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Perspectiva

La riqueza de los milmillonarios da un salto en 2019

A medida que la segunda década del siglo veintiuno llega a su fin, su característica más notable —el saqueo de la humanidad a manos de la oligarquía financiera global— continúa sin disminuir.

En medio de guerras comerciales y el crecimiento del militarismo y el autoritarismo, por un lado, y el estallido de huelgas y protestas internacionales de la clase obrera contra la desigualdad social, por el otro, el mercado bursátil está alcanzando nuevas alturas y las fortunas de los milmillonarios en el mundo siguen escalando.

Nuevos apartamentos frente al Central Park de Nueva York, martes 17 de abril de 2018 (AP Photo/Mark Lennihan)

El viernes, un día después de que los tres principales índices bursátiles de EE. UU. alcanzaran récords, Bloomberg publicó su medición de las 500 personas más ricas del mundo. El índice Bloomberg Billionaires reportó que las fortunas de los oligarcas aumentaron en total $1,2 billones, un 25 por ciento desde 2018. Su patrimonio neto conjunto es ahora de $5,9 billones.

El mayor aumento del año lo vio el francés Bernard Arnault, quien añadió $36,5 mil millones a su fortuna, superando la línea de los $100 mil millones a un total de $105 mil millones. Pasó al especulador Warren Buffett, quien controla $89,3 mil millones, y quedó en cuarto lugar. El jefe de Amazon, Jeff Bezos, perdió casi $9 mil millones por un divorcio, pero mantuvo la primera posición con $116 mil millones. El fundador de Microsoft, Bill Gates, obtuvo $22,7 mil millones en el año y se mantuvo en segundo lugar con $113 mil millones.

Los 172 milmillonarios estadounidenses en la lista de Blomberg vieron un aumento de $500 mil millones en su riqueza. Mark Zuckerberg de Facebook tuvo el aumento más grande en EE. UU. de $27,3 mil millones, colocándolo en quinto lugar a nivel mundial con un patrimonio neto de $79,3 mil millones.

Es difícil entender el verdadero significado de sumas tan estratosféricas. En su libro de 2016 Desigualdad Global, el economista Branko Milanovic escribió:

“Mil millones de dólares se encuentra tan lejos de las experiencias cotidianas de casi todos en la Tierra que la cantidad que implica en sí no es fácilmente entendida… Supongamos que recibes una herencia de $1 millón o $1 mil millones y que gastaras $1.000 cada día. Te tomaría menos de tres años agotar tu herencia en el primer caso y más de 2.700 años (es decir, el tiempo que nos separa de la Il í ada de Homero) para quemar tu herencia en el segundo caso”.

La vasta redistribución de la riqueza desde el fondo a la cúpula de la sociedad es el resultado de un proceso de varias décadas que se aceleró después del derrumbe de Wall Street en 2008. No es el resultado de procesos impersonales o simplemente automáticos. En cambio, las políticas de los Gobiernos y partidos capitalistas en todo el mundo, tanto de la “izquierda” oficial como de la derecha, han estado dedicadas al mayor empobrecimiento de la clase obrera y enriquecimiento de la élite gobernante.

En EE. UU., el uno por ciento más rico ha capturado todo el aumento del ingreso nacional en las últimas dos décadas, mientras que el aumento en la riqueza nacional desde el derrumbe de 2008.

El principal mecanismo para esta transferencia ha sido el mercado bursátil, mientras que las políticas de la Reserva Federal de EE. UU. y los otros bancos centrales internacionalmente han buscado proveer dinero barato para aumentar los precios de las acciones. El costo de este masivo subsidio a los mercados financieros y a los oligarcas ha sido pagado por la clase obrera, en forma de recortes sociales, despidos masivos, la destrucción de las pensiones y beneficios médicos y el reemplazo de empleos relativamente seguros y con salarios dignos con puestos de tiempo parcial, temporales o casuales.

Desde que Trump fue investido en enero de 2017, prometiendo recortar los impuestos corporativos, eliminar regulaciones para las empresas y aumentar dramáticamente el presupuesto militar, el Dow ha subió casi 19.000 puntos. Este año, Trump y los mercados financieros presionaron con enorme fuerza a la Reserva Federal para que revirtiera su intento de “normalizar” las tasas de interés. La Reserva Federal concedió y llevó a cabo tres recortes en las tasas, reasegurándole a los mercados cada vez que no planea aumentar las tasas en 2020.

Estas ganancias para los bancos y fondos de inversión han sido respaldadas tanto por los demócratas como los republicanos. De hecho, la política económica de Trump ha recibido el apoyo efectivo del Partido Demócrata en todos sus aspectos, incluyendo sus recortes de impuestos para las empresas y los ricos y sus ataques contra casi toda regulación corporativa. Incluso en medio del juicio político, con base en cuestiones de “seguridad nacional” y la supuesta “indulgencia” de Trump hacia Rusia, los demócratas han votado por amplios márgenes a favor del presupuesto de Trump, su Tratado comercial de México, Estados Unidos y Canadá dirigido contra China y su presupuesto récord de guerra para el Pentágono de $738 mil millones.

Esto ha involucrado darle a Trump todo el dinero que necesita para construir su muro fronterizo y llevar a cabo la encarcelación y persecución masivas de inmigrantes.

Las políticas proempresariales de Trump derivan de y magnifican aquellas perseguidas por el Gobierno de Obama. Éste asignó billones de dólares de dinero fiscal para rescatar bancos e inundar los mercados financieros con créditos baratos, aumentando los precios de las acciones e imponiendo un recorte general de 50 por ciento a todos los nuevos trabajadores automotores en General Motors y Chrysler. Obama presidió el cierre de miles de escuelas y el despido de cientos de miles de maestros, además de promulgar presupuestos de austeridad que recortaron los programas sociales.

Dos de los candidatos a la nominación presidencial demócrata de 2020 son milmillonarios, Tom Steyer y Michael Bloomberg. El segundo tiene una riqueza neta de $56 mil millones y es la novena persona más rica en EE. UU. Entró en la contienda electoral como portavoz de los oligarcas hartos de la retórica de Bernie Sanders y Elizabeth Warren sobre aumentos simbólicos en los impuestos a los superricos.

Los oligarcas no tienen miedo de Sanders ni Warren. Ambos son antiguos defensores de la clase gobernante estadounidense que buscan enmascarar su servilismo hacia el capital con palabrería de hacer que los oligarcas paguen “su parte justa”, un eufemismo para defender su derecho a saquear a la población. Los milmillonarios temen el aumento de la oposición de masas al capitalismo reflejado de manera distorsionada en el apoyo a “progresistas” fraudulentos en el redil demócrata.

Entre ambos, Bloomberg y Steyer ya gastaron $200 millones de su propio dinero en un esfuerzo abierto para comprar la elección.

El impacto de la política de saqueo social se pone de manifiesto en el recrudecimiento de una crisis social maligna en un país tras otro. En Estados Unidos, la sociedad está retrocediendo. La única respuesta oficial a las demandas de más escuelas, hospitales, viviendas asequibles, pensiones, la reconstrucción de decrépitos caminos, puentes, transporte, infraestructura contra inundaciones, aguas y alcantarillados, control antiincendios y redes eléctricas es que: “No hay dinero”.

¿Cuál ha sido el resultado? Tres años consecutivos de caída en la esperanza de vida, tasas récord de adiciones y suicidios, incendios forestales e inundaciones devastadores, apagones masivos por parte empresas lucrativas de servicios públicos. Además, hay una crisis climática que no se puede atender dentro e un sistema dominado por una plutocracia enloquecida por el dinero.

Ningún problema social serio se puede atender en condiciones en las que una élite gobernante, por medio de sus políticos y partidos sobornados, asistida por sus sindicatos procapitalistas y respaldada por sus cortes, policías y ropas, desvía los recursos de la sociedad hacia la acumulación de lujos como yates, mansiones, islas privadas y jets personales.

Cuando las reformas sociales son imposibles, la revolución social es inevitable. La solución al impasse está en el crecimiento de la lucha de clases. El movimiento de los trabajadores y jóvenes en todo el mundo —desde las huelgas de masas en Francia a las huelgas de trabajadores automotores y docentes en EE.UU., las protestas en Chile, Bolivia, Ecuador y Brasil, las huelgas y manifestaciones masivas en Líbano, Irán, Irak e India— revelan la fuerza social que puede poner fin y pondrá fin al capitalismo.

La consigna, en oposición a los Corbyn, los Sander, los Tsipras y sus promotores pseudoizquierdistas, debe ser “¡Expropien a los superricos!”. Este es el punto de partida para el reemplazo de la propiedad privada capitalista de la producción con el control social y el planeamiento internacional, es decir, la revolución socialista mundial.

(publicado originalmente en inglés el 28 de diciembre de 2019)

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