Publicamos aquí el informe de apertura entregado por David North a la conmemoración en línea del Día Internacional de los Trabajadores de 2020, celebrada por el World Socialist Web Site y el Comité Internacional de la Cuarta Internacional el 2 de mayo. North es el presidente del Consejo Editorial Internacional del WSWS y el presidente nacional del Partido Socialista por la Igualdad en los EE.UU.
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Camaradas y amigos,
Estamos observando el Primero de Mayo de 2020 bajo condiciones solemnes. Todos los que participan en esta reunión son conscientes y están afectados por la tragedia que se está desarrollando en todo el mundo. La pandemia del coronavirus COVID-19, que comenzó en enero, continúa extendiéndose rápidamente. Hasta ayer se habían registrado casi 3,4 millones de casos de infección. El número total de muertes, según los informes oficiales, es de poco menos de 240.000. Las cifras reales son, sin duda, sustancialmente más altas.
Esta terrible cifra, y la certeza de que el número de casos mortales seguirá aumentando rápidamente en los próximos días y semanas, es motivo de tristeza. Cada día, miles de vidas son acortadas. Muchos de nuestros semejantes, que celebraron recientemente el Año Nuevo, mirando hacia el futuro y sin tener ninguna razón para creer que les quedaba tan poco tiempo, se vieron repentinamente afectados y, a menudo en pocos días, murieron.
Pero junto con la pena, hay una creciente ira. La pérdida masiva de vidas no es simplemente el producto de un fenómeno biológico. La respuesta de los gobiernos —su falta de preparación, su asombrosa incompetencia y su flagrante indiferencia ante la vida de los trabajadores— se considera en todo el mundo como el producto de la subordinación de las necesidades humanas a los beneficios capitalistas y a la acumulación de riqueza personal.
A principios de enero, los acontecimientos en Wuhan habían sido informados públicamente y eran conocidos en todo el mundo. Las autoridades chinas y la comunidad médica estaban compartiendo información detallada con sus homólogos de todo el mundo. Más adelante en esta reunión, el camarada Peter Symonds examinará las acusaciones que se han hecho contra China y los esfuerzos por convertir a ese país en el chivo expiatorio de la propagación de la pandemia y el terrible precio que ha cobrado. Pero permítanme afirmar en este momento que los esfuerzos por echar la culpa a los chinos no explican el fracaso absoluto y la negativa rotunda de los gobiernos de los Estados Unidos, Europa y otros países a responder rápida y eficazmente a la pandemia. Se desperdició tiempo crucial. Para la administración de Trump, y los comités bipartidistas del Congreso que se encargaban de vigilar la pandemia, el asunto que les preocupaba principalmente era salvar a Wall Street y a los mercados financieros mundiales, no las vidas humanas. Persiguieron una política que fue definida acertadamente por el World Socialist Web Site como "negligencia maligna".
Hace sólo un mes, el 1 de abril, el número total de muertes confirmadas en todo el mundo era de 42.540. En los Estados Unidos, el número de muertes fue de 4.000. Para el 1 de mayo, el número de muertes en todo el mundo había llegado a 240.000. En los Estados Unidos, el número de víctimas de coronavirus es, hasta esta mañana, de 65.000. En el curso de los 30 días de abril, casi 200.000 personas sucumbieron al virus. Casi 60.000 de esas víctimas eran estadounidenses. Pero durante esos mismos 30 días, en medio de horribles escenas de muerte y sufrimiento, el Promedio Industrial de Dow Jones subió más del 30 por ciento, ¡su ascenso más explosivo en más de 30 años! ¿Cuál es la razón de la celebración de la muerte en Wall Street?
La respuesta es la siguiente: A finales de marzo el Congreso aprobó, sin debate, y Trump firmó en ley un rescate multimillonario de los bancos, corporaciones y especuladores de Wall Street. Todas las deudas morosas que se habían acumulado durante la década anterior iban a ser cubiertas. La Reserva Federal declaró que no habría límite en las sumas que se gastarían para apoyar a los mercados financieros. Las imprentas digitales de la Reserva Federal crearon sumas de dinero tan vastas que resultan incomprensibles y las entregaron, sin condiciones ni restricciones, a la élite de las corporaciones financieras. Una vez que el rescate fue implementado, la crisis que preocupaba a la clase dominante se resolvió en gran medida. El impacto de la pandemia en la población fue de poco interés.
La pandemia es un evento histórico que está exponiendo la bancarrota económica, política, social y moral de la sociedad capitalista. Está dejando al descubierto el abismo insalvable que existe entre los oligarcas corporativos-financieros que controlan y determinan las políticas de los gobiernos capitalistas y las necesidades e intereses de la clase obrera.
En su análisis de la actual crisis mundial, el World Socialist Web Site ha definido la pandemia como un "evento desencadenante". Puede compararse con el asesinato del archiduque austriaco Fernando y su esposa el 28 de junio de 1914. Este incidente llevó rápidamente al estallido de la Primera Guerra Mundial poco más de cinco semanas después, a principios de agosto de 1914. Si el asesinato no hubiera tenido lugar, es dudoso que la guerra hubiera llegado en agosto. Pero tarde o temprano, tal vez en el invierno de 1914 o al año siguiente, las contradicciones económicas y geopolíticas del capitalismo y el imperialismo europeo y mundial habrían dado lugar a una conflagración militar. El asesinato aceleró el proceso histórico, pero actuó sobre condiciones socioeconómicas y políticas preexistentes y altamente inflamables. Lo mismo puede decirse de la pandemia.
En los años venideros, cuando los historiadores recuerden la Gran Pandemia de 2020, se preguntarán inevitablemente por qué este acontecimiento desencadenó las luchas revolucionarias de masas de la clase obrera internacional y un movimiento mundial por el socialismo. Al examinar estos acontecimientos, los historiadores llamarán la atención sobre la incapacidad de las elites para actuar ante las advertencias que los científicos hicieron en los dos decenios anteriores sobre una inminente pandemia. Tomarán nota del estado desastroso de la infraestructura social del país capitalista más poderoso, que dejó a los Estados Unidos incapaz de proporcionar una atención médica adecuada a sus ciudadanos. Los historiadores subrayarán sin duda los asombrosos niveles de desigualdad social, la rapaz avaricia de los oligarcas, su saqueo de los recursos nacionales, la negativa a proporcionar alivio económico a los trabajadores desempleados y a las pequeñas empresas desesperadas, y el brutal impulso para forzar el regreso al trabajo en condiciones inseguras. Y los historiadores intentarán explicar cómo y por qué, en un momento de crisis extrema, la Casa Blanca fue ocupada por un imbécil sociópata.
En respuesta a estas preguntas, los marxistas explicarán que la respuesta de la clase capitalista a la pandemia fue continuar e intensificar las mismas políticas económicas y sociales parasitarias que había empleado durante las décadas anteriores para contrarrestar la crisis sistémica del sistema capitalista. Al igual que en períodos históricos anteriores que fueron testigos de profundas transformaciones sociales, la negativa de las elites dominantes a aceptar cualquier reforma, por necesaria que fuera, que afectara a su riqueza y poder hizo inevitable la revolución. El historiador R. R. Palmer, al referirse a los trastornos del siglo XVIII, escribió: "Fue la resistencia conservadora en Francia, en gran medida, la que precipitó la revolución y la llevó a extremos no previstos en un principio". La aristocracia capitalista actual no se comporta de manera diferente a sus antepasados feudales, y sus acciones producirán resultados similares.
La prolongada decadencia del capitalismo ha encontrado una expresión nociva en el proceso conocido como financiarización, es decir, la separación cada vez más extrema entre la generación de riqueza para las elites parasitarias corporativas-financieras, mediante la expansión del crédito, y el proceso de producción. En particular, tras el colapso financiero de 2008-2009, la Reserva Federal de los Estados Unidos y los bancos centrales de Europa intervinieron para rescatar a los banqueros, las empresas y los especuladores de Wall Street de las consecuencias de su temeraria especulación. El rescate de 2008-2009, conocido como "flexibilización cuantitativa", creó las condiciones para el siguiente decenio de especulación desenfrenada que hizo que los mercados bursátiles de los Estados Unidos y del mundo se dispararan a nuevas alturas, al tiempo que se intensificaba la explotación de la clase obrera.
El precario estado de la economía estadounidense y mundial, alimentada por la deuda, se había hecho evidente incluso antes del estallido de la pandemia. A finales de 2018, la Reserva Federal de los Estados Unidos trató de contrarrestar la repentina caída del valor de las acciones de Wall Street mediante nuevos recortes de los tipos de interés. A principios de 2020, el valor de las acciones había alcanzado máximos históricos.
El brote de la pandemia, que obligó a un repentino cierre de la producción y a la interrupción de los ingresos derivados de las actividades especulativas altamente apalancadas, dio lugar a la venta masiva de Wall Street en marzo. Exponiendo el carácter ficticio de las valoraciones de Wall Street, se vendieron billones de dólares en unos pocos días, más rápido que cualquier otro descenso en la historia moderna. La velocidad del colapso expuso el carácter irreal del anterior aumento de los precios de las acciones, que, en gran medida, había sido impulsado por la recompra de acciones de empresas.
Enfrentada a la ruina, la oligarquía financiero-corporativa se dirigió nuevamente a la Reserva Federal con la exigencia de que fuera rescatada. Pero esta vez requirió no sólo miles de millones, sino trillones de dólares. Se creó una nueva versión de la flexibilización cuantitativa. En la primera versión, creada en respuesta al derrumbe de 2008, la Reserva Federal gastó aproximadamente $80 mil millones al mes en la compra de los activos en dificultades que se encontraban en los balances de las empresas.
En la nueva versión de la flexibilización cuantitativa, las compras de activos de la Reserva Federal se han aumentado a $80 mil millones por día .
Los ingresos necesarios para atender la vasta expansión de la deuda de la Reserva Federal exigen la intensificación extrema de la explotación de la clase obrera. Es esta necesidad la que ha generado la campaña instigada por los medios de comunicación, para el retorno al trabajo, incluso en condiciones que amenazan la vida de los trabajadores.
La entrega de billones de dólares a la élite dominante no sólo evoca la repugnancia y la ira popular. Socava todos los cimientos económicos e ideológicos sobre los que descansa la legitimidad del sistema capitalista. El capitalista, como se proclama sin cesar, proporciona el capital y asume el riesgo. Ninguna de estas afirmaciones se sostiene. Los recursos financieros son proporcionados por la sociedad, y el riesgo es eliminado con la promesa de rescates interminables.
Las brutales políticas que está llevando a cabo la clase dominante en respuesta a la pandemia están radicalizando a la clase obrera. Pero esta radicalización ya estaba en marcha antes del estallido de la pandemia. Los últimos años han sido testigos de una gran escalada de conflictos de clase. En un análisis del conflicto social que se publicó en marzo, justo cuando la pandemia estaba haciendo su aparición inicial, el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, sigla inglesa), un importante grupo de expertos imperialistas, advirtió:
Estamos viviendo en una época de protestas masivas globales que no tienen precedentes históricos en frecuencia, alcance y tamaño...
De Beirut a Barcelona, de Hong Kong a Harare, más de 37 países experimentaron movimientos antigubernamentales masivos sólo en los primeros cuatro meses de 2019. Y en el transcurso de 2019, las protestas antigubernamentales se produjeron en 114 países, 31 por ciento más que hace una década ...
Notablemente, las economías avanzadas no han sido inmunes a esta ola de agitación. De hecho, las protestas civiles contra el gobierno crecieron a un ritmo más rápido en Europa y América del Norte que el promedio mundial. Desde la toma de posesión del presidente Donald Trump el 20 de enero de 2017 hasta el 1 de enero de 2020, casi 11,5 millones de estadounidenses participaron en 16.000 protestas en todos los estados de los EE.UU., que incluyeron las cinco manifestaciones más grandes de la historia de los Estados Unidos.
El CSIS hace esta problemática predicción:
En un gran giro de la historia, las protestas han sido silenciadas en las últimas semanas probablemente debido al brote del nuevo coronavirus. ... El coronavirus probablemente suprimirá las protestas a corto plazo tanto por las restricciones gubernamentales en las zonas urbanas como por la propia reticencia de los ciudadanos a exponerse a grandes reuniones públicas. Sin embargo, dependiendo del curso futuro de esta probable pandemia, las respuestas gubernamentales pueden convertirse en otro desencadenante de protestas políticas masivas.
El CSIS llama la atención sobre otro aspecto significativo de este aumento de las protestas masivas:
Una característica preocupante de esta era de protestas masivas es el vínculo común de su naturaleza sin liderazgo. Los ciudadanos están perdiendo la fe en los actuales líderes, élites e instituciones y tomando las calles con frustración y a menudo con repugnancia.
Es cierto que un partido marxista revolucionario no está todavía a la cabeza de las masas de trabajadores. Pero el proceso a través del cual el movimiento marxista, es decir, el movimiento trotskista, gana la dirección de las masas está madurando rápidamente. El crecimiento de los lectores del World Socialist Web Site, que ahora tiene una audiencia internacional de más de un millón de lectores por mes, indica el desarrollo de una orientación socialista revolucionaria dentro de los crecientes sectores de la clase obrera.
En la orientación política de la clase obrera, insistió León Trotsky, el fundador de la Cuarta Internacional, las condiciones objetivas que surgen de la crisis del capitalismo son el factor decisivo. La lógica de la lucha de clases lleva a la clase obrera a conclusiones revolucionarias. Al ser testigos de cómo la clase dominante saquea la sociedad, llenando sus cuentas bancarias con billones entregados gratuitamente, los trabajadores están perdiendo el respeto por los derechos de propiedad capitalista. Los viejos prejuicios contra la confiscación de la propiedad capitalista se están disipando.
Las palabras de Marx, escritas en la conclusión del Volumen I de El Capital, adquieren una actualidad candente en nuestra época: "Suena el golpe de la propiedad capitalista. Los expropiadores son expropiados".
Finalmente, la clase obrera, al pasar por esta crisis, puede reconocer como nunca antes la lucha común y el destino de la masa trabajadora en todo el mundo. La pandemia es una experiencia mundial, que requiere una solución mundial. En la lucha contra el coronavirus, las cuestiones de raza, etnia, nacionalidad y género se desvanecen en la insignificancia. La lucha contra la pandemia exige la superación de todas las barreras nacionales que inhiben la colaboración productiva y progresiva de la humanidad.
Existe una profunda creencia de que el mundo debe cambiar. La pandemia ha expuesto al capitalismo como un sistema social anacrónico, una barrera no sólo para el progreso en el sentido más general, sino para la supervivencia de la especie humana.
Las condiciones objetivas impulsan a la clase obrera hacia la revolución socialista. Pero se debe actuar sobre lo que es objetivamente posible y necesario. El vínculo esencial entre lo posible y su realización es la acción consciente. No basta con criticar el estado del mundo. La tarea es cambiarlo. Por lo tanto, apelo a todos los que están observando y escuchando en todo el mundo para que tomen la decisión de unirse a nosotros en la lucha por construir el Comité Internacional de la Cuarta Internacional como Partido Mundial de la Revolución Socialista.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 4 de mayo de 2020 )