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Perspectiva

Amy Klobuchar, respaldada por el New York Times, denunciada por forzar cadena perpetua contra adolescente negro

Amy Klobuchar es una experimentada senadora estadounidense de Minnesota y una candidata para la nominación presidencial del Partido Demócrata que recibió el respaldo en enero del New York Times (junto a la senadora Elizabeth Warren de Massachusetts).

El Times alabó a Kobluchar como alguien “con una empatía que se conecta a las experiencias vividas de los votantes, especialmente en el medio del país”. El diario ha promovido incansablemente la política de identidades, un factor obvio en su respaldo de las dos candidatas mujeres.

De hecho, así como Hillary Clinton, Kamala Harris y, si vamos al caso, la propia Warren, Klobuchar personifica la forma en que la política de género y racial ofrece una fachada “progresista” a las ambiciones malignas de reaccionarios de clase media de todo color, origen étnico, género y orientación sexual.

Amy Klobuchar da un discurso en Iowa [Crédito: Gage Skidmore]

Varias encuestas colocan actualmente a Klobuchar en el quinto lugar, detrás de Joe Biden, Bernie Sanders, Pete Buttigieg y Warren en la contienda primaria demócrata, pero ha disfrutado un cierto “surgimiento” recientemente, como resultado de una considerable promoción en la prensa estadounidense. Consecuentemente, algunas encuestas le dan el tercer puesto en Iowa en vísperas de los caucus demócratas en dicho estado el lunes.

Ahora, una noticia escrupulosamente investigada del Associated Press (AP) sugiere que Klobuchar forzó una cadena perpetua a un adolescente negro, Myon Burrell, para avanzar su carrera política. Klobuchar era entonces fiscal en el condado Hennepin, que incluye Minneapolis.

Varias organizaciones, incluyendo la NAACP en Minneapolis, Racial Justice Network, BLACK Lives Matter en las Ciudades Gemelas, y Communities United Against Police Brutality, le pidieron a Klobuchar a que suspendiera su campaña presidencial.

Por sí solas, las acusaciones contra Klobuchar no son impactantes. El Partido Demócrata está repleto de antiguos fiscales, agentes de la CIA y oficiales militares, enemigos de la clase obrera y los oprimidos en casa y en el exterior.

Pero hay algo especial y apropiado sobre la exposición y el posible fracaso de la mezquina Klobuchar, quien fue descrita recientemente por el Times, con su desfavorable jerga pomposa de engaño y deshonestidad, como “la definición misma del carisma, coraje y perseverancia del centro del país”.

La campaña de Klobuchar les ha dado un lugar central a la muerte de Tyesha Edwards, una niña de 11 años alcanzada por una bala perdida en 2002, y la posterior sentencia contra Burrell, para probar supuestamente su tenacidad frente al crimen y sensibilidad hacia la comunidad afroamericana y el problema de la violencia con armas.

Con respecto al caso de Edwards-Burrell, AP explica que revisó más de 1.000 páginas de registros policiales, transcritos de la corte y otros documentos, y entrevistó a docenas de internos, testigos y miembros familiares.

En resumen, AP señala que el caso dependió mucho de “un rival adolescente de Burrell que dio relatos contradictorios cuando identificó al tirador, quien se encontraba en gran medida tapado por una muralla a 36 metros”. Sin ningún otro testigo ocular, continua la historia, “la policía consultó a varios soplones de la cárcel. Algunos se han retractado desde entonces, indicando que recibieron direcciones o los forzaron. A otros les dieron sentencias reducidas, generando interrogantes sobre su credibilidad. Y el principal detective del homicidio ofreció una cantidad “importante de dólares” por nombres, incluso si eran chismes”.

El AP continúa: “No hubo arma, huellas digitales ni ADN. Nunca se buscó seriamente citar a nadie. La evidencia clave despareció o nunca fue obtenida, incluso una grabación de una tienda que Burrell y otros dicen que mostraría su inocencia. Burell, quien ya tiene 33 años, ha rechazado todo acuerdo judicial y ha insistido sobre su inocencia.

Otro acusado, Ike Tyson, insiste en que él fue disparador: “Ya le disparé a una niña inocente”, dijo Tyson, quien está cumpliendo una sentencia de 45 años. “Ahora un muchacho inocente —en ese entonces era un niño— está encarcelado por algo que no hizo. Así que es como si estuviera cargando dos pesos”.

Para ser franco, la sentencia y el encarcelamiento de Burrell fue una fabricación escandalosa del Estado, organizada por la policía y los fiscales, con el protagonismo de Klobuchar.

Para añadir sal a la herida, Klobuchar ha intentado sacar beneficios políticos de la destrucción de Burrell y su familia. Durante el debate de los candidatos demócratas en Houston en septiembre, Klobuchar presumió sobre hallar y encarcelar al “asesino de una pequeña niña llamada Tyesha Edwards, quien estaba haciendo su tarea en su cocina y le dispararon a través de la ventana”. Zak Cheney-Rice de la revista New York sugirió que divulgar el caso de Burrell “como una victoria especial para la seguridad de los negros en Minneapolis… cava nuevas profundidades”.

Tanto el padre de Burrell, Michael Toussaint, como el padrastro de Tyesha Edwards, Leonard Winborn, perciben la farsa contra Myon Burrell. Toussaint expresó su simpatía respecto a Tyesha: “No merecía morir… Es una niña estudiando en la mesa”. Pero también buscó justicia por su hijo, “un joven de tan solo 16 años… sentenciado por un caso que no cometió”.

Cuando explicó por qué él y otros exigen que Klobuchar suspenda su campaña presidencial, Toussaint argumentó que “Amy utilizó el caso de mi hijo” en su campaña. Toussaint dijo que Klobuchar buscaba una ventaja política.

Winborn le dijo al Minnesota Spokesman-Recorder; “Si ese hombre [Burrell] no ha hecho nada, entonces no necesita estar ahí del todo… Pase lo que pase, nunca quisiera ver a alguien pasar tiempo en la cárcel por lo malo que hizo alguien más”.

De manera perspicaz, Winborn también apuntó a las ambicione políticas de Klobuchar en ese entonces: “Viéndolo ahora, fue algo para elevarse… Conozco a todos los jugadores. Creo que engañaron a mi familia”.

Otra publicación señala que Klobuchar “es la militarista más franca de los senadores en la contienda [demócrata]”. Añade: “Votó a favor de todos menos uno, o un 95 por ciento, de los proyectos de ley de presupuesto militar desde 2013… Klobuchar apoyó la guerra de cambio de régimen encabezado por EE. UU. y la OTAN en Libia en 2011, y sus declaraciones públicas sugieren que su principal condición para que EE. UU. utilice la fuerza militar en cualquier parte es que los aliados estadounidenses también participen, como en Libia… Klobuchar recibió $17.704 en contribuciones de la industria de ‘defensa’ para su campaña de reelección de 2018”.

La senadora de Minnesota es una partidaria servil a la violencia israelí contra los palestinos y una ávida participante en la campaña mccarthista antirrusa, siendo una de los seis demócratas que introdujo un proyecto de ley en 2017 que habría creado un consejo independiente con la habilidad de identificar posibles ciberataques rusos contra sistemas políticos e investigar los esfuerzos de rusos para “interferir” en las elecciones estadounidenses.

El New York Times no la endosó pese a su historial reaccionario, sino debido a este. Esta “representante del centro demócrata”, como escribe el Times, cuyas “visiones van más allá de lo gradual”, tuvo “la mejor oportunidad para aplicar muchos planes progresistas”.

Dado lo acontecido recientemente, el comentario del Times de que sus “logros legislativos más recientes son más estrechos pero significativos para los afectados, especialmente la legislación para ayudar a las víctimas de crímenes”, que “no es sorprendente dado su historial como fiscal en jefe en el condado más populoso de Minnesota”, es particularmente cínico.

La noción de que Klobuchar tiene que representar algo progresista por su género ya debería ser un insulto al intelecto público. En abril de 2019, la New Republic, una de las desagradables voces de la opinión pública autosatisfecha de la clase media alta en EE. UU., describió al grupo de candidatas presidenciales demócratas en ese momento, incluyendo a Klobuchar—que “ya estaban haciendo historia” y representaban “un profundo giro en el paisaje político”—como “Mujeres de sustancia”.

De hecho, Klobuchar es algo que se conoce bien y es horriblemente insustancial —una política de la gran patronal sin escrúpulos que, como Clinton y el resto de la jerarquía demócrata, no dudaría en escalar sobre pilas de cuerpos para avanzar su carrera—.

Hipócrita, convencional y cruel, Klobuchar bien podría haber salido de las páginas de Main Street, Babbit, It Can  t Happen Here u otra de las novelas de Sinclair Lewis, el autor y crítico social nacido en Minnesota.

Pero en su papel de fiscal despiadada e intransigente, se asemeja más a Orville W. Mason, el fiscal de distrito en An American Tragedy de Theodore Dreiser, quien adelanta un juicio de asesinato en vista de “¡prominencia y publicidad en las cuales se vincularían muy posiblemente sus propias actividades”.

Dreiser añade: “Repentinamente, se puso de pie, enérgicamente agitado. Si tan solo pudiera atrapar a tal criminal reptiliano, ¡y ante todo el fervor que tal brutal asesinato posiblemente inspiraría! La convención de agosto y las nominaciones. Las elecciones en el otoño”.

Esto es lo que es Partido Demócrata. Esta es la política estadounidense contemporánea, incluyendo su sector totalmente fraudulento de la “política de identidades” que no tiene nada de progresista.

(Publicado originalmente en inglés el 3 de febrero de 2020)

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