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Perspectiva

Elon Musk y la economía de la guerra de clases

El director ejecutivo de Tesla, Elon Musk anunció el lunes que la empresa automotriz con sede en Palo Alto, California, reiniciaría la producción en su armadora en Fremont, California, en desafío a las órdenes de las autoridades locales de salud de que permanezca cerrada para proteger a los trabajadores del COVID-19.

“Tesla está reanudando la producción contra las reglas del condado de Alameda”, tuiteó Musk. El San Francisco Chronicle reportó que las líneas de ensamble en Tesla estuvieron operando el fin de semana. A plena capacidad, la planta emplea a 10.000 trabajadores.

Musk está completamente consciente de que no enfrentará consecuencias serias por poner en riesgo las vidas de miles de personas. El martes, los oficiales locales meramente le enviaron una carta a Tesla indicándole que detenga la producción hasta que acuerden un plan de reapertura. La máxima multa que Musk podría enfrentar es de mil dólares por día o hasta 90 días de cárcel, siendo lo último sumamente improbable.

La industria global automotriz está reanudando su producción en Norteamérica y Europa con la aprobación de las autoridades estatales y el Gobierno de Trump. La gobernadora demócrata de Michigan, Gretchen Whitmer, les ha permitido a las empresas automotrices volver a producir en el estado esta semana.

La campaña bipartidista para obligar a los trabajadores a regresar al trabajo amenaza con causar un gran resurgimiento de la pandemia. En su testimonio ante la comisión de salud del Senado de EE.UU. ayer, el Dr. Anthony Fauci advirtió en contra de una reapertura prematura de la economía, señalando que al no haber preparaciones adecuadas “corremos el riesgo de un resurgimiento”.

California ni el resto de EE.UU. están preparados para emprender pruebas masivas o implementar el rastreo de contactos y las cuarentenas necesarias para contener cualquier brote del virus. El estado ha realizado aproximadamente 992.000 pruebas a una población total de 40 millones.

La grave situación de los trabajadores frigoríficos subraya los peligros inherentes de la propagación del virus en centros laborales como Tesla que involucran líneas de ensamble que pasan los productos por las manos de docenas de trabajadores hasta su estado final. En la planta frigorífica Tyson en Logansport, Indiana, casi 900 empleados salieron positivo el mes pasado y tres han fallecido.

Con su decreto reabriendo Tesla, Musk está forzando a los trabajadores a regresar a trabajar o enfrentar la miseria económica. En un correo electrónico, la empresa amenazó a los trabajadores: “Elegir no reportarse en el trabajo podría eliminar o reducir su elegibilidad a los beneficios de desempleo”.

Más de 4,5 millones de californianos o el 23,5 por ciento de la fuerza laboral del estado han presentado solicitudes para beneficios por desempleo. Solo se ha procesado una de cada ocho solicitudes hechas en marzo, lo que pone una inmensa presión sobre los trabajadores para aceptar el regreso al trabajo.

Las afirmaciones hipócritas de Musk de que él está hablando en nombre de los empleados de Tesla no solo contradicen el hecho de que está poniendo sus vidas en riesgo, sino que también ha amenazado con cerrar permanentemente la fábrica en Fremont, destruyendo el sustento de sus 10.000 empleados, a menos que se cumplan sus demandas.

“Tesla trasladará su sede central y programas futuros a Texas/Nevada inmediatamente”, advirtió Musk la semana pasada. “Incluso si mantenemos las actividades manufactureras en Fremont del todo, dependerá de cómo se trate a Tesla en el futuro. Tesla es la última empresa automotriz que queda en California”.

Durante su carrera, Musk ha desarrollado un culto de personalidad en torno a sí mismo como un ingeniero brillante y milmillonario a esfuerzo propio. En realidad, su padre era dueño de una mina de esmeraldas en Zambia.

Su ascenso a niveles estratosféricos de riqueza, convirtiéndose rápido en una de las personas más ricas del mundo es inseparable del masivo impulso en los precios de las acciones tras la crisis financiera de 2008.

Musk es la personificación misma del tipo de capitalista especulador impulsado por una economía capitalista cada vez más dependiente de los altos niveles de deuda.

Tesla ha perdido dinero en 9 de los últimos 19 años, manteniendo una tasa negativa de precios a ganancias. Sin embargo, el precio de sus acciones se ha seguido disparando. Hace tan solo un año, el precio de las acciones de Tesla era de menos de $200, pero su apreciación se ha multiplicado cinco veces a $917 a principios de este año. Actualmente su precio es de $809 y la capitalización de mercado es de $150 mil millones.

Esto ha hecho a Musk inimaginablemente rico. Desde inicios del año, ha acumulado $12,6 mil millones más, llevándolo al puesto número 22 de personas más ricas del mundo, con un patrimonio de $40,1 mil millones. Su compensación como ejecutivo, la más grande en la historia, depende completamente del alza en el precio de las acciones de Tesla.

Su fortuna yace sobre una montaña de deuda cuyo pago solo es posible por medio de la extracción de plusvalía de la clase obrera.

Es totalmente oportuno que la demanda de Musk para que los trabajadores vuelvan a trabajar haya sido aclamada por el presidente de los EE.UU. Trump, quien encarna los intereses predatorios de la oligarquía financiera estadounidense. “California debería dejar que Tesla y @elonmusk abran la planta, AHORA”, tuiteó Trump el martes. Las acciones de Musk han puesto de relieve el hecho de Trump no es ninguna aberración, sino que representa a una clase gobernante cuya riqueza se basa en la enorme expansión de capital ficticio, deuda y saqueo social.

Musk y tal calaña de ejecutivos se ven continuamente obligados a demostrar su carácter totalmente despiadado a los ojos de los inversores del enorme esquema Ponzi del mercado bursátil estadounidense. Lo único real de todo esto es el trabajo de los obreros, cuya explotación cada vez mayor constituye la base del asombroso enriquecimiento de Musk y sus compañeros oligarcas. Esta es la dinámica social que está llevando a Musk a exigir que las vidas de sus trabajadores sean sacrificadas por ganancias.

Una respuesta apropiada a las acciones de Musk sería imputarlo por la temeridad criminal hacia sus trabajadores y la población regional, confiscar las instalaciones de Tesla a nivel mundial y expropiar el grueso de su riqueza para pagar las inevitables consecuencias de salud y sociales de su negligencia e indiferencia deliberada. Sus acciones individuales reafirman la necesidad de la demanda más amplia avanzada por el Partido Socialista por la Igualdad, que llama a “la expropiación de todas las instituciones financieras y empresariales grandes y su transformación en servicios públicos controlados democráticamente”.

(Publicado originalmente en inglés el 13 de mayo de 2020)

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