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Biden promueve el nacionalismo económico y el militarismo contra China

El jueves, el exvicepresidente Joe Biden, el presunto candidato presidencial demócrata, pronunció lo que ha sido descrito como un notable discurso sobre política económica. Los comentarios de Biden, desde McGregor Industries cerca de Scranton, Pennsylvania, estuvieron dominados por el nacionalismo económico, con un enfoque en los ataques contra China.

Hablando en un estado reñido que Donald Trump ganó por poco en 2016, Biden intentó presentarse como un “partidario” de la “clase media trabajadora”. El político charlatán de 77 años ha sido un elemento fijo en la política estadounidense durante casi 50 años, tras ser elegido por primera vez en 1972, a la edad de 30 años, al Senado de los EE.UU., donde se mantuvo durante 40 años antes de pasar ocho años como vicepresidente bajo Barack Obama.

El hombre que se presenta a sí mismo como “Joe de clase media de Scranton, Pennsylvania” está implicado en prácticamente todos los delitos y atrocidades cometidos por el imperialismo estadounidense contra la población mundial durante ese período, así como en la contrarrevolución social de las últimas cuatro décadas, lo que ha producido niveles sin precedentes de desigualdad social y parasitismo financiero. Eso incluye el papel de la Administración Obama-Biden en el rescate de Wall Street en 2008-2009 y la mayor transferencia de riqueza de pobres a ricos hasta ese momento en la historia de los Estados Unidos.

En su discurso, Biden no se opuso a la brutal campaña de “regreso al trabajo” del Gobierno, que está siendo implementada por gobernadores y alcaldes demócratas y republicanos por igual, y que ya ha resultado en una explosión de contagios y hospitalizaciones por COVID-19, junto con un nuevo aumento en las muertes.

Tampoco propuso medidas para restaurar los millones de empleos perdidos permanentemente durante la pandemia. Guardó silencio sobre el rescate multimillonario de Wall Street y las grandes empresas que fue aprobado en marzo con los votos casi unánimes de los demócratas en el Congreso. Ni siquiera abordó la inminente eliminación del beneficio federal por desempleo de $600 semanales, que amenaza con hundir a decenas de millones de trabajadores en la indigencia y la pobreza.

En cambio, prometió que un Gobierno de Biden continuaría con las políticas económicas nacionalistas y de guerra comercial promulgadas por Trump. Llamando a crear un programa ampliado de “Compra productos estadounidenses”, trató de atacar al presidente actual desde la derecha, alegando que Trump no ha sido lo suficientemente agresivo en sus medidas contra las importaciones chinas y para trasladar las cadenas de producción globales a los Estados Unidos.

El discurso entremezcló la retórica tradicional pseudopopulista de la política capitalista estadounidense, como la promesa de construir “una economía en la que cada estadounidense tenga la oportunidad de obtener una remuneración justa por el trabajo que realizan, una oportunidad igual de salir adelante”. En un momento, Biden pidió el fin del “capitalismo de los accionistas”, lo que significa un retorno a un pasado capitalista mítico cuando las corporaciones reconocían que “tienen una responsabilidad con sus trabajadores, su comunidad y su país”.

Llegó al punto principal cuando pidió un futuro “hecho en Estados Unidos, todo en Estados Unidos”. Propuso duplicar el impuesto sobre las ganancias extranjeras y dijo que asignaría $400 mil millones en su primer año para comprar productos estadounidenses. Esto constituiría una donación de $400 mil millones de parte de los contribuyentes de impuestos a las principales corporaciones estadounidenses.

El plan de Biden también exige eliminar las lagunas y exenciones a los requisitos de “Compra productos estadounidense” así como pegar etiquetas “Compra productos estadounidenses” en los productos producidos por corporaciones de propiedad estadounidense.

El Wall Street Journal citó a un asesor de campaña de Biden, quien dijo antes del discurso que “notificaría a los socios comerciales estadounidenses que, incluso si Trump pierde en noviembre, nuestros aliados no deberían esperar que Washington regrese al acogimiento de la globalización económica que definió las políticas de la Administración Obama-Biden y las dos décadas de presidentes republicanos y demócratas que la precedieron”.

Después de proclamar sus propias credenciales de “Estados Unidos primero”, Biden procedió atacar a China y denunciar a Trump por ser “blando” con Beijing. “Los chinos están gastando miles de millones de dólares tratando de poseer la tecnología del futuro mientras nos sentamos tapándonos los oídos”, declaró. “Esto significa combatir las prácticas comerciales desleales, frenar el robo de propiedad intelectual por parte de países como China”.

Refiriéndose a Trump, Biden se quejó: “Prometió comprar productos estadounidenses, luego permitió que los contratistas federales duplicaran la tasa de trabajos de deslocalización en sus primeros 18 meses ... Elogió al Gobierno chino, incluso cuando el virus llegaba a nuestras costas porque tenía tanto miedo de que se alejaran de su acuerdo comercial...”.

En otro momento denunció “la forma en que, Trump, mima a Putin y otros”.

Esto se combinó con elogios a los sindicatos, los bastiones del chovinismo y el proteccionismo nacionales y los instrumentos clave para reprimir la oposición de la clase trabajadora a la campaña homicida de regreso al trabajo. “Los sindicatos construyeron la clase media”, proclamó.

Otras propuestas anunciadas por Biden incluyen un programa de investigación e inversión de $300 mil millones durante cuatro años “mejorar la ventaja competitiva de Estados Unidos en nuevas industrias donde el liderazgo global está en juego, como la tecnología de baterías, inteligencia artificial, biotecnología y energía limpia”, es decir, otro subsidio para las empresas estadounidenses.

Se comprometió a aumentar la tasa de impuestos corporativos del 21 por ciento establecido en la revisión de impuestos de Trump al 28 por ciento, que sigue siendo una reducción sustancial comparado al 35 por ciento que prevalecía antes del cambio en diciembre de 2017.

Enumeró las reformas sociales más mínimas, incluyendo un salario mínimo de $15 dólares, un aumento en el salario de los maestros de primer título a $60,000 al año e incentivos financieros para “empresarios negros, morenos y nativos americanos”.

La aceptación del Partido Demócrata del nacionalismo económico extremo promovido por Trump está en gran parte motivada por el temor del surgimiento de un movimiento de masas unido de la clase trabajadora estadounidense e internacional contra el capitalismo. La oligarquía corporativa estadounidense es muy consciente del aumento en el apoyo al socialismo entre los trabajadores y las crecientes luchas de los trabajadores a nivel internacional contra la respuesta brutal e incompetente de los Gobiernos capitalistas a la pandemia. En las últimas semanas, por ejemplo, los trabajadores mexicanos en las maquilas de autopartes a lo largo de la frontera con los Estados Unidos se han negado a volver a trabajar y solicitaron el apoyo de los trabajadores automotores estadounidenses, interrumpiendo las cadenas de producción y los planes para reabrir las plantas de ensamble de los Estados Unidos.

El nacionalismo económico y las guerras comerciales van de la mano con el militarismo y las guerras con armas. Biden y los demócratas no están menos comprometidos que Trump y los republicanos con prepararse para la guerra contra las “grandes potencias” rivales de Washington, principalmente China y Rusia.

A principios de este mes, Defense One publicó un artículo titulado “Cómo Biden ganaría la competición entre grandes potencias”. Afirmó que, independientemente del partido que gane en noviembre, la Estrategia de Defensa Nacional publicada a principios de 2018 seguirá siendo la doctrina básica de seguridad nacional. Ese documento declaró que la estrategia militar de los Estados Unidos había pasado de ser la “guerra contra el terrorismo” a la “competición” de grandes potencias contra China y Rusia, dos potencias con armas nucleares.

El artículo, que refleja el pensamiento de secciones importantes de la cúpula del aparato de inteligencia y militar, comparó la capacidad de Biden para ejecutar y administrar esta estrategia más favorablemente que con Trump. “El compromiso de Trump con la competición entre grandes potencias es un tema de debate”, escribió el autor, y agregó que “las acciones del presidente contrastan marcadamente con las palabras del presidente, particularmente sobre Rusia y el presidente Vladimir Putin”.

El artículo continuó: “Estados Unidos está en proceso de renovar su arsenal de bombas nucleares y vehículos de lanzamiento de la era de la Guerra Fría. Biden se ha jactado del dinero que la Administración de Obama aportó para la modernización ... Biden podría gastar menos en armas nucleares que otra Administración de Trump, pero no por mucho ...

“No importa quién sea el presidente, el dinero continuará llegando a cosas como misiles hipersónicos y aviones de próxima generación como el F-35, que Biden ha descrito favorablemente. Biden también ha manifestado su disposición a gastar más en áreas clave de defensa que describió como ignoradas, incluyendo “cibernética, el espacio, sistema no tripulados e inteligencia artificial”.

En cuanto a las credenciales de “cuello azul” de Biden, hasta 2018, Biden y su esposa, Jill, han sacado ganancias de los años de Biden como segundo al mando del presidente por una suma de $15 millones después de dejar el cargo dos años antes. Entre las ofertas de libros multimillonarios, inversiones comerciales y discursos a $100.000 cada uno, se estima que los Biden tienen un patrimonio de al menos $9 millones.

No es de extrañar que, en un discurso para grandes donantes en Nueva York en junio del año pasado, Biden dijo: “Lo que he encontrado es que las personas ricas son tan patriotas como las personas pobres. No es una broma. Quiero decir, quizás no queramos demonizar a nadie que haya ganado dinero”.

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[9 julio 2020]

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[23 septiembre 2019]

(Artículo publicado originalmente el 11 de julio de 2020)

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