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Perspectiva

Las colisiones de Boeing y la criminalización del capitalismo estadounidense

“Ciertamente hay hombres en el mundo que preferirían ver a todos colgados antes de aceptar su culpa”.—“All my sons”, Arthur Miller.

Cuando el guionista estadounidense Arthur Miller escribió esas palabras en 1947, trabajaba en una obra sobre la conspiración entre la Wright Aeronautical Corporation y los inspectores militares y civiles para aprobar el uso de motores de aviones dañados durante la Segunda Guerra Mundial. La confabulación ocurrió entre 1941 y 1943. El caso llegó hasta la comisión investigativa bajo el entonces senador Harry Truman después de que los trabajadores expusieran la trama. Varios ejecutivos fueron a prisión.

En la obra de Miller, el principal responsable, Joe Keller, culpa a un subordinado y luego descubre que 21 pilotos murieron por sus acciones, incluyendo uno de sus hijos. Luego se suicida por la vergüenza y el remordimiento.

El CEO de Boeing, Dennis Muilenburg no mostró tales emociones humanas frente a la comisión comercial del Senado el martes ni la comisión de transporte e infraestructura de la Cámara de Representantes el miércoles. Sabiendo que no tenía nada que temer de los políticos demócratas y republicanos haciéndole preguntas con deferencia, las bloqueó o evadió, defendiendo su decisión de ignorar y ocultar varias advertencias de ingenieros y pilotos, y apurar la puesta del mortal Boeing 737 Max 8 en servicio en 2017.

Incluso defendió “delegar” la supervisión de los reguladores federales al propio Boeing y llamó a “renovar” más las regulaciones, es decir, eviscerarlas aún más.

Dentro de dos años de lanzar la nueva aeronave, dos aviones 737 Max 8 habían colisionado por el mal funcionamiento del mecanismo anticalado automático llamado Sistema de Aumento de las Características de Maniobra (MCAS, por sus siglas en inglés), cuya existencia fue ocultada de los pilotos. Un total de 346 hombres, mujeres y niños fueron asesinados.

En las audiencias de esta semana, Muilenburg reconoció que estaba consciente de las advertencias; sin embargo, ningún legislador sugirió que él o sus coconspiradores en la Administración Federal de Aviación (FAA, por sus siglas en inglés) deberían ser enjuiciados penalmente Tampoco lo hizo nadie en la prensa corporativa.

El primer desastre ocurrió hace poco más de un año, cuando el vuelo 610 de Lion Air cayó en el mar fuera de Jakarta, Indonesia, cobrando 189 vidas. El segundo ocurrió cinco meses después, cuando el vuelo 302 de Ethiopian Airlines cayó en picada al suelo cerca de Addis Ababa, extinguiendo la vida de 157 seres humanos más.

En la audiencia del miércoles, Muilenburg ni siquiera reconoció la presencia de familiares de los fallecidos detrás de él con fotografías de sus esposos, hijos, padres y hermanos que perdieron. Solo giró su cabeza cuando un miembro del grupo exigió que “mire a las personas cuando les pide perdón”.

Las colisiones del Mx 8 no fueron meros accidentes, sino crímenes. Fueron el resultado de la criminalización de la clase gobernante empresarial de EE. UU.

Las investigaciones de los oficiales de seguridad aérea tanto de Indonesia como Etiopía han concluido que ambos, Boeing y la FAA son culpables.

Por ahora, han emergido hechos que demuestran incontrovertiblemente que Boeing puso en servicio el avión sabiendo que no era seguro. Varios de estos hechos se presentaron en las audiencias. Incluyen:

· Correos electrónicos de pilotos e ingenieros advirtiendo sobre los peligros, incluyendo uno de Mark Forkner, el piloto técnico titular de Boeing, señalando que el MCAS estaba fuera de control, “de forma atroz” y “desenfrenado” durante una prueba en un simulador de vuelo.

· Un correo electrónico a Muilenburg de un alto gerente que le recomienda clausurar por completo el programa Max 8 porque se ignoraron protocolos de seguridad básicos durante la carrera para lanzar el avión al mercado antes de que su rival europeo Airbus capturara su tajada del mercado. Escribió: “Todas mis campanas de advertencia internas están sonando y, por primera vez en mi vida, tengo dudas sobre poner a mi familia en un avión Boeing”.

· Una advertencia al Congreso en 2016 del sindicato Professional Aviation Safety Specialists, que representa a los trabajadores de la FAA, de que la desregulación había llegado a un punto en que los reguladores solo podrán abordar los problemas de una aeronave “después de que ocurra un accidente y mueran personas”.

· La eliminación de cualquier referencia al MCAS en los manuales de entrenamiento de vuelo y la reducción del entrenamiento de pilotos para la nueva aeronave a un video de una hora en un iPad.

· La expansión del poder y alcance del MCAS por parte de Boeing poco después de lanzar el Max 8 sin informarle ni a la FAA, otras agencias regulatorias, los pilotos ni las aerolíneas.

· La decisión de Boeing de colocar un motor nuevo y más grande a un fuselaje de cinco décadas de edad en vez de rediseñar el avión para recortar costos, reducir la mano de obra, apurar la producción y acelerar la certificación. La tendencia subsecuente del Max 8 a paralizarse, que el MCAS supuestamente corregiría, resultó en una nueva aeronave “fatalmente defectuosa”, según un antiguo piloto y experto en seguridad de aviación, Chesley “Sully” Sullenberger.

· La negativa de Boeing y la FAA de mantener en tierra el 737 Max 8 después de la colisión del vuelo de Lion Air en octubre de 2018, a pesar de que Boeing sabía de los problemas que tenía el MCAS antes del desastre. Incluso después de la colisión del vuelo 302 del Ethiopian Airlines cinco meses después, Boeing y la FAA se rehusaron a mantener el avión en tierra hasta que todas las otras autoridades aéreas del mundo lo hicieran.

Todos estos crímenes, sean por encargo u omisión, fluyen de la subordinación de Boeing en cada consideración —incluso de seguridad— a las ganancias. Esto no es único al fabricante aeroespacial, sino que es la base de todo el sistema capitalista. Las vidas perdidas son solo el costo de hacer negocios.

A pesar de que se estima que la decisión de mantener en tierra los Max 8 y las denuncias de los pilotos y familiares de las víctimas le cuesten a Boeing $8 mil millones, la empresa aumentó su valor casi $200 mil millones desde el momento en que anunció su trampa mortal en 2011 hasta que la aeronave fue puesta en tierra.

La anarquía e irracionalidad del mercado capitalista han sometido irrestrictamente a la industria aeronáutica y todo otro sector de la economía capitalista gracias a la desregulación que inició bajo el demócrata Jimmy Carter en 1978 y que ha continuado tanto bajo demócratas como republicanos durante las últimas cuatro décadas. Esto ocurrió junto a la financiarización, la desindustrialización de la economía y la destrucción de empleos, salarios y servicios sociales.

Por su parte, Muilenburg despidió a 16.000 trabajadores en 2016 y 2017, sus primeros dos años como director ejecutivo. Como recompensa, recibe un salario de $30 millones al año. Este año, casi una tercera parte de su compensación provino de la venta de una parte importante de sus acciones de Boeing un mes antes de la colisión del Ethiopian Airlines.

Como muchas megacorporaciones, Boeing tiene una posición estratégica en las operaciones globales del imperialismo estadounidense y está íntimamente integrada en el aparato militar y de inteligencia del Estado. Es el mayor exportador estadounidense y el segundo mayor contratista de defensa. Está en el frente de batalla del creciente conflicto comercial con Europa, en el cual Boeing se enfrenta al Airbus europeo. Desde la elección de Trump, el precio de sus acciones se ha más que triplicado, encabezando el masivo aumento del índice Dow que ha apuntalado las fortunas de la élite gobernante estadounidense.

Boeing solo es un ejemplo de la ilegalidad de las operaciones de la gran patronal. En los últimos años, el derrame petrolero de BP, el envenenamiento con plomo de Flint, la epidemia de opiáceos, los incendios forestales y apagones vinculados a PG&E y el colapso del Wall Street en 2008. Ningún director ejecutivo ha ido a la cárcel como resultado de estos desastres impulsados por la codicia y criminalidad corporativas. Como le dijo el fiscal general de Obama, Eric Holder, al Congreso en 2013, los barones empresariales de EE. UU. y sus imperios son “demasiado grandes para meter en la cárcel”.

Estas no son aberraciones ni la causa de fondo es la avaricia subjetiva, a pesar de que la codicia ciega existe en abundancia. La criminalización de la clase gobernante estadounidense es el producto de la degeneración y crisis de todo el sistema social y económico del capitalismo.

Los desastres de Boeing subrayan la necesidad de poner fin al capitalismo y reemplazarlo con el socialismo, basado en la satisfacción de las necesidades sociales y no el lucro privado. Esto significa movilizar a toda la clase obrera para expropiar a los dueños privados de los bancos y las mayores corporaciones como Boeing y transformarlos en utilidades bajo control público y democrático. Esto significa acabar la dictadura de las corporaciones sobre la clase obrera y colocar el control de la vida económica en las manos de los productores.

Todo el sistema económico y sus sobornados partidos corporativos, incluyendo aquellos como Bernie Sanders y Elizabeth Warren que emplean una retórica izquierdista, se oponen a esto hasta el amargo final. Para establecer un transporte aéreo seguro, eficiente, cómodo y asequible, es necesaria la movilización independiente y revolucionaria de la clase obrera en EE. UU. e internacionalmente en la lucha por el socialismo.

(Publicado originalmente en inglés el 31 de octubre de 2019)

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