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Perspectiva

En discurso sobre Muro de Berlín, Pompeo avanza cruzada contra Rusia y China

Hablando en Berlín el viernes pasado en vísperas el treinta aniversario de la caída del Muro de Berlín, el secretario de Estado de EE. UU., Mike Pompeo hizo eco de las diatribas del “Imperio malvado” y el “Eje del mal” invocadas por Ronald Reagan y George Bush respectivamente, calificando a Rusia y China como “naciones no libres” y permanentemente en conflicto con el mundo “libre” encabezado por Washington.

Mientras recordaba su despliegue en Alemania Occidental como teniente del Ejército de EE. UU. antes de la disolución de la Unión Soviética en 1991, Pompeo planteó una justificación ideológica rebuscada para relanzar una Guerra Fría cuando la amenaza de un conflicto nuclear es mucho mayor que hace tres décadas.

La ironía e hipocresía de que Pompeo aclame la caída del Muro de Berlín, empleando “libertad” 23 veces en apenas 16 minutos, fue clara para cualquiera. Vino a Alemania como representante de un Gobierno estadounidense cuya prioridad política ha sido amurallar la frontera sur de EE. UU., mientras separa a miles de niños inmigrantes de sus padres y los encierra en jaulas.

El punto central del discurso matón del secretario de Estado fue envilecer a Rusia y China.

“En la actualidad, Rusia —liderada por un exoficial de la KGB estacionado en Dresden— invade a sus vecinos y asesina a sus oponentes políticos”, dijo. “Suprime la independencia de la Iglesia Ortodoxa en Ucrania. Las autoridades rusas, incluso mientras hablamos, utiliza redadas policiales y tortura contra los tártaros y ucranianos de Crimea que estén trabajando en oposición a la agresión rusa. En Chechenia, cualquiera que las autoridades considere ‘indeseable’ simplemente desaparece”.

Continuó: “En China, el Partido Comunista chino está desarrollando una nueva visión de autoritarismo, una que el mundo no ha visto por mucho tiempo… El Ejército Popular de Liberación atropella la soberanía de sus vecinos chinos, y el Partido Comunista chino niega privilegios de viaje a sus críticos —incluso a legisladores alemanes, que condenan su abismal registro de derechos humanos—. El PCCh acosa a las familias de los musulmanes chinos en Xinjiang, quienes simplemente se van en busca de refugio al extranjero. Nosotros —todos nosotros, cada uno en este salón— tiene un deber. Debemos reconocer que las naciones libres están en una competición de valores con aquellas naciones no libres”.

¿Cómo se debe emprender esta “competición” por la libertad? En primer lugar, “asegurando que Alemania no se vuelva dependiente de la energía rusa. No queremos que las provisiones energéticas europeas dependan de Vladimir Putin”.

Esta fue una continuación de la campaña interminable de Washington contra el proyecto del oleoducto Nord Stream 2, entregando gas natural ruso a Alemania por medio del mar Báltico. El Gobierno de Trump ha advertido repetidamente que el acuerdo energético hará que Alemania sea “prisionera de Rusia”. Por el contrario, quiere que Alemania acepte el gas natural líquido entregado por las empresas estadounidenses, a un mayor precio que el gas ruso.

En segundo lugar, esta lucha por “libertad” ha de ser perseguida, según Pompeo, enfrentando “los riesgos presentados al mundo por el Partido Comunista chino, su adquisición de firmas de tecnología sensible y la intención de las empresas chinas de construir las próximas redes globales”.

En otras palabras, Washington quiere que Berlín y el resto de antiguos aliados en la OTAN le garanticen que no permitirán que el gigante de telecomunicaciones chino Huawei participe en el desarrollo de las redes de telecomunicaciones 5G en Europa.

Huawei se ha vuelto el foco de la escalada de la guerra comercial entre EE. UU. y China, según secciones clave del aparato militar y de inteligencia de EE. UU. ven el desarrollo tecnológico de Huawei y las otras firmas chinas de alta tecnología como una amenaza existencial al dominio económico y militar de EE. UU.

Dicho sin rodeos, la nueva lucha de Washington por la “libertad” consiste en exigirle a Europa que se someta a los intereses estratégicos y de lucro del imperialismo estadounidense y se alinee detrás de los preparativos estadounidenses de guerra contra Rusia y China.

El discurso de Pompeo en Berlín es solo la última de una serie de denuncias del secretario y el vicepresidente Mike Pence contra Beijing. Este aumento en las agresiones ha sido acompañado por una supuesta tregua en la guerra comercial entre EE. UU. y China que se ha prolongado por un año y medio. Supuestamente se debía formalizar por medio de un acuerdo entre Trump su contraparte china, Xi Jinping, en la cumbre de la Cooperación Económica Asia-Pacífico esta semana. Sin embargo, la cumbre fue cancelada porque el Gobierno auspiciador de Chile no pudo garantizar la seguridad bajo condiciones en que millones de trabajadores y jóvenes han tomado las calles en protestas masivas contra la desigualdad social.

Las declaraciones de Pompeo han dejado en claro que, independientemente del acuerdo comercial limitado que se alcance entre Washington y Beijing, el conflicto entre ambos rivales estratégicos continuará sin cesar.

El discurso de Pompeo provocó una respuesta fuerte por parte de Beijing, en gran medida porque atacó al Partido Comunista que gobierna China como un enemigo de EE. UU. y sus “valores”, en vez del pueblo chino.

“China amenaza las libertades estadounidenses”, dijo. “El problema no es el pueblo chino. Es el Partido Comunista de China”.

Dicho ataque contra el partido gobernante chino e intento de contraponerlo a la población china no tiene precedente desde el acercamiento entre Washington y Beijing bajo Nixon y Mao. Sin duda es visto en Beijing como una amenaza al impulso estadounidense de completar un cambio de régimen como los del imperialismo estadounidense en Oriente Próximo y otras partes.

Geng Shuang, el portavoz de la Cancillería china, condenó los comentarios de Pompeo, declarando que expresan “una mentalidad oscura y anticomunista” y que “de ninguna manera encarnan confianza y fuerza, sino que revelan temor y arrogancia”.

El llamado retórico de Pompeo a Europa a favor de una cruzada de naciones “libres” encabezadas por el imperialismo estadounidense contra las “no libres” tiene una probabilidad sumamente leve de lograr el efecto deseado. Su discurso en Berlín se produjo poco después de una entrevista del presidente francés Emmanuel Macron con el Economist en que describió a la OTAN como una alianza “con muerte cerebral”. Citando las acciones unilaterales del Gobierno de Trump en relación con Turquía y Siria, el presidente francés indicó que los conflictos entre los intereses de EE. UU. y Europa han vuelto la alianza transatlántica de setenta años inviable. La respuesta lógica es la remilitarización de Europa en preparación para una nueva guerra mundial en la que se enfrentarán unos contra otros.

En su discurso de Berlín, el secretario de Estado de EE. UU. recordó que tras la caída del Muro de Berlín “hubo aquellos que hablaron sobre el ‘fin de la historia’”.

“Pensábamos en que florecerían sociedades libres en todas partes”, dijo, es decir, que después de la disolución de la Unión Soviética por parte de la burocracia estalinista, el imperialismo estadounidense consolidaría su hegemonía en todo el planeta. A pesar de tres décadas de guerras ininterrumpidas de EE. UU., este no ha sido el resultado.

“Lamentablemente, no tuvimos la razón”, dijo Pompeo. “No tuvimos la razón sobre la condición humana y la naturaleza del curso que muchos países podrían tomar hoy”.

Asimismo, la historia está irrumpiendo de vuelta. La “condición humana”, como estableció Marx en el Manifiesto Comunista, está dominada por la lucha de clases. El estallido de las protestas de masas en Chile y Líbano está pregonando un nuevo periodo de revolución socialista mundial que amenaza la supervivencia del capitalismo mundial.

Ante esta amenaza desde abajo, la única respuesta de Pompeo y aquellos intereses capitalistas que representa es la guerra mundial y la barbarie fascista.

No hay forma de detener una nueva guerra imperialista y con ello la amenaza de una aniquilación nuclear fuera de una revolución socialista. La cuestión decisiva es establecer una nueva dirección revolucionaria en la clase obrera por medio de la construcción del Comité Internacional de la Cuarta Internacional.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 11 de noviembre de 2019)

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