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Perspectiva

Twitter prohíbe anuncios políticos: otro paso en la censura del internet

El miércoles, el director ejecutivo de Twitter, Jack Dorsey, anunció que su empresa debe bloquear todos los anuncios políticos de su plataforma. Los anuncios, dijo Dorsey, “conllevan riesgos importantes para la política, donde pueden ser utilizados para influenciar votaciones que afectan las vidas de millones”.

El anuncio se produce en medio de una campaña cada vez más agresivas de las agencias de inteligencia estadounidenses, los legisladores demócratas y la prensa para imponer censura, detrás del disfraz de “revisión de hechos”.

La acción de Twitter es políticamente reaccionaria y acarrea consecuencias de gran alcance. Convierte una empresa privada, sujeta a innumerables presiones políticas y económicas, en el árbitro de lo que puede o no puede ser redactado y publicado.

Twitter y Facebook obtuvieron audiencias masivas facilitando el libre intercambio de la información. Sin embargo, tras recibir esta audiencia, están utilizando su poder para censurar en nombre del Gobierno.

La acción de Dorsey ha sido contrapuesta favorablemente en los medios a la postura del titular de Facebook, Mark Zuckerberg, quien se ha opuesto públicamente a los llamados de que las redes sociales prohíban o “verifiquen la veracidad” de los anuncios políticos.

“No creo que sea correcto que una empresa privada censure a políticos o noticias en una democracia”, dijo Zuckerberg en un discurso en Georgetown University el mes pasado. “Bloquear anuncios políticos favorece a los que están en el poder y a quienes la prensa elige reportar”.

Zuckerberg está lejos de ser un paladín de la defensa de los derechos democráticos. Pero su argumento es correcto. En respuesta a estas declaraciones, ha recibido ataques de los congresistas mucho más severos que el director ejecutivo de Boeing, Dennis Muilenburg, cuya compañía es responsable de las muertes de 346 personas en colisiones de aviones involucrando su modelo 737 Max 8.

Sus declaraciones también han provocado denuncias en el New York Times, el Washington Post y los noticieros televisivos, que por años han emprendido una campaña para censurar el internet.

El argumento utiliza una técnica ya desgastada. Se citan varios ejemplos de información falsa o posibles mentiras, incluyendo de Donald Trump, y se califican como una seria amenaza. Luego, esto se utiliza para justificar la censura generalizada del discurso político, lo cual inevitablemente va dirigido en primera instancia contra la izquierda.

Un método similar fue utilizado después de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001. En el libro The Lesser Evil (El mal menor), publicado en 2004, Michael Ignatieff declaró que “una emergencia terrorista” podría “requerir que tomemos acciones en defensa de la democracia que se alejarán de los propios compromisos fundacionales de la democracia con la dignidad”.

Planteó, ¿qué deberá hacer el Gobierno si captura a un terrorista con información crítica sobre un atentado inminente? ¿No serían necesarios todos los métodos, incluyendo la tortura, para obtener la información necesaria para “salvar vidas”? ¿Cuáles cosas no están permitidas para detener el “hongo nuclear”? Las implicancias de estos argumentos se cumplieron en los calabozos de Abu Ghraib y la Bahía de Guantánamo.

Ahora, el mismo pretexto está siendo invocado: una inminente amenaza a la democracia —“las noticias falsas”— para justificar los ataques más amplios a los derechos democráticos.

Lo sorprendente, incluso más que bajo el Gobierno de Bush, es el grado en que las capas de la clase media-alta “liberal” dentro y en torno al Partido Demócrata han sido ganados a esta campaña.

En un artículo de opinión en el Times ayer, el guionista Aaron Sorking, quien debería estar más consciente, escribió “las desquiciadas mentiras bombeadas en la fuente de agua” están corrompiendo “las decisiones más importantes que hacemos hoy”. Etas mentiras “tienen un efecto muy real e increíblemente peligroso para nuestras elecciones y nuestras vidas y las vidas de nuestros hijos”.

La congresista entrante Alexandria Ocasio-Cortez miembro de los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, por sus siglas en inglés), exigió más temprano este mes que Facebook “elimine las mentiras”. Sus argumentos irreflexivos e ignorantes que no exponen más que una total falta de consciencia democrática, están siendo utilizados para legitimar la campaña de censura.

La presunción subyacente es que la determinación de qué es verdadero y qué son “mentiras desquiciadas” es un proceso puramente objetivo, sin relación a intereses de clase o sociales. De hecho, la política burguesa, por su propia naturaleza, está construida sobre mentiras que sirven, como explicó León Trotsky, para encubrir las profundas contradicciones de la sociedad capitalista.

¿Quién tendrá la autoridad de decidir qué es la verdad? ¿Las corporaciones gigantes con conexiones íntimas al Estado, como Google, Facebook y Twitter? ¿O las publicaciones como el New York Times y el Washington Post que operan como voceros de las agencias de inteligencia? ¿O las agencias de inteligencia directamente?

Bill Keller, el antiguo editor del New York Times, advirtió que el internet estaba socavando el papel de los “guardianes”, es decir, las instituciones que filtran la información que el público puede acceder.

Estos “guardianes” no son políticamente neutrales. Según el Times, por ejemplo, cualquiera que cuestione las circunstancias en torno a la muerte de Jeffrey Epstein está involucrado en “teorías conspirativas”. Aquellos que se opongan a toda la narrativa antirrusa de las agencias de inteligencia, la cual se ha utilizado para justificar la censura en línea, está propagando “noticias falsas”.

Quizás el columnista del Times, Thomas Friedman, es quien exhibe de la manera más cruda las implicancias de este tipo de argumentos.

En respuesta a la declaración e Zuckerberg que “la gente debería ver por sí misma” lo que dicen los políticos, Friedman dice, “Sí, claro, como si los ciudadanos promedio son capaces de discernir la veracidad de cada anuncio político después de años de ser condicionados por un periodismo responsable para que asuman que los argumento no son inventados”.

¡“Años de… periodismo responsable”! Friedman asume que sus lectores son unos idiotas. Hace tan solo dieciséis años, Friedman fue uno de los propagandistas de la guerra de Irak bajo el Gobierno de Bush. Promovió las mentiras de la Casa Blanca sobre “armas de destrucción masiva” mientras declaraba que “no tengo ningún problema con una guerra por petróleo”.

En 2017, Friedman proclamó que “solo un idiota no apoyaría al” príncipe heredero saudita, Mohammed bin Salman. Solo un año después, Bin Salman ordenó personalmente que el contribuidor al Washington Post, Jamal Khashoggi, fuera descuartizado en un consulado saudita.

Ahora se presume que cualquiera que haya atacado a Friedman por promover las mentiras estatales debió haber sido censurado por “propagar mentiras”.

En cuanto a aquellos que deberían determinar qué es verdadero, Friedman escribe: “los diplomáticos, oficiales de inteligencia y servidores civiles” son “las personas que defienden las regulaciones y proveen la investigación y hechos independientes, que hacen que nuestro Gobierno sea legítimo”.

Es decir, la tarea del Gobierno, por medio de sus “oficiales de inteligencia” es proveer los “hechos” que hacen que los ciudadanos crean que el Gobierno es legítimo.

¿Qué les ocurrirá a aquellos que expongan los “hechos” que los “oficiales de inteligencia” consideran que no deben ser públicos? Terminarán, como Julian Assange y Chelsea Manning, presos y las publicaciones que distribuyan sus revelaciones serán silenciadas.

Llamemos las cosas por su nombre. Esto no es más que censura. El New York Times está en el negocio de vender mentiras. Y el público está cada vez más harto de esto, por lo que el Times quiere prevenir que tengan una alternativa.

Desde las elecciones de 2016, las agencias de inteligencia de EE. UU. han abogado por la censura del internet en nombre de combatir la “noticias falsas”. El principal blanco de esta campaña no es Trump, sino las organizaciones y sitios web izquierdistas, progresistas y contra la guerra. En 2017, Google anunció que promovería fuentes noticiosas “de autoridad” por encima de los “puntos de vista alternativos”. Esto produjo una caída en el tráfico proveniente de búsquedas para los sitios izquierdistas. Facebook y Twitter siguieron estos pasos, eliminando cuentas y páginas izquierdistas con millones de seguidores.

Bajo la presión incesante de los demócratas y las agencias de inteligencia, estas empresas tan solo intensificarán su ofensiva contra las organizaciones izquierdistas, socialistas y contra la guerra.

(Publicado originalmente en inglés el 1 de noviembre de 2019)

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