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Perspectiva

Seis meses desde el arresto brutal del editor de WikiLeaks, Julian Assange

El viernes marcó el sexto mes desde que el editor de WikiLeaks fue expulsado de la Embajada de Ecuador en Londres y arrestado por la policía británica. La imagen del periodista perseguido siendo cargado por cinco policías corpulentos en la capital de un país supuestamente democrático impacto a millones de personas en todo el mundo.

El arresto violento fue en sí la culminación de una conspiración política sin precedentes contra Assange, involucrando los Gobiernos de EUA, Reino Unido, Suecia y Australia. Washington y sus aliados lo persiguieron sin cuartel por exponer sus crímenes de guerra e intrigas diplomáticas, obligando a Assange a buscar asilo en la Embajada de Ecuador en junio de 2012.

Assange pasó siete años atrapado en la pequeña Embajada, privado de luz solar y prohibido por el Gobierno británico de acceder a una atención médica adecuada. En los 18 meses previos a revocar su asilo, las autoridades ecuatorianas ya lo estaban traicionando y transformando su diminuto recinto en una prisión de facto de la CIA, espiando sus reuniones con abogados e incluso manteniendo una transmisión en vivo por video del periodista australiano que recibían directamente sus perseguidores estadounidenses.

Fundador de WikiLeaks, Julian Assange, siendo transportado en un vehículo policial a una audiencia [Crédito: AP Photo/Matt Dunham]

Cualquier ilusión de que Assange sería tratado de forma humana por las autoridades británicas ha desparecido. Ha permanecido en la prisión Belmarsh, una instalación de máxima seguridad diseñada para asesinos y terroristas sentenciados. Ahí, ha sido objeto prácticamente de condiciones de confinamiento solitario. Solo le permiten dos visitas al mes y se le ha prevenido acceder a computadoras y los documentos legales que necesita para preparar su defensa.

Assange ha sido sometido a una travesía judicial tras otra.

En una audiencia administrativa el viernes, el juez británico decretó que permanecerá tras las barras indefinidamente por “peligro de escape” a pesar de que la sentencia privativa por las infracciones fraudulentas de su fianza acabó el 22 de septiembre.

En otras palabras, el fundador de WikiLeaks está explícitamente detenido como un prisionero político. Todos los argumentos pseudolegales para su continua detención han quedado de lado. Está siendo encarcelado por Reino Unido a instancias del Gobierno estadounidense, el cual busca extraditarlo para someterlo a un juicio tramado y condenarlo a una cadena perpetua de hasta 175 años por el “crimen” de publicar la verdad.

Un reportero del AFP dijo que Assange, quien apareció en la audiencia administrativa del viernes por video, “dio su nombre y edad en una voz detenida y un poco ronca mientras se balanceaba de atrás hacia adelante con sus hombros recaídos. Assange comenzó a remendarse las mangas de su buso lila por encima de sus piernas cruzadas mientras escuchaba al juez gastar varios minutos repasando el caso”.

La trágica escena se produce tras una advertencia del padre de Assange, John Shipton, la semana pasada de que teme que su hijo muera en prisión. Esto confirma el hallazgo del relator especial de las Naciones Unidas sobre Tortura, Nils Melzer, en mayo pasado de que Assange es víctima de “tortura psicológica” como resultado de “formas progresivamente severas de trato cruel, inhumano y degradante”.

Mientras que Assange está siendo sometido a lo que equivale a tortura en una prisión británica, los criminales de guerra que él ha hecho tanto por exponer siguen caminando libres. En un tuit la semana pasada y en un discurso fascistizante el viernes, el presidente estadounidense Donald Trump reconoció que las guerras estadounidenses en Oriente Próximo durante las últimas dos décadas se basaron en mentiras y cobraron millones de vidas.

No obstante, las únicas personas encarceladas en Reino Unido y Estados Unidos por las guerras en Irak y Afganistán son aquellas que hicieron más que nadie por revelar su criminalidad: Assange y la valiente denunciante, Chelsea Manning.

Manning ha estado encarcelada por el Gobierno estadounidense por más de siete meses por rehusarse a rendir falso testimonio que implique a Assange. Los documentos que filtró a WikiLeaks revelaron que los asesinatos de decenas de miles de civiles en Irak y Afganistán fueron encubiertos por EUA, la existencia de unidades secretas de asesinatos dentro del ejército estadounidense y el uso de tortura a una escala masiva.

El intento de enjuiciar a Assange por revelarle a la población mundial estos crímenes históricos demuestra que su persecución busca criminalizar toda oposición a la guerra, según el imperialismo estadounidense prepara enfrentamientos militares nuevos e incluso más devastadores, incluso con China y Rusia.

Por su parte, los demócratas, mientras buscan someter a Trump a un juicio político como parte de una amarga riña interna en la élite gobernante estadounidense, están apoyando completamente la campaña del Gobierno para silenciar a Assange. Demostraron su papel como el partido preminente del ejército y las agencias de inteligencia al encabezar la persecución de Assange, la cual fue iniciada por el Gobierno de Obama.

Las publicaciones corporativas en EUA, Reino Unido e internacionalmente han funcionado como los propagandistas de esta campaña, calumniando incansablemente a Assange y buscando envenenar la opinión pública en su contra. Si han mostrado cierta inquietud sobre los cargos bajo la Ley de Espionaje contra Assange, solo es porque temen que tales medidas se empleen contra ellos en el futuro.

El Washington Post habló por todos los estenógrafos de la élite, desde el New York Times hasta el Guardian, cuando se quejó en mayo de que “el Gobierno federal debió encerrar al Sr. Assange por años sin desafiar la Primera Enmienda”, es decir, sin enjuiciarlo bajo la Ley de Espionaje.

En Reino Unido, todos los partidos oficiales, incluyendo el Partido Laborista de Jeremy Corbyn, son cómplices en la detención de Assange, que atenta contra su vida. En Australia, un Gobierno tras otro, tanto laborista como conservador, se ha rehusado a defender a Assange, a pesar de que es un ciudadano australiano. La élite política australiana ha insistido en participar en la venganza encabezada por EUA en su contra.

Por su parte, la pseudoizquierda, los sindicatos y todo un conjunto de organizaciones autodenominadas de “libertades civiles” han abandonado a Assange, lanzándolo a los lobos mientras hacen paz con la guerra y represión imperialistas

El registro demuestra que no provendrá ninguna defensa a Assange o los derechos democráticos de ninguna sección de la élite política y mediática oficial.

La base de apoyo para liberar a los prisioneros de la guerra de clases como Assange y Manning y para derrotar el giro hacia el autoritarismo es la clase obrera internacional. En todo el mundo, los trabajadores están entrando en importantes luchas, desde los 48.000 trabajadores automotores en EUA, a los cientos de miles rebelándose contra el mismo régimen corrupto ecuatoriano que entregó a Assange a sus perseguidores.

La defensa de Assange es un componente central de la defensa de todos los derechos sociales y políticos de la clase obrera. La campaña en su contra siempre ha tenido el objetivo de sentar precedentes para victimizar a cualquiera que se oponga a los crímenes y la ilegalidad de los Gobiernos y que luche contra los poderes establecidos. Si es extraditado y sentenciado en EUA, abrirá las compuertas de ataques aún mayores a los derechos democráticos, ante todo dirigidos contra la clase trabajadores.

El WSWS llama a todos los trabajadores, estudiantes, jóvenes y defensores de las libertades civiles a unirse a nuestra campaña internacional por la inmediata e incondicional libertad de Assange, Manning y todos los prisioneros de la guerra de clases.

(Publicado originalmente en inglés el 12 de octubre de 2019)

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