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Perspectiva

EE.UU. inventa acusación de que Rusia robó investigaciones sobre el virus

La catástrofe global del COVID-19 se está empeorando cada hora, agravada por el impulso homicida de regreso al trabajo de todos los principales países capitalistas. Las tasas de contagio están aumentando y el total se acerca rápido a 14 millones. La cifra de muertes pronto llegará a 600.000. En EE.UU., el epicentro de la pandemia, los contagios están alcanzando nuevos récords casi a diario, las muertes están aumentando rápido, el sistema de pruebas ha colapsado y los hospitales en muchas regiones han llegado o superado a su capacidad máxima.

Pero el New York Times eligió titular su primera plana el viernes con un artículo acusando a la inteligencia rusa de “complotar para robar” investigaciones de EE.UU., Reino Unido y Canadá sobre una vacuna al coronavirus. El artículo reporta sin críticas las acusaciones realizadas conjuntamente el jueves por las agencias de inteligencia de tres países de que una entidad poco clara que llaman APT29 ha buscado infiltrarse en los sistemas informáticos de varias empresas occidentales, organizaciones investigativas y agencias gubernamentales involucradas en el desarrollo de una vacuna de COVID-19.

El Wall Street también tituló su edición del viernes promoviendo similarmente las acusaciones estadounidenses, británicas y canadienses, señalando que “los esfuerzos para desarrollar una vacuna se han vuelto una carrera armamentista internacional.

Dmitry Peskov, el vocero del presidente ruso Vladimir Putin, dijo a reporteros, “Rusia no tiene nada que ver con estos intentos”.

Como las previas difamaciones contra Rusia, incluyendo la supuesta manipulación de las elecciones estadounidenses de 2016 por parte de Moscú y el más reciente invento del New York Times sobre recompensas rusas a los talibanes para matar a tropas estadounidenses, ni las agencias de inteligencia, ni el Times u otros medios han presentado evidencia alguna para corroborar sus acusaciones sensacionalistas. No obstante, la prensa corporativa vuelve a presentar la información entregada por las agencias de inteligencia como hechos incuestionables.

La cobertura del presunto hackeo ruso en la primera plana del Times contrasta con su respuesta al ataque esta semana contra Twitter. El diario adoptó un tono decididamente aplacado al reportar que habían sido comprometidas las cuentas de Twitter de varias de las figuras y empresas de más alto perfil del mundo, incluyendo a Barack Obama, Joe Biden y Apple.

Por diversas razones, incluyendo cuestiones incómodas que suscita el ataque a Twitter sobre la capacidad de las empresas tecnológicas para manipular las cuentas de sus usuarios, el Times le resta importancia a este hackeo masivo, concentrándose en cambio en otro hackeo que supuestamente ocurrió contra un blanco no especificado ni en un momento indicado. El artículo sobre el presunto hackeo ruso ni siquiera menciona el hackeo de Twitter porque tendría que insinuar la obvia conclusión de que no se necesita tener todo un Estado nación para llevar a cabo un ciberataque con éxito.

Como es usual, el Times cita principalmente a “oficiales” sin nombrarlos para describir las presuntas actividades de APT29, también llamado “Cozy Bear”. Indica que los funcionarios gubernamentales “se rehusaron a identificar a víctimas de los hackeos”. Tampoco se dieron fechas ni incidentes específicos de infiltración. No obstante, el periódico cita a Robert Hannigan, extitular de la agencia de inteligencia británica GCHQ, quien afirma que el “aparente” objetivo principal fueron la Universidad de Oxford y la empresa británica-sueca AstraZeneca, que están trabajando conjuntamente en una vacuna.

Los reportes de la prensa estadounidense reconocen que no existe ninguna evidencia de que supuestos hackers hayan robado realmente datos ni que se comprometiera información alguna. El Times cita a Hannigan afirmando que los hackers no querían interrumpir la producción de vacunas.

La Agencia de Seguridad Nacional (NSA, sigla en inglés) de EE.UU. publicó una advertencia (“APT29 pone en la mira el desarrollo de una vacuna para el COVID-19”) que es aún más endeble. En apenas tres páginas y medio de texto, declara, sin proveer ninguna evidencia, que APT29 es “casi con certeza” parte de la inteligencia rusa. Luego afirma que el grupo ha estado poniendo en la mira a organizaciones involucradas en el desarrollo de vacunas en EE.UU., Reino Unido y Canadá “a lo largo del 2020”, utilizando un malware para “entrar” en los sistemas informáticos que buscan. No obstante, guarda silencio sobre si fueron exitosos.

Las acusaciones infundadas de infiltrarse en las investigaciones de vacunas no están limitadas a Rusia. La semana pasada, el director del FBI, Christopher Wray, dijo que China estaba “intentando comprometer a ciertas organizaciones de salud estadounidenses” que están realizando investigaciones sobre el COVID-19, una acusación repetida por el fiscal general William Barr en un discurso en Michigan el jueves.

¿Qué hay detrás de estas difamaciones fabricadas contra Rusia y China?

Hay una feroz disputa global entre corporaciones y naciones que compiten para ser los primeros en patentar una vacuna contra el coronavirus. Hay miles de millones de dólares en juego para los directores ejecutivos corporativos, los inversores y banqueros, así como una inmensa ventaja geopolítica para el país que gane la rifa.

En un artículo el 27 de mayo sobre lo que llaman “nacionalismo de vacunas”, el Wall Street Journal escribió:

Las empresas farmacéuticas están preparándose para prohibiciones de exportar las futuras vacunas de coronavirus y ampliar la producción en varios continentes, en lo que son señales tempranas de la riña geopolítica de alto calibre para garantizar las provisiones para un descubrimiento científico que podría conllevar un enorme poder económico y político.

Una vacuna de coronavirus sería un premio monumental para el primer país que la fabrique a escala, un triunfo civilizacional comparable al aterrizaje a la luna. Le permitiría al ganador revivir su economía meses antes que los otros y luego elegir cuáles aliados serán los siguientes en recibir los envíos, centrando la recuperación global en su producción médica.

Estados Unidos está persiguiendo un curso descaradamente nacionalista para enriquecer a los oligarcas estadounidenses y utilizar la vacuna como un arma contra los países en conflicto con el imperialismo estadounidense, no salvar vidas. Estos incluyen, en primera instancia, a China y Rusia, pero también Irán, Venezuela, Corea del Norte, Cuba y otros. La élite gobernante estadounidense, es más, pretende utilizar una vacuna para obtener ventajas frente a sus “aliados” europeos, especialmente Alemania.

Washington privará a ciertos países de la vacuna si los considera impedimentos a su campaña de hegemonía global y premiará a aquellos que se atrincheren detrás de sus planes de guerra y conquista con el acceso al vital medicamento.

Como escribió la revista Science en mayo, el programa del Gobierno de Trump para elaborar una vacuna a “máxima velocidad” se basa en “desechar la cooperación internacional —y cualquier candidato a la vacuna proveniente de China—”, y busa desarrollar vacunas “reservadas para los estadounidenses”.

La clase gobernante estadounidense está cada vez más preocupada con poder perder la carrera para la vacuna. La Organización Mundial de Salud reporta que hay más de 160 vacunas siendo desarrolladas y que 23 de ellas están en la etapa de pruebas clínicas. Ocho de las potenciales vacunas en las distintas etapas de pruebas humanas están siendo desarrolladas en China, más que en cualquier otro país. La firma Sinopharm de propiedad estatal china y otra compañía china ya anunciaron que están entrando en las últimas pruebas.

El Washington Post publicó un artículo sobre progresos en el programa de la vacuna china el jueves, el mismo día de la declaración conjunta antirrusa de EE.UU., Reino Unido y Canadá. Más temprano, el Times publicó un artículo sobre China que aseveró, “Según algunas medidas, está ganando la carrera, con cuatro empresas que ya están probando sus vacunas en candidatos humanos”.

También el jueves, Reuters publicó un artículo reportando que Rusia planea producir 30 millones de dosis de una vacuna experimental para el COVID-19 dentro del país este año, con la posibilidad de producir 170 millones más en el exterior. Citó a Kirill Dmitriev, el titular del fondo soberano ruso, indicando, “Creemos que, según los resultados actuales, será aprobada en Rusia en agosto y en algunos otros países en septiembre… haciendo posible que la primera vacuna aprobada en el mundo”.

El imperialismo estadounidense no está preparado de ninguna manera para permitir que Rusia o China dominen el mercado global para la vacuna del COVID-19. Pretende criminalizar sus esfuerzos, como un preludio muy posible a prohibir la importación de tales vacunas a EE.UU. y las menores potencias dependientes como Reino Unido y Canadá.

En cuanto al desarrollo de una vacuna de coronavirus, el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, les dijo a varios reporteros el mes pasado “No debería haber una división entre los ricos y pobres”. Pero la situación actual, definida por los intereses de clase de los oligarcas capitalistas que dominan el mundo, es precisamente lo contrario. En particular, Estados Unidos busca utilizar el control de la vacuna del COVID-19 como un arma.

Las vidas humanas no son consideradas por la oligarquía financiera estadounidense. Sus únicas preocupaciones son las ganancias de las empresas estadounidenses y el dominio del imperialismo estadounidense.

En una sociedad racional y humana, la cuestión del secretismo en el desarrollo de una vacuna vital, especialmente en medio de una mortal pandemia, ni siquiera aparecería nunca. Todas las cuestiones de ganancias personales o ventajas nacionales serían completamente subordinadas a un esfuerzo globalmente coordinado, utilizando las conquistas revolucionarias en la ciencia y la tecnología y el conocimiento de los expertos en cada país para contener y finalmente erradicar el virus y proveer la atención médica y el apoyo social necesarios para todos los impactados tanto física como económicamente.

Pero esto es imposible dentro del marco del capitalismo. La obscena perversión del esfuerzo para desarrollar y poner a disposición una vacuna —como resultado de su subordinación a la avaricia corporativa y la marcha hacia el dominio geopolítico— expone la bancarrota del capitalismo. El progreso humano y la vida misma son incompatibles con un sistema basado en la acumulación de la riqueza personal a manos de la élite corporativa y financiera y la división del mundo en Estados nación rivales.

La lucha contra la pandemia es la lucha encabezada por la clase obrera internacional por expropiar y derrocar a los parásitos capitalistas y por establecer el socialismo mundial.

(Publicado originalmente en inglés el 18 de julio de 2020)

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