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Perspectiva

La nueva campaña del imperialismo alemán en busca de poder mundial

Por varias semanas, la prensa y la élite política en Alemania han denunciado cualquier crítica a los extremistas de derecha como ataques a la libre expresión. Mientras las redes terroristas de derecha asesinan y amenazan a muerte a judíos, musulmanes e incluso a políticos del Partido Verde, el mundo de políticos y la prensa está protegiendo a los pirómanos intelectuales que han azuzado el terrorismo derechista.

Esta campaña histérica alcanzó su clímax cuando estudiantes en Hamburgo protestaron a fines de octubre contra el fundador del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD, siglas en alemán), Bernd Lucke, quien retomó su puesto como presidente de su universidad.

Diputados de AfD como el investigador sobre el Islam, Hans-Thomas Tillschneider, y el principal ideólogo de AfD, Marc Jongen, así como el agitador racista, Thilo Sarrazin, y el historiador de extrema derecha, Jörg Baberowski, famoso por declarar que “Hitler no era cruel”, también están siendo presentados como víctimas de una supuesta dictadura de la opinión.

Ahora, Wolfgang Schäuble, president del Bundestag (Parlamento Federal), dejó en claro durante un discurso por qué los principales representantes de la clase gobernante defienden a AfD y sus ideólogos. Necesitan al partido ultraderechista para intimidar y romper la resistencia popular profundamente arraigada en secciones amplias de la población alemana al militarismo, la guerra y la política de gran potencia.

Schäuble, un miembro de la Unión Demócrata Cristiana, se pronunció el 29 de octubre en la Haus der Geschichte en Bonn sobre el tema, “El papel de Alemania en el mundo globalizado”. Se puede leer la conferencia en el sitio oficial del Bundestag.

El mensaje de Schäuble no podría ser más claro: cinco años después de que el entonces presidente alemán, Joachim Guack, anunciara el fin de las restricciones militares durante la Conferencia de Seguridad en Múnich en 2014, este giro en la política exterior será implementado por medio de la fuerza bruta.

“La política alemana” anticipa “debates incómodos y decisiones impopulares”, dijo Schäuble. La cuestión ahora es “definir los intereses estratégicos, explicando las conexiones en la política exterior una y otra vez y convencer a los alemanes sobre la necesidad de ir más allá en la política de defensa, incluso en contra de cualquier resistencia”.

Continuó: “En otras palabras, se necesita un liderazgo político… para imponer lo que se ha reconocido como lo correcto y necesario, incluso en cara a la resistencia”.

Schäuble es el parlamentario con más años en el Bundestag. Fue ministro del Interior y Finanzas, arquitecto de la reunificación alemana e instigador de la política de austeridad de la Unión Europea. Quizás más que nadie más, encarna las políticas reaccionarias de las últimas décadas. Ahora, declara claramente que la clase gobernante está regresando a sus tradiciones históricas más abominables.

“Después de la catástrofe de 1945, casi internalizamos una cultura de moderación”, se quejó, añadiendo que “la actitud pacifista de la mayoría de los alemanes” era “históricamente entendible”, pero que “nuestra historia no puede ser una hoja de parra. No debe servir como una excusa para nuestra irresponsabilidad”.

El mero hecho que Schäuble describa 1945 —no 1933 o 1939— como una “catástrofe” es extraordinario. El año 1945 marca la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial y la caída del Tercer Reich de Hitler. El año 1933 fue el inicio del reino terrorista del nacionalsocialismo y 1939 fue el inicio de la guerra.

La formulación de Schäuble no es un descuido. Los temas centrales de su discurso evocan memorias de los métodos nazis. Estos incluyeron agitación contra el pacifismo y el antimilitarismo, el énfasis en los intereses imperialistas propios, el llamado a emplear fuerza militar y afirmar que hay un “precio moral”, es decir, dejar atrás toda inhibición moral y ordenar crímenes.

“Quedarse a un margen no es una opción, al menos no es una estrategia viable de política exterior”, dijo Schäuble. “Nosotros los europeos debemos hacer más por nuestra propia seguridad y eso también significa la seguridad del mundo alrededor de nosotros”. Subrayó que esto involucra, “en última instancia, la voluntad de utilizar fuerza militar”, indicando “Por lo menos, debemos poder amenazar con esto”.

Esto también conlleva “un precio moral”, cuya carga significa “enormes desafíos para los alemanes, en particular”.

Cuando Alemania asumió esta “carga”, persiguiendo poder mundial y afirmando sus intereses con fuerza militar, el “precio moral” fueron la aniquilación industrial de seis millones de judíos, 27 millones de víctimas de una guerra de aniquilación contra la Unión Soviética y varias docenas de millones de fallecidos más por toda Europa y dentro de Alemania.

La demanda de que el pueblo alemán pague un “precio moral” se repite a lo largo del discurso de Schäuble como un hilo conductor. “Comencemos viendo el mundo como existe realmente y no como queremos que fuera”, exige, refiriéndose al profesor de la Universidad de Humboldt, Herfriend Münkler, quien se acaba de retirar. Münkler pide “correctamente una ‘nueva modestia’ en nuestras demandas éticas para un orden global”, proclama Schäuble. Insiste que si quisiéramos ayudar a moldear el “mundo globalizado” y “progresar en resolver los problemas globales”, debemos “también negociar con Estados y regímenes que no comparten nuestros valores”.

Particularmente, la cooperación estrecha con las dictaduras y milicias criminales es necesario para repeler a migrantes: “Solo podemos hacer frente a la migración global en cooperación con Estados y fuerzas en regiones de origen y tránsito”, arguye, “donde hay mucho que podemos criticar por buena razón”.

En realidad, el discurso de Schäuble subraya el hecho de que la clase gobernante alemana no solo comparte los “valores” de dictadores y tiranos, sino que los beneficia cuando se trata de reafirmar sus propios intereses imperialistas.

“También debemos ser honestos sobre nuestros propios intereses económicos”, sermonea, “porque dependemos de materias primas que no poseemos, de rutas comerciales seguras, de una división de trabajo y mercados internacionales. Y eso, por supuesto, influencia nuestras políticas. Cualquier otra cosa sería irresponsable”.

En este contexto, Schäuble dice que apoya la “propuesta del ministro federal de defensa sobre una zona segura internacional en el norte de Siria” porque “es incuestionable que la situación agravada en nuestra región vecina afecta masivamente los intereses europeos y alemanas de seguridad”.

Uno no puede “confinarse a emitir advertencias a los involucrados en conflictos desde los márgenes o meramente como Turquía y Rusia expanden conjuntamente su esfera de poder”, continuó. Los alemanes necesitan estar “preparados para hacer su propia contribución en el terreno. Se deben asumir los costos materiales y morales”.

Hace cinco años, el Sozialistische Gleichheitspartei (Partido Socialista por la Igualdad; SGP) colocó la lucha contra la guerra y el militarismo en el centro de su trabajo. Ha luchado sistemáticamente contra el surgimiento de la AfD y la transformación de las universidades en centros de propaganda bélica.

En su conferencia de septiembre de 2014, declaró en una resolución: “Los mismos factores que impulsan a la clase gobernante hacia la guerra también crean las condiciones objetivas para una revolución social… Teórica, política y organizacionalmente, el [SGP] basa su lucha contra el militarismo y la guerra en la clase obrera. Es la única clase internacional y la única fuerza que puede prevenir una tercera guerra mundial”.

El discurso de guerra de Schäuble confirma esta perspectiva. La clase gobernante está reaccionando a la escalada de conflictos internacionales y el crecimiento mundial de la lucha de clases regresando a las tradiciones militaristas y fascistas de su pasado. Solo un movimiento socialista de la clase obrera internacional puede detener esto.

(Publicado originalmente en inglés el 7 de noviembre de 2019)

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