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Perspectiva

Culpando a China por las fallas del Gobierno de EE.UU.

La “gran mentira” de Trump y Pompeo

En la versión contemporánea de la “gran mentira”, el Gobierno de Trump afirma que la pandemia del COVID-19 es producto de las acciones deliberadas del Gobierno chino.

El domingo, el presidente Donald Trump, en una “reunión abierta” con Fox News, acusó a China de tomar acciones con la intención específica de infectar a millones de europeos y estadounidenses.

Tras repetir la falsa afirmación de que el nuevo coronavirus se originó en un laboratorio de investigación en Wuhan, alegando que China busca encubrirlo, Trump declaró: “No previnieron que la gente fuera a EE. UU. y todo el mundo… Dijeron, miren, esto tendrá un impacto tremendo para China, y bien podríamos dejar que el resto del mundo” se infecte.

El secretario de Estado, Mike Pompeo y el presidente Donald Trump en la base aérea de Osan, Corea en 2019 (crédito: Fotografía Oficial de la Casa Blanca por Shealah Craighead)

“Permitieron que esto entrara en nuestro país, permitieron que entrara en otros países”, dijo Trump.

Tales afirmaciones han sido repetidas en días recientes por varios altos oficiales del Gobierno. El domingo en la mañana, el secretario de Estado, Mike Pompeo, declaró que existe “una evidencia enorme” de que el virus se originó en un laboratorio de Wuhan, añadiendo, “Recuerden, China tiene una historia de infectar el mundo”.

En una entrevista el domingo, el asesor de la Casa Blanca Peter Navarro declaró que China “sembró las semillas en el mundo que se convertirían en la pandemia”. Añadió, “Escribí un libro en 2006 llamado The Coming China Wars [Las próximas guerras de China]. En la página 150, predije que el Partido Comunista de China crearía una pandemia viral que mataría a millones de personas en todo el mundo. Supera mi pesadilla más descabellada lo que China le ha infligido al mundo”.

Estas son mentiras descaradas e infundadas. Ni Trump, Pompeo, Navarro ni nadie más ha ofrecido ni una pizca de evidencia para corroborar sus acusaciones.

El método evoca el utilizado por la Alemania nazi, que colapsó hace 75 años. Hitler, quien se suicidó el 30 de abril de 1945 en medio de las ruinas del Tercer Reich, lo utilizó para justificar las invasiones de Polonia y Checoslovaquia, así como otros crímenes.

Lo que busca la “gran mentira” es intimidar a través de su enorme descaro. Según Wikipedia, “es una técnica de propaganda y falacia de lógica. La expresión fue acuñada por Adolfo Hitler, cuando dictó su libro Mein Kampf en 1925, sobre el uso de una mentira tan ‘colosal’ que nadie creería que otra persona ‘pudiera tener la insolencia de distorsionar la verdad de forma tan infame’”.

La utilización de este método se produce en el momento preciso en que el Gobierno estadounidense abandona cualquier esfuerzo sistemático para ralentizar la propagación de la pandemia, efectivamente permitiendo que enormes sectores de la población se infecten.

El Gobierno de Trump procura conseguirse una escotilla de escape. Pase lo que pase, es culpa de China. Sabiendo que su programa llevará a un aumento rápido y sustancial en las muertes, la Casa Blanca espera que cuando llegue el recibo del carnicero por sus políticas desastrosas, podrá desviar las tensiones sociales hacia el exterior, contra China.

Tales acusaciones tienen una lógica definida. Si el Gobierno chino permitió e impulsó la propagación del coronavirus en Estados Unidos y Europa, sería un acto de guerra biológica que eclipsaría los atentados terroristas del 11 de septiembre. Significaría que China emprendió un acto de guerra contra Estados Unidos.

Con una imprudencia irrestricta para justificar su propia indiferencia criminal hacia las vidas de millones de personas, el Gobierno de Trump está preparando una situación que podría hacer inevitable un enfrentamiento militar con China.

Estas afirmaciones son desmentidas por los hallazgos de las propias agencias de inteligencia de Trump. El New York Times señaló en un artículo publicado el 30 de abril, “La mayoría de las agencias de inteligencia permanece escéptica en cuanto a que se pueda encontrar evidencia concluyente de un vínculo a un laboratorio, y los científicos que han estudiado la genética del coronavirus dicen que lo abrumadoramente probable es que saltó de un animal a un humano en un ambiento fuera de laboratorio, como ocurrió con el VIH, Ébola y SARS”.

No obstante, las mentiras del Gobierno cuentan con la asistencia de la prensa y la élite política en su conjunto, que no las exponen como inventos sino las presentan como posturas legítimas. Independientemente de las diferencias que tengan, la campaña antichina sirve intereses geoestratégicos e imperativas políticas internas de toda la clase obrera.

En un editorial el domingo, el Washington Post, alineado con el Partido Demócrata, condenó “el esfuerzo de China por evitar rendir cuentas sobre la pandemia del coronavirus a través de una campaña de propaganda global”. Declaró, “La respuesta a tal beligerancia no puede ser una pacificación”.

El mes pasado, el candidato presidencial demócrata Joe Biden publicó un anuncio atacando a Trump por “doblegarse” al Gobierno chino en relación con el coronavirus.

Todas las variantes de la trama antichina —la teoría de que China creó deliberadamente el virus como un arma biológica, la afirmación de que el virus se escapó de un laboratorio y las acusaciones de que China ocultó información sobre la enfermedad del mundo— contradicen la información disponible públicamente.

La Comisión Municipal Sanitaria de Wuhan reportó públicamente un conjunto de casos de neumonía el 31 de diciembre de 2019. China identificó el virus que causa el COVID-19 el 7 de enero de 2020 y los científicos chinos advirtieron que la enfermedad podría ser capaz de transmitirse entre humanos.

Pero no fue hasta casi ocho semanas después de las primeras declaraciones públicas de los oficiales sanitarios chinos que Estados Unidos comenzó a realizar pruebas sistemáticas del COVID-19. Para el 4 de marzo, EE.UU. tan solo había realizado 1.000 pruebas del COVID-19, dos meses después de las primeras advertencias de los oficiales chinos. China, Corea del Sur y otros países asiáticos habían llevado a cabo millones de pruebas para principios de febrero.

Incluso cuando el virus recorría EE.UU., Trump, la prensa y el Congreso minimizaron sistemáticamente el significado de la enfermedad. Tan tarde como el 28 de febrero, Trump seguía afirmando que el coronavirus “desaparecerá” como “un milagro”. Condenó a aquellos que afirmaban que el COVID-19 se estaba propagando rápido por todo el país, afirmando “Esta es su nueva farsa”.

El Gobierno de Trump, actuando como representante de la oligarquía financiera, no hizo nada para proteger a la población de la pandemia. Después de utilizar la crisis para orquestar un obsequio masivo a Wall Street, la clase gobernante ha lanzado una campaña de regreso al trabajo que cobrará decenas o cientos de miles de vidas.

La “gran mentira” contra China es tanto una excusa para la negligencia criminal propia como un intento para encubrir las políticas criminales siendo implementadas ahora.

(Publicado originalmente en inglés el 4 de mayo de 2020)

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