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El coronavirus se está expandiendo entre los trabajadores agrícolas y de plantas pesqueras en EE.UU.

La pandemia de COVID-19 en curso representa una seria amenaza para los trabajadores agrícolas en todo Estados Unidos. Los informes en todo el país muestran que el virus se está propagando rápidamente en esta sección crítica de la clase trabajadora.

Alrededor de la mitad de los 2.5 millones de trabajadores agrícolas en los Estados Unidos son inmigrantes indocumentados, y un gran porcentaje restante tiene visas de trabajo temporal. Si bien el Gobierno federal considera que los trabajadores agrícolas son esenciales, no se han impuesto decretos nacionales a las empresas agrícolas para protegerlos del coronavirus, dejando a discreción de los estados y propietarios individuales de las granjas cuáles medidas de seguridad corresponde tomar, si alguna del todo.

Alrededor de una cuarta parte de los trabajadores migrantes que viajan a los Estados Unidos desde México y América Central continuarán viajando durante el verano y el otoño, siguiendo las diferentes cosechas en las costas este y oeste del país.

Cosecha de maíz en las granjas Uesugi en Gilroy, CA (Foto: Departamento de Agricultura de EE.UU.)

A medida que el virus se propaga entre estos trabajadores, existe un grave riesgo de que se introduzca en más y más comunidades. Las operaciones agrícolas en los Estados Unidos ya han reportado infecciones generalizadas. Todos los empleados en una granja de Tennessee dieron positivo al virus, unas doscientas personas en total.

En el condado de Yakima, Washington, hogar de la cosecha de árboles frutales más grande del país, 500 trabajadores se han enfermado por el virus. Hay casi 1,000 casos en la región de Immokalee, en el sur de Florida, una importante región productora de tomate.

La fuerza laboral de la industria pesquera de Luisiana está compuesta principalmente por trabajadores inmigrantes y, en mayo, se descubrió que tres granjas de cangrejos de río distintas tenían grupos de brotes, con un total de más de cien personas infectadas.

Los trabajadores inmigrantes son particularmente vulnerables a la propagación del virus, sobre todo debido a sus condiciones de vida en viviendas hacinadas.

El WSWS habló recientemente con Julie Taylor —directora ejecutiva del Ministerio Nacional de Trabajadores Agrícolas— sobre la amenaza de la pandemia para esta sección particularmente vulnerable de la clase trabajadora. Según Taylor, el distanciamiento físico es casi imposible para los trabajadores agrícolas migrantes que viven en dormitorios y cuarterías con literas.

Taylor explicó que los campamentos de trabajo a menudo consisten en una serie de barracas con dos o tres habitaciones en el piso inferior y dos en el piso superior. Cada habitación alberga a trabajadores en dos o tres literas. Cada día, los trabajadores son transportados desde estas viviendas dispersas y estrechas a las granjas en autobuses con algunas veces de 50 a 60 personas por vehículo.

Algunas granjas han hecho el esfuerzo de proporcionarles máscaras a los trabajadores, sin embargo, como explicó Taylor, las máscaras presentan su propio conjunto de problemas en las difíciles condiciones laborales que enfrentan los trabajadores agrícolas. Por ejemplo, en Carolina del Norte, donde la cosecha de tabaco apenas comienza, las temperaturas ya han aumentado por encima de los 32 grados Celsius. A los 20 minutos de trabajar en el campo, las máscaras de los trabajadores están empapadas de sudor y cubiertas de tierra y escombros. Esto las hace muy incómodas.

Otro factor de riesgo importante para estos trabajadores es su acceso limitado a la atención médica. Los indocumentados simplemente no tienen seguro médico. Aquellos a quienes se les ha proporcionado algún tipo de seguro a través del programa de visa temporal aún enfrentan desafíos para acceder al cuidado de salud, ya que generalmente viven en comunidades rurales aisladas.

Taylor explicó que, en algunos casos, la atención médica para los trabajadores agrícolas podría consistir en “una clínica para migrantes operada por donaciones u horas voluntarias”, pero a menudo es un desafío para los trabajadores agrícolas llegar a la clínica para una prueba o tratamiento.

“Están aislados en el campo de trabajo y no tienen automóvil”, señaló Tyler. Explicó que los domingos, un autobús podría llevar a los trabajadores a las tiendas locales de Walmart o Dollar Tree para comprar suministros. Sin embargo, agregó, “están a merced del campamento, por lo que las citas individuales son un desafío”.

“Algunas clínicas están tratando de enviar pequeñas delegaciones a los campamentos de trabajo”, en respuesta a la pandemia, “pero los propietarios de las granjas podrían desalentarlas. Si un trabajador agrícola no tiene síntomas, entonces el productor quiere que trabaje, no quiere tener que alojarlos, pagarles y pagar por sus alimentos”.

Finalmente, existe un temor generalizado entre los trabajadores agrícolas a las represalias de los empleadores si denuncian una enfermedad, si tratan de denunciar las condiciones peligrosas de trabajo, el robo de salarios o incluso la violencia. Este no es un problema nuevo en la industria.

“Hay mucho miedo, entre los trabajadores indocumentados, de las redadas de ICE, de ser detenidos o deportados. Entre los trabajadores de visas o aquellos con residencia también hay temor a represalias”, dijo Taylor. Estos trabajadores generalmente vuelven a presentar su solicitud en la misma granja año tras año, por lo que si presentan quejas, corren el riesgo de no volver a ser invitados.

Tal es el caso de dos trabajadores mexicanos de visas H2-B que fueron despedidos de una planta de procesamiento de mariscos en Luisiana, Acadia Processors LLC, después de buscar tratamiento médico para el virus. El empleador les ordenó permanecer en cuarentena en la vivienda de la empresa mientras estaban enfermos, sin paga. Los trabajadores han presentado quejas ante la Junta Nacional de Relaciones Laborales y la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional.

Además de la preocupación por la vida de estos trabajadores está la amenaza que representa la escasez de mano de obra en la industria en general. Muchos cultivos deben cosecharse en un corto período de tiempo. Sin suficientes trabajadores, estos cultivos se pudren en los campos, creando una escasez de oferta, lo que a su vez eleva el precio minorista de los productos. Los aumentos en el precio de los productos agravarán la amenaza del hambre y la inseguridad alimentaria que enfrentan millones de estadounidenses.

Como lo señaló el WSWS el 5 de junio, debido al desastre económico sin precedentes que enfrenta la clase trabajadora, unos 54 millones de estadounidenses enfrentan hambre sin la asistencia gubernamental alimentaria, en comparación con los 37 millones del año pasado.

Si bien las condiciones que enfrentan los trabajadores agrícolas migrantes son particularmente atroces, son parte de la campaña homicida de regreso al trabajo que está llevando a cabo la clase dominante de Estados Unidos y de las clases dominantes en todo el mundo contra toda la clase trabajadora.

Los Gobiernos estatales y locales han levantado las restricciones de cierre y, en la simple búsqueda de lucro privado capitalista, se ha abandonado cualquier pretensión de frenar o detener la propagación del coronavirus. Por lo tanto, la lucha contra la pandemia debe vincularse con la lucha contra el propio sistema capitalista.

(Publicado originalmente en inglés el 22 de junio de 2020)

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