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Perspectiva

La campaña demócrata de censurar el internet: ¿quién determina qué son “mentiras”?

En las últimas semanas, el New York Times y el Washington Post han publicado innumerables editoriales y comentarios argumentando que Facebook tiene la responsabilidad de llevar a cabo censura política o, en sus propias palabras, “moderar” el discurso político en línea.

En respuesta al director ejecutivo de Facebook, Mark Zuckerberg, quien declaró que “la gente debería poder escuchar por sí misma lo que dicen los políticos”, el columnista del New York Times, Timothy Egan, declaró burlonamente: “Sí, claro, dejar que la gente escuche por sí misma, sin importar si es verdadero o falso. Pueden decidir. Excepto, no es así ” (“¿Por qué Zuckerberg no lo entiende?”).

En un editorial publicado más temprano este mes, el Washington Post exigió que Facebook “asuma su responsabilidad e identifique las mentiras cuando las mira” (“La libre expresión no significa que Facebook debe mostrar anuncios deshonestos”).

En un comentario más temprano esta semana en el New York Times, el profesor de derecho de la Universidad de Columbia, Tim Wu, argumenta que Facebook debería detener “la divulgación de desinformación” siguiendo el ejemplo de Twitter en prohibir los anuncios políticos. Escribió que Facebook es “ahora la excepción” por “insistir en no solo aceptar los anuncios políticos, sino incluso las mentiras deliberadas y maliciosas si están en forma de anuncios pagados” (“Facebook no solo está permitiendo las mentiras, las está priorizando”).

Director ejecutivo de Facebook, Mark Zuckerberg rinde testimonio ante la comisión de asuntos financieros de la Cámara de Representantes de EE. UU. en Washington [AP Photo/Andrew Harnik]

La campaña mediática ha sido respaldada efectivamente por todo el Partido Demócrata. La semana pasada, Hillary Clinton, exigió que Facebook “borre el contenido falso, equívoco y deliberadamente engañoso” o “pagará un precio” Sus declaraciones hicieron eco a los comentarios de la candidata presidencial Elizabeth Warren, quien condenó Facebook por permitir “que los políticos coloquen anuncios con mentiras conocidas, explícitamente convirtiendo la plataforma en una máquina de desinformación con fines de lucro”.

El mes pasado, la congresista Alexandria Ocasio-Cortez, miembro de los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, por sus siglas en inglés) exigió que Facebook “borre las mentiras”. Se le unió la congresista Rashida Tlaib, quien condenó a Facebook por permitir que “los políticos” hagan “declaraciones deshonestas”.

A pesar de maquillarla con demagogia acusando a Facebook por “lucrar” de la “desinformación”, la campaña demócrata de censura del internet carece de cualquier contenido progresista. Es un pretexto para censurar.

La oposición a la censura no significa apoyar a Facebook como una empresa privada. Este monopolio debe ser quitado de las manos privadas y administrado como una utilidad pública. Pero la campaña de los demócratas no tiene nada que ver con oponerse al poder monopólico de Facebook ni la riqueza de su multimillonario director. Por el contrario, es parte de una campaña prolongada de varios años en que las agencias de inteligencia estadounidenses suprimen puntos de vista izquierdistas, contra la guerra y progresistas.

Toda la deshonestidad de la campaña a favor de la censura en línea se pone de manifiesto en el hecho de que no responde, ni siquiera considera, una pregunta central: ¿quién determinará qué es verdad y qué es falso? ¿Qué constituyen “mentiras”, “mentiras deliberadas y maliciosas”, “mentiras conocidas”, “contenido deliberadamente engañoso”, las “declaraciones deshonestas” y la “desinformación”?

La prensa de “autoridad” y los políticos, tanto los demócratas como republicanos, mienten constantemente. Mienten sobre os motivos subyacentes de sus acciones, encubren crímenes imperialistas con el lenguaje de los “derechos humanos” o alegaciones de “armas de destrucción masiva”. Toda la política, de hecho, consiste en “contenido deliberadamente engañoso” de una u otra forma.

¿Debería Facebook alinearse con el Washington Post, propiedad del hombre más rico del mundo, cuando declara que los hallazgos de las principales autoridades sobre la desigualdad social —Thomas Piketty y Gabriel Zucman— están equivocadas? O, desde otro ángulo, dado que el reporte del fiscal especial Mueller no halló evidencia de “colusión” entre la campaña de Trump y el Gobierno ruso, ¿deberían ser censurados todos los periódicos que abogaron a favor de esta teoría, como preferiría Trump, por promover “noticias falsas”?

A fines de 2016, todos los principales periódicos estadounidenses repentinamente comenzaron a alimentar la histeria sobre una supuesta epidemia de “noticias falsas” que presuntamente tomaba control del internet. Según Hillary Clinton, WikiLeaks dispersó “historias descabelladas” sobre “cosas terribles que debí haber dicho detrás de puertas cerradas y que, como presidenta, estaría siempre en el bolsillo de sospechosos bancarios que me pagaron honorarios para discursos”.

Pero nadie en la campaña de Clinton jamás desafió la veracidad de los documentos publicados por WikiLeaks, incluyendo el transcripto del discurso pagado de Clinton ante Goldman Sachs, en el que aboga por remover las restricciones para que los ricos se involucren en la política.

Si alguien pusiera en cuestión las afirmaciones de Clinton y compañía de que WikiLeaks está difundiendo “noticias falsas”, ¿han de ser censurados? ¿Debería calificarse como “desinformación” la postura de que Jeffrey Epstein no se suicidó, la cual es ampliamente compartida por la población estadounidense pese a ser condenada por el Times como una “teoría conspirativa”?

De hecho, cuando los demócratas exigieron que Facebook sentencie sobre verdades y mentiras, están atacando directamente el discurso político. Inevitablemente, las facultades concedidas a las corporaciones gigantescas y el Estado serán utilizados para reforzar las concepciones y posturas propias de los intereses sociales que determinan sus acciones.

Armar el Estado —o en este caso uno de sus representantes— con el poder de determinar qué es verdadero y falso es proveerle el poder de obliterar totalmente la libertad de expresión.

La campaña de amplias secciones de la élite política para obliterar la libre expresión refleja el carácter cada vez más oligárquico de la sociedad estadounidense, la cual está constantemente entrando en conflicto con formas democráticas de gobierno. Las secciones de la clase media-alta representadas por la calaña de Ocasio-Cortez, se han desplazado marcadamente hacia la derecha, ofreciendo sus propias justificaciones y pretextos para el autoritarismo y la censura.

En 1938, el revolucionario ruso León Trotsky escribió:

La teoría, así como la experiencia histórica, rinde testimonio de que cualquier restricción a la democracia en la sociedad burguesa eventualmente se dirigirá en contra del proletariado. La democracia burguesa es utilizable por el proletariado solo en la medida en que allane el camino hacia el desarrollo de la lucha de clases. Consecuentemente, cualquier “líder” de los trabajadores que arme el Estado burgués con medios especiales para controlar la opinión pública en general y la prensa en particular es un traidor.

Como lo entendía Trotsky, el verdadero blanco de la censura es la clase obrera. Detrás de todas las demandas de un mayor control del internet y el intercambio de información en plataformas como Facebook, está el temor ante el aumento de las luchas de clases y la habilidad de los trabajadores de compartir información fuera del control de los medios establecidos, los sindicatos y los partidos de la clase gobernante.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 9 de noviembre de 2019)

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