estadounidenses con heridas y a cientos de miles con estrés postraumático y otros traumas cerebrales.

¿Y todas las familias en Estados Unidos que perdieron hijos, hermanos o padres en una guerra que Trump admite ahora que estuvo basada en mentiras? Junto con los veteranos que están sufriendo por sus heridas en esta guerra, deberían tener el derecho de presentar denuncias contra el Gobierno estadounidense por los resultados de su conducta criminal.

El costo de las guerras estadounidenses libradas desde 2001 ha alcanzado los $6 billones. El grueso de este dinero ha ido a la intervención en Irak, mientras que el costo de intereses del dinero prestado para pagar estas guerras llegará a los $8 billones.

Estos dolorosos costos a la sociedad estadounidenses se suman al impacto social y político de librar una guerra ilegal, haciendo trizas los derechos democráticos e involucrando una corrupción plena de todo un sistema político cada vez más dominado por el aparato militar y de inteligencia.

El silencio de los medios sobre la admisión de Trump de que el imperialismo estadounidense perpetró crímenes de guerra en Irak, Siria y otras partes de Oriente Próximo constituye una condena contra los propios medios. Refleja la complicidad de la prensa corporativa en estos crímenes, vendiendo mentiras para promover la agresión contra Irak e intentar suprimir la oposición a la guerra.

Ningún otro medio desarrollo esta propaganda bélica tan deliberadamente como el New York Times, el cual inundó al público estadounidense con reportes falsos de “armas de destrucción masiva” escritos por Judith Miller y las opiniones nocivas del principal comentarista sobre asuntos extranjeros, Thomas Friedman, alias “No me molesta una guerra por petróleo”.

Con todo derecho, los editores y comentaristas de la prensa responsables por promover una guerra de agresión criminal merecen compartir el banquillo con los criminales de guerra que la lanzaron.

La prensa corporativa también ignoró la denuncia de Trump de las guerras estadounidenses en Oriente Próximo porque representan a aquellas secciones de la élite gobernante estadounidense que quieren que continúen.

La retórica nacionalista y populista cínica de Trump sobre acabar las guerras estadounidenses en Oriente Próximo tiene el fin de ganar apoyo en la población estadounidense, la cual siente una abrumadora hostilidad hacia estas guerras, incluso mientras su Gobierno —respaldado por los demócratas— ha garantizado un presupuesto militar inédito de $738 mil millones en preparación para guerras mucho más catastróficas, incluso contra las potencias nucleares de China y Rusia.

Si el ocupante fascistizante de la Casa Blanca es capaz de adoptar una postura falsa como oponente de las guerras imperialistas, es enteramente gracias a los demócratas, cuya oposición a Trump está atada a las preocupaciones de las agencias de inteligencia estadounidenses y el Pentágono sobre la dirección de la política exterior de Trump.

A pesar de que hubo una oposición masiva a la invasión e Irak, la pseudoizquierda en Estados Unidos, junto con la prensa, hicieron todo lo posible para encarrilar esta oposición detrás del Partido Demócrata, el cual le ofreció un apoyo y financiamiento ininterrumpido a la guerra. Hoy día, es el partido más militarista y está alineado con la oposición a Trump de la calaña de John Bolton, Lindsey Graman y Bush.

La admisión sobre la criminalidad de la guerra en Irak confirma lo que el World Socialist Web Site declaró desde el principio. Su campaña para construir un movimiento de masas contra la guerra basado en la clase obrera y armado con un programa socialista e internacionalista para unir a los trabajadores de EUA, Oriente Próximo y el planeta entero contra el sistema capitalista ofrece el único camino adelante en la lucha contra la guerra.

(Publicado originalmente en inglés el 10 de octubre de 2019)

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