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Perspectiva

Aumentan muertes por COVID-19 pero Casa Blanca exige a empresas “abrir con un big bang”

El martes y el miércoles fueron los dos peores días de la pandemia de coronavirus, tanto para el mundo en su conjunto como para Estados Unidos, que ahora es un epicentro de la crisis mundial.

Más de 1,5 millones de personas han sido infectadas por el COVID-19 en todo el mundo, con un número de muertes que se acerca a las 90.000. Los totales nacionales son horribles: casi 18.000 muertos en Italia, casi 15.000 en España y los Estados Unidos, casi 11.000 en Francia, más de 7.000 en Reino Unido; Alemania, Bélgica y los Países Bajos tienen más de 2.200 muertos.

El miércoles, mientras 1.940 personas sucumbieron en un solo día en los EE. UU., hubo una campaña concertada para crear una nueva narrativa, para restarle importancia y negar la realidad. A pesar del enorme y cada vez mayor número de muertos, cada informe de prensa y declaración de los funcionarios políticos fue precedido por declaraciones de que hay “destellos de esperanza” y que la lucha contra el COVID-19 ha “doblado una esquina”.

Desde el punto de vista de la élite gobernante, se agotó la utilidad de generar preocupación pública por la pandemia. La crisis del COVID-19 ha sido explotada para organizar un rescate masivo y multimillonario del sistema financiero.

La oligarquía financiera ha recibido un rescate aún mayor que el de la crisis de 2008, pero esta vez en el transcurso de semanas, no de años. Esto ha llevado al aumento más explosivo del mercado de valores en la historia del país. El índice Promedio Industrial Dow Jones se ha disparado un 25 por ciento en menos de tres semanas.

Habiendo saqueado el tesoro, el imperativo de la clase dirigente es enviar a los trabajadores de vuelta al trabajo de generarles ganancias. Las personas que defiende más abiertamente la reapertura prematura de negocios es el presidente Donald Trump, hablando en nombre de poderosos sectores de la oligarquía financiera.

Trump declaró el miércoles que sería “agradable poder abrir con un big bang, y creo que lo haremos pronto. Diría que estamos adelantados a la agenda”. Para que eso suceda, Trump dijo: “Creo que tenemos que estar en la parte baja del pico”.

La Casa Blanca anunció una nueva guía a última hora de la tarde sobre cómo los “empleados críticos” volverían al trabajo después de ser expuestos a COVID-19.

El documento hace un llamado a los trabajadores para que ignoren las pautas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre las cuarentenas para las personas expuestas al COVID-19, indicándoles a las empresas que “se puede permitir que los trabajadores continúen trabajando después de una posible exposición a COVID-19”.

La guía define a los trabajadores “críticos” tan ampliamente como para abarcar casi toda la clase obrera: “Trabajadores –incluyendo vendedores contratados— en alimentos y agricultura, manufactura crítica, tecnología de la información, transporte, energía e instalaciones gubernamentales”.

“Las directrices son parte del esfuerzo del Gobierno para 'reabrir' el país”, observó NPR, “que se ha detenido económicamente debido al coronavirus y a las extensas medidas introducidas para detener su propagación”.

Estas directrices garantizan que los trabajadores que han estado expuestos al COVID-19, y algunos de los cuales desarrollarán infecciones, transmitirán la enfermedad a otros, provocando muertes innecesarias.

Al pedir una pronta reapertura de la economía, Trump está actuando en contra de la recomendación de los funcionarios sanitarios a nivel mundial. En una sesión informativa el miércoles, el director regional de la OMS, Hans Kluge, advirtió que no se deben reabrir prematuramente los negocios. “Ahora no es el momento de relajar las medidas”, dijo. “Es el momento de una vez más duplicar y triplicar nuestros esfuerzos colectivos para impulsar la supresión con todo el apoyo de la sociedad”.

Kluge añadió: “Algunas señales positivas de algunos países no representan todavía una victoria, sino que ofrecen una rara oportunidad para que podamos apretar nuestro control sobre el virus”.

A lo largo de la pandemia, la OMS ha dejado claro que las medidas de distanciamiento social, incluidos los cierres generalizados de empresas, son sólo el primer paso para contener el COVID-19.

“El distanciamiento físico a gran escala, la restricción de movimientos, son en cierto sentido una medida temporal. Lo que hacen es frenar en cierta medida la propagación de la infección en las comunidades y, por lo tanto, alivian la presión sobre el sistema de salud”, dijo el portavoz de la OMS, Mike Ryan.

Los funcionarios de la OMS han declarado que es inapropiado abrir negocios en condiciones en las que los hospitales están saturados y enormes porciones de pruebas dan positivo, como es el caso de los Estados Unidos.

En una sesión informativa del lunes, Ryan enfatizó que “sería muy desaconsejable levantar el cierre si el número de casos que llegan al hospital ya está a un nivel en el que la ocupación de camas está casi al cien por cien”, como sucede en Nueva York, Detroit y otras partes del país.

Añadió: “Verás que, en lugares como Corea, entre el 2 y el 6 por ciento de sus muestras dan positivo. La semana pasada en Nueva York el 37 por ciento de las muestras analizadas dieron positivo”.

Y, desafiando las recomendaciones de la OMS, los Estados Unidos no tienen instalaciones para atender a los pacientes de COVID-19, aparte de los extremadamente enfermos, lo que les lleva a intentar recuperarse en casa, infectando potencialmente a sus familiares.

Pero en una de las más atroces violaciones de los estándares globales de salud pública, el Gobierno federal anunció el jueves que terminaría el apoyo federal a los centros de pruebas de COVID-19 en todo el país esta semana, lo que llevó a algunos a cerrar.

La campaña mediática sobre “destellos de esperanza” tiene como objetivo pasar por alto las extremadamente complejas cuestiones de salud pública que rodean la reapertura de sectores de la economía, y en su lugar equiparar los modestos logros del distanciamiento social con que la enfermedad haya sido vencida.

Los esfuerzos de la Administración de Trump y de otros Gobiernos de todo el mundo para reabrir empresas –aun cuando los hospitales están saturados y no existen medios sistemáticos de análisis y cuarentena— ponen en peligro un resurgimiento desastroso de la enfermedad. En los medios de comunicación y la Administración de Trump, no se dice nada sobre el peligro de una segunda ola.

Es urgentemente necesario utilizar el tiempo adquirido por las medidas de distanciamiento social para expandir masivamente la infraestructura de salud pública y aumentar las capacidades de pruebas, cuarentena y rastreo de contactos.

La clase obrera se enfrenta a un conflicto de clases irreconciliable. Miles de trabajadores han realizado huelgas y protestas por verse obligados a trabajar en condiciones inseguras ante la propagación de la epidemia de coronavirus. Fue esta resistencia la que forzó a las empresas estadounidenses a cerrar las plantas automotrices y muchos otros lugares de trabajo. Los esfuerzos de Trump y sus cómplices del Partido Demócrata para declarar a EE. UU. “abierto para hacer negocios”, en condiciones de un creciente número de infecciones y muertes, desencadenarán un enorme estallido de oposición social.

En la batalla contra la pandemia de COVID-19, las demandas de los principales científicos y de la salud pública se alinean con las de los trabajadores que exigen lugares de trabajo seguros, en oposición a los Gobiernos capitalistas y a las demandas de los ejecutivos corporativos y financieros. Las alternativas básicas a las que se enfrenta la humanidad, como señaló el World Socialist Web Site la semana pasada, son el “sistema de lucro capitalista y la muerte, o el socialismo y la vida”.

(Publicado originalmente en inglés el 9 de abril de 2020)

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