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Perspectiva

Los mercados se disparan mientras se apilan los cadáveres

El miércoles fue un desastre para Estados Unidos. Se registraron 71.670 casos nuevos de COVID-19, el segundo peor día. Casi mil personas perdieron su vida por la enfermedad, según las cifras oficiales.

Mientras los hospitales de Texas llegan al 90 por ciento de su capacidad, docenas de morgues móviles están siendo despachadas al estado. En Florida, 54 hospitales se quedaron sin camas disponibles en sus unidades de cuidados intensivos. Y, en medio de una campaña completa para reabrir las escuelas, los oficiales dijeron que una tercera parte de las pruebas en niños han salido positivas en Florida, sumándose a la evidencia de que los niños podrían desempeñar un papel importante en propagar la enfermedad.

El Instituto de Métricas y Evaluaciones de la Salud en la Universidad de Washington estima que 224.089 morirán de COVID-19 para el 1 de noviembre, un aumento de 20.000 comparado a su estimación hace una semana.

Mientras tanto, los suministros médicos más básicos, como mascarillas, batas, guantes y desinfectantes, “simplemente no están disponibles en el momento de los suministradores usuales que utilizan nuestros doctores”, reportó la Asociación Médica Estadounidense.

La situación económica es igual de desastrosa. American Airlines dijo que suspendería posiblemente a 25.000 trabajadores más tarde este año, sumándose a las 36.000 suspensiones anunciadas en United Airlines la semana pasada. Estos despidos están programados a pesar del rescate de $25 mil millones que las aerolíneas recibieron del Gobierno federal.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OECD) ahora predice dos posibles escenarios para fines del 2020. En su escenario “pesimista”, el desempleo se mantiene en 11,3 por ciento y la producción económica cae 7,3 por ciento, ambos peores que cualquier otra recesión desde la Segunda Guerra Mundial. En su escenario “más pesimista”, el desempleo llega a 12,9 por ciento y la producción económica cae 8,5 por ciento.

En medio de toda esta muerte y devastación económica, los mercados bursátiles están surgiendo. El índice Dow Jones Industrial Average cerró su cuarto día abierto al alza, sumando más de mil puntos. El índice S&P500 llegó a niveles significativamente más altos que hace un año.

La racha alcista el miércoles en la bolsa de valores fue desencadenada por el anuncio un día antes de que Goldman Sachs, un banco de inversiones de Wall Street, registró uno de sus cuatrimestres más lucrativos, duplicando las predicciones de los analistas.

No cabe duda de que hay un abismo entre la bolsa de valores y el futuro de la sociedad. “La bolsa de valores y la economía se desprendieron”, le dijo Mark Zandi, director de Moody’s Analytics al Washington Post .

El aumento masivo en los precios de las acciones y las ganancias de los bancos solo tiene una explicación: el Estado capitalista ha puesto cantidades ilimitadas de dinero en manos de sus amos en la oligarquía financiera. El propósito principal de esto no es ninguna otra cosa más que enriquecer a las personas más ricas del mundo. Como resultado del aumento masivo en los mercados, los milmillonarios estadounidenses se han vuelto $600 mil millones más ricos desde mediados de marzo.

Hasta la fecha, la Reserva Federal ha encauzado más de $3 billones de dólares en los mercados financieros, aparte del estímulo económico de $2 billones —en gran parte en la forma de rescates corporativos— creado por la Ley CARES, promulgada a fines de marzo.

Todas las afirmaciones de que el rescate de las principales corporaciones consagrado por la Ley CARES y el rescate de Wall Street por parte de la Reserva Federal tienen algo que ver con ayudar a las masas de la población han quedado completamente desmentidas por lo que está sucediendo.

Sería difícil imaginar un orden social más corrupto que el actual. La pandemia se ha vuelto un factor favorable para enriquecer a la oligarquía financiera. Mientras la crisis ofrezca el pretexto para rescates masivos por parte de la Reserva Federal, no tienen ningún incentivo para ponerla bajo control.

Si se frenaran, incluso por un minuto, los masivos subsidios a los mercados, habría un derrumbe devastador de la escala del que ocurrió en marzo, cuando el Dow colapsó cincuenta por ciento.

La oligarquía financiera vive a expensas de la sociedad, no solo a través de la explotación de clase en las fábricas y los lugares de trabajo, sino a través de la distribución masiva de la riqueza hacia los ricos por medio del mercado.

Mientras millones de personas han estado viviendo un infierno, la pandemia será vista por varios sectores de la clase gobernante como una cierta era de oro. Según se apilan los cadáveres, los oligarcas han hecho cuarentena en sus propiedades y condominios de playa, volando entre sus residencias en helicópteros privados y siendo atendidos por doctores privados por el mínimo resfrío.

No importa si los cuerpos se apilen en camiones refrigerados por todo el país. Las cuentas bancarias de los ricos se siguen haciendo más y más grandes.

Mientras mueren millones, la clase gobernante y sus voceros en la prensa solo tienen dos demandas: reabran las escuelas y recorten los beneficios por desempleo. “Los niños estadounidenses necesitan que las escuelas públicas reabran en el otoño”, declaró el principal editorial del New York Times el viernes. El miércoles pidió “un plan para reducir los pagos” a los trabajadores “mientras se recupera la economía”.

En la discusión inacabable sobre la pandemia en la prensa, nunca se realiza ningún examen de los intereses sociales que impulsaron la campaña de regreso al trabajo y el rebrote de la pandemia que lo siguió.

Durante la Primera Guerra Mundial, un importante factor en seguir la guerra, incluso cuando decenas de millones morían en las trincheras, fueron las inmensas fortunas creadas a través de las ganancias bélicas. Hoy también son las masivas fortunas acumuladas que explican por qué no se emprende ningún esfuerzo para poner la pandemia bajo control. Mientras la oligarquía que domina la sociedad obtenga billones explotando la crisis, no habrá ningún esfuerzo serio para detener las muertes ni destrucción.

Bajo estas condiciones, la expropiación de la clase capitalista y el cierre de Wall Street se vuelven cuestiones de salud pública. No habrá un fin de la pandemia sin la intervención, con conciencia de clase, de los trabajadores en una lucha contra el capitalismo y el establecimiento del socialismo, lo que creará las condiciones para una respuesta efectiva a la enfermedad.

(Publicado originalmente en inglés el 16 de julio de 2020)

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