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Perspectiva

Trump les ordena a los obreros frigoríficos a trabajar, mientras aumenta la oposición a la campaña de regreso al trabajo

La orden ejecutiva del presidente Donald Trump invocando la Ley de Producción de Defensa para obligar a los trabajadores en los frigoríficos a regresar al trabajo marca una nueva etapa en la confrontación del Gobierno contra la clase obrera.

Trump se ha rehusado a obligar a las empresas a producir equipo de protección de emergencia y pruebas a pesar de la gran escasez de ambos. Pero cuando se trata de obligar a que los trabajadores sean explotados en condiciones inseguras e insalubres, Trump pone en acción todas sus facultades posibles.

La Casa Blanca pretende crear un precedente para aplicar el regreso al trabajo mientras absuelve a las corporaciones de cualquier responsabilidad legal. La orden indemnizará a Tyson Foods y otras empresas frigoríficas por cualquier denuncia de los empleados que digan que fueron obligados a trabajar en condiciones inseguras.

Empleados y familiares protestan fuera de una planta procesadora de comidas en Sioux Falls, Dakota del Sur, donde hubo un brote de coronavirus según la gobernadora Kristi Noem (AP Photo/Stephen Groves File, 9 abril, 2020)

Al menos 20 trabajadores de procesamiento de carne y alimentos han muerto a causa del COVID-19, y 5.000 han sido infectados o puestos en cuarentena. El martes, varias docenas de trabajadores abandonaron el trabajo en la planta procesadora de cerdos de Smithfield Foods en Creta, Nebraska, después de que la compañía cambiara de parecer y anunciara que no cerraría por limpieza, a pesar de que 48 trabajadores de la instalación dieron positivo.

Desde Kathleen, Georgia, hasta Sioux Falls, Dakota del Sur, los trabajadores de la industria cárnica han protestado y se han retirado del trabajo para exigir una protección y una sanidad adecuadas. Estos trabajadores altamente explotados están compuestos de manera desproporcionada por inmigrantes de América Latina y África oriental.

Con la pandemia de coronavirus que continúa haciendo estragos, infectando a más de tres millones de personas y cobrándose la vida de al menos 216.000 en todo el mundo, la oposición de la clase trabajadora a la campaña de regreso al trabajo que llevan a cabo las élites gobernantes, ignorada en gran medida por los medios de comunicación, está estallando en todo el mundo.

Los Estados Unidos siguen siendo el epicentro de la pandemia, con más de un millón de casos y casi 60.000 muertes confirmadas. El país más rico del mundo, con menos del cinco por ciento de la población mundial, representa ahora un tercio de todos los casos.

Una reciente serie de encuestas muestra que, a pesar de la promoción mediática de pequeñas protestas derechistas a favor del “regreso al trabajo”, los estadounidenses apoyan abrumadoramente las órdenes de quedarse en casa y otras medidas de distanciamiento social. La semana pasada, una encuesta de Politico/Morning Consult descubrió que el 76 por ciento de los encuestados apoyaban la continuación de las medidas restrictivas durante el tiempo que fuera necesario para frenar la pandemia, incluso si esto perjudicaba a la economía.

Los trabajadores de la industria textil en Selma, Alabama, abandonaron el trabajo el jueves, cerrando su planta después de que varios trabajadores de la instalación contrajeran COVID-19. Un trabajador resumió el sentir general en la planta: “No les importamos. Sólo quieren que trabajemos”.

El domingo, a 13.500 km de distancia, los trabajadores del sector textil en Dhaka, Bangladesh, salieron a las calles para exigir dos meses de salarios atrasados, ya que se enfrentan a la inanición sin ningún tipo de ingresos. El centro global de producción de prendas de vestir había estado cerrado desde marzo, ya que los trabajadores se negaron a trabajar en condiciones inseguras.

En Bangladesh sigue aumentando el número de casos confirmados diariamente y no hay indicios de que la pandemia esté disminuyendo. No obstante, los propietarios de fábricas comenzaron a reabrir sus plantas este fin de semana y la mayoría se negó a aplicar medidas de seguridad, como proporcionar desinfectante para las manos o mantener a los trabajadores separados en sus puestos.

Trabajadoras textiles en Dhaka, Bangladesh, bloquean la calle exigiendo los salarios que les deben en una protesta en que participaron cientos de personas, 16 de abril, 2020 (AP Photo/Al-emrun Garjon)

Las huelgas de los trabajadores automotores en Michigan, Ohio y Ontario cerraron la industria automotriz en marzo, incluso cuando el sindicato United Auto Workers estaba negociando con las compañías para encontrar la manera de mantener las fábricas funcionando durante la pandemia. Los planes conjuntos sindicato-compañía para reabrir las plantas a principios de mayo se han retrasado dos semanas debido a que los trabajadores se resisten a volver.

Justo al otro lado de la frontera de los Estados Unidos, en Ciudad Juárez, México, miles de trabajadores de maquiladoras que fabrican piezas de automóviles y componentes electrónicos se han declarado en huelga y han protestado para exigir el cierre de sus plantas con el pago completo. Hasta la semana pasada, trece trabajadores de la maquila habían muerto en la ciudad, lo que representa casi la mitad de todas las muertes por coronavirus confirmadas.

El coronavirus se está extendiendo rápidamente en América Latina. A finales de marzo, miles de trabajadores de los centros de llamadas en Brasil realizaron huelgas salvajes por las condiciones inseguras, declarando: “¡No moriremos en nuestros cubículos!”. Las huelgas, que siguieron a los llamados de los trabajadores italianos a una huelga masiva contra una de las mismas transnacionales que operan en Brasil, fueron denunciadas por el sindicato que pretende representar a la fuerza laboral del centro de llamadas.

Los trabajadores empleados por las empresas de reparto de alimentos por medio de aplicaciones se declararon en huelga en varias ciudades de Brasil, así como en Ecuador, Argentina y Chile a partir del 17 de abril, exigiendo condiciones de trabajo más seguras y un aumento de los salarios. Las acciones siguieron a una huelga similar en España.

Las enfermeras renunciaron en masa el lunes para protestar la falta de equipo personal de protección y los bajos salarios en el hospital Kommunarka de Moscú, una de las principales instalaciones para el tratamiento de pacientes con coronavirus en la ciudad. Aunque los negocios no esenciales fueron cerrados a finales de marzo, los casos confirmados en Rusia han ido aumentando por miles cada día, los ministros ya están elaborando planes para la vuelta al trabajo.

Hasta ahora, las medidas adoptadas por los Gobiernos en todo el mundo bajo el pretexto de combatir la pandemia han sido dictadas por los intereses de la élite gobernante. Se han transferido billones de dólares de la clase obrera a los bancos y las empresas, lo que ha alimentado el aumento masivo de los mercados de valores. Después de enriquecerse, la clase dominante exige que los trabajadores vuelvan al trabajo para crear plusvalía y las ganancias necesarias para cubrir estas ganancias para los ricos.

Los trabajadores que exigen condiciones de trabajo seguras y el cierre de las industrias no esenciales no pueden confiar en los sindicatos, que durante la crisis han trabajado para las empresas en un esfuerzo por mantener el mayor número de trabajadores en el trabajo y erradicar los signos de oposición.

Para luchar por sus intereses, los trabajadores deben formar comités de seguridad de las propias bases en cada lugar de trabajo, independientes de los sindicatos, para organizar y coordinar sus acciones con sus hermanos y hermanas de todas las industrias del mundo y exigir una respuesta a la pandemia guiada por la ciencia y la medicina.

Estos comités deben elevar la demanda de que no se trabaje en las industrias no esenciales. A los trabajadores que realizan trabajos esenciales para el funcionamiento de la sociedad se les debe garantizar toda la protección. Asimismo, se debe garantizar un ingreso completo a todos los trabajadores que sean despedidos o cesados durante la duración de la pandemia. Los trabajadores deben controlar las medidas sanitarias y la seguridad en sus lugares de trabajo, en consulta con los profesionales médicos, para garantizar condiciones seguras.

Sobre todo, esto requiere emprender la lucha por el socialismo internacional, uniendo a todos los trabajadores internacionalmente a través de líneas industriales, lingüísticas y nacionales —una perspectiva política que es diametralmente opuesta a la élite gobernante capitalista—.

(Publicado originalmente en inglés el 29 de abril de 2020)

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