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70 Festival Internacional de Cine de Berlín

Redescubriendo Aleluya (1929), sensible filme del director King Vidor con electo completo de actores negros

La sección Retrospectiva del Festival Internacional de Cine de Berlín de este año, la Berlinale, estuvo dedicada al destacado director estadounidense King Vidor (1894-1982).

El período de su trabajo creativo es extraordinario. Hizo sus primeras películas en la época del cine mudo, influenciado por D. W. Griffith, el primer cine soviético y el cine de Weimar alemán. Luego, Vidor se convirtió en una fuente de inspiración importante para el neorrealismo italiano. Hizo su última película en 1980.

Vidor adquirió fama internacional con filmes tan diversos como El pan nuestro de cada día (1934), el western Duelo al sol (1946) y su adaptación de La guerra y la paz (1956), de Tolstói. Su película El gran desfile (1925) influyó en otros clásicos antibélicos como Sin novedad en el frente (1930), de Lewis Milestone. Lo que lo distinguió como artista fue su interés por temas y conflictos sociales sustanciales y relevantes.

King Vidor (Foto: Berlinale)

Otras películas importantes dirigidas por Vidor son Vida bohemia (1926, con Lillian Gish), Y el mundo marcha (1928), La calle (1931, basada en una obra teatral de Elmer Rice), El campeón (1931, con Wallace Beery y Jackie Cooper), Stella Dallas (1937, con Barbara Stanwyck), La ciudadela (1938, con Robert Donat) y La pradera sin ley (1955, con Kirk Douglas).

Aleluya (1929), filme elogiado por el célebre director soviético Sergei Eisenstein, se desarrolla en el sur de Estados Unidos, donde recolectores negros trabajan en los campos de algodón; los vemos recogiendo la cosecha en la poderosa escena de apertura. Ellos están entre los sectores más pobres y oprimidos de la sociedad.

Zeke (Daniel L. Haynes), un recolector joven, vive con su madre (Fanny Belle DeKnight) y varios hermanos menores. Lleva la carga de algodón de la familia a la ciudad para venderla y luego coquetea con la bailarina Chick (Nina Mae McKinney) en un bar. Ella se ríe de su ropa sucia y “campestre” hasta que se da cuenta de que él tiene dinero. Ella lo convence de jugar a los dados con el estafador Hot Shot (William Fountaine), que amaña la competencia.

Nina Mae McKinney y Daniel L. Haynes en Aleluya (King Vidor 1929)

Cuando Zeke pierde todo el dinero de la cosecha acusa a Hot Shot de hacer trampa. En la pelea resultante, Zeke mata accidentalmente a su hermano pequeño, Spunk (Everett McGarrity), que lo había seguido en secreto. En la tumba de su hermano, afligido, Zeke promete ser una buena persona en el futuro y se convierte en predicador.

En una reunión religiosa al aire libre, Chick se burla de Zeke por ser un hipócrita. Pero escucha su sermón y promete cambiar su vida. Ella y Zeke finalmente se casan y él comienza a trabajar en un aserradero. Incapaz de cumplir su compromiso o mantener su relación con Zeke, Chick termina volviendo a su viejo amor, Hot Shot. Zeke persigue celosamente a ambos. Hot Shot es asesinado y Chick también muere en un accidente. Zeke es sentenciado a trabajos pesados, sobrevive su tiempo en la cantera y regresa a su familia. Su novia Missy Rose (interpretada por Victoria Spivey, talentosa cantante y compositora de blues) lo ha esperado todo el tiempo. Es tiempo de cosecha, como al comienzo de la historia.

Aleluya es una temprana película sonora y una de las primeras producciones de Hollywood con un elenco enteramente afroestadounidense. Se observa el placer real de los intérpretes en formar parte del filme, por ejemplo, en una escena en la que los niños le dan las buenas noches a su madre; la escena sigue y sigue. La película también incluye una amplia gama de música, canciones religiosas populares y escenas de baile de gran ritmo. Durante un sermón, Zeke imita los ruidos del tren con los pies y el cuerpo (después de todo, ¡es el tren al infierno!).

La combinación general de imágenes, música y ritmo creada por Vidor conserva hoy su poder. La película, candidata a un premio Óscar en 1930, vibra con energía.

Victoria Spivey y Daniel L. Haynes en Aleluya (1929)

Aleluya estaba en el corazón de King Vidor. Sureño, nacido en Galveston, Texas, Vidor era nieto de un refugiado de la derrotada revolución húngara de 1848. El estudio de cine era escéptico sobre Aleluya hasta que Vidor renunció a sus honorarios. Su objetivo era ser lo más realista posible. Conocía a los trabajadores negros de los aserraderos de su padre y estaba familiarizado con sus canciones religiosas. Filmó en varias locaciones del sur, incluido Memphis y sus alrededores. Para la escena del bautismo con 200 extras, Vidor contrató a clérigos y feligreses baptistas del área de Memphis, y sus colaboradores negros le aconsejaron sobre el diálogo.

El libro que acompaña la retrospectiva en el Festival de Cine de Berlín afirma que el filme “no está exento de problemas”. Un ensayo de Lisa Gotto acusa a Vidor de “combinar el potencial revolucionario de la tecnología de sonido con una visión reaccionaria de la vida afroestadounidense”. La segregación racial, “la experiencia común de la discriminación racial y la explotación de recolectores de algodón afroestadounidenses por parte de terratenientes blancos están completamente ausentes”. En un momento en que millones de afroestadounidenses eran arrastrados de la miseria del sur a las grandes ciudades del norte, “Vidor creó un relato retrógrado, idealizado de manera nostálgica, con trabajadores de plantación autosuficientes y fatalistas que ni cuestionan su situación ni se rebelan contra ella”.

Indudablemente, hay problemas histórico-sociales en la película de Vidor, como los hay en prácticamente cada película de Hollywood de esa época y cualquier otra. Pero las limitaciones y los prejuicios son en gran medida de clase y sociales, no raciales. Vidor era contradictorio ideológica y políticamente, más allá de su indudable simpatía general por los pobres y marginados.

Adepto de la Ciencia Cristiana y republicano, Vidor se unió a la Alianza Cinematográfica para la Preservación de los Ideales Estadounidenses, creada en 1944 para combatir la infiltración “comunista” (y supuestamente fascista) de Hollywood. La derechista Ayn Rand escribió un panfleto para la alianza, titulado Screen Guide for Americans, que denunció a filmes como Lo mejor de nuestra vida (1946), de William Wyler, por su “colectivismo”. Vidor luego hizo una adaptación cinematográfica de El manantial (1949), de Rand, una celebración terrible de egoísmo e individualismo despiadados.

Daniel L. Haynes, Nina Mae McKinney y King Vidor durante el rodaje de Aleluya (1929)

En 1964 dirigió Truth and Illusion: An Introduction to Metaphysics (también exhibido en Berlín), un documental que expresa su creencia en el idealismo subjetivo más salvaje. El cortometraje, que incluye un pasaje del obispo Berkeley, ¡afirma que el mundo material es enteramente un producto de la mente! Por si fuera poco, Vidor fue miembro del jurado del Festival de Cine de Moscú en 1969, jurado que también incluyó a Glauber Rocha, director brasileño e izquierdista, y a Erwin Geschonneck, actor de Alemania Oriental que trabajó con Bertolt Brecht.

En todo caso, una visión objetiva de Aleluya disipa una serie de argumentos de Gotto, que son en gran medida ahistóricos y anacrónicos.

Aleluya es esencialmente una película musical. Por lo tanto, la música y el baile juegan un papel destacado y contribuyen enormemente al trabajo. Una escena ambientada en una cantera de la prisión deja en claro que el rol de la música no es de modo alguno minimizar las condiciones inhumanas sufridas por los negros sureños. La combinación de religión y música es sobre todo una expresión del fuerte anhelo de redención. También lo son las explosiones de erotismo, que a veces parecen mezclarse con el fervor religioso. La religión (“el suspiro de los oprimidos”) y la música son parte del esfuerzo por sobrellevar las pruebas de la vida cotidiana. No es lo mismo que “autosuficiencia” o mera resignación.

Hay escenas de gran tragedia en Aleluya, como el funeral de Spunk. Pero antes de que el duelo se convierta en fuente de parálisis destructiva, la música y el baile imbuyen una suerte de éxtasis religioso y comunitario a los personajes reunidos ante la tumba. Durante una ceremonia de boda religiosa en un patio, Zeke besa en la boca a la joven que toca en un armonio la marcha nupcial de Richard Wagner. Ambos se casan más tarde. Y nadie cree realmente en las proclamas de fervor religioso de Chick, que no duran mucho.

Gotto señala correctamente que la interpretación de “música gospel, canciones religiosas, blues y jazz” fue hecha de una forma que las conecta con la “industria del entretenimiento, de influencia blanca”. La manera en que canta Chick, sus gestos y expresiones faciales mientras baila están influenciados claramente por las revistas teatrales populares de la época, ¿pero cuál es el crmen en ello?

Nina Mae McKinney, de apenas 17 años en el momento de rodaje de Aleluya e intérprete notable, apareció en el espectáculo de Broadway Blackbirds de 1928. No es el trabajo de algún jurado o zar etnocéntrico evaluar la “autenticidad” cultural o la música “hecha a medida” que los afroestadounidenses pueden interpretar, sea del negro Louis Armstrong o del blanco Irving Berlin (compositor de algunas de las canciones en el filme). El jazz nunca fue exclusivamente una forma de música “negra” y surgió de la diversidad cultural.

Daniel L. Haynes en Aleluya (1929)

En Aleluya, Vidor muestra su poderoso enfoque humanitario y su oposición al racismo, que también puede verse en Esposa de guerra japonesa (1952, también exhibida en la retrospectiva). En este último filme, Vidor retrata con sensibilidad las tensiones entre la población estadounidense en general y los inmigrantes japoneses en el contexto de la guerra de Corea y la hostilidad hacia Japón durante la Segunda Guerra Mundial.

En Aleluya, Vidor revela de manera sincera y evocadora el universo emocional de sus personajes, afroestadounidenses en este caso, incluidos los sentimientos contradictorios de Zeke por la excitante Chick. También su profundo remordimiento cuando se da cuenta de que apostó imprudentemente las ganancias de la cosecha. Estos son sentimientos universales y complejos. Asimismo, el rostro de Spivey es inolvidable en algunas escenas.

En última instancia, el tema de la opresión es un problema de clase, no de color de piel. En Amanecer (1927), el clásico de cine mudo de F. W. Murnau, es un pequeño granjero blanco a quien los especuladores de tierras quieren llevar a la gran ciudad para sacarlo de su granja. Tiene suerte pero, ¿cuántas otras innumerables víctimas quedaron varadas en las ciudades del norte?

Vidor también observa las diferencias sociales y la opresión dentro de la población negra. Un respetable pequeño burgués negro muestra su vanidad mientras el predicador advierte a su congregación contra los peligros diabólicos de la música jazz (como hicieron predicadores baptistas blancos).

El final de la película nos devuelve al comienzo. La vida gira en círculos. Tales tragedias ocurren. Zeke vuelve con su familia después de que su intento de redención fracasa. No debe verse a la engorrosa “Big Mama” como un estereotipo racial “Minstrel”, que traiciona el enfoque “blanco” de Vidor, sino como un tipo de matriarca alegre y de buen corazón presente en cualquier parte del mundo doy hay pobreza, predomina el desempleo y los hijos adultos dependen de la generosidad de su madre.

El mensaje universal del filme se pone de manifiesto cuando Zeke canta en el techo del tren que lo trae de regreso. Parece que la canción le llegara a través del viento y expresa solo una cosa: se va a su casa, es libre. La famosa melodía proviene del segundo movimiento de la Sinfonía n.° 9 (popularmente conocida como Sinfonía Nuevo Mundo, 1893) del compositor checo Antonin Dvorak (1841-1904). Según el compositor, la obra fue inspirada por su estudio de la música indígena estadounidense.

Aleluya, rodada en gran parte en antiguos centros de segregación de Jim Crow, es un genuino descubrimiento y está disponible en Internet y en DVD.

Nota:

Victoria Spivey, la actriz que interpreta a Missy Rose, fue una destacada cantante de blues que trabajó, entre muchos otros, con Louis Armstrong y, en la década de 1960, con Bob Dylan. Nina Mae McKinney (Chick) siguió su carrera como actriz y cantante; por su belleza se la conoció en Europa como “la Garbo negra”.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 7 de abril de 2020)

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