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La pandemia de COVID-19 no implica tregua en la agresión global del imperialismo estadounidense

La propagación de la pandemia del COVID-19 a casi todos los países del planeta, que amenaza la vida de millones de personas, no ha podido poner coto a las operaciones predatorias y criminales a nivel mundial del imperialismo estadounidense.

Lejos de declarar una tregua humanitaria mientras el COVID-19 amenaza millones de vidas, Washington está intentando usar como arma la muerte y perturbación propagadas por la enfermedad para fomentar sus operaciones de cambio de régimen. Al mismo tiempo, funcionarios estadounidenses están calculando cuidadosamente los efectos de la catastrófica pandemia en los preparativos del ejército estadounidense para conflictos de gran potencia, particularmente con China.

Ante llamamientos tanto de las Naciones Unidas como de aliados nominales de Europa occidental para un levantamiento de las sanciones punitivas unilaterales impuestas por EEUU, Washington en cambio ha intensificado sus intentos por destruir la economía de Irán y de Venezuela. El propósito explícito de su régimen de sanciones es infligir un grado suficientemente alto de sufrimiento masivo para forzar la caída de los gobiernos de los dos países. Washington considera la pandemia como un medio para alcanzar este objetivo.

La administración Trump impuso otra ronda de sanciones contra Irán el jueves, que afectan a compañías e individuos implicados en la industria de la construcción y del transporte. Washington alegó que había vínculos entre ellos y el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI), una rama de las fuerzas armadas iraníes que controla sectores significativos de la economía del país.

Entre los afectados por las medidas anunciadas por el Departamento del Tesoro estadounidense está Al Khamael Maritime Services, una empresa de transportes iraquí que está acusada de facilitar la venta del petróleo iraní.

También fue sancionado Shaykh Adnan al-Hamidawi, un destacado dirigente de Kata'ib Hezbolá, uno de los principales componentes de las Fuerzas de Movilización Popular (FMP) de Irak, las fuerzas de milicia predominantemente chiíes que constituyen una parte oficial del ejército del país. Se lo acusó de haber "planeado intimidar a políticos iraquíes que no apoyaban la retirada de fuerzas estadounidenses de Irak".

El parlamento iraquí votó unánimemente en enero la retirada total e inmediata de Irak de todas las tropas estadounidenses y de otros países. La votación se produjo tras el asesinato con dron perpetrado por los estadounidenses el 3 de enero del general iraní Qasem Soleimani, un ataque en el que murieron el dirigente de Kata'ib Hezbollah, Abu Mahdi al-Muhandis, y muchos otros iraníes e iraquíes en el aeropuerto internacional de Bagdad.

Desde entonces, Washington ha estado desafiando la exigencia de retirada, aunque se ha visto obligado a retirar tropas estadounidenses de bases más pequeñas en Irak, consolidando sus fuerzas de ocupación en sitios más grandes y defendibles. Funcionarios iraquíes declararon esta semana que el Pentágono ya había empezado a traer sistemas de misiles Patriot, una vez más desafiando al gobierno iraquí, que teme que se usen en los preparativos para una guerra total de EEUU contra Irán.

Las últimas sanciones se producen a apenas una semana de una serie anterior de medidas punitivas que tenían por objetivo intensificar la campaña de supuesta presión máxima que Washington viene llevando a cabo contra Irán desde que la administración de Trump abrogara unilateralmente el acuerdo nuclear entre las principales potencias y Teherán en 2018. Esto fue seguido un año más tarde por un firme fortalecimiento de las fuerzas militares estadounidenses en el Golfo Pérsico.

Irán, que el viernes registraba más de 32.000 casos oficialmente reportados de coronavirus y casi 2.400 muertes, es el epicentro de la pandemia en Medio Oriente. Ha sido gravemente debilitado en su intento por combatir la enfermedad por los efectos de las sanciones estadounidenses, que han impedido a Teherán comprar medicamentos esenciales y suministros médicos, lo que llevaba a muchas muertes por cáncer y otras enfermedades desde antes de que golpeara la pandemia.

Al anunciar las nuevas sanciones el jueves, el secretario del Tesoro Steven Mnuchin repitió la mentira cínica de la administración estadounidense de que Washington estaba brindando "excepciones y autorizaciones para ayuda humanitaria... para ayudar al pueblo de Irán a combatir el coronavirus". En realidad, al designar al banco central de Irán como una "entidad terrorista" sancionada, el régimen de sanciones estadounidenses le ha imposibilitado a Irán comprar en el mercado mundial medicamentos y suministros que necesita desesperadamente.

Solo dos días antes del anuncio de las nuevas sanciones a Irán, la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas exigió que "se reevaluaran urgentemente" todas las sanciones impuestas a países.

"En un contexto de pandemia global, entorpecer los esfuerzos médicos en un país eleva el riesgo de todos nosotros", dijo la comisionada Michelle Bachelet. Añadió que "habría que dar efecto amplio y práctico a exenciones humanitarias a sanciones, con una autorización rápida y flexible para equipamiento y suministro médico esencial".

La respuesta asesina de Washington a este llamamiento quedó demostrada no solo por las sanciones contra Irán anunciadas el jueves, sino también con otro ataque a Venezuela anunciado por el Departamento de Justicia estadounidense el mismo día en la forma de una serie grotesca de acusaciones que tildaba a todos los altos cargos de Caracas de narcotraficantes y ofreciendo recompensas de varios millones de dólares por sus cabezas.

Ya sometida a un embargo económico por parte de EEUU que equivale a un estado de guerra, Venezuela vio colapsar su economía todavía más al caer en picado los precios del petróleo.

Hablando ante una rueda de prensa virtual el jueves, el fiscal general de los EEUU William Barr presentó pósters al estilo del salvaje oeste en los que se ofrecía $15 millones por información que llevara al arresto del presidente venezolano Nicolás Maduro y sumas menores por otros altos cargos venezolanos. Dijo que la acusación tenía por objetivo "arrancar de raíz la corrupción generalizada del gobierno venezolano", y lo comparó directamente con la persecución por parte de EEUU del expresidente panameño Manuel Noriega, que fue depuesto y encarcelado bajo cargos estadounidenses de organización delictiva y tráfico de drogas tras la invasión de Panamá en 1989 por parte del ejército estadounidense. Se negó a comentar acerca de si Washington barajaba enviar tropas a Venezuela.

El pretexto de que Washington está llevando a cabo una intervención legal para luchar contra la "corrupción" y defender al pueblo venezolano contra gobernantes que se están enriqueciendo es manifiestamente absurdo. Sobre esta base, debería imputar a casi todos los gobiernos de América Latina, empezando por el de su más estrecho aliado en Sudamérica, Colombia, donde hay sobradas pruebas del patrocinio estatal del tráfico de drogas.

Barr también dijo que no se había consultado sobre las imputaciones a Juan Guaidó, el político derechista que se autodeclaró "presidente interino" en enero del año pasado y fue reconocido inmediatamente por Washington. Las imputaciones representan una admisión tácita de que su operación ha fracasado miserablemente desde el intento fallido de Guaidó el pasado abril de fomentar un golpe contra Maduro. Las encuestas más recientes en Venezuela indicaban que solo el 3 por ciento de la población reconocía a Guaidó como presidente.

De la misma manera que la respuesta dentro de la oligarquía financiera estadounidense y la administración Trump a la propagación del coronavirus se centró en sus efectos en los mercados, así dentro del aparato estatal estadounidense se centra en cómo esta enfermedad mortal afectará la posición global del imperialismo estadounidense, en particular ante su rival más significativo, China.

La administración Trump ha hecho una feroz campaña de propaganda anti-China por el coronavirus, impidiendo que la reunión de ministros del Grupo de los 7 de esta semana publicara una declaración conjunta por la insistencia del chulesco Secretario de Estado estadounidense Mike Pompeo de que tilde la pandemia de "virus de Wuhan".

El ejército estadounidense, entre tanto, ha llevado a cabo ejercicios militares provocadores dirigidos contra China, incluyendo el lanzamiento de misiles de munición real en el Mar de Filipinas el miércoles y hacer navegar un buque de guerra estadounidense por el sensible Estrecho de Taiwán el jueves.

Estas operaciones militares, desde Irak hasta la región de Asia-Pacífico, están continuando a pesar de que el propio ejército se confronta con una difusión cada vez más amplia del coronavirus en sus propias filas. El portaaviones estadounidense Teddy Roosevelt se ha visto obligado a desviarse a Guam después de que 25 marineros dieran positivo. Se están montando hospitales de campaña de emergencia allí anticipando una difusión mucho mayor de la enfermedad entre la tripulación del barco de 5.000 personas. Se ha limitado el movimiento de otras tropas por temor a propagar la enfermedad.

Un artículo de la revista Foreign Affairs advierte de que el fracaso miserable de la administración Trump en contener la propagación del coronavirus o mitigar sus efectos cada vez más devastadores amenaza con socavar la posición global de Washington, mientras Beijing pasa a ser la principal fuente de asistencia exterior a países que se enfrentan a la pandemia.

Sus autores, Kurt Campbell, exasistente del secretario de Estado estadounidense para el Este de Asia, y Rush Doshi, director de la Iniciativa Estrategia China de la Brookings Institution, advierten:

Mientras Washington flaquea, Beijing se está moviendo rápida y hábilmente para aprovecharse de la apertura creada por los errores de EEUU, llenando el vacío para posicionarse como el líder global en la respuesta a la pandemia... Beijing entiende que si se lo ve como líder, y si se ve a Washington como incapaz o reticente a serlo, esta percepción podría alterar fundamentalmente la posición de los Estados Unidos en la política global y en la competición por el liderazgo en el siglo veintiuno.

La respuesta del imperialismo estadounidense a esta amenaza percibida es recurrir a la fuerza militar. Incluso mientras la humanidad tiene ante sí los estragos de la pandemia del COVID-19, el imperialismo está preparando horrores mucho mayores en la forma de una nueva guerra mundial.

El autor también recomienda:

El imperialismo estadounidense utiliza el coronavirus como un arma de guerra [21 de marzo de 2020]

(Publicado originalmente en inglés el 28 de marzo de 2020)

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