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El New York Times incluye su obsesión racial en comentarios culinarios

Comentando sobre la supuesta popularidad, entre los afroamericanos, de la cadena Popeyes de restaurantes de pollo frito al paso, el diario neoyorquino New York Times devela de nuevo su repugnante obsesión con las divisiones raciales y su capacidad de auto vergüenza.

El artículo, intitulado “El vínculo sentimental entre el emparedado Popeyes y los afroamericanos”, insiste en la hipótesis de que esta cadena multinacional (con 3.100 restaurantes en 25 países y con un ingreso de 3,7 mil millones de dólares estadounidenses en 2019) tiene un muy “especial vínculo sentimental” con la gente negra, dado que su emparedado “sabe a algo que podría haber salido de la cocina típica de los hogares negros”. John Eligon, corresponsal nacional del Times residente de Kansas City, que se especializa en asuntos raciales, sostiene que la gente de piel oscura goza no solo del sabor del pollo Popeyes sino también de “la emoción de cocina casera que este plato provoca”.

Espolvorea varios comentarios para intentar legitimar la afirmación que plantea. Eligon se refiere a un comentario de Nadiyah Ali en Facebook, donde compara el emparedado Popeyes con uno proveniente del restaurante Chick-fil-A, que supuestamente sabe “como si hubiese sido preparado por Sarah, una anciana blanca que se crio entre negros”. En contraste, el sabor del emparedado Popeyes es “como si hubiera sido cocinado por una anciana negra llamada Lucille”.

Ali sugiere que la gente blanca cocina en forma diferente a la gente negra porque dependen de cantidades precisas. “Los negros no cocinan así”, añade Ali, “las recetas nuestras tienen un poquito de esto, un poquito de lo otro. Condimentamos hasta que esté bien. Así es como sabe Popeyes”.

Como si estos asquerosos disparates no fueran suficientes, el artículo nos recuerda positivamente el incidente en el 2006 cuando Oprah Winfrey —dizque símbolo de “excelencia negra”— puso mala cara luego de probar un plato de pollo y espinaca de una mujer blanca que había sido premiada con 1 millón de dólares, por esa misma receta, en un concurso de cocina de Pillsbury. Al preguntar si se le había añadido sal y pimienta, Winfrey sugería que el plato no estaba bien sazonado. “Pienso que necesitábamos sal y pimienta”.

El Times cita a Omar Tate, fundador de una serie anuncios pop-up en páginas de Internet con el propósito de investigar “la negrura en la comida y el arte”, nos explica que las tradiciones culinarias del sur de Estados Unidos están enraizadas en el pueblo negro; y que éstas se esparcieron por todo el país a medida que los negros migraban. “Las manos negras siempre estuvieron en la olla; todavía lo están”, dice Tate.

A la vez que alaba a Popeyes, Tate nos cuenta algo que le viene a la mente cuando piensa en la autenticidad; “la técnica de alguien como Edna Lewis, una pionera chef negra… ‘eso es auténtico. Eso es lo que significa comida soul para mí’, dice; ‘es una de esas magias negras que no se pueden duplicar’”.

Aunque el Times sí se digna a admitir que la popularidad de Popeyes seguramente tiene que ver con sus propagandas comerciales agresivas cuyo blanco son las comunidades negras, inmediatamente pone al frente el argumento de la profesora Psyche Williams-Forson. Según ella, la presencia de restaurantes Popeyes en los barrios afroamericanos le da al pueblo negro “un sentimiento de vínculo” con la cadena alimenticia:

“Las comunidades negras pueden decir que ‘esto es lo nuestro y sabe a lo nuestro’, dice ella. ‘Contamos con que [Popeyes] está bien situado, con textura y con comida que la gente goza’. Es una combinación perfecta”.

El comentario del Times concluye exigiendo que Popeyes invierta en los barrios negros, la supuesta fuente del éxito de esa empresa.

Nicole Taylor, editora ejecutiva de la página web Thrillist declara: “somos los dueños de la narrativa del pollo frito, que la gente negra ahora transforma en un momento político”.

¿Qué significa todo eso? Es una pútrida amalgama de balbuceo de tribus, chauvinista y racial. El Times nos dice que no sólo son los negros un grupo homogéneo de amantes de pollo frito, sino que también tienen el monopolio cultural de la cocina del sur de Estados Unidos. Encima, se nos pide que consideremos seriamente la exigencia de transformar un alimento de alto colesterol en un “momento político”.

Además, el comentario sugiere también que la cultura del sur de Estados Unidos es predominantemente negra y un cuerpo aislado, en vez de ser una fusión de varias influencias sociogeográficas. A muchos de los lectores del Times, todo eso les pareció absurdo. Vale la pena citar extensamente el comentario más popular de un lector, llamado Ethan:

“He tenido que leer esto dos veces para convencerme de que no era una parodia. En primer lugar, el abordaje estereotípico y monolítico sobre los negros como amantes del pollo frito, obsesionados por los condimentos, locos por las comidas rápidas, es muy ofensivo. Las comidas fritas, particularmente el pollo, pasaron a formar parte de la cultura negra debido a la escasez de comida en tiempos de la esclavitud, del Jim Crow. Es absurdo celebrar la explotación de una corporación de miles de millones de dólares de los pobres y los negros.

“En segundo lugar, la comida frita no es sana. La comida frita es perjudicial para la salud. ¡Es un hecho bien conocido! Promocionar la propiedad cultural del pollo frito (especialmente el pollo de granja de fábrica) ignora una masiva crisis de sanidad pública que afecta desproporcionadamente a los negors”.

En Estados Unidos las enfermedades cardíacas son la principal causa anual de muerte de hombres y mujeres, una de cada cuatro. Las investigaciones demuestran que los negros tienen una probabilidad 30 por ciento más alta que los blancos de morir por enfermedades del corazón. Muchos expertos atribuyen esa disparidad a dietas malas y altas en colesterol.

Ethan continúa, “es obsceno que un autor produzca un análisis tan superficial para fomentar un emparedado de pollo de una empresa de cadenas de restaurantes, ni que decir todo lo que implica sugerir que los negros comen la misma comida, o que los blancos no tienen ni idea de cómo sazonar los alimentos”.

Sierra Morgan, en un comentario sensible, repudia las actitudes raciales sobre la comida y la cultura: “La comida nada tiene que ver con el color de la piel. La de Popeyes es comida tipo Louisiana. [No] se podría encontrar una … población más mezclada. Yo soy Creole y he vivido por todo el mundo. Cocino comidas de todos los lugares donde he vivido. Las recetas y costumbres son mi cultura.

“No existe la apropiación cultural; argumentar que sí existe, es racista y odioso. Todos somos seres humanos y todos compartimos el mismo planeta. Todos nadamos o nos ahogamos juntos. La comida nos une porque todos tenemos que comer y a todos nos gusta la comida con buen sabor”.

Ya van 600 personas que se expresan sobre este comentario. La mayoría repudia el fomento de la raza. La mayoría de los estadounidenses, que rechazan la división racial de la sociedad, no apoya la obsesión del Times con la raza.

El fomento chauvinista de la “excelencia negra” o de la “magia negra”, sea o no intencional, se hace eco de los conceptos fascistas. Según los autores de la falsificación de la historia del Times, el “Proyecto 1619”, casi todo lo que es “grande” en Estados Unidos se debe a los negros. Uno de los muchos artículos que conforman este proyecto tiene el título descarado “Estados Unidos no fue una democracia hasta que los estadounidenses negros lo convirtieron en democracia”.

Las ideas reaccionarias del artículo de Eligon están vinculadas a la insistencia del Times y de los otros elementos que giran alrededor del Partido Demócrata en que las identidades raciales, sexuales y de género son las principales divisiones de la sociedad estadounidense.

(Publicado originalmente en inglés el 9 de noviembre de 2019)

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