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Perspectiva

La campaña de Biden y el intento de “rescatar” la hegemonía estadounidense

Durante la última semana, el público estadounidense fue sometido a un infomercial de ocho horas descrito oficialmente por el Partido Demócrata como una “convención”, en la que el veterano reaccionario político Joe Biden fue presentado simultáneamente como el gran estadounidense común y como una cura milagrosa para todos los problemas de EE.UU.

Entre apariciones breves de celebridades, perogrulladas vacías y anécdotas “personales” poco convincentes, la mayor parte del teletón de esta semana prescindió de una discusión real sobre un programa y políticas. Sin embargo, detrás del montaje, hay conflictos importantes dentro de la clase gobernante que se centran en cuestiones de política exterior.

Estos conflictos se evidenciaron parcialmente la noche del martes, cuando la convención mostró un segmento pregrabado de un grupo de siete oficiales militares, de inteligencia y diplomáticos que afirmaron que el Gobierno de Trump no estaba combatiendo las guerras de EE.UU. en Oriente Próximo ni persiguiendo sus conflictos con Rusia y China con una agresividad suficiente.

Comentando sobre la política de Trump en Oriente Próximo, Brett McGurk, quien estuvo a cargo d de las operaciones estadounidenses en dicha región bajo Obama, dijo “Nuestro ejército tenía una política de mantener nuestra presencia en Siria”, algo que Trump procedió a “abandonar”. Luego, concluyó, “Es lamentable”.

Rose Gottemoeller, ex secretaria general adjunta de la OTAN, concluyó que Trump “no ha estado confrontando a Rusia y China “del todo”. Otro oficial del Departamento de Estado añadió, “Gracias a Donald Trump, nuestros adversarios son más fuertes y atrevidos”.

Después de este segmento, el general Colin Powell añadió que Biden “asumirá la labor de saber cuando alguien se atreva a amenazarnos; enfrentará a nuestros adversarios con fuerza y experiencia. Sabrán que él va en serio”. La acción “seria” por la que Powell es más conocido es la destrucción de Irak y la muerte de un millón de sus habitantes, basándose en acusaciones falsas de “armas de destrucción masiva2.

Estos temas fueron expandidos en una carta publicada el viernes por un grupo de 72 altos funcionarios militares y de inteligencia —incluyendo criminales de guerra— encabezados por el exdirector de la CIA y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, sigla en inglés), Michael Hayden, declarando su apoyo a Biden.

El primero de los diez puntos de la carta afirma que Trump “ha llamado a la OTAN ‘obsoleta’, ha tildado a Europa de ‘enemiga’, se ha burlado de los líderes de los amigos más cercanos de EE.UU., y ha amenazado con finalizar alianzas estadounidenses de larga data”. Como resultado, la carta concluye, “Donald Trump ha dañado gravemente el papel de Estados Unidos como líder mundial”.

En otras palabras, el Gobierno actual ha socavado objetivos geoestratégicos fundamentales que han guiado a EE.UU. a través de tres décadas de guerras, a saber, el esfuerzo por controlar Eurasia, incluido Oriente Próximo.

En los cuatro años desde que Trump se volvió el nominado republicano, ha estallado un conflicto feroz dentro de la clase gobernante que gira en torno a diferencias de política exterior y, en particular, la “guerra caliente” entre el Gobierno ucraniano y las fuerzas prorrusas en sus regiones orientales después del golpe de Estado patrocinado por EE.UU. en 2014.

En vez de enfocarse en el conflicto con Rusia que ha sido la preocupación principal de gran parte del aparato de política exterior, el Gobierno de Trump se ha enfocado en frenar el crecimiento económico de China mientras acumula el poderío militar estadounidenses para una guerra en el Pacífico.

Pero, en este ámbito también, las figuras militares y de las agencias de inteligencia alineadas con la campaña de Biden sienten que la Casa Blanca no ha sido efectiva. Como señalaron dos de los firmantes de la carta en un artículo para la revista Foreign Policy, “Trump se ha enfrentado a China comenzando guerras comerciales con todos los demás” en vez de involucrar a los otros Estados imperialistas. “Las potencias importantes democráticas como Japón, Francia y Canadá están desesperadas por trabajar con Estados Unidos para despuntar las políticas tecnológicas predatorias de China”.

Desde el punto de vista de la clase gobernante, lo que se disputa en las elecciones son principalmente estas diferencias en política exterior, no la política nacional. Ante la mayor crisis social y económica desde la Gran Depresión, la política interna ha sido avanzada en gran medida de forma bipartidista. La Ley CARES, que dio permiso al rescate de varios billones de dólares a Wall Street mientras privó de fondos la toma de pruebas y el rastreo de contactos, fue aprobado de forma unánime en el Senado y por medio de una votación oral no registrada en la Cámara de Representantes.

El último número de Foreign Affairs, una de las principales publicaciones de la geopolítica estadounidense, presenta varias de las inquietudes de las facciones dominantes del Estado. “Después de casi cuatro años de turbulencia”, dice el principal editorial, “los enemigos del país son más poderosos, sus amigos son más débiles y el propio Estados Unidos está cada vez más aislado y prostrado”.

Su preocupación es que Trump ha demostrado ser un administrador poco fiable de los intereses de la clase gobernante en el exterior. “Arrastrando a su partido y a la rama ejecutiva detrás de él, el presidente ha reconfigurado la política nacional en su imagen propia: enfocándose en ventajas de corto plazo, obsesionado con el dinero y desinteresado en todo lo demás”.

La principal noticia de la revista declara que la política exterior inestable y errática de Trump ha resultado en una situación en la que “China es más rica y poderosa, Corea del Norte tiene armas nucleares y mejores misiles… y Nicolás Maduro está más arraigado en Venezuela, así como Bashar al Asad en Siria”.

Desde el punto de vista de la campaña de Biden, la solución a todas estas crisis es reafirmar el dominio y el “liderazgo” de EE.UU. sobre sus aliados tradicionales en Europa y Japón, a fin de avanzar una política estadounidense más agresiva contra Rusia y China. Estados Unidos necesita convertirse nuevamente en el poder hegemónico mundial.

El foco central del nuevo Gobierno será “reclamar el lugar de Estados Unidos en el mundo” a través de la reafirmación del “excepcionalismo estadounidense”, declaró Jake Sullivan, asesor de Joe Biden, en el Atlantic.

Más temprano este año, Biden publicó un artículo intitulado “Rescatando la política exterior estadounidense después de Trump” en su edición de marzo/abril de Foreign Affairs. En ese artículo, declara que, “para contrarrestar la agresión rusa, debemos mantener las capacidades militares de la alianza afiladas”. Al mismo tiempo, Estados Unidos necesita “ponerse rudo con China”. La “manera más efectiva para enfrentar ese desafío es construir un frente unido de los aliados y socios estadounidenses para confrontar a China”.

Pero, mientras que el último número del Foreign Affairs se titula “El mundo que Trump creó”, la debacle geopolítica que enfrenta EE.UU. no saltó de la cabeza de Trump. Trump no creó el “mundo”. En cambio, el “mundo” —y, específicamente, la crisis del imperialismo estadounidense— creó a Trump.

El declive en la posición hegemónica de Estados Unidos se remonta a décadas y ya era evidente antes del colapso de la Unión Soviética en 1990-91. La disolución del adversario del imperialismo estadounidense en la Guerra Fría fue aprovechada por los estrategas de la clase gobernante estadounidense para declarar un “momento unipolar”. Estados Unidos podía utilizar su poderío militar sin igual para contrarrestar a la fuerza el declive de su posición económica.

La inacabable serie de guerras iniciadas por Estados Unidos en las últimas tres décadas han destruido sociedades enteras —en Irak, Yugoslavia, Afganistán, Libia, Siria, Ucrania y Yemen, entre otras—. Pero no han revertido las vicisitudes del imperialismo estadounidense. Más allá, han distorsionado profundamente y brutalizado la propia sociedad estadounidense: un proceso reflejado en el fascistizante Trump.

Incluso antes de la inauguración de Trump, existían tensiones cada vez mayores entre EE.UU. y sus otrora aliados en Europa. La pandemia de coronavirus y la respuesta desastrosa de la clase gobernante a ella, una política que ha sido bipartidista, han erosionado aún más la posición global del capitalismo estadounidense.

El imperialismo estadounidense se enfrenta a problemas irresolubles, siendo el principal el crecimiento de la oposición social dentro del propio EE.UU. Una de las consideraciones que motiva el respaldo en la clase gobernante a la campaña de Biden es la esperanza de que pueda, de alguna manera, establecer una base de apoyo más amplia a favor de las agresiones imperialistas en el exterior. La promoción de la política de identidades tiene por objeto impulsar la integración de secciones privilegiadas de la clase media-alta en el proyecto del dominio global. Esto es lo que representa Kamala Harris.

Un Gobierno de Biden y Harris no constituirá un nuevo amanecer para la hegemonía estadounidense. Por el contrario, el intento de hacer valer su hegemonía se llevará a cabo por medio de una violencia inaudita. Si llegare al poder, con el apoyo del conjunto de reaccionarios responsables de los mayores crímenes del siglo veintiuno, estará comprometido con una expansión vasta de la guerra. Trump y Pompeo están rodando precipitadamente hacia un conflicto con China. La crítica de Biden a este curso desastroso es que Estados necesita ponerse “rudo”, sea contra Rusia, China, Afganistán, Siria o todo lugar en medio.

Más allá, la clase gobernante estadounidense enfrenta la más seria amenaza a sus ambiciones geopolíticas en el crecimiento de la lucha de clases.

Independientemente del curso determinado por los comicios, el imperialismo estadounidense, como lo advirtió el World Socialist Web Site en el periodo previo a la guerra de Irak, tiene una “cita con el desastre”. Todas las facciones del Estado en EE.UU. están unidas en un curso de acción que resultará en las muertes de millones y millones. La lucha contra la guerra no podrá avanzar por medio de la selección entre Trump y Biden, sino a través de la lucha independiente de la clase obrera.

(Publicado originalmente en inglés el 22 de agosto de 2020)

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